La verdadera dimensión del ajuste
Economistas allegados al Gobierno sostienen que ningún país ha realizado un ajuste como el que habrá hecho la Argentina desde diciembre de 2015. En esto parecen coincidir muchos economistas de la oposición autodenominada "nacional y popular" que sostienen que el pueblo argentino es nuevamente víctima de una conspiración urdida por el FMI y la banca internacional.
Ambos se equivocan. Basta comparar el ajuste argentino con el que hicieron los países de la UE llamados despectivamente "PIGS" por los analistas del mundo anglosajón: Portugal, Irlanda, Grecia y España. Ellos fueron los que más sufrieron con la crisis europea que se desató a fines de 2009, coletazo del colapso de Wall Street en 2008. Al desatarse la crisis, los PIGS exhibían altos niveles de endeudamiento, baja competitividad externa, déficits persistentes en su cuenta corriente y un déficit fiscal primario que excedía los límites del Pacto de Estabilidad y Crecimiento de 1997.
El más vulnerable era Grecia, cuyos bonos soberanos sufrieron varios ataques especulativos y que tuvo que reestructurar su deuda con masivo apoyo financiero de la UE, el Banco Central Europeo y el FMI. Entre 2011 y 2012, Portugal, Irlanda y España también tuvieron que recibir asistencia para evitar una cesación de pagos y la salida del euro. En todos los casos esa asistencia estuvo condicionada a programas de ajuste que incluyeron una significativa reducción del gasto público y reformas bancarias, impositivas, previsionales y laborales.
El ajuste realizado por los PIGS desde 2010 hasta 2014 fue significativamente más profundo que el que (supuestamente) realizará la Argentina desde 2015 hasta 2019. Esto se verifica fácilmente observando la evolución del déficit fiscal primario, el gasto público y la cuenta corriente del balance de pagos para el promedio de los PIGS y la Argentina según las cifras que publica el FMI.
En 2010, los PIGS tenían, en promedio, un déficit fiscal primario equivalente a 8,3% del PBI, y en 2014, de 1,5% del PBI. Es decir que en cuatro años hicieron un ajuste, en promedio, de 6,8% del PBI. En contraste, en 2015 la Argentina tenía un déficit de 4,4% del PBI y en 2019 alcanzará un superávit de 0,1% del PBI. Es decir, un ajuste fiscal equivalente a 4,5% de su PBI. En ambos casos el ajuste implica aumento de impuestos y reducción del gasto público. Sin embargo, la magnitud de reducción del gasto primario por los PIGS será prácticamente el doble que la del de la Argentina.
Si comparamos la evolución de la cuenta corriente, los PIGS pasaron de un déficit de 6,7% en 2010 a un superávit de 0,2%, mientras la Argentina pasará de un déficit de 2,7% en 2015 a uno de 1,5% en 2019, en relación con el PBI. Esta relativa falta de ajuste en el sector externo argentino refleja el peso del servicio de la deuda externa total, que entre 2015 y 2018 habrá aumentado en casi 100.000 millones de dólares (prácticamente se duplicó en relación con el PBI). Si comparamos los períodos 2010-2018 para los PIGS vs. 2015-2023 para la Argentina (o 2011-2016 vs. 2018-2023), el ajuste fiscal y externo de los primeros es casi el doble que el que hará la Argentina según las proyecciones del FMI.
En el caso de los PIGS, la crisis y el ajuste tuvieron un fuerte impacto sobre la actividad económica: el PBI per cápita cayó en los primeros tres años. Pero desde 2013 hasta 2018 experimentaron una fuerte recuperación. Los niveles de PBI per cápita proyectados para este último año serán un 22% superiores, en promedio, a los de 2010 (Grecia es la excepción). Y desde 2014 hasta 2018, su tasa de crecimiento anual excederá significativamente la del promedio del resto de las economías avanzadas (Italia, que no requirió asistencia y realizó un ajuste fiscal mucho más leve, tendrá un desempeño económico inferior al de los PIGS). Para la Argentina, el PBI per cápita de 2023 será un 1,3% inferior al de 2015.
Además, la condicionalidad impuesta a Grecia, España, Portugal e Irlanda fue más amplia en cuanto al tipo de reformas y más estricta en cuanto a sus metas que la que el FMI le exigió a la Argentina en octubre de 2018. Lo que desvirtúa por completo la narrativa conspirativa y de victimización que propone la izquierda vernácula. La eliminación del déficit fiscal es condición necesaria pero no suficiente para que la economía argentina vuelva a crecer. Y seguir ajustando al sector privado más competitivo y productivo de la economía para mantener un sector público improductivo e ineficiente es una receta condenada al fracaso. Para evitar un nuevo default, debemos cambiar la receta. Cuanto antes mejor.
Economista