La verdad es un compromiso de todos
Las últimas semanas los argentinos vivimos una turbulencia cambiaria de esas a las que tan acostumbrados nos tiene la historia del país. A la luz de nuestro pasado, se entiende que toda turbulencia despierte el temor a otra crisis. Pero detrás de los aspectos económicos aparecen otros elementos, culturales y cívicos, en los que tenemos que trabajar como sociedad. Esto depende, en particular, de las personas y grupos que enmarcan las discusiones públicas: políticos, empresarios, periodistas, gremios y otros actores con una enorme capacidad de fortalecer nuestra democracia.
El Presidente hace algo que en la política argentina es contracultural: dice la verdad. Es un compromiso con la ciudadanía que surge de la convicción de que nuestra sociedad tiene la madurez necesaria para trabajar sobre la verdad y de la certeza de que negar los problemas no lleva a ningún lado. Eso incluye, sin dudas, escuchar y asimilar las críticas recibidas: nos sirven, y siempre estamos buscando mejorar nuestro trabajo. Pero, al mismo tiempo, los desafíos de nuestro país son tan grandes que nunca alcanza con lo que haga un gobierno por sí solo. Los otros actores de la vida democrática tienen que tener, también, un compromiso con la verdad.
En este sentido, hace falta repetir algo hasta el hartazgo: el periodismo tiene una función cívica fundamental. A las pocas horas de que aparecieron las primeras dificultades cambiarias, hubo canales de televisión que apelaban a una comparación con 2001. Esto, en primer lugar, es falso: venimos de siete trimestres de crecimiento, con generación de empleo y disminución de la pobreza. Pero, además, es irresponsable, forzando el parecido con una época de total colapso de nuestras instituciones. Hablar desde la verdad tiene que ser un compromiso central del periodismo e incluye, entre otras cosas, no pintar escenarios inexistentes de apocalipsis, y dejar atrás una ligera equivalencia entre los datos y las sensaciones o percepciones personales. Nada de esto implica cercanía al Gobierno, más bien lo contrario: es solo a partir de ahí que el periodismo puede asumir su rol de investigar y evaluar al poder.
Los políticos de la oposición también tienen una enorme responsabilidad en la constitución de nuestra vida democrática. Pero ellos tienen que ir más allá, incluso, de decir la verdad: tienen que actuar en consecuencia. El Congreso muestra el enorme aporte que le hace a la democracia cuando trabaja con buena fe y el gran daño que causa cuando se deja ganar por la mezquindad. Lo primero se vio en la aprobación de leyes como la de defensa de la competencia y se ve también en la discusión de algo tan complejo como la despenalización del aborto. La contracara fue la propuesta de retrotraer las tarifas, aumentando el déficit de manera dramática.
¿Cómo convive esa actitud con acuerdos como el de responsabilidad fiscal o con el presupuesto que el mismo Congreso aprobó? La respuesta duele: en conflicto, porque el oportunismo le gana a la seriedad y el Congreso pone en jaque el buen trabajo que lleva adelante en muchos de sus proyectos.
Entonces aparece, detrás de la economía, la construcción de nuestra vida cívica. Estoy seguro de que somos muchos los optimistas, que creemos que la vida ciudadana de nuestro país puede dar mucho más de lo que da. Y está claro que mejorar en este aspecto no es tarea exclusiva del Gobierno: todos tenemos que asumir nuestra responsabilidad en la construcción de la democracia que queremos.
Director de Argentina 2030 en la Jefatura de Gabinete de Ministros de la Nación