La responsabilidad argentina
Los argentinos están en una situación angustiante, realmente angustiante, de pobreza, cuando no indigencia, de inseguridad, de inflación descontrolada, de cinismo político y, en algunos casos acotados pero emblemáticos, de abuso de poder por parte de depredadores políticos, empresarios y sindicales. Eso lleva a un país al margen de la ley, un país donde no se aplica la ley, lo que dificulta mucho la salida. La salida requiere liderazgo.
Al mismo tiempo, la situación global nos da oportunidades inmediatas para salir de la crisis, crecer monumentalmente y generar empleo y educación para el trabajo. El puente entre la angustia y la esperanza, por definición, es el cambio. Un cambio que sólo será puente si es profundo, serio, firme y si es ejecutado con coraje, convicción, decisión y profesionalismo.
El mundo integrado, de democracia y capitalismo, con los Estados Unidos como único gendarme, inversiones en cualquier lugar del planeta y libre flujo de bienes y capitales (lo que se llamó globalización o Consenso de Washington), quedó atrás. Estados Unidos, por su competencia estratégica con China, se concentra en el Asia-Pacífico y dicta leyes intervencionistas para recuperar inversiones en su territorio o el de sus amigos. Europa asume una responsabilidad primaria en sostener a Ucrania ante la invasión rusa. India se sienta en la mesa de los grandes, pero además cierra las exportaciones de algunos alimentos, lo que daña a otros países compradores. Rusia pierde la condición de proveedor de energía confiable para Occidente, en medio de la transición energética y de movilidad, que requieren primero gas y luego litio, cobre e hidrógeno. La Argentina produce todo eso. Irán y Brasil se quieren subir a una discusión política global, con las consecuencias que eso tendrá. Esta situación requiere nuestra responsabilidad en nuestra región (que debe seguir siendo zona de paz) y en el planeta.
Debemos conectar nuestra economía con este mundo externo, para aprovechar no sólo estas increíbles oportunidades, sino además para operar en la descomunal revolución digital, tecnológica y de inteligencia computacional, ampliada o artificial. Todo eso debe hacerse de modo sostenible. Para lograrlo, es central la calidad de nuestra organización como país, la calidad de nuestras instituciones: el estado de derecho (justicia igual para todos, bajo la ley); la democracia con división y limitación de poderes, sin autoritarismos; el respeto de los derechos humanos, incluida la dignidad de todos; el respeto por el diferente; la libertad de iniciativa de las personas; una moneda estable. Tenemos la bendición de que todas esas instituciones y todos esos valores sean los de nuestra Constitución. Desde ahí, desde lo que somos como nación, debemos pararnos frente a los demás y relacionarnos lo más que podamos con todos los demás, a excepción de con aquellos que rompan el pacto de convivencia en paz internacional.
La Argentina debe mirar lo que hay detrás de la crisis, que son las acciones de los que gobiernan. La Argentina debe votar mirando lo que habría durante la crisis y más allá (¿Bullrich o Milei?). La Argentina requiere un liderazgo fuerte, respetado en el mundo, claro, serio, profesional, tolerante con la mirada ajena, constructivo, con convicción y con coraje. La Argentina es un hijo en terapia intensiva. No requiere bronca o improvisación, sino un cirujano con experiencia y un buen equipo.
Presidente Provisional del Senado (2015-2016)