La Repregunta. Vicente Donato: “En los 90, Cavallo reconoció que subestimó la importancia de las pequeñas empresas”
El experto en economía industrial y desarrollo dice que la utopía de cambiar planes por trabajo formal no pasa por los unicornios –sectores intensivos en tecnología y capital–, sino por las pymes y su capacidad para absorber enormes segmentos de la población
“Sería un error lanzar planes de estabilización macroeconómicas que ignoren la estructura productiva de la Argentina y la enorme brecha de productividad entre empresas grandes y pequeñas”, alerta. “En los ‘90s, Cavallo reconoció que apuntó todo a la Convertibilidad, que fue bienvenida, y subestimó al sector productivo de las pequeñas empresas. En esos años, creció la economía, sobre todo las grandes empresas, pero hubo alto desempleo en las Pyme”, plantea. “En los últimos 10 años, los grandes campeones de la economía del conocimiento, la energía y las materias primas aumentaron la productividad y su participación en la creación de empleo pero no alcanza para cerrar la brecha de pobreza y marginalidad”, desarrolla. “No alcanza con el crecimiento de la élite empresarial de la Argentina”, insiste.
“Las empresas pequeñas representan cerca del 85% del empleo privado en Argentina, sumando los trabajadores formales e informales”, precisa. “Los campeones de la economía son intensivos en recursos humanos súper calificados pero no en los recursos humanos que están en ese mar de marginalidad y de pobreza de los últimos años”, explica. “La diferencia de productividad entre empresas grandes y pequeñas es normalmente alta en todo el mundo pero no tan alta como en la Argentina”, plantea y agrega: “En Alemania, la brecha es de 10 por ciento y en Italia, de 30 por ciento”. “La diferencia de productividad tiene efectos negativos porque todos los costos suben para todos, también las empresas pequeñas, traccionados por los sectores muy productivos”, detalla.
“El salario informal, que en general se paga en las empresas pequeñas, es bajo pero no tanto como para compensar la diferencia de productividad”, dice. “Hay un enorme problema de rentabilidad de las empresas más chiquitas, poco productivas, pero con costos bastante altos”, sostiene. “Por la poca rentabilidad, en los últimos 10 años, desapareció el 10% de las empresas chicas”, alerta. “Las que toman gente, la toman en la informalidad”, advierte. “La masa de trabajadores de las pequeñas empresas es tremendamente importante porque es la que genera la distribución de la riqueza”, subraya y sigue: “Por eso, hoy personas ocupadas no logran sostener la canasta básica familiar”. “Una política fiscal uniforme no es para un país que tiene divergencias enormes de productividad, y divergencia crecientes. Todos los países del mundo han hecho políticas tributarias y fiscales diferenciadas por tamaño de empresa”, afirma. “El problema es que se suele tratar el tema de la productividad como un tema homogéneo, uniforme, global y no como un problema muy específico de un sector de la economía”, analiza.
“Por estos temas estructurales, tenemos una cantidad de empresas cada mil habitantes muy inferior a las registradas en Chile y en Uruguay. En la Argentina, hay entre 14 y 20 empresas cada mil habitantes; en Chile, 50 y en Uruguay, 35″, describe. “La Argentina está vergonzosamente mal en stock de empresas como en natalidad”, sintetiza. “La diferencia en acceso al crédito de la Argentina comparado con lo que vemos en Chile o en Uruguay también es enorme”, se preocupa. “En economías como las nuestras, nunca los mecanismos son tan eficientes para lograr la redistribución en el resto del sistema de los beneficios de las empresas que crecen”, diagnostica. “Nosotros sabemos porque hemos visto los números que las empresas que compiten son empresas que crecen más”, reflexiona y plantea: “Pero cuando las diferencias de productividades son gigantes, con la sola competencia no alcanza, eso de poner a las empresas a jugar un partido que es extremadamente difícil”. “La política de sustitución de importaciones es cada vez más difícil porque hemos perdido muchos trenes y muchas velocidades”, cuestiona. “La dificultad de las Pyme manufactureras para encontrar trabajadores no son los salarios que ofrecen sino la formación de las personas”, cree. “Necesitamos que más estudiantes sigan secundarias técnicas. Hay que prestigiar socialmente la educación técnica”, propone. “También hay trabajo para la gente de baja calificación”, dice.
El experto en economía industrial y desarrollo económico, Vicente Donato, estuvo en La Repregunta. Donato es director ejecutivo de la Fundación Observatorio Pyme. Es doctor en Economía industrial por la Universidad de Bolonia y economista por la Universidad de Buenos Aires. Es investigador del departamento de Ciencia Política y Economía de la Universidad de Bolonia.
La política argentina va en busca de un nuevo milagro, el de transformar planes en trabajo. Ahora, ¿cómo hacerlo? ¿Alcanzan los unicornios o el mundo de las grandes empresas? ¿Cómo hacerlo en un país en el que cada vez hay menos pequeñas y medianas empresas, las que precisamente emplean a las personas de menor calificación laboral? Donato hizo su análisis sobre estas cuestiones. Aquí, la entrevista completa.
¿Unicornios o más empresas pequeñas?
-Las noticias de unicornios tecnológicos que se consolidan en la Argentina, como el caso de Satellogic u otros como Mercado Libre o Despegar, dan la ilusión de que ese es el rumbo para la inclusión en la Argentina. En el caso de la inclusión de los trabajadores menos calificados, que son la mayoría en la Argentina, ¿alcanza con ese desarrollo económico en el vértice superior de una pirámide productiva y económica o hay que pensar en otra base de desarrollo que incluya otra gente?
-Hay que pensar en otra base de desarrollo. Tenemos que tener un diagnóstico más preciso de la situación productiva de la Argentina y la relación que tienen estos distintos segmentos de la industria con el empleo, con la productividad, con la difusión territorial. A veces se dice que este es un país poco productivo pero en realidad, si bajamos un poco más la lupa y miramos cómo está conformado el sector productivo argentino, vamos a ver grandes diferencias. Por un lado, están estos grandes campeones de la economía del conocimiento, de las materias primas, de la energía, que van veloces en los últimos 10 años. Aumentaron la cantidad de empleo, la productividad y su participación en la creación de trabajo del total de la economía. Pero no son la cantidad de puestos de trabajo que necesitamos para cerrar la brecha de pobreza y de marginalidad que tenemos, sobre todo porque estos son sectores muy intensivos en tecnologías, en recursos naturales y en capital pero no son sectores intensivos en trabajo son intensivos.
-Y son intensivos en recursos humanos hiper formados.
-Sí, son intensivos en recursos humanos súper calificados, de los que estamos muy orgullosos, pero no son los recursos humanos que tenemos en ese mar de marginalidad y de pobreza, de esa segmentación negativa de la sociedad que se fue dando los últimos años. Tenemos que pensar alguna estrategia de integración y de desarrollo que no sólo se compatibilice con el desarrollo de estos campeones sino que integre a estos sectores de la sociedad. Estos son sectores que pueden aportar al trabajo y a la producción.
Empresas chicas, poco productivas o empresas grandes, productivas
-Es decir que ese sector de trabajadores de menor calificación o de calificación media son el recurso humano natural para ese conjunto que se llama Pyme.
-Exacto. Siguiendo la terminología generalizada, son las empresas de menos de 250 empleados, según la Unión Europea, o menos de 200, según el Banco Mundial. Dentro de este gran segmento de menos 200 o 250 ocupados, están las empresas de menos de 10 ocupados, que son las micro empresas. Entre las grandes empresas y las pequeñas, hay diferencias de productividad y es normalmente alta en todo el mundo porque las grandes empresas y las medianas son intensivas en capital, en tecnología y en conocimiento y las más chiquitas, no.
-¿Cuál es una diferencia normal?
-Normal es la diferencia que se da en Alemania, del 10 por ciento, o en Italia, del 30 por ciento.
-¿De cuánto es esa diferencia de productividad entre empresas grandes y chicas en Chile o en Uruguay?
-También es alta, en el orden del 100 por ciento. La brecha de productividad en la Argentina es parecida a la de Chile o de Uruguay pero además se está ampliando de manera notoria y preocupante. La diferencia de productividad alta puede ser normal en países de menor nivel desarrollo. Pero cuando esa diferencia productiva empieza a divergir mucho, ahí estamos en un problema.
-El tema es la evolución de esa brecha. Porque estudios que ustedes han hecho en la Fundación muestra que en la Argentina en 10 años, esa brecha pasó del 50 por ciento al 123 por ciento.
-Esa diferencia de productividad tiene efectos negativos. Todos los costos de una economía traccionada por sectores muy productivos le pone un piso alto a los costos de toda la economía, incluida la de las pequeñas empresas. Los sectores que son muy productivos, por ejemplo, pueden pagar muy buenos salarios, pueden pagar impuestos.
La empresa chica produce menos unidades físicas y eso se repite sector por sector. Hay un enorme problema de rentabilidad de las empresas más chiquitas, poco productivas, pero con costos bastante altos. ¿Cuál es la consecuencia de la poca rentabilidad? Que en los últimos 10 años, desaparecieron el 10% de estas empresas: cierran.
-Claro, un soldador en una gran empresa metalúrgica cobra un cierto salario. Si el gremio le reclama el mismo salario a una pequeña empresa metalúrgica, esa empresa tiene más dificultades para hacerse cargo de ese costo. O una carga impositiva similar, mucho más difícil de cubrir para la pequeña empresa.
-Exacto. Las diferencias de productividad son tremendas pero las diferencias de costos no son tan altas. El salario es casi uniforme. Aunque el salario de los trabajadores informales es más bajo, y es el que se paga en las pequeñas empresas, nunca es tan bajo como para compensar las enormes diferencias de productividad. La diferencia de productividad se mide en unidades físicas: cuántas unidades físicas produce un trabajador.
-La escala de la pequeña empresa, aunque tenga un trabajador que sale tanto como el trabajador de la gran empresa, es mucho menor.
-La empresa chica produce menos unidades físicas y eso se repite sector por sector. Hay un enorme problema de rentabilidad de las empresas más chiquitas, poco productivas, pero con costos bastante altos. ¿Cuál es la consecuencia de la poca rentabilidad? Que en los últimos 10 años, desaparecieron el 10% de estas empresas: cierran. Las que no cierran, crean poco empleo, es decir, no contratan tantos trabajadores. Y las que toman, tal vez toman en la informalidad. Como consecuencia de esta diferencia de productividad tan grande y divergente, hay menos empresas, menos empleo y más informalidad. Esa es la situación estructural de la economía argentina hoy. Es un error creer que toda la economía es poco productiva. Tenemos muchos campeones por un lado y, por el otro, tenemos este segmento poco productivos
La caída de las empresas chicas en la Argentina
-Ese segmento de Pymes que se están volviendo muy poco productivas dado estas condiciones, ¿cuánto representa en términos de empleo, tanto formal como informal, en relación a todo el empleo privado en la Argentina?
-El empleo en estas pequeñas empresas representa el 60 o 65 por ciento del empleo formal pero el 80, 85, 87% del empleo total con los informales. Es una masa de trabajadores tremendamente importante, que es la que genera también la distribución de la riqueza. Ahí tenemos el tema de la pobreza: en este segmento, la pobreza tiene que ver con salarios con productividades tan bajas que no alcanzan para pagar los sueldos. Por eso, hoy las personas ocupadas no logran sostener la canasta básica familiar.
-De acuerdo con esta tesis, en la medida en que esas empresas más chicas que dan trabajo a un 80 por ciento de los trabajadores, o más, tomando el caso de los formales y de los informales, la manera de transformar planes en trabajo es que los absorban esas empresas, que necesitan trabajadores menos calificadas como muchos de los trabajadores que tienen planes.
-Exactamente.
-Ahora, si esas empiezan cierran y se reducen en un 10 por ciento, esta utopía de transformar planes sociales en trabajo formal en actividades productivas comienza a resultar una falacia.
-Una falacia o una dificultad que hay que atender con un diagnóstico correcto. El diagnóstico correcto es que en países como la Argentina, donde hay diferencias enormes de productividad y divergencia creciente, no podemos tener políticas fiscales tan uniformes. Necesitamos apalancar a estas empresas de alguna manera. Hay muchas recetas y mucho debate, pero está claro que estas empresas más chicas no tienen un problema financiero. Tienen un problema productivo, económico.
-¿Qué quiere decir que no tienen un problema financiero?
-Un problema financiero quiere decir que si les da crédito, no solucionan el problema. No es tan sencillo. Obviamente necesitan políticas crediticias dirigidas al segmento pero no van a alcanzar porque la productividad es un fenómeno complejo que hay que atender en distintos frentes.
-Sobre el tema impositivo, se suele decir que la Argentina es un país que tiene demasiada carga impositiva sobre las empresas por eso los productos son más caros. Entonces se insiste con que hay que bajar impuestos. ¿Habría que bajarle impuestos a todos o también esa baja debería ser diferencial?
-La baja debería ser diferencial. En ese punto, podemos discutir mucho pero lo que está claro es que una política fiscal uniforme no es para un país que tiene divergencias enormes de productividad, y divergencia crecientes. Todos los países del mundo han hecho políticas tributarias y fiscales diferenciadas por tamaño de empresa. Nosotros tenemos que hacerlo y hacerlo bien, de manera consensuada. Es una reforma fiscal que no va a ser inocua porque hay que relanzar a un sector que tiene miles de empresas y millones de personas que hay que absorber. No es una reforma fiscal sencilla. Hay mucho debate en torno a las empresas chicas. Hay que llegar al diagnóstico correcto para atender ese problema y ver cuáles son los instrumentos. Algunos instrumentos ya están en acto y los ponen en práctica el mismo sector privado como, por ejemplo, las grandes empresas que asisten a sus proveedores y sus clientes. Hay algunas empresas importantes que hacen políticas de promoción de las pequeñas empresas que forman su cadena de valor. Pero eso no es suficiente: es un muy buen ejemplo pero hay que hacer políticas públicas muy orientadas a este diagnóstico de la diferencia de productividad. El problema es que se suele tratar el tema de la productividad como un tema homogéneo, uniforme, global y no como un problema muy específico de un sector de la economía.
¿Por qué en la Argentina nacen pocas empresas?
-¿Cómo es la radiografía del sector empresarial argentino comparado con países cercanos como Uruguay o Chile, que tienen macroeconomías más estables? Me refiero a la cantidad de empresas cada mil habitantes, el stock de empresas y la natalidad de empresas.
-Por estos temas estructurales, tenemos una cantidad de empresas cada mil habitantes muy inferior a las registradas en Chile y en Uruguay. En la Argentina, hay entre 14 y 20 empresas cada mil habitantes; en Chile, 50 y en Uruguay, algo así como 35 empresas cada mil habitantes. Ése es el stock: son diferencias importantes. Tenemos también enormes diferencias en la natalidad empresarial comparado con los países vecinos, que es muy alta. La natalidad de las empresas chilenas es muy importante. La natalidad es la demografía empresarial positiva, más empresas que nacen que empresas que mueren. La Argentina está vergonzosamente mal en el tema tanto del stock como en natalidad. Y después tenemos otros temas. Aunque el problema de las empresas chicas es económico y no financiero, de todas maneras, para comprar una maquinita, hay que tener acceso al crédito. La diferencia en acceso al crédito de la Argentina comparado con lo que vemos en Chile o en Uruguay también es enorme. Hemos perdido el tren desde hace muchos años en cuanto a comprensión profunda de lo que está pasando en el sector productivo de la Argentina. No estoy seguro de que la sociedad argentina esté debatiendo estos números y su significación estructural.
El caso de Cavallo y la década del 90
-Hay un lugar común que se escucha cuando se debate acerca de las posibilidades de crecimiento y de equidad en la Argentina que dice que, en la medida en que las grandes empresas y los grandes sectores crezcan, eso se puede derramar a la mayoría de los ciudadanos y a la economía en general. Usted plantea otra cosa: que eso no alcanza si no se apunta con medidas puntuales a esa base industrial de menor ambición tecnológica pero muy fundamental para dar empleo. No alcanza con el desarrollo económico de la cúspide de la pirámide empresarial.
-Es efectivamente así. No alcanza con eso. En economías como las nuestras, nunca los mecanismos son tan eficientes para lograr la redistribución en el resto del sistema de los beneficios de las empresas que crecen. Recuerdo que en 1999 Cavallo hizo una autocrítica sobre cómo no había terminado de entender la importancia del sector productivo de las empresas más pequeñas y había apuntado todo a la inflación cero, obviamente fenomenal y bienvenido para el país, a través de la Convertibilidad. Cavallo reconoció que había subestimado la importancia del sector productivo y de las políticas públicas orientadas a ese sector. Y ahí vimos aparecer al Cavallo activista, con los planes diferenciados sectoriales, con el tema de las cargas patronales en disminución a medida que te vas alejando de la Capital Federal, también una idea de Juan Llach. Pero ya era tarde. En esos años, la Argentina creció muchísimo con esa reestructuración económica vigorosa, pero no alcanzó.
-¿Se refiere a la reestructuración económica del menemismo?
-Exacto. La reestructuración del Cavallo de la Convertibilidad de los ‘90. Todo eso fue muy importante.
-¿Crecieron las Pyme, creció la industria en esos años ‘90s?
-Creció el conjunto de la industria y, sobre todo, las grandes empresas. Pero no alcanzó para terminar de reestructurar la base productiva argentina, las miles y miles de empresas.
-¿Eso tiene que ver con el alto desempleo de esos años? 14% de desempleo.
-Exactamente. Economía creciendo pero alto desempleo en las Pyme. Crecimiento de las mejores empresas, de la élite, pero no el resto. Es muy pertinente para este momento, cuando estamos discutiendo nuevos planes. Obviamente tiene que haber planes de estabilización macroeconómica pero planes de estabilización macroeconómica que ignoren la estructura económica argentina, productiva, es un grave error. No alcanza con el crecimiento de la élite empresarial de la Argentina: no es suficiente. Este es un país grande y, además, ha tenido una base productiva importante, de manera que quedan estos vestigios de gente que sabe hacer pero que no tiene posibilidades.
-También hay mucha crítica a los regímenes de promoción territoriales en distintas provincias, en el sur de la Argentina. Ese tipo de regímenes suelen privilegiar a grandes empresas que, además de tener una productividad más alta, se ven beneficiados por regímenes promocionales que le permiten tener otra posibilidades de empleo y compiten de alguna manera desleal deslealmente con el sector Pyme.
-Es un tema complejo. Yo creo en la política industrial y de desarrollo territorial. Es un tema a discutir. Pero ahora tenemos un enorme problema aquí, en la base central de la economía argentina, que es Córdoba, Santa Fe, el conurbano bonaerense, los conurbanos grandes. Tenemos que apuntar a diseñar políticas que logren recuperar esa base productiva que está ahí, millones de personas desempleadas o que viven de planes sociales, que se entienden porque una gran parte de esas personas realmente no tiene otra manera que vivir.
Sustitución de importaciones. ¿El modelo que ya fue?
-Otra cuestión que se discute mucho cuando se piensa en la matriz productiva argentina es el tema de la sustitución de importaciones. Hay economistas que trazan una distinción: el problema no es la sustitución de importaciones, que podría ser interesante, sino los privilegios y prebendas que se otorga a los sectores que sustituyen esas importaciones, que terminan generando poca competitividad, baja calidad y precios altos comparado con productos que podrían importarse.
-Tendríamos que limpiar de las prebendas, de cosas irracionales, de proteccionismo extremo al tema de la política industrial de sustitución de importaciones. Nosotros sabemos porque hemos visto los números que las empresas que compiten son empresas que crecen más. Las empresas que están sometidas a la presión externa, a la competencia externa son empresas que se auto exigen más. También en ese punto hay que tener una dosis de sabiduría y sentido común porque en la Convertibilidad, se apuntó todo al aumento de productividad, justamente lo que señalo de la convergencia de productividad de los distintos sectores. La competencia puede favorecer esa convergencia de productividades. Pero cuando las diferencias de productividades son gigantes, con la sola competencia no alcanza, eso de poner a las empresas a jugar un partido que es extremadamente difícil.
-Tiene que haber un delicado equilibrio entre mejorar el piso de condiciones de las empresas más desaventajadas y no caer en un proteccionismo esteril.
-La competencia es positiva y los números son muy claros en ese sentido. Las economías cerradas no crecen. Las empresas que no están sometidas a una cierta presión se duermen en los laureles. Pero, al mismo tiempo, necesitamos un poco de sabiduría para no diseñar políticas en base a teoremas y no en base a datos que hay que recoger en la realidad. En ese sentido, la política de sustitución de importaciones es cada vez más difícil porque hemos perdido muchos trenes y muchas velocidades. Estamos cada vez más lejos de la frontera de producción.
-Es decir, si vamos a elegir sectores donde crecer, se achicó el menú al que se puede apostar para conseguir productividades interesantes.
-Exacto y eso solo se obtiene a partir de los datos, por eso nuestra obsesión por diagnosticar a partir de datos reales que cuesta mucho esfuerzo conseguir. Pero no hay otra alternativa que generar políticas a partir de los datos reales y dejar los teoremas de un lado y del otro de la grieta.
-Usted planteaba que, para desarrollar este sector de pequeñas empresas tan clave para la inclusión social, no alcanza con una política financiera crediticia. Señalaba también que hay que atender a las múltiples variables que intervienen en la productividad. En este marco, una macro estable, previsible y ordenada es fundamental. Lo vemos ahora en el impacto que tienen los problemas macroeconómicos en las importaciones de insumos para las empresas. Cualquier política pública orientada a los sectores de las Pyme en una macro que no funciona, tampoco va alcanzar.
-Por supuesto. Ahora, yo no diría que es una cosa antes que la otra. Lo que aprendimos de la historia argentina es que tienen que corregirse las dos cosas al mismo tiempo. Si se diseña un plan de estabilización que no tenga en consideración esta diferencia de productividades enormes y divergentes sería un error. En el tema del nivel de la diferencia y de la creciente divergencia de productividades entre empresas grandes y pequeñas tenemos muchos instrumentos de política pública que habría poner en juego para poder hacer converger estas estas diferencias. En principio, necesitamos una mejor gestión de estas empresas por parte del management de las empresas. Eso es muy importante y las empresas pequeñas están bastante atrás en ese tema. Es decir, hay mucho por hacer ahí. La oportunidad de la digitalización es otro punto clave. La digitalización ayuda a la convergencia de productividades.
-El Observatorio que usted dirige tiene un estudio sobre esa cuestión. En el último año y pico, el 96 por ciento de las grandes empresas renovaron su digitalización y en el mundo Pyme, apenas un 18 por ciento.
-Otro tema central es la formación de los recursos.
Las pequeñas empresas y el desafío de la empleabilidad
-Vamos al tema de los saberes que se necesitan. En las últimas semanas, Unicef publicó datos de pobreza infantil y adolescente. En relación a la pobreza monetaria, dice que el 51 por ciento de los chicos argentinos son pobres. De cada 10 chicos, 9 están en hogares donde alguno de los padres tiene trabajo pero son trabajos informales. El 76% de los chicos pobres viven en hogares donde el padre o la madre trabaja pero tienen trabajos informales. Esa cifra baja al 32 por ciento en aquellos hogares donde el padre o la madre tiene trabajo formal. Aquí la pregunta es: esa Pyme, capaz de aportar al mismo tiempo al desarrollo económico y al desarrollo social inclusivo, requiere que esos trabajos sean formales asalariados y bajo todas las reglas para sacar a los chicos de la pobreza. Ahora, los niveles de formación de esos millones de personas en la línea de pobreza son muy bajos: sabemos que el abandono escolar y los niveles bajos de aprendizaje afectan sobre todo a los sectores de menores recursos. ¿Puede pensarse que las empresas chicas van a aportar al desarrollo de esas poblaciones que ni siquiera tienen la calificaciones para esos empleos? Ahí se está consolidando otra brecha.
-Hay una brecha. Ése es el desafío para el diseño de una política pública productiva para estas empresas que son intensivas en trabajo, a diferencia de las empresas intensivas en conocimiento o en capital. Qué políticas públicas necesitamos diseñar para que estas empresas aumenten su productividad y retomen rentabilidad y de esa manera puedan ir absorbiendo los segmentos de población que tienen en sus alrededores, en sus barrios.
-En uno de sus informes, dice que en 2005 el 27% de las Pyme manufactureras, que son las que pueden absorber a estos millones de trabajadores de baja calificación, tuvo dificultad muy alta o media para encontrar trabajadores. En 2021, esa dificultad creció: el 66 por ciento de las Pyme tuvo dificultad alta o media para encontrar trabajadores. ¿Esto es porque hay una conexión entre esa dificultad para encontrar esos trabajadores de baja calificación y lo que está generando el sistema educativo?
-Sí. Nosotros preguntamos juntamente si las dificultades tienen que ver con diferencias salariales, con mayores pretensiones de los trabajadores. Pero no: el principal problema es la formación de las personas. Hay mucho para conversar en ese aspecto. Hay muchos segmentos de calificación y de formación de las personas. Por ejemplo, el nivel técnico que sale de las escuelas secundarias técnicas. Tenemos una muy buena Ley de Educación Técnico Profesional y el Instituto Nacional de Educación Tecnológica está haciendo un muy buen trabajo para uniformar estas exigencias para que las empresas puedan absorber a los practicantes mediante este régimen de 200 horas de práctica laboral.
-Las cifras que da el Banco Mundial dice que la Argentina tiene un 18% de estudiantes de nivel secundario en escuelas técnicas. En México, ese porcentaje es del 28 por ciento. Es decir que la Argentina tiene un bajo porcentaje de alumnos que salen de la primaria y deciden seguir una formación técnica, que en este contexto tiene una salida laboral muy directa.
-Exactamente, en un contexto de una demanda insatisfecha muy grande. Por eso decía que en ese segmento, tenemos algunos instrumentos. Otra cosa muy distinta es el segmento de los chicos que no hicieron la secundaria: no tenemos cómo emplearlos y ahí entran a jugar los planes sociales. Ahí tenemos dos. Un mundo que hay que atacar inmediatamente porque es muy potente: el mundo de la educación técnica secundaria. En ese caso, se necesita que más chicos tengan la ambición de estudiar en las escuelas técnicas. Necesitamos prestigiar socialmente la educación técnica porque hay una enorme demanda insatisfecha de capacidades. En este segmento, también se necesita que las empresas se pongan firme en su compromiso de absorber a los chicos para realizar las prácticas profesionales. Se necesita una política pública para incentivar a estas empresas de 10, 20, 30 ocupados, distribuidas en todo el país, para que absorban a estos chicos o les permitan realizar la práctica. Y después tenemos un problema de oferta: faltan escuelas técnicas en algunos lugares. Tenemos demanda pero faltan profesores y escuelas técnicas. Faltan docentes capacitados para enseñar técnicamente, que no son los docentes de las escuelas tradicionales. Acabo de regresar de Italia, donde hay un grandísimo esfuerzo para incorporar que al menos el 60 por ciento de los profesores de los institutos técnicos ya no sólo provenga de empresas sino que esté en régimen de trabajo en empresas productivas. Es decir, se busca una contractualística que permita a ese trabajador de una empresa ir a dar clases una vez por semana o contratos parciales para que estos expertos puedan enseñar. En el otro segmento, está la gente de muy baja calificación. También hay trabajo para esas personas. Para ese sector, hay políticas distintas que en general, en los países, hacen los ministerios de Trabajo y no tanto los ministerios de Educación.
-Formación para el trabajo muy específica, con una titulación muy baja pero que tenga una salida laboral.
-Exacto. Y planes de vinculación con el sector productivo a partir de muchas políticas de entrenamiento y de capacitación. Esos dos segmentos se pueden sintetizar de la siguiente manera. Uno es la élite un poco más técnica. El otro es el de la gente menos calificada. Hay que hacer dos cosas muy importantes pero ahí está el problema: el punto es la estructura productiva del país de miles de empresas que son poco productivas y que están enfrentando costos muy uniformes con respecto a las más productivas. Y entonces no crean trabajo, desaparecen y hacen informalidad. Y esa informalidad y falta de productividad tiene que ver con la educación y la incorporación de esta gente al mundo productivo. Eso es parte de esta solución.
Un estudioso de la economía
▪ Formación. Doctor en Economía industrial por la Universidad de Bolonia y máster por el Instituto de Estudios por el Desarrollo Económico de Italia.
▪ Actividad pública. Director ejecutivo de la Fundación Observatorio Pyme.
▪ Publicaciones. Junto a María Inés Barbero, coeditó Contra Viento y Marea: Historias de Pequeñas y Medianas industrias en Argentina.