La violencia como destino y encrucijada
Sobre VILLA DEL PARQUE, de Jorge Consiglio
Si hay un elemento que permita vincular los siete relatos de Villa del Parque, último libro de Jorge Consiglio (Buenos Aires, 1962), ése no es el barrio porteño del título. Apenas en “La terraza” se podría decir que los personajes merodean por algunas de sus calles. Lo que hace del libro un volumen coherente y no una mera recopilación es la violencia. Sus diversas manifestaciones y matices tensionan los momentos decisivos que atraviesan los protagonistas de la mayoría de los cuentos. Presente en muchas otras páginas de Consiglio, la violencia en Villa del Parque será piedad, un destino, el vehículo de una causa o una forma de supervivencia.
La primera historia es el resultado de una transposición, según la definición de Gérard Genette. La materia prima de “Diagonal Sur” es indudablemente “El Sur”, el famoso cuento de Jorge Luis Borges. La violencia es tan insensata como necesaria, porque en su brusco acontecer se juega una determinación. Anatol asume –o cree asumir, porque también aquí la fantasmagoría onírica acecha la realidad– un destino.
La aceptación, comprendida en el momento de asumirla, puede ser también un dejarse llevar, como le sucede al protagonista de “Viajar, viajar”: “Actúa en función de la circunstancia; no tiene en cuenta su voluntad ni su deseo. […] La escena dispone una música y Canedo baila sin prestar atención a su propio consentimiento”. El trabajo físico ejercido durante la reparación de la casa de su infancia modifica su conciencia existencial: “Canedo pasa de una vida provisoria a otra definitiva. […] Más que voluntad o imaginación, usa una percepción distinta del tiempo”. Esta transformación pareciera trasladarlo a otra dimensión, un terreno pantanoso que lo pondrá en la frontera que divide lo raro de lo maravilloso, ese espacio inestable que Tzvetan Todorov llama “lo fantástico”.
El centro de Villa del Parque lo ocupa “Jessica Galver”, el relato más extenso. La historia de esta mujer es narrada por su enfermera. Jessica está internada en una clínica donde tratan a pacientes con graves problemas de sobrepeso; ella acepta someterse a un tratamiento de protocolo. La ciencia médica se apodera de sus 207 kilos: “Su cuerpo es más nuestro que de ella”, afirma el director de la clínica. Pero Jessica también es objeto de amor y deseo: “Si no fuera por el protocolo, la abrazaría, la llenaría de besos”, confiesa la narradora. Al mismo tiempo que reprime sus impulsos, los efectos del experimento despertarán su piedad por la paciente.
La adolescencia puede ser un medio hostil, pero la terraza de una escuela puede ser la cima de la felicidad: “Aquella atalaya tenía una energía especial. […] Sería un quinto piso, a lo sumo un sexto, pero tenía la altura suficiente para el vértigo. Un techo al infinito”. La expulsión de la escuela será entonces el exilio de esa altura paradisíaca donde los personajes vivían “fugados de lo cotidiano: la mejor manera de entenderse con el mundo”. Y si la violencia puede ser un acto de liberación, en “La terraza” será una vía cruel para la propia redención; una forma de sobrevivir en un nuevo territorio.
Cuando las consecuencias de una determinación superan lo individual, la encrucijada es aun mayor. “La noche anterior” muestra al todavía coronel Julio A. Roca en el umbral de la violencia, en la frontera del territorio estatal que muy pronto sería extendido. La visita nocturna de la hermana de un cacique lo enfrenta a un momento de duda, es decir, de debilidad. Roca “piensa que el proyecto de la nación es la materia de su propia sangre; es la energía necesaria para que el brazo ordene un degüello”. Mientras que en “Diagonal Sur” asumir un destino de violencia parecía un acto cargado de insensatez, en “La noche anterior” la causa nacional parece justificarlo todo. Acaso sea en este relato donde más brilla la escritura en Villa del Parque, de sintaxis austera, retórica precisa y rica en imágenes, elaborada con la pericia verbal de un prosista con antecedentes de poeta.
VILLA DEL PARQUE
Por Jorge Consiglio
Eterna Cadencia
112 páginas
$ 220