La vida y la muerte en un instante
Parecerá exagerado, pero lo cierto es que la cercana muerte de la nobilísima e inolvidable artista Sara Facio me despertó, quizá como a muchos otros, la curiosidad insoportable de saber algo más de fotografía. Antes reservada solo para poder recordar momentos especiales de la vida, ha cambiado dramáticamente en los últimos años y se ha sumado a nuestra vida cotidiana por el teléfono celular. Y sigue deslumbrándonos. Solo se necesita un setentavo de segundo para dejar impactada la realidad en un imagen. En un instante, la eternidad, frente a nosotros y para siempre.
Pero ese hecho familiar, deportivo, cultural o social que quedará capturado en algún recóndito lugar de nuestro teléfono o en la nube esconde una larga historia. Nació de un acto de generosidad de Francia, cuando dos de sus ciudadanos, Joseph Niepce y Louis Daguerre, el 19 de agosto de 1839, utilizando una mera placa de metal cubierta con una sustancia fotosensible, capturaron la primera imagen. En sus orígenes se llamó daguerrotipo, con posterioridad transitó distintas geografías, por cuanto la propiedad había sido liberada, y arribó a la Argentina. Es en 1843, desde La Gaceta Mercantil, cuando John Elliot ofrece retratos a través de este invento que ya había seducido al mundo.
Justo es decir que luego de Elliot se fueron sumando decenas de ilustres artistas, mientras aquellos originales en sepia fueron virando al blanco y negro y más tarde al color. ¿Cómo no recordar a los grandes fotógrafos de plaza, ocultos en esos oscuros paños negros, que nos retrataron junto a nuestros abuelos o padres en paseos públicos o jardines? ¿Y cómo omitir la foto donde el caballero sentado, rodeado de esposa e hijos, pasaba a la posterioridad frente a lujosos cortinados o truncadas columnas dóricas? ¿Quién no recuerda algún tierno infante sobre un almohadón de seda, aunque seguramente el fotografiado a esta altura quisiera desterrar para siempre aquella imagen?
De aquellas cámaras hasta este imperceptible sistema encubierto dentro de un teléfono ha pasado mucho: las tradicionales réflex, con cajoncitos; las Polaroid, que nos seducían con la revelación instantánea. Y cuando todo parecía perfecto llegaron los celulares, las “selfies” y todo cambió…
Cabe hacer aquí un breve paréntesis y recordar el fabuloso archivo que acumula LA NACION con más de tres millones de piezas de excepcional factura, testimoniando más de 135 años de actos políticos, guerras internacionales, encendidos discursos desde bancas de diputados, escenas de disturbios y violencia, hechos sociales, visitas de notables representantes extranjeros, presidentes en el momento de su juramento ante el Congreso, artistas que se llevaron aplausos desde el Colón o tantos otros teatros argentinos que recibieron a actores de prestigio internacional. También los sucesos policiales, la presentación de libros o los grandes campeones que pasaban por Palermo cada año, honrando la mejora de la genética animal; los grandes duelos nacionales donde los argentinos despedimos a un inolvidable Carlos Gardel, o el solemne y prolongado velatorio de Eva Duarte de Perón. Éxitos en boxeo o en fútbol, o el gran Fangio deslumbrando en todos los circuitos del mundo con sus cinco campeonatos mundiales, dictaduras y democracias golpeadas por violencia, o el sindicalismo paralizando el país. Siempre la fotografía estuvo presente en la tarea inacabable del periodismo, en una simbiosis perfecta, como complemento y apoyo de los textos o asumiendo un rol preponderante y principal.
Solo algunos de esos artistas silenciosos: Horacio Coppola, Pedro Luis Raota, Aldo Sessa, Facundo de Zubiría, Marcos López, Annemarie Heinrich, Adriana Lestido o Grete Stern, entre otros muchos, iluminaron el universo cultural de la Argentina. La lista es infinita.
No se puede no evocar entonces en esta fecha el largo romance entre la Tierra y su satélite natural por medio de la fotografía cuando John William Draper, allá por mediados del 1840, presentó ante la Academia Nacional de Ciencias de Nueva York, en daguerrotipo, la primera imagen de la Luna, para asombro de todos. Se iniciaba así la historia de la fotografía astronómica.
Recién en 1968 la Luna correspondió a la Tierra, con una foto tomada por el astronauta del Apolo VIII Bill Anders, que se permitió la ironía de expresar que habían hecho el viaje para explorar la Luna y lo más importante había sido observar y fotografiar la Tierra.
Maravilla del hombre poder plasmar en un instante tanto la vida como la muerte. La condición humana en todas sus facetas.
Feliz aniversario.ß