Reseña: 14 de julio, de Éric Vuillard
En 2017, Éric Vuillard (Lyon, 1968) obtuvo el Premio Goncourt con El orden del día. El libro no podía ser más atípico para ese galardón, empezando por su excesiva brevedad. Narraba con concentrada eficacia, sin embargo, en un texto que era algo más que una novela, entre histórico y toma de posición, las consecuencias de una reunión de grandes empresarios para apoyar a Hitler en el principio de su carrera política. Desplegaba luego la anexión nazi de Austria y, por último, alertaba sobre la supervivencia de aquel tipo de decisiones en la actualidad.
El premio le significó a Vuillard una enorme repercusión e iluminó una obra que incluía más de un ejemplo de su original búsqueda: retratar con energía y convicción momentos clave de cambio histórico. En Congo se había centrado en la cumbre de países occidentales que redundó en la división de África por factores económicos. Otro libro, Tristeza de la tierra. La otra historia de Buffalo Bill exponía el modo en que el famoso protagonista armaba una imagen de sí mismo a través de luchas teatralizadas, donde indios que habían sobrevivido a la época de matanza generalizada "morían" ahora como actores.
El orden del día era una mezcla de relato, imágenes y ensayo que exponía la construcción de un poder. En 14 de julio, publicado en francés en 2016, lo que se expone es la caída de otro poder, que parecía eterno, entre otros motivos por su falta de límites en la explotación de la gente que trabajaba en la Francia gobernada por los reyes. Como en los otros libros, Vuillard tiene fuertes certezas sobre las razones de por qué sucedía eso y sobre las fronteras entre justicia e injusticia. La peculiar magia de su estilo reside en la multiplicidad de enfoques, que fusiona la potencia de la acción con el lirismo, y el intenso desafío de la reconstrucción histórica, basada en una minuciosa investigación previa.
El día del título, el 14 de julio de 1789, se realizó la toma de la Bastilla por parte de una multitud de insurrectos. La frialdad de los reyes y nobles aumenta la ira de la masa creciente y la manera en que Vuillard la describe en su relato, la del propio lector. Con puntería, el autor elige como ejemplo una fábrica de empapelados usados por la nobleza de la época (entre otros, por María Antonieta). Su director, que ha bajado ya el sueldo de sus trabajadores más de una vez sin consecuencias, decide volver a hacerlo, seguro de que no habrá reacción alguna.
Lo que se desencadena, sin embargo, es una serie de hechos que culminan en la Revolución Francesa, que con violencia puso fin al imperio de la realeza. La riqueza del libro reside la manera en que genera numerosos tonos y recursos para expresar todo ese caos. A diferencia de otros casos, la naturaleza colectiva, coral de los hechos desdibuja los contornos. Vuillard los define lo más posible recurriendo a listas extensas de nombres que salieron a las calles en esos días, acentuando o subrayando algunos casos con datos mínimos. En un capítulo, le da especial importancia al tamaño que había adquirido París como ciudad. En otro, un hecho en apariencia trivial (desde la fortaleza asoma por la puerta un papel, que cuesta alcanzar) se traduce en una serie de acciones lentas y complejas.
Los avances y retrocesos se suceden a la manera de un oleaje, manejados por una pluma tajante y fotográfica, tan medida que, a pesar de sus cualidades visuales, cuesta imaginar que de la novela alguna vez pueda surgir una película. De hecho cuesta pensar en un canal expresivo distinto al del propio libro del escritor francés. Su modo de reconstruir aquel presente que terminó siendo historia organiza lo real como si se tratara de una partitura intensa.
Hacia el final, Vuillard elabora un breve panfleto donde invita a abrir las ventanas y arrojar papeles, como se hizo aquella vez en la Bastilla. El impulso y el espíritu de rebelión de la prosa terminan por pesar en 14 de julio tanto como los datos y la información.
14 de julio
Éric Vuillard
Tusquets
Trad.: Javier Albiñana
185 páginas$ 689