La vida por una selfie
Un turista alemán quiere sacarse una foto saltando en el Machu Picchu: en el intento se desbarranca y muere. Otro turista -esta vez japonés- trata de sacarse una foto graciosa y pierde la vida al resbalar por las escaleras del Taj Mahal. Cada 13 días se extingue una vida por tratar de sacarse autofotos en lugares arriesgados, y en lo que va del año la tendencia está ascendiendo a la cifra de uno por semana. Este dato proviene de un reciente estudio de la Fundación iO, especializada en Medicina Tropical y del Viajero. “Es un problema emergente que, por las dimensiones que ha adquirido, ya puede considerarse de salud pública” sostiene Manuel Linares Rufo, presidente de la Fundación. La primera causa de estos accidentes es la caída de lugares como cataratas, acantilados y azoteas. Le siguen los accidentes con medios de transporte, los ahogamientos y las armas de fuego.
Las causas de esta tendencia pueden ser muchas. Arriesgamos una: la de un clima de época con poco relato épico y mucho meme, donde el libro de historia es reemplazado por el de los récords de Guinness. Nadie quiere entregar su vida pero muere por pavadas. Los sujetos de las selfies mortales son la expresión extrema de este lema: juremos sin gloria morir.
Algo más
Manuel Linares Rufo explica que el premio por hacerse un selfie muy arriesgada es la valoración social y que cada like que se recibe provoca una sensación adrenalínica que, en muchos casos, lleva a buscar nuevos peligros. El promedio de edad de los que sufren estos accidentes es de 24,4 años, mientras la proporción entre hombres y mujeres es de tres a dos.