La voluntad europeísta de Macron
PARÍS.-Después del presidente Trump que asumió su mandato con la soltura y seguridad de un emperador carolingio, la otra aparición notable en el escenario mundial es la de Emmanuel Macron en la presidencia de Francia. Expresión de refinamiento europeo, Macron une un profundo y armonizado trabajo de formación cultural, universitario, político y espiritual. En pocas semanas impuso su candidatura con facilidad inesperada ante la extrema derecha de Le Pen, la izquierda comunista de Mélenchon y el fatigado centro y la derecha tradicional, posgaullista. El cansancio y el escepticismo político ante el estancamiento y los errores de los últimos dos gobiernos produjeron una especie de "que se vayan todos" que coronó a Macron y le dio mayoría parlamentaria. En todas partes la gente pide líderes, imaginación, energía de poder y respuestas firmes.
Macron habla sosegadamente, con un discurso intimista aunque muy intelectual, pero toca temas decisivos como la soberanía nacional en tiempos de integración y denuncia la decadencia europea como un tema que exige el rescate de la única forma civilizatoria que armonizó "las libertades individuales, con el espíritu de la democracia y la justicia social". Y precisa: "Los Estados Unidos aman tanto como nosotros la libertad, pero no tienen nuestro gusto por la justicia."
Macron asume su presidencia como quien dedicó más tiempo a los problemas del mundo que a su carrera política. Nació en Amiens, hijo de una familia acomodada de padres médicos. Se graduó en derecho, economía y en filosofía en Nanterre con una tesis sobre Hegel. Su mentor en esta materia fue el filósofo existencialista católico Paul Ricoeur, que lo hizo colaborador de la revista Esprit fundada por el poeta metafísico Emmanuel Munier. En su currículum brillante hay que agregar su desempeño como exitoso economista en la esfera de la banca Rothschild y su juvenil afiliación al partido socialista, a los 24 años. Estas opciones le permiten a Macron decir que él reconoce tanto la realidad social como la realidad de la Francia capitalista que debe completar su ciclo de saneamiento productivo con reformas temporarias, correctivas pero imprescindibles. El objetivo final es constituir con Alemania un eje similar al de Kohl-Mitterrand (heredero directo del de "De Gaulle-Adenauer"), capaz de lograr la recuperación de toda la Unión Europea.
Todo esto parece contradictorio, pero Macron no se desdice. Su mayor combate ya comenzó con la reforma del código de trabajo de Francia, con concesiones laborales, indemnizaciones, inflexibilidad y situación del trabajador que son producto de luchas sociales del fuerte sindicalismo francés, pero extremadas para poder remontar la crisis actual y el fuerte endeudamiento del país. Estas reformas que se tramitarán por "ordenanzas" del Poder Ejecutivo, inaugurarán una temporada de protestas muy duras, como las que soportó Hollande en el último trimestre de 2016.
Pero Macron parece comprender que vivimos un tiempo metapolítico decisivo: la política, como voluntad de los pueblos, está siendo superada y determinada por el poder sin rostro del ultracapitalismo, incluso en las mayores potencias. La soberanía nacional y las culturas son las únicas respuestas a una grotesca globalización basada en el consumismo y la tecnología.
Se configura un "directorio" de imperios: Estados Unidos, China y Rusia. La Unión Europea, tan fuerte y creadora, perdió su espacio político por carecer de conducción unificada y de poder militar. Tras el Brexit, sin la fuerza militar británica, se torna urgente que Alemania ocupe el gran espacio que dejó vacío desde 1945. La visión de Macron reflota la presencia central de Angela Merkel, cuyo prestigio había languidecido con la invitación indiscriminada a miles de inmigrantes y refugiados del Medio Oriente.
Hoy cunde en Europa la esperanza de que se está remontando un abismo de decadencia. "Hoy Alemania necesita a Francia y Europa así como Francia necesita indispensablemente a Alemania", declaró. Con lucidez, comprende que Europa no puede ser una potencia sin la dimensión militar que le corresponde. "Hay que decir que Europa no es un supermercado. Europa es un destino común que se debilitó por no defender sus principios."
Macron parece estar citando a Ortega y Gasset en el reclamo de una política de transcendencia y de solidaridad con los valores fundamentales que confieren sentido a la vida de individuos y los pueblos.