La vuelta a clases, una necesidad impostergable para 2020 y 2021
A pocas semanas de haber comenzado el ciclo lectivo, nuestro país completo entró en el llamado aislamiento social preventivo obligatorio. A partir de esta situación epidemiológica millones de niños perdieron su rutina, recién comenzada luego de 3 meses de vacaciones.
Al principio, el caos se apoderó de los docentes y de sus posibilidades de dictar el programa previamente pactado para el ciclo 2020. Pero sin darnos cuenta, un porcentaje grande de nuestros maestros ha logrado dar batalla a esta situación de aislamiento desde las aulas virtuales, desde las fotocopias de ejercicios o las pantallas de celulares.
Sin embargo, esta situación que al principio resultó interesante por novedosa para aquellos niños que han podido acceder a la virtualidad de la escolaridad, luego de un tiempo generó aburrimiento, baja motivación para proseguir con los contenidos -que no siempre les eran comprensibles a través de la virtualidad- y sumió a muchos niños y adolescentes en rutinas con despertares al mediodía, perdida de clases por Zoom o resistencia a conectarse cuando los padres se los recuerdan. Los jóvenes perdieron también las ganas de conectarse socialmente con pares, porque no es lo mismo jugar a través de la pantalla que en vivo, y en muchos casos, el seguimiento de clases, porque como me decía una niñita de 11 años: "todos pasamos de grado este año ¿no escuchaste al ministro?"
A partir de este periodo de aislamiento, en las diferentes encuestas en población infantil y adolescentes, hemos encontrado que los sentimientos de desgano, desmotivación y temor se han incrementado ha medida que el encierro fue avanzando
Las investigaciones nos dicen que, luego del periodo de aislamiento de los últimos meses del ciclo lectivo en los países del norte de nuestro planeta, al volver, los niños habían perdido con relación a su dominio de las matemáticas y la lengua mucho más que en los 3 meses de vacaciones de verano habituales. Cuesta dimensionar en un país donde las inequidades de oferta educativa son tan marcadas, donde los niños en el periodo de aislamiento han recibido instrucciones tan disimiles y donde los conocimientos basales de nuestro país, medidos por las pruebas de nivel PISA son cada vez más pobres, cómo será el futuro de estos niños.
Los datos se adquieren en cualquier sitio de la web, pero el proceso de enseñanza es mucho más que eso. Es un intercambio entre el docente y el estudiante que lleva a la modificación de los procesos de abstracción y racionalización. Es por eso por lo que la vuelta a clases debería ser una prioridad en nuestro esquema de regreso a la normalidad. En espacios burbuja, escalonadamente, con todas las precauciones epidemiológicas del caso, pero sabiendo que hasta que la vacuna se instale, sea de uso masivo y seguro, va a pasar un largo tiempo.
A partir de este periodo de aislamiento, en las diferentes encuestas en población infantil y adolescentes, hemos encontrado que los sentimientos de desgano, desmotivación y temor se han incrementado ha medida que el encierro fue avanzando. Luego de tanto encierro, por fin hemos logrado salir del ASPO. Sin embargo, para la educación llega en un momento del calendario donde están cerrando los ciclos lectivos, y si bien es motivo de festejo la vuelta al aula, seria óptimo empezar a pensar como seguiremos cuando la segunda ola nos toque.
Debemos armar desde ahora un plan de contingencias que nos permita "surfear la segunda ola", en vez de hundirnos en un mar de dudas y disidencias, para que el ciclo 2021 sea de inmersión en el conocimiento para nuestros estudiantes donde se mantenga la presencialidad con los cuidados epidemiológicos pertinentes. Ya sabemos que ni el aislamiento de los niños y adolescentes, ni la virtualidad, han sido respuestas planificadas y posiblemente, poco efectivas si lo medimos desde la salud mental de esa gran franja poblacional. Tampoco ha sido efectivo si se piensa en el futuro de un país que necesita mayor equidad educativa y conciencia de que sin estudio no hay progreso y por ende, sin científicos no habrá vacunas, ni personal de salud que pueda atender una pandemia, ni ingenieros que armen centros de salud, ni técnicos que puedan planificar un futuro sin pobreza ni desigualdad.
Los chicos de hoy son individuos que se nutren de diferentes fuentes para definir su conducta, por eso toman decisiones no solo por lo que les llega de sus padres, sino por lo que escuchan en la TV o en las redes sociales. Saben cómo manejarse según donde viven ante un tsunami o un terremoto. Tal vez sea el momento de comenzar a educarlos en nociones de autocuidado con relación al virus, como les empezamos a enseñar educación sexual, igualdad de género o los riesgos del tabaco. Las campañas de autocuidado con relación al coronavirus de esta nueva etapa deberían estar enfocadas a ellos. En Europa el desmadre que significo el verano, en especial en los jóvenes y adolescentes, en parte generó esta segunda ola del virus. La comunicación hoy, frente a esta nueva etapa de distanciamiento social, debería estar enfocada a que se cuiden los jóvenes que ya comenzaron a hacer fiestas en los parques para reencontrarse hace semanas. Sabiendo que esta realidad esta, más que reprimirla, debemos enseñarles a hacerlo con cuidados.
Después que termine este ciclo escolar tan atípico, vendrán vacaciones también atípicas, en la ciudad, en las plazas del barrio, en el río o en las quintas de los amigos. Deberíamos así estar esta vez por delante de la ola. Y tal vez podamos enfrentar la segunda ola -que posiblemente sea inevitable- con conductas que nos protejan de ahogarnos en el enorme mar que desató el Covid-19. Los individuos modificamos las conductas a través de procesos y de eso debemos ocuparnos ahora: en los días de aula que nos quedan y en los medios de comunicación, convocando a los jóvenes para que juntos pensemos alternativas de cambio.
Directora del Departamento Infanto Juvenil Ineco