La salud no lo es todo pero...
“La salud no lo es todo, pero sin ella todo lo demás es nada”, decía Schopenhauer hace casi dos siglos. Sin embargo, todos nos acordamos de la importancia de la salud solo cuando no la tenemos, y la Argentina está a punto de perderla o, mejor dicho, de perder la excelencia de un sistema que ha sido bastardeado, tanto desde el manejo administrativo e impositivo como desde el asistencial. Que aún tengamos una medicina que esté entre las mejores de América Latina es un milagro.
En un país con 50 por ciento de pobres coexisten 600 obras sociales, 360 prepagas y hospitales públicos colapsados. Nuestra decadencia es lo que en la canción patria llama “lo que supimos conseguir”, aunque no estemos coronados de gloria, sino de suciedad y decadencia.
Podemos discutir la fecha de comienzo de este deterioro: ¿fue cuando el presidente Illia se vio sobrepasado por el poder de los laboratorios? ¿Cuándo el presidente Onganía le concedió el manejo de la salud a los sindicatos? ¿O cuando Cámpora permitió el ingreso irrestricto a la Universidad y, en 1974, 18.000 alumnos se anotaron en una colapsada facultad de Medicina, donde hasta entonces ingresaban 300? En ningún país del mundo, ni aún aquellos de la más furibunda izquierda, la salud está en manos de una conducción sindical.
La concesión del manejo de la salud a obras sociales fue un fracaso asistencial y la llave de la eternización de una casta sindical gracias al manejo discrecional de los fondos destinados. La superposición de estructuras sindicales para atender salud implica un gasto burocrático inmenso que diluye las indispensables erogaciones asistenciales. Para colmo, la mayor parte de estas estructuras son “sellos de goma”, oficinas de pasamanos, eslabones innecesarios y caros que se quedan con una tajada de la torta sin otro aporte que la intermediación parasitaria. Por eso es digna la tarea de la nueva gestión de Superintendencia de Salud en eliminar ese derroche administrativo.
Pero el problema no se agota allí, es vasto, complejo y hasta perverso, porque ha perdido toda racionalidad. En este caso, como en muchos aspectos de la economía, se esconde otro actor oculto entre bambalinas que acompaña en silencio la representación de este drama, un socio oculto que poco agrega y hasta entorpece los costos de salud: los excesos impositivos.
Mucho se ha discutido este año sobre el precio de las cuotas de las prepagas. No podemos negar que algunos gerenciadores cayeron en excesos y es más, muchos de estos aumentos no llegaron a los efectores, léase clínicas, médicos, psicólogos, nutricionistas, etc. La inflación interanual fue a octubre de este año del 210 %, mientras las prepagas aumentaron entre 215/230%, y los prestadores recibieron aumentos que rondan el 160% considerando el atraso en los pagos. Este hecho se agrava cuando arrancamos de valores que ya estaban bastardeados por años de arbitrariedad y abuso de posición dominante.
Como corolario de este vía crucis, pagamos (y muchos de ellos en forma anticipada a nuestros ingresos) los impuestos más altos del mundo. Así lo señala el economista Matías Olivero Vila, quien destaca imposiciones absolutamente distorsivas como los Ingresos Brutos, reconocido como tal por autoridades de este gobierno (incluido el presidente) y economistas locales e internacionales. Cobrar sobre el giro de un negocio resulta contraproducente, tanto para el pagador como para el mismo Estado, que al introducir ese factor distorsivo e injusto alienta la evasión.
Sabemos que la medicina atraviesa su peor momento, que hay más de 5000 clínicas y sanatorios a los que le resulta imposible cumplir con todas las deudas impositivas ¿Se hará algo al respecto?
Sabemos que el costo de la salud se ha convertido en una pesada carga para gran parte de la sociedad, que ha visto mermados sus ingresos. Entonces, ¿por qué seguir con la innecesaria sangría de ingresos brutos -para empezar- a fin de aliviar tanto al prestador como al afiliado? ¿Por qué no bajar la tasa de importación de productos medicinales como tomografía y ecógrafos, por mencionar algunos? ¿Qué puede hacerse con el IVA? Hay muchos puntos que deberían reconsiderarse para mejorar los ingresos y la eficiencia del sistema.
Es indispensable preservar la calidad asistencial que la Argentina ha logrado, pese a los permanentes obstáculos que ha debido sortear. ¿Por qué se suicidó Favaloro? Su intención era mantener una atención de excelencia, que sus conocimientos y los de sus discípulos llegasen a la mayor cantidad de argentinos. Pero la corrupción, la incomprensión de las autoridades y el peso impositivo con el que los gobierno han ocultado su inoperancia conspiraron contra sus aspiraciones, culminando en un drama que, desde entonces, se extiende como una mancha de aceite sobre la sociedad.
Miembro de la Cámara de Medicina Oftalmológica (Cameof)