La versión saludable del tabaco
La Argentina no ratificó el único acuerdo internacional de salud y uno de los más respaldados en las Naciones Unidas: el Convenio Marco para el Control del Tabaco, de la Organización Mundial de la Salud, que propone proteger a generaciones presentes y futuras de "la epidemia del tabaquismo". Lo aprobaron 181 países, mientras que senadores de provincias tabacaleras locales se oponen, para proteger las economías regionales.
El convenio recomienda promover alternativas de cultivo, como lo hicieron otros países al sustituir el del tabaco por otros económicamente más beneficiosos. La Argentina puede implementar un camino más innovador, por su alta capacidad científica. Veamos.
Las proteínas (hormonas, enzimas, anticuerpos, etcétera) son moléculas vitales en las células: las nutren, señalan su destino de vida o muerte, actúan desde el sistema inmunológico para atacar bacterias, virus u hongos, etc. Las medicinas requieren proteínas, como la insulina para la diabetes. La industria farmacéutica las extraía de vegetales, animales o seres humanos. Como la demanda aumenta pues las poblaciones crecen, se empezó a obtenerlas, en cantidades mayores y a menor costo, de las bacterias fuera del ser vivo. La limitación de lograr por esta vía cierto tipo de proteínas, unida a que las bacterias pueden infectarse y hay que descontaminarlas, impuso un desafío científico.
El actual secretario de Ciencia, Lino Barañao, siendo investigador del instituto que creó nuestro premio Nobel Bernardo Houssay, logró para la empresa argentina Bio Sidus introducir por ingeniería genética, en una vaca llamada Pampa, el gen de la proteína "hormona de crecimiento" para uso humano. Hasta entonces la proteína se producía en grandes fermentadores, pero en cantidades pequeñas. Pampa produjo 3 kilos por mes en su leche. Con una vaca se cubría la demanda argentina y con 20, la del mundo. En 2002 se anunció este logro de impacto mundial, en el que pocos creían. Bio Sidus debe realizar los ensayos en pacientes para aprobar su uso en humanos, con una ventaja: nuestras vacas se alimentan a pasto, sin suplementos de origen animal, que pueden causar situaciones como el "mal de la vaca loca", por lo que las hormonas que produzcan Pampa y su descendencia serán muy valiosas.
En 1998, en el Instituto de Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi), creado por Héctor Torres, discípulo de nuestro premio Nobel Leloir, Alejandro Mentaberry inició sus primeras investigaciones para lograr proteínas de interés farmacológico en plantas de tabaco. Aumentar en ellas su producción era más sencillo, con menor costo y sin riesgo de contaminación como en las bacterias, pudiendo almacenarse las proteínas en las semillas, lo que facilita su conservación, transporte y distribución. En 2004 Fernando Bravo-Almonacid, Mentaberry, Barañao y otros publicaron un trabajo pionero en el país en Molecular Breeding: lograron que la planta de tabaco produjera, por ingeniería genética, una proteína (hEGF) para tratar úlceras gastrointestinales, reparar la piel dañada por quemaduras y para uso cosmético. La Argentina ingresó así al grupo de países que desarrollan el molecular farming, encabezado entonces por los Estados Unidos.
Entre las proteínas ya comercializadas, producidas en plantas de tabaco, hay una que ataca al principal agente que causa las caries dentales y otra que actúa en cremas antiarrugas. Destacados científicos, en colaboración con Bravo-Almonacid que hoy dirige en el Ingebi un grupo de jóvenes investigadores, buscan lograr en dichas plantas proteínas antiinflamatorias contra la artritis, esclerosis múltiple y otras enfermedades. Así, la planta de tabaco fue y es muy utilizada por investigadores del INTA y el Conicet, pues se conoce mucho su biología y tiene ventajas para producir proteínas de uso medicinal e industrial.
Alrededor de 44.000 argentinos mueren al año por tabaquismo, primera causa de muerte evitable y mayor factor de riesgo de cáncer. El 12% del costo de salud es para atender a estos pacientes. Tenemos el Fondo Especial del Tabaco, que recibe millones de dólares al año para alentar un cultivo con propiedades tóxicas y hasta se piensa crear el Instituto Nacional de la Actividad Tabacalera.
El presidente Macri debería implementar un camino innovador con las secretarías de Salud, Ciencia y Agroindustria, que revierta la costumbre de investigar sin aprovechar los resultados y, en este caso, ahorrar un importante gasto en salud al utilizar plantas de tabaco para producir proteínas exportables de alto valor agregado. El Parlamento debe defender la vida tras este objetivo. Las plantas fueron desde el origen fuente de alimentos y medicinas. Honremos esta tradición.
Director ejecutivo de la Fundación Sales