La vacuna más importante que el país requiere
A lo largo y ancho de la república las escuelas han abierto y los docentes y estudiantes, respetando protocolos y en forma escalonada, han regresado a las aulas. Esta es una buena noticia para la educación nacional que da un paso trascendente para reconstruir, de este modo, las condiciones necesarias que hacen al derecho de aprender.
Pero este logro es un medio, no un fin. Regresar a clases presenciales en todo el país muestra una decisión valiente. Pese a demoras y obstáculos, y en un momento delicado para la enseñanza y el aprendizaje en el mundo, producto del riesgo que la pandemia implica, se lograron finalmente los consensos necesarios para regresar. Celebremos y aplaudamos los esfuerzos realizados, pero comprendamos el escenario integral. Una metáfora para entender el contexto.
El regreso a clases presenciales se parece a lo sucedido con el arreglo de una ambulancia en servicio, paralizada cuando transportaba a dos pacientes muy jóvenes gravemente afectados con un pico de presión. La ambulancia detenida agravaba la urgencia y conmovió a los vecinos del lugar. Estos se movilizaron, reclamaron y ayudaron hasta poner a la ambulancia en marcha. Despacio el chofer comenzó a avanzar pero los jóvenes pacientes, obviamente, no mejoraron su salud por el movimiento del vehículo. Esta es, de algún modo, la situación de nuestra educación actual: se ha dado un paso trascendente con el regreso a la presencialidad en plena epidemia, pero debemos tener claro que los problemas de “salud educativa”, previos del sistema, aún persisten. Y para comenzar a solucionarlos, tal como la metáfora supone, la educación hoy debe lograr el involucramiento de la ciudadanía, no solo para poner en marcha “la ambulancia” sino para lograr que en la comunidad no haya más jóvenes “hipertensos”.
El desafío y las lecciones aprendidas, justamente, nos interpelan para unirnos en ese objetivo e inocular la vacuna de la educación de calidad para cuidar y fortalecer la salud comprometida que hace al futuro de la república. Eso es educar. La educación es un derecho de todas y todos los habitantes de la Nación, reconocido por nuestra Constitución desde 1853 y proclamado posteriormente como Derecho Humano por la Declaración Universal de las Naciones Unidas en 1948. Este derecho de enseñar y aprender supone mucho más que el regreso a clases presenciales, ya que educar no es solo transmitir conocimientos, sino lograr la formación integral del alumno o alumna que se alcanza cuando este logra el criterio suficiente para saber aplicarlos. Para ello se necesita sembrar valores, habilidades y reflexiones. Y esta es una tarea de toda “la tribu”, como explica el filósofo José Antonio Marina.
En tal sentido, la pandemia nos ha dado una lección magnífica, haciéndonos valorar la escuela, sus docentes y su tarea. Por eso constituye una oportunidad extraordinaria, porque la sociedad se ha dado cuenta. Madres, padres y, en general, el ciudadano común, han comprendido que sin educación nada es posible. Lo importante ahora es que todas y todos aprehendamos la lección, es decir, que tomemos conciencia definitiva que para educar no solo se requiere mover a la ambulancia sino curar la enfermedad de los pacientes. Y esto necesita de una “política de estado”, como bien exige nuestra ley, que haga realidad el precepto que coloca a la educación primero.
“La educación es una prioridad nacional”, dice el artículo tercero de la Ley de Educación Nacional, y el documento firmado el mes pasado por el ministro de Educación de la Nación y las ministras y ministros de las veinticuatro jurisdicciones del país titulado “Sin salud no hay presente y sin educación no hay futuro”, significa un paso adelante en esta línea. Hay allí un compromiso contundente con la presencialidad en el marco de la obligación de las autoridades para con “la calidad, inclusión y la equidad educativa”, tal como se desprende de su texto.
Pues bien, a esto le falta una sociedad que monitoreeé el cumplimiento. Está clara la meta que la sociedad debe perseguir: calidad educativa para todos y todas, lo que supone trabajar, colaborar y reclamar lo que corresponda para que el Estado cumpla la ley. En este sentido, el precepto previsto en el artículo 84 de la Ley de Educación Nacional es muy claro cuando le exige a las autoridades que garanticen “las condiciones materiales y culturales para que todos/as los/as alumnos/as logren aprendizajes comunes de buena calidad, independientemente de su origen social, radicación geográfica, género o identidad cultural”. Este objetivo debe unirnos hoy con los colores de la bandera nacional, es decir, sin colores partidarios, sin grietas, sin divisiones en una política de estado, como antes se dijo, que cumpla un plan. Esta es la vacuna más importante que el país requiere y es de producción nacional. No hay excusas. Lo exige su salud educativa y todos somos responsables de cuidarla y de lograrlo.
Presidente de Educar 2050 y miembro del Comité Ejecutivo de Primero Educación