La vigencia de Fahrenheit 451
Por Willy G. Bouillon De la Redacción de La Nación
No plantea la inquietante indagación de Olaf Stapledon, el agudo cálculo futurista de Asimov o de Clarke, o la vigorosa sugestión de Theodore Sturgeon.
Bradbury hizo otra cosa con la ciencia ficción: la involucró con la poesía, es decir, impuso el tratamiento estético en sus relatos. En la descripción de situaciones y paisajes, en los diálogos y hasta en aspectos más formales, como la puntuación y la extensión de los párrafos.
La poesía había sido su primera escritura y la trajo de regreso para enriquecer la prosa incomparable de libros como Crónicas marcianas , Las doradas manzanas del sol , El hombre ilustrado , El país de octubre, El vino del estío o Fahrenheit 451 , que en las décadas del cincuenta y del sesenta le dieron fama internacional y lo identificaron como el más representativo autor del género.
De esas obras, traducidas a 20 idiomas, se vendieron 50 millones de ejemplares y le valieron la designación, en 1988, de Gran Maestro Nébula por parte de la Sociedad Norteamericana de Escritores de Ciencia Ficción.
Las versiones cinematográficas de El hombre ilustrado , Crónicas marcianas y Fahrenheit 451 sólo cosecharon críticas adversas. Mejor suerte tuvo Bradbury en el cine como guionista, con su versión de Moby Dick , dirigida en 1954 por John Huston, y con el cortometraje Icaro, Montgolfier, Wright , que estuvo cerca de ganar un Oscar en 1963.
Pero en una reciente entrevista que le hizo en Roma el Corriere della Sera, Bradbury dejó de lado todos esos antecedentes para privilegiar Fahrenheit 451 en forma prácticamente excluyente.
Todos los fuegos el fuego
Desde hace mucho, el escritor mantiene la idea de que paulatina, pero inexorablemente el hábito de leer tiende a desaparecer. Y en aquella novela -cuyo título alude a la temperatura a la que arde el papel- anticipaba precisamente un mundo en el cual el totalitarismo despliega una feroz campaña dirigida al exterminio de los libros.
El propósito es eliminar un objeto responsable de haber esparcido, a través de la historia, "ideas peligrosas, no aptas para el desarrollo de una sociedad sana".
No se trata de apuntar contra todo aquello que muestre signos más o menos incitadores de lo que es perjudicial a un régimen, a la manera en que lo urdió Joseph Goebbels, el ministro de Propaganda e Información de Hitler, sino lisa y llanamente de convertir en ceniza cualquier papel escrito.
Los biblicidas del mundo imaginado por Bradbury consideran tan obvio el pernicioso mensaje que hay en la Biblia, como el de Los viajes de Gulliver o el de Tom Sawyer .
Provistos de lanzallamas, los cazadores de libros (irónicamente, vestidos como bomberos) no se dan tregua, como si de su celo implacablemente exterminador dependiera la misma supervivencia de la humanidad.
Cuatro décadas después de haber concebido esa obra, Bradbury -a quien tuvimos el gusto de entrevistar en 1997, cuando vino al país para participar en la Feria del Libro- piensa que ya se vislumbra una insinuación de ese desalentador horizonte del futuro.
Podría tenerse como un exceso aquello de la "sutil" forma de suprimir los libros desde la TV, denunciada por Bradbury. O explicarlo por la aprensión que despierta una sociedad en la que la tecnología parece hacer perder cada vez mayor terreno al humanismo.
Salvo, en esta época, los excepcionales casos de José Saramago y Miguel Hernández, que pudieron sobreponerse a hogares analfabetos, es claro que la inclinación infantil por la lectura se vincula fuertemente con un entorno en el que no faltan los libros, consecuencia, a su vez, del hábito familiar.
Si a la inexistencia de éste se suma un deformante bombardeo mediático, la lectura va desapareciendo del paisaje del niño y del adolescente, y no figurará entre sus intereses de adulto sin que haya sido necesario -como bien establece Bradbury- apelar a censuras o lanzallamas.
Aunque el objetivo sería el mismo que el sugerido en su novela, o sea, que ya no será necesario ocuparse de lavar cerebros porque ellos, simplemente, carecerán de contenidos. No habrá fuente capaz de generarlos.