La semana en que se sintió el “efecto Carrió”
"No podemos decir que Lilita volvió cuando en realidad nunca se fue", coinciden en señalar dentro de la Coalición Cívica. Y tienen razón. Si bien Elisa Carrió dejó su banca en la Cámara de Diputados y se alejó de la cotidianeidad política, no lo hizo de la toma de decisiones y del seguimiento de los temas de agenda pública más destacados. De todos modos, para que ese alejamiento fuese aún más pronunciado, ayudó mucho la cuarentena que se dictó a mediados de marzo. Carrió la cumple aislada en su casa de Exaltación de la Cruz que no abandonó desde entonces, entre otras cosas, porque debe cuidarse como paciente de riesgo por su diabetes y su hipertensión. Aconseja a todos sobre el cuidado sanitario, pero cree que llegó el momento de ponerle el freno al Gobierno, que "estableció un estado de sitio de hecho", como señaló esta semana.
Cuentan que también habla mucho con su amiga Paula Oliveto y con Juan López y la legisladora bonaerense Maricel Etchecoin. El único que la visita en persona es el diputado porteño Facundo Del Gaiso.
Sin embargo, es notorio que Carrió volvió a estar más activa. Si bien nunca dejó de informarse y asesorar estratégicamente al bloque de diputados de la Coalición Cívica, dialogando diariamente con su delfín en el Congreso, Maximiliano Ferraro, a quien delegó las relaciones institucionales con las otras fuerzas políticas y bloques que forman parte de Juntos por el Cambio, esta última semana su reaparición hizo mucho ruido.
La reforma judicial fue un detonante
Uno de los temas que puso en guardia a Carrió y la mostró más presente públicamente estos últimos 10 días, es el proyecto de reforma del Poder Judicial que intenta aprobar el Gobierno. "Es un tema muy sensible para ella, por eso está muy atenta y presente en los temas institucionales, judiciales, que es una posición histórica de Lilita y de la Coalición Cívica, ahí no vacila, nos pide firmeza y contundencia", coinciden en el bloque de la CC y aprovechan para recordar que fue la propia Carrió la que empujó un pedido de juicio político contra el exministro de Justicia de su propio gobierno, Germán Garavano, por "mal desempeño y eventuales delitos en el ejercicio de sus funciones".
En menos de una semana Carrió impulsó que se investigue el posible abuso de autoridad por parte del presidente Alberto Fernández al designar en la Comisión de Asesoramiento para la reforma judicial a Alberto Beraldi, actual abogado de la vicepresidenta Cristina Kirchner, y León Arslanian, abogado del extitular de la AFIP Ricardo Echegaray. Además, denunció que "la pandemia está siendo usada con el objetivo de establecer un estado de sitio" y criticó duramente el decreto que prohíbe las reuniones sociales: "Creo que Alberto y Cristina son lo mismo porque son fascistas en el fondo. Pero lo que no pueden hacer es como un modo de estado de sitio que el Presidente decida penas privativas de la libertad y prohíba las reuniones".
Y coronó su raid opositor llevando adelante dos denuncias. Una formal contra el presidente Alberto Fernández, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, y a la secretaria de Comercio, Paula Español, por el delito de incumplimiento de los deberes de funcionario público por dejar acéfala la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia, la oficina del Estado destinada a regular abusos en el mercado, un proyecto de uno de sus "lilitos", el legislador Hernán Reyes. "La van de progresistas, pero teniendo una herramienta para ordenar el mercado no la utilizan y terminan defendiendo a los grandes grupos concentrados que se cartelizan y obligan al consumidor a comprar con precios que ellos imponen", argumentó Carrió.
La otra denuncia fue pública. A través de un audio a sus dirigentes donde pide defender al procurador Eduardo Casal de la embestida del kirchnerismo al señalar que "la batalla la está perdiendo Cristina Kirchner, con lo cual va a ser todavía más brutal todos estos meses".
Este regreso de Lilita Carrió hizo más ruido afuera que adentro de la Coalición Cívica. Algunos hablan de "efecto Carrió", ya que la dirigente chaqueña logró endurecer a toda la oposición que se siente condicionada por sus apariciones. Carrió tensa el discurso y obliga. No en vano los bloques que componen Juntos por el Cambio rechazaron la posibilidad de debatir la reforma judicial en el Congreso de modo virtual, incluso cerró toda posibilidad de diálogo con el Gobierno para negociar una modificación en la Corte Suprema de Justicia. Si hubo algún dirigente opositor que pensó en esa posibilidad, Carrió inmediatamente dejó en claro que para eso no cuenten con ella.
"El efecto más que nada es porque sigue siendo una voz importante. Y puede serlo sin ningún cargo, su historia y legitimidad la habilitan para eso", destacan a su alrededor. Hasta se llegó a hablar de una posible candidatura de Carrió en la provincia de Buenos Aires, algo inmediatamente desmentido en su entorno. "Lilita no quiere ser candidata, quiere trabajar, recorrer el país, pero no la desvela volver al Congreso. Además, falta mucho, no es un tema que ella quiera analizar ahora en medio de una pandemia, con una crisis económica histórica y con el proyecto de reforma judicial en marcha", señala una de las dirigentes más cercana. Y aclara: "Lilita no quiere que la utilicen postulándola para ordenar el frente interno".
"Hay un sector de la sociedad que se moviliza y se identifica con los valores republicanos, seguramente Carrió es la que mejor los interpreta. Eso puede funcionar en la ciudad de Buenos Aires, pero en el conurbano hay que hablar de inseguridad, de mano dura, de pobreza, hay que endurecer el discurso y ahí no la veo cómoda a la doctora", cuenta un dirigente bonaerense del PRO, que no la ve como una solución electoral en ese territorio.
Habla, no tan seguido, pero con frecuencia, con Mauricio Macri y con María Eugenia Vidal. Mantiene un contacto muy estrecho con su amigo Mario Negri y sostiene una alianza estratégica con Horacio Rodríguez Larreta y Diego Santilli, con quienes conversa casi cotidianamente. Carrió cree que el jefe de Gobierno porteño es el apuntado por los dardos kirchneristas y llamó a defenderlo, incluso alertó por la tibieza de algún sector de la alianza opositora que no reacciona a tiempo.
"Tenemos que ser implacables cuando el Gobierno hace abuso de poder, contra la corrupción y la impunidad, pero no somos Bullrich, nosotros vamos por la moderación", suele decir Carrió. Lo que explica su apego al estilo más templado de Rodríguez Larreta.
Carrió sabe que su mayor fortaleza dentro de Juntos por el Cambio es el poder de veto. Y eso incomoda a sus aliados, sobre todo en CABA, donde su presencia y opinión en la discusión sobre el armado de las listas puede imponerse el año próximo. Los radicales saben de esto.
En poco más de una semana el mapa político argentino comenzó a sentir el "efecto Carrió". Endureció a la oposición, cargó muy duro contra el Gobierno en un tema que creía estar llevando bien como el manejo de la pandemia e hizo pensar a los dirigentes más encumbrados de Juntos por el Cambio que, cuando llegue el momento de hablar de candidaturas, Lilita sin ser candidata puede llegar a ser la gran electora. Un poder que conoce, que no confió a nadie y que sabe utilizar.