La verdadera innovación está en todos
¿Qué es lo primero que se nos viene a la cabeza cuando hablamos de “innovación”? Si, aleatoriamente, le preguntamos a un grupo de personas qué connota este término, de seguro escucharemos “nuevos productos o servicios”. Hasta me atrevería a apostar que la palabra “tecnología” entrará en la conversación. Y si indagamos sobre casos concretos, es muy probable que ejemplos como Uber y palabras como “ drone ” y “ smartphone ”, por nombrar solo algunas, salgan a colación.
Lo cierto es que el concepto de innovación no es algo ni remotamente nuevo. Miles de años atrás, los hombres de las cavernas descubrieron el fuego y (seguramente luego de un buen susto) se dieron cuenta de que podían utilizarlo para mantenerse calientes y cocer los alimentos. Descubrieron una nueva manera de hacer las cosas, e innovar es precisamente eso: romper con lo establecido y encontrar una forma nueva de hacer algo. De hacerlo mejor.
¿Por qué, entonces, solemos pensar que la innovación viene de las grandes empresas o laboratorios? ¿Por qué nos quedamos con la idea de que la “innovación” se desprende únicamente de I+D? La capacidad de emprender e innovar no es un don o una consecuencia del entorno en donde vivimos. Es una capacidad que tenemos todos.
Hace unos meses me reuní con Nieves Lucini y Nancy Plazas, dos de las ganadoras de Balloon Argentina, un programa que reúne a jóvenes de todo el mundo en Buenos Aires para capacitarse en herramientas de innovación social y emprendimiento y traspasar todo lo aprendido a emprendedores de bajos recursos de la Ciudad y el Gran Buenos Aires. Estas dos mujeres, de cerca de 70 años, detectaron un problema que podían solucionar: dar seguridad a las mujeres de talles grandes para que vuelvan a sentirse seguras y sexys. Así nació Nanis, un emprendimiento de ropa interior femenina de alta costura.
Del otro lado del tablero tenemos a Leandro Magri, un joven que vio en la energía solar la posibilidad de generar un cambio y decidió ayudar a desarrollar dispositivos solares como cocinas, hornos, cargadores de celulares y luminarias. Nació, así, Colectando Sol, una iniciativa que ofrece capacitaciones y talleres para aprender a aprovechar este tipo de energía y que pudo consolidarse gracias a IncuBA en 2014.
O también podríamos hablar de Marcela Zerba, vecina de la villa 21.24, en Barracas. Hace un par de meses, Marcela conoció a algunos integrantes del Programa de integración emprendedora (P.I.E.), equipo que busca impulsar el desarrollo de las capacidades emprendedoras y laborales en distintos barrios. Comenzó el curso Cómo mejorar tu negocio, proceso que le sirvió para hacer algunas modificaciones en Moda Pasión, su local de ropa. Pintó la fachada de verde claro, cambió unos estantes, empezó a armar planillas de costo para tener mayor control. Pero lo más impactante de Marcela es su energía, sus ganas de hacer: como vive en un área del barrio apartada de la zona comercial, decidió incorporar librería, fotocopiadora e impresora para que los vecinos pudieran imprimir sus CV y gestionar turnos web, por ejemplo. Tuvo visión, y decidió llevarla a la práctica.
Estos tres casos, como muchos otros, nos demuestran que la oportunidad de innovar está a nuestro alcance y que no existe una receta que estipule las cantidades de iniciativa, estudios formales o financiamiento necesarias para llevar adelante un emprendimiento. Nos demuestran que la capacidad de emprender es algo que tenemos todos, pero que a veces solo necesita un pequeño empujón.
Vivimos en un país en donde, según datos del GEM 2015, la Tasa de Actividad Emprendedora es del 17,8%. Además, es el único país de América Latina en el reporte de innovación realizado por Bloomberg. Son datos que nos enorgullecen, pero también nos desafían: es fundamental incentivar la actividad ofreciendo instancias de formación, capacitación, mentoreo, programas de incubación y concursos (como #VosLoHacés, el certamen de innovación social que impulsamos desde la Ciudad para desarrollar iniciativas que respondan a desafíos sociales, ambientales y culturales), por ejemplo, desde el Estado.
Necesitamos resignificar el término “innovación” o, mejor dicho, llenarlo de significado. Celebrar y cultivar la innovación social. Necesitamos impulsar y ayudar a destapar el enorme potencial que todos tenemos, para canalizarlo hacia soluciones concretas que impacten de manera positiva y contribuyan a construir soluciones reales. Porque, al final del día, el combustible de la innovación no es qué hacemos, sino qué nos moviliza a hacerlo.