La revolución ambiental está asomando
En el Día Mundial del Medio Ambiente, el autor invita a cuidar los ecosistemas y a no avanzar con la contaminación y el desmonte
La revolución ambiental ya está asomando. Es hora de lanzarnos decididamente al cuidado de nuestra "Oikos" (casa, en la grecia antigua), que nos contiene y sostiene, integrando las ciencias que dedicamos a su conocimiento y administración: la ecología y la economía. En este sentido, se perfila un tándem de alternativas que son prioritarias para dar un salto cualitativo.
Hay dos necesidades básicas que son clave para la actividad económica: la alimentación y la energía con la que funcionan una infinidad de artefactos de todo tipo. Justamente, la producción de ambos está provocando severos daños a la salud humana y al medio ambiente.
Existen dos tipos de impactos ambientales. Uno es la destrucción de ecosistemas y la pérdida de biodiversidad, causados, fundamentalmente, por la contaminación y el desmonte; la magnitud de este ecocidio es alarmante, pues se están deteriorando sensiblemente los servicios que la naturaleza nos brinda, imprescindibles para nuestra supervivencia. El otro, es el envío a la atmósfera de una inmensidad de gases de efecto invernadero que están recalentando el planeta. El "Cambio Climático" ya está entre nosotros, con consecuencias que podrían ir agravándose más y más.
En nuestro país se pulverizan anualmente más de 300 millones de litros de herbicidas, insecticidas y fungicidas sobre unas 25 millones de hectáreas, en las que se siembran principalmente semillas de soja y maíz modificadas genéticamente para ser resistentes a dichos productos. Así se eliminan muchísimos vegetales, insectos y hongos, una gran variedad de especies animales que dependen de ellos, y otras tantas que también son vulnerables a estos biocidas. Mientras tanto, el continuo avance de la frontera agrícola viene arrasando con los bosques nativos, es decir, se aniquilan sistemáticamente enormes cantidades de vida silvestre. Además, el INTA sostiene que se están degradando nuestros suelos por los excesivos nutrientes que se extraen, a pesar de recurrir una y otra vez a los fertilizantes sintéticos.
En nuestro país se pulverizan anualmente más de 300 millones de litros de herbicidas, insecticidas y fungicidas sobre unas 25 millones de hectáreas, en las que se siembran principalmente semillas de soja y maíz modificadas genéticamente
Asimismo, se multiplican los estudios que confirman los perjuicios a la salud que ocasionan los pesticidas, desde la investigación del doctor Andrés Carrasco, que comprobó la nocividad del glifosato en anfibios, hasta la reciente categorización para este agroquímico de "probable cancerígeno humano" que se realizó desde el ámbito de la Organización Mundial de la Salud. Esto no sólo cuenta para las poblaciones rurales; la ONG BIOS con su campaña "Mala Sangre" verificó que por las venas de los porteños también circulan una serie de pesticidas, ya que éstos viajan junto a los productos alimenticios (lo mismo hizo la ONG WWf con ministros de medio ambiente de Europa). Cabe señalar que la UE ha impuesto serias restricciones a los alimentos transgénicos y los plaguicidas, y que algunos miembros los han prohibido.
Los combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón) representan el 90 % de la matriz energética argentina. De ésta, menos de la mitad corresponde a la electricidad, que -a su vez- se genera en un 60 % con combustible fósil, un 30 % a partir de represas y un 10 % en plantas nucleares. Nos higienizamos, cocinamos y calefaccionamos mayormente con gas natural. Por otra parte, mil millones de autos recorren calles del mundo, consumiendo nafta, gasoil o GNC, mientras que innumerables micros, aviones y barcos hacen otro tanto. Sumémosle el descomunal volumen de estos combustibles que se destina a la producción y distribución -con larguísimos itinerarios- de un sinfín de bienes y servicios. La exploración, extracción, refinación y transporte de los hidrocarburos tienen efectos devastadores. Y cuanto más difícil se torna encontrarlos, más se incrementan los pasivos socio-ambientales; por ello el "fracking" ya ha sido prohibido en algunos países.
Desde la revolución industrial hasta nuestros días, la emisión de dióxido de carbono, gas metano y óxido nitroso, entre otros, viene aumentando exponencialmente
El segundo capítulo de esta historia sucede cuando todas estas sustancias se van quemando en cada una de las máquinas, incluidos los vehículos y centrales termoeléctricas. Así es como desde la revolución industrial hasta nuestros días, la emisión de dióxido de carbono, gas metano y óxido nitroso, entre otros, viene aumentando exponencialmente; el resultado es el consabido "Calentamiento Global". Algunos de los pronósticos de los especialistas acerca de sus derivaciones son: elevación del nivel de los mares y las consiguientes inundaciones costeras y desaparición de islas, ondas de calor más frecuentes e intensas, más sequías e incendios forestales, mosquitos portadores de enfermedades expandiendo su zona de distribución y especies empujadas a su extinción. Esta fenomenal apuesta al "oro negro" supone una tremenda polución que, evidentemente, repercute en la salud de la gente, especialmente en zonas urbanas. Numerosos estudios coinciden en asociar los gases tóxicos que se arrojan al aire con afecciones pulmonares y cardiovasculares.
La buena noticia es que, entre tanto progreso, se ha desarrollado una opción ecológica/económica para satisfacer las necesidades alimenticias y, paralelamente, otra con la misma doble ventaja capaz de cubrir la demanda energética. Así lo aseguran distintos informes, como la "Evaluación Internacional del Papel del Conocimiento, la Ciencia y la Tecnología en el Desarrollo Agrícola", realizado a pedido del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente o el "proyecto Escenarios Energéticos Argentina 2030".
La agroecología es una ciencia interdisciplinaria que se ha propuesto abordar la complejidad de la realidad con un enfoque holístico. Su objetivo es producir alimentos sanos y proteger el ambiente. Para ello rescata saberes de los agricultores y los combina con el conocimiento científico. Esta corriente se basa en el estudio de las interacciones biológicas y sus potencialidades, para aplicarlo en los procesos productivos de los cultivos que se incorporan a un ecosistema.
"Esta agricultura, que preserva los recursos naturales y que reduce costos al prescindir de los agrotóxicos y minimizar el consumo de energía, puede ser altamente rentable y productiva, tanto en pequeñas chacras como en campos extensos", afirma Santiago Sarandón, titular de la Cátedra de Agroecología de la Facultad de Ciencias Agrarias (UNL). Día tras día emprendimientos de las más variadas dimensiones elijen estas prácticas agrícolas. He aquí algunos que llevan años de experiencias exitosas: la estancia "Las Dos Hermanas" (4200 has. en Cba), "La Aurora" (650 has. en Bs. As.), y "Naturaleza Viva" (200 has. en Sta Fe). Con respecto a la producción orgánica (entidades la auditan y certifican), tenemos a las cooperativas "Iriarte Verde" (6 has. en el conurbano) y "Pampa Orgánica" (30.000 has. en cuatro provincias).
Es de vital importancia que se difundan los beneficios -propios y globales- de volcarse a la agroecología. Para acelerar y consolidar este fenómeno, es determinante el rol de los estados.
Es de vital importancia que se difundan los beneficios -propios y globales- de volcarse a la agroecología. Para acelerar y consolidar este fenómeno, es determinante el rol de los estados. Precisamente, un conjunto de ONG nacionales acaba de lanzar la campaña con la consigna "Un millón de firmas por alimentos sanos para el buen vivir". Allí se solicita a las autoridades competentes la jerarquización y promoción de la agricultura ecológica, a través de asesoramiento y acompañamiento técnico, créditos blandos y exenciones impositivas, e introducción en el sistema educativo de la formación y capacitación en agroecología. Otros de sus propósitos son garantizar el consumo local y fortalecer las economías regionales.
Las ecoenergías son las que tienen fuentes naturales y renovables y su impacto socio-ambiental es leve. También es crucial la cuestión de la eficiencia energética. Si bien la constante innovación tecnológica la va perfeccionando (además de disminuir costos), es muy importante el ahorro, tanto por hábitos domésticos (apagar el calefón y desenchufar un aparato eléctrico con "modo de espera" cuando no se usan) como por el rediseño industrial (calefones con encendedor electrónico automático y electrodomésticos con una función de "desconectado"). De hecho, las estimaciones acerca del derroche energético ascienden a cifras astronómicas. Hay otro factor fundamental: la eficiencia del motor a combustión interna ronda el 20%, mientras que la del motor eléctrico (que se inventó primero) es del 80 por ciento.
Las principales fuentes limpias e inagotables son el viento y el sol; éste tiene dos aplicaciones: en una se aprovecha el calor mediante colectores térmicos, en calefactores, termotanques y cocinas solares (doy fe de que éstas cuecen más y mejor que cualquier fuego); en la otra, su luz se transforma en electricidad, captándola con células fotovoltaicas (también diariamente me asombro con esta maravilla). La energía eólica se utiliza mayormente para producir electricidad con aerogeneradores.
Contamos con una Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader); sin embargo, la proporción de energía sustentable de nuestro país, por ahora, es ínfima: 1 %. Entre tanto, en países limítrofes están bastante más avanzados
Contamos con una Cámara Argentina de Energías Renovables (Cader); sin embargo, la proporción de energía sustentable de nuestro país, por ahora, es ínfima: 1 %. Entre tanto, en países limítrofes están bastante más avanzados; y en Europa, más aún. También tenemos a la Asociación Argentina de Vehículos Eléctricos y Alternativos (Aavea); ¿cuántos autos eléctricos patentados de industria nacional transitan por nuestros caminos? Ninguno. Increíblemente, todavía no están permitidos.
Sus respectivos presidentes, Marcelo Álvarez y Juan Pablo Zagorodny, coinciden en que las condiciones están dadas como para que despeguen la producción de ecoenergías (en nuestro país abundan los rayos solares y los vientos) y la fabricación de autos eléctricos (apuntando a que puedan cargar sus baterías con ecoelectricidad), pero que para ello se necesitan urgentemente políticas públicas. Aavea espera por el proyecto de ley 2929/14, que fomenta la producción nacional de vehículos eléctricos. Y hay una ley, la 26190/06, que no se cumplirá; establece un mínimo de 8 % de energías renovables para 2016, sin contemplar multa alguna. Ya tiene media sanción del Senado otra ley que la reemplazaría; Cader acaba de enviar una carta al presidente de la Cámara de Diputados con una serie de sugerencias para modificar su texto definitivo.
Claro que la crisis ambiental (que, a la vez, es existencial) es sistémica y tiene múltiples facetas (minería a cielo abierto, tratamiento de residuos, hiperproductivismo con consumismo desenfrenado, colapso del modelo urbano, etc.). Ahora bien, probablemente la producción de alimentos y la generación de energía sean los centros neurálgicos desde donde revertirla.
Si profundizamos en el misterio de la vida, seguramente tomaremos conciencia de que los humanos somos parte de una "Gran red de Vida" y que lo correcto es esmerarse por satisfacer nuestras necesidades austeramente y en armonía con el entorno (congéneres y hábitat natural)... ¡y que es lo más conveniente! Si somos un Todo, o nos va bien a cada uno de los integrantes, o nos va mal a todos (aunque no sea obvio o se perciba más tarde).
Imagino un círculo virtuoso en el que nos despertemos unos a otros: ciudadanos y sociedad civil, medios y educadores, empresarios y políticos. Vamos por la máxima: "¡Es la ecología -junto a la economía- estimado!".
El autor es conductor del programa Integrantes, por AM 1220 - www.ecomedios.com - @integranteseco
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