La Reserva Federal de EE.UU. enfrenta un verdadero desafío
Ante la suba de la inflación, la autoridad monetaria (Fed) se enfrenta al desafío de reducir el actual incremento de precios sin provocar una recesión
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A partir del segundo trimestre del año pasado la inflación en el país del norte comenzó a acelerarse, pasando de 2,6% anual en marzo a 5,4% septiembre y 7,0% en diciembre; guarismo este último muy superior al 2% objetivo de la Fed. A esa fecha, de acuerdo a esta entidad, el proceso inflacionario en cuestión debía considerarse como “transitorio” debido a la disrupción en la cadena de suministros provocada por el lockdown de la pandemia, la cual no permitía a la oferta satisfacer la demanda pos pandemia creciente; situación que se veía agravada por un inusitado crecimiento de los precios de energía durante el segundo semestre. Con este diagnóstico de transitoriedad, a fines del 2021, la autoridad monetaria - ante el eventual peligro de abortar el incipiente crecimiento que se estaba produciendo en la economía del país del norte- consideró, equivocadamente a nuestro juicio, que aún no era necesario iniciar una política monetaria contractiva (suba de la tasa de interés y retiro de liquidez).
Sin embargo, el inicio a fines de febrero de la criminal invasión de Rusia a Ucrania cambió radicalmente el escenario. En efecto, la disrupción de la oferta de commodities agrícolas, energéticas e industriales provenientes de la zona de conflicto, provocó un fuerte aumento del precio de las mismas exacerbando las ya mencionadas presiones inflacionarias. Se hizo evidente, entonces, que la inflación había dejado de ser un fenómeno “transitorio” que se iría corrigiendo a medida que desaparecieran las dos causas iniciales que le habían dado origen.
En consecuencia, y quizás con cierta tardanza, la Reserva Federal decidió que no podía demorar más el ataque frontal del fenómeno inflacionario. Así las cosas, recién en marzo comenzó una ligera suba de la tasa de referencia incrementándola sólo 25 puntos básicos de 0,50 % a 0,75%. La realidad demostró que la decisión fue no sólo tardía sino también insuficiente. En efecto, en abril la inflación ya había saltado a 8,3% y -más grave aún- en mayo la misma alcanzó un 8,6%; nada menos que el mayor valor de los últimos 40 años. Ante este escenario, la Fed decidió aumentar su apuesta elevando -en las posteriores reuniones de política monetaria de mayo y junio- la tasa en 50 y 75 puntos básicos respectivamente (esta última la mayor suba desde 1984), llevándola al actual nivel de 1,75%. Más aún, a partir de junio decidió también iniciar un retiro gradual de liquidez.
Quedó así planteado un verdadero desafió. En efecto, la política monetaria restrictiva necesariamente va a provocar una desaceleración en la tasa de crecimiento de los niveles de actividad. La cuestión aquí es si la autoridad monetaria logrará abatir la inflación generando sólo desaceleración (“soft landing”) o si, por el contrario, no podrá evitar una recesión (“hard landing”). Para ello deberá implementar con fina sintonía su política monetaria contractiva: un exceso cuantitativo inadecuado haría fracasar el objetivo de evitar una caída del PBI. Más aún, el peor escenario sería el fracaso de su política anti inflacionaria acompañada de una recesión, dando lugar al temido escenario de “estanflación”.
A este respecto, si bien la autoridad monetaria tiene el objetivo dual de pleno empleo con estabilidad de precios, la Fed la semana pasada -a través de su presidente Jerome Powell- ha declarado ante el Congreso de su país que la prioridad “será abatir la inflación”; claro está que evitando una recesión. Para ello, se comprometió a utilizar “todas las herramientas que fueran necesarias (sic)”
Como prueba de su compromiso, en las últimas y recientes proyecciones, la entidad estima que la inflación bajaría a 5,2% a fin del corriente año y a 2,6% en 2023; manteniendo su objetivo de 2.0% para el largo plazo. Asimismo, proyecta una desaceleración de la actividad económica de 2.8% a 1,7% en 2022; tasa que se mantendría en 2023. Confirma, además, que seguirá subiendo su tasa de referencia para llegar a un pico de 3,8% en 2023; continuando, asimismo, con su política de absorción gradual de la liquidez.
Una observación final. Es de primordial importancia que la Fed logre su cometido; caso contrario la economía global podría entrar también en estanflación con todas las consecuencias negativas que ello acarrearía, especialmente para los mercados emergentes.