La señora de los 140 caracteres
Si hubiese que traducir a lenguaje empresario las últimas andanzas proselitistas de la Presidenta en pos de reforzar a su principal candidato para las elecciones del próximo domingo habría que hablar directamente de deslealtad comercial y de abuso de predominio en el mercado. No sólo porque intensificó sus viajes, inauguraciones y "acompañamientos" (eufemismo que encontró para mal disimular su continua violación de la veda electoral), sino porque recurrió como nunca a estrategias discutibles que la destacan nuevamente como la jugadora sin duda más habilidosa de la cancha frente a competidores famélicos, pero también como la más experta en tácticas ladinas con tal de ganar.
Mucho se habló en estos días de la foto con Martín Insaurralde que forzó con el Papa, convertida enseguida en afiche de campaña que empapeló Buenos Aires, al que se agregó otra imagen de Cristina Kirchner con Francisco, mirados desde lo alto por Perón y Kirchner con la leyenda "Mirá pibe a donde llegamos", que cubre una combi de proselitismo oficialista en la Capital.
Esa veta lúdica de aprovechar oportunidades más allá de reglas y normas, con permanentes zancadillas que la convierten en "la más viva de la cuadra", se expresa con toda gama de matices en el twitter presidencial. Habla de vos desde su cuenta para acortar distancias y, si hace falta, apela a golpes bajos de emoción y hasta hace gala de un catolicismo militante: "Ya sabés -escribió sobre Insaurralde- gracias a Dios y la Virgen, se curó".
Si bien muy lejos de la audiencia de su colega norteamericano Barack Obama (más de 34 millones de seguidores) que lo utiliza de manera más institucional, Cristina Fernández marcha a la cabeza de los mandatarios de la región a la hora de usar esa red social, donde ya superó los 2.200.000 personas pendientes de sus micromensajes en 140 caracteres.
Ella también desarrolla una veta institucional, con anuncios formales, repetición sintetizada de sus principales discursos y los links a los videos que la muestran en los actos. Pero ésa es la parte menos importante.
CFK busca en Twitter mostrarse aún más audaz, juguetona, amistosa con los suyos y descortés con los de la vereda de enfrente. Usa el lenguaje de la calle y alterna estilos: por momentos apela a los modos de una provecta doña Rosa, pero en otros se convierte en una virtual adolescente deseosa de exhibir su diario íntimo o se asimila a cierta tilinguería cuando incluye de manera forzada palabras en inglés, idioma que ni habla ni domina.
"El sentido del tuiteo en la comunicación y en las relaciones actuales -opina el psicoanalista José Eduardo Abadi- nos involucra a todos con sus intenciones de inmediatez, intimidad, privacidad e identificación del receptor con el emisor en un lenguaje acorde a las coordenadas mediáticas de hoy que llevan consigo la exhibición, la transgresión y lo diferente."
Aunque la jefa del Estado es en extremo reservada con su intimidad (no se le conocen amigos, no se sabe qué hace y con quién fuera de la agenda oficial, no se muestra en situaciones familiares), mediante el Twitter procura transmitir sensaciones más blandas: se fotografía con perros, muestra los zapatitos que le regaló Bergoglio para su nieto, habla de niños simpáticos y cuenta con colorido detallismo sus sensaciones personales ante algunos hechos públicos que le ha tocado protagonizar.
"El Twitter -amplía Abadi- en la medida que elude la intermediación promete una cercanía diferente."
Así, la Presidenta logra un ámbito menos solemne y más cálido que los actos transmitidos por TV con o sin cadena nacional. Produce la sensación de estar dirigiéndose de manera más personalizada a quien la lee, como en una rueda de amigos, con giros juveniles y cancheros, buscando humanizarse en tono de confidencias. También gusta emerger con su febril tanda de mensajitos fuera de los horarios laborales (a la noche o, particularmente, los fines de semana o feriados) como una manera de mostrar que siempre está presente en nuestras vidas y, seguramente, para paliar sus propias soledades.
Es interesante consignar los cambios de estilo observados desde que Cristina Kirchner, o quien lo hace en su nombre, comenzó a tuitear en abril de 2010. Al principio tenía un tono levantisco, levemente beligerante, muy en sintonía en forma y fondo con los ásperos tuits del canciller Héctor Timerman, quien terminó cerrando su cuenta. Cuando sobrevino la muerte de Néstor Kirchner, hubo un tiempo de natural silencio en la cuenta de CFK y sólo, de cuando en cuando, se consignaban mensajes institucionales que casi en tercera persona y con frío recato aludían estrictamente a su actividad oficial. Desde el año pasado adoptó maneras más descontracturadas y coloquiales, aunque sin olvidar nunca su objetivo primordial de autohomenajear los logros de su gestión e ironizar con chicanas a quienes no están con ella.
Días pasados se le escapó a la primera mandataria públicamente un exabrupto. En Twitter se disculpó a su manera, pero reforzando el perfil de l'enfant terrible que más le gusta. "Sí, ya sé -reconoció en la red social-, estuve mal. Pero bueno, ya te lo dije varias veces, no soy perfecta. Ni lo quiero ser."
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