La verdadera desilusión de Cristina Kirchner
El kirchnerismo toma conciencia de que, si no logra un resultado decoroso en octubre, estará bastante cerca de la extinción, por la crisis y porque no pudo engendrar un nuevo liderazgo
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Roxana Barone, colaboradora de la vocera Gabriela Cerruti, tuvo el miércoles que intervenir con mensajes personalizados de WhatsApp al ver que, delante de las cámaras de TV, funcionarios de la Casa Rosada ni siquiera levantaban la vista hacia el Presidente. Si hay desinterés, que no se note. Alberto Fernández llevaba ya un buen tiempo de su discurso en el Congreso y, retraídos en sus teléfonos móviles, varios ministros no solo no prestaban atención, sino que ni se preocupaban por ocultarlo.
La última apertura de sesiones ordinarias de la fórmula Alberto-Cristina explica que el experimento no salió bien. No hay antecedentes de un presidente peronista que, por falta de adherentes en las calles, haya demorado tan pocos segundos en recorrer el trayecto que separa su despacho del Congreso. A estas singularidades se agrega una fundamental: fue su propio espacio el que decidió vaciarle la plaza. Algunas de las pocas agrupaciones que se acercaron con pancartas no se quedaron ahí ni media hora: se retiraron no bien arrancó la ceremonia. “Alberto es futuro”, decía un cartel. “¿Qué les pasa con Alberto?”, le preguntó anteayer el periodista Mauro Federico a Andrés Larroque en radio La Red, y el dirigente de La Cámpora volvió a ser demoledor: “Hay una desilusión muy grande”.
El énfasis que quienes interpretan el pensamiento de la vicepresidenta ponen para criticar al jefe del Estado puede llamar la atención, pero oculta un fondo de desengaño mayor, que es propio y que excede la administración de Fernández: han empezado a tomar conciencia de que, si no logra un resultado decoroso en octubre, el kirchnerismo estará bastante cerca de la extinción. Por la crisis y porque no fue capaz de engendrar un liderazgo continuador.
Es el gran fracaso de La Cámpora. Máximo Kirchner, en quien en algún momento proyectaron, se desdibujó en el transcurso del último año, y hay peronistas que incluso han empezado a perderle el respeto. Es cierto que muchos no le tienen afecto. Se quejan de que llega a la Cámara de Diputados solo cuando se aprestan a votar y se va enseguida, casi siempre sin saludar. Pero el santacruceño no heredó siquiera la capacidad gestual de su madre y emite a veces señales confusas. Su ausencia del miércoles en el Congreso, por ejemplo, tuvo múltiples interpretaciones. ¿Fue un desdén hacia Alberto Fernández? ¿Ganas de mostrarse como un distinto? ¿Interés real por una reunión con jubilados en otra parte, adonde terminó yendo? La ambigüedad puede dar réditos si es apuntalada por el carisma. Sin gracia y sin mensaje es difícil convencer.
El kirchnerismo ha empezado a vaciarse de popularidad también frente al establishment. Hace un año, a Estela de Carlotto no se le habría ocurrido desarmar de una sola frase, como lo hizo, el acto del 24 de marzo con que sectores cercanos al Instituto Patria pensaban reclamarle a Cristina Kirchner que revea su decisión de no competir. Y, entre los empresarios, cuestionar al Gobierno ya tampoco tiene el costo de otras épocas. Natalio Mario Grinman, presidenta de la Cámara Argentina de Comercio, objetó esta semana la actitud de Alberto Fernández con los ministros de la Corte a través de un comunicado en el que aclara que en realidad se perdió parte del discurso. Hubo tiempos en que los empresarios agradecían no haber oído para no opinar. “Estoy fuera del país, me encuentro en Colombia, por lo que no pude escuchar el mensaje completo del presidente de la Nación. Pero, en base a la información que recibí, puedo señalar que desde la CAC reiteramos nuestra postura en pos del respeto de la división de poderes de la república y sostenemos que los fallos judiciales deben acatarse”, dijo.
En las empresas proyectan además un agravamiento de los problemas. Miguel Acevedo, de Aceitera General Deheza, acaba de deslizar en conversaciones privadas una inquietud que comparte con el resto de las cerealeras: como no hay producto para procesar como consecuencia de la sequía, es probable que se vean obligadas a importar porotos de soja de Paraguay. ¿Hay dólares para eso?
Massa está al tanto de estas dificultades. Debe seguir adelante con su programa, al que podría agregarle ahora una medida que ilusiona a unos cuantos fabricantes: la posibilidad de aplicar un tipo de cambio diferencial para exportar sin que eso signifique cabalmente una devaluación. Aún no convenció al respecto a la vicepresidenta, de quien dice sin embargo haber recibido días atrás un espaldarazo más abarcador: ella lo sigue considerando, cuenta Massa, el dirigente con mayor potencial para ser candidato. ¿Ese anhelo es realizable si el ministro no consigue al menos atenuar la inflación antes del cierre de listas? No está claro.
El panorama económico se complica. Habrá menos divisas y el cumplimiento del programa Precios Justos no es seguro. Difícil pensar en la meta de un IPC “que tenga un 3 adelante”, como Massa proyectaba para abril y corrió ahora para junio. El líder del Frente Renovador tiene argumentos para la promesa incumplida y su recálculo. “Yo dije ‘el 3 %’ para que se estabilizara finalmente en el 6. Si decía ‘6′ terminaba en el 10″, explicó días atrás ante directivos de la Unión Industrial Argentina. El miércoles, en el Congreso, estaba mentalmente en otro lugar. Desde el palco, lejos del resto del gabinete, su cara de disgusto fue advertida por compañeros del propio espacio que tampoco creyeron en la versión oficial de su ubicación: que había sido homenajeado, con Julián Domínguez y Eduardo Camaño, como expresidente de la Cámara de Diputados. “Eso se hace todo el tiempo: lo recibís y después te sentás con el resto”, desconfió ante la nacion un diputado del Frente de Todos.
Massa está obligado a una administración razonable de la economía porque, de lo contrario, su condición de candidato empezará a cuestionarse en voz alta. Como la de Alberto Fernández. Este estado de indefinición no solo alienta todavía a un vasto sector a volver a la carga para convencer a la vicepresidenta sino, al mismo tiempo, a Máximo Kirchner a seguir pensando, se supone que por cuenta propia, en que tal vez Kicillof sea mejor para una boleta presidencial. Por ahora el gobernador rehúye la propuesta. Pero la idea del diputado se basa en que un flojo aspirante a la Casa Rosada podría hundir también al candidato de la provincia, donde no abunda el corte de boleta. “Es mejor perder para presidente que para gobernador”, resumió un integrante de la fuerza, que supone que Kicillof en la fórmula nacional sí sería competitivo y traccionaría votos para cualquier otro candidato en distrito bonaerense, como De Pedro o Insaurralde.
Estas proyecciones dan por sentado lo ya que parece obvio: que Fernández resignará finalmente su pretensión de competir en las primarias. Hay ahí algo que también llama la atención: que el kirchnerismo, siempre propenso a crear epopeyas o resaltar la épica incluso en detrimento de los hechos, capaz de repetir sin cansarse que la “jefa” está proscrita por la “Justicia macrista” y los “medios hegemónicos”, no esté dispuesto siquiera a esforzarse para defender aunque sea un poco la gestión del Presidente. Si existe ánimo para instalar que alguien que es funcionaria y sigue legalmente facultada para competir fue proscrita, ¿qué costaría agregar en el paquete que Fernández ha hecho una gestión razonable en lugar de criticarla?
Tal vez en la respuesta está el verdadero fondo del desaliento militante. No tiene que ver con los resultados y Larroque tampoco lo oculta. “¿Y qué esperabas en 2019?”, le preguntó Jorge Rial en aquella misma entrevista. “Que, con un triunfo categórico como el que obtuvo el peronismo, se terminara en la Argentina la locura del lawfare. Me parece que había razones para ir a fondo”, contestó. He ahí el motivo de la gran desilusión con Fernández: la prioridad no era llenar la heladera o que volviera el asado, sino evitar una condena.