La sonrisa del consenso
Cuando la historia del siglo XX se evoque, por encima de las grandes guerras, los pavorosos genocidios, las sangrientas dictaduras y las bombas nucleares con sus millones de muertos, aparecerán hombres, mujeres e instituciones que, simultáneamente con aquellas tragedias, trabajaron por el consenso y la paz del mundo.
Se recordará inevitablemente, entre tantos otros, a figuras como Mahatma Gandhi, Martin Luther King, la Madre Teresa de Calcuta. Sin duda también a Nelson Mandela , el líder sudafricano fallecido en 2013, acaso el preso político más popular y célebre del siglo pasado, privado de su libertad y sus derechos durante 27 años, desde l962 hasta 1990. Con su lucha desde la cárcel, en condiciones a veces infrahumanas, reivindicó el ideario del continente africano, que lo reconoció y reconoce aún como su líder máximo.
Mandela no fue un estadista, nunca se pareció a un líder de biblioteca, pero tuvo el genio y el ingenio apasionado de advertir que para liberar a su nación del colonialismo debía ser tolerante, práctico, comprensivo. Tal vez su mayor talento fue haber sido capaz de intuir el futuro constructivo antes que quedarse petrificado en el odio del pasado, el dolor y el resentimiento.
Su historia se escribe desde la persuasión sutil, la flexibilidad, la búsqueda permanente del consenso, pero también desde la inclaudicable y tenaz lucha de idearios sólidos que finalmente hicieron caer el apartheid en Sudáfrica, su país, del que fue el primer presidente elegido democráticamente, desde 1994 hasta l999.
Es justo decir que desde la cárcel supo de las hambrunas de su pueblo, de las matanzas y la arrogancia del colonialismo, supo de juicios sumarios seguidos de condenas de muerte, de redadas despiadadas. Sin embargo, nada de esto lo llevó a anclarse en el revanchismo, privilegió sus ideales.
Durante esas casi tres décadas en prisión, supo de líderes políticos, estudió el pensamiento de primeros ministros europeos, vio caer la Rusia comunista, el Muro de Berlín y, en ese contexto, se fortaleció en él más aún la firme decisión de acortar distancias, de comprender, de dejar de lado las diferencias y trabajar sobre lo que hay en común. Sus discursos fueron magnéticos, simples en sus razones, sagaces en la aptitud para poder llegar a su pueblo y, a la vez, seducir a sus opositores. Así fue encontrando el formato ideal para construir y construirse, desde ese nuevo lugar y mirando el futuro, como el oráculo de una nación, el hombre que supo expresar su voz, su épica y sus sueños en el largo camino hacia la libertad.
Sus vínculos con la prensa fueron diversos y encontrados, según los tiempos. Del rechazo inicial a la comprensión de que la prensa internacional le daba una visibilidad que facilitaba su tarea desde la cárcel. Su imagen difundida en centenares de fotos e idiomas también contribuyó al éxito de su lucha.
"Nuestra generación -dijo Mandela- ha vivido un siglo caracterizado por el conflicto, el derramamiento de sangre, el odio y la intolerancia [...] Resolver la desigualdad entre ricos y pobres, así como entre países desarrollados y en vías de desarrollo, es parte de estos desafíos. Albergo la esperanza de que nuestros esfuerzos hayan contribuido y sigan contribuyendo a la búsqueda de un orden mundial equitativo".
El pensador afroamericano C. L. R. James afirmaba que los grandes hombres hacen historia, pero solo la historia que les es posible hacer. La libertad para alcanzar esos logros se ve limitada por las exigencias de su entorno. Es bueno recordar que las banderas de Mandela siguen acompañando a muchos líderes mundiales que trabajan por el encuentro de las sociedades.
Este año se celebra el centenario del nacimiento de Mandela, que llegó al mundo el 18 de julio de 1918. Habrá actos diversos, homenajes que honran su lucha y su valentía, la sonrisa del consenso que transmitía confianza en un futuro posible. En consonancia con esas conmemoraciones, las autoridades de la ciudad de Buenos Aires, la Fundación del Banco Ciudad y S. A. La Nación están programando una serie de actos de homenaje en la certeza de que este recordatorio tonifique y evoque la permanencia de su pensamiento, aun sus quimeras y utopías, como fórmula eficaz para cerrar grietas y alcanzar la paz social, trabajando día a día por una sociedad mejor.