La Repregunta. Pablo Touzón: “La moderación de Alberto, armada por el peronismo en 2019, apuntó a capturar el imaginario exportador y no regalárselo al macrismo”
El consultor alerta sobre cierta irresponsabilidad transversal de la política que, al avivar la grieta, elude la obligación de presentar una agenda o pensar el Estado, sin advertir que se está llevando a la gente a polarizar “contra los políticos como un conjunto”
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“Hoy nadie quiere ser el poder. En la década del ‘90, Menem no tenía ningún problema en decir ´yo soy el poder´”, compara. “En la medida en que el peronismo se hizo un partido más kirchnerista y sobre todo en la última etapa, perdió esa plasticidad capaz de generar oferta para la demanda. La pregunta política es quién va a capturar esas energías”, analiza. “Hay cierta irresponsabilidad de sectores políticos con la grieta o con la polarización, y eso es un problema. Les resuelve rápido no tener agenda para el país. Unos dicen “Venezuela”, “Formosa”; los otros dicen “los sectores concentrados”, “Clarìn” y así van zafando sin tener ninguna agenda nacional. Tanto polarizan que la gente termina polarizando contra los políticos como un conjunto”, cuestiona. “El fracaso gubernamental del macrismo en el poder no implica que parte de las energías que expresó no existan más”, explica. “La crítica anti política le pega más al kirchnerismo que al macrismo”, afirma. “El kirchnerismo no está feliz con los resultados del gobierno de Alberto tanto en clave de la agenda más solapada, que es la judicial, como en clave de la agenda pública”, sostiene.
El politólogo Pablo Touzón, una voz reconocida por la sutileza de sus análisis políticos, pasó por La Repregunta. Touzón es licenciado en Ciencia Política por la UBA. Es coautor de La grieta desnuda. El macrismo y su época y de ¿Qué hacemos con Menem? También es co fundador de Panamá Revista, una publicación on line de análisis de la actualidad.
Es director general de la consultora Escenarios que acaba de lanzar una encuesta de opinión pública centrada en una pregunta: “La sociedad va a las urnas en pandemia. ¿Qué sociedad?”.
De 2001 al presente, ¿el giro a la derecha? El kirchnerismo, ¿una fuerza política envejecida? CABA y Córdoba, ¿el modelo de una Argentina futura? La matriz exportadora, ¿un ideal kirchnerista o macrista? ¿Por qué el kirchnerismo necesita focus group? El gasto público y su peso en la opinión pública. Antipolítica y anti establishment, de Luis Zamora a Javier Milei. El riesgo impensado de la polarización. Sobre estos y otros temas reflexionó Touzón.
Aquí, la entrevista completa.
-Es muy llamativo que más del 70 % de la sociedad, de acuerdo con la encuesta de opinión que realizó su consultora, dice que de toda la elite argentina, desde empresarios a sindicatos, los políticos son los responsables de las crisis en Argentina. ¿Cuál es la responsabilidad del kirchnerismo en esa percepción que tiene hoy la opinión pública?
-Nos propusimos medir cómo está la sociedad argentina que va a las urnas en el contexto de la pandemia o saliendo de la pandemia y después de los dos años de crisis económica fuerte del gobierno de Macri. También estamos a 20 años de 2001. Era interesante ver cómo estábamos en esta crisis argentina en particular. La Argentina se mide en “inter crisis”. Nos interesaba ver cómo se percibían las élites argentinas y no solamente a quién va a votar la gente que en última instancia es cada vez más escurridizo. Tal vez si uno pregunta sobre factores más permanentes de la sociedad argentina, detecta un cambio en una cosmovisión, en una ideología que no se detecta en la pregunta sobre un candidato puntual.
-Está claro. El dato de que una amplia mayoría ve a Ciudad de Buenos Aires (CABA) y Córdoba, ve a esos dos centros productivos de la Argentina más capitalista, como el modelo de país parece un desafío al sentido común instalado desde 2001 y desde la irrupción del kirchnerismo. Por eso la pregunta sobre la responsabilidad del kirchnerismo en ese cambio de signo de la percepción de la opinión pública acerca de qué país queremos.
-Veinte años después, qué significa la crítica a la política en ese contexto. De esos veinte años, casi todos los gobernó el kirchnerismo. Si bien los dos hijos de 2001 son el macrismo y el kirchnerismo, una pregunta es cuán avejentados están esos hijos del 2001. El paradigma del estado como factor central de la política argentina y muchas de las preguntas que hay acerca de la cultura política argentina devienen en el fondo del kirchnerismo. Una crítica antipolítica, ¿a quién le pega más? ¿Le pega más a Macri o le pega más al peronismo y al kirchnerismo? Le pega más al peronismo y al kirchnerismo porque para mucha gente, está asociado con el sistema político. Este fenómeno libertario lo que hace es una especie de sinapsis: te dice que el estado es peronismo y el peronismo es el sistema político.
-Claro, la estructura política histórica.
-Pueden entrar otros factores asociados al macrismo, al que también le pega una crítica antipolítica. Pero le pega más al peronismo porque está más asociado al sistema político como tal sobre todo en la percepción de aquellos a los que el 2001 ya les queda lejos; el kirchnerismo es todo lo que vivieron. Si vos tenés 20 años, todo lo que viviste es esto.
La crisis de la política: de 2001 al kirchnerismo
-Es decir en esta lectura, porque es un partido histórico e históricamente ha sido el partido del poder, el mayor peso de la culpa de esa crítica a la política recae sobre el peronismo. Después de una gestión kirchnerista que llegado 2023 habrá gobernado durante 16 años, ¿en qué excesos ideológicos incurre el kirchnerismo como para no prever este giro de la opinión pública?
-Cuando viene la crisis de 2001, el kirchnerismo supo capturar las energías de la opinión pública y procesarlas de otra manera. 2001 era: las asambleas barriales, el trueque, los piqueteros, Luis Zamora. Todo eso era una cosmovisión más bien de izquierda entendible porque lo que había explotado era la década del ‘90 ampliada. Era obvio que la reacción iba a ser para el otro lado.
-De la Argentina “neoliberal” a la Argentina progresista.
-Exacto. Cavallo había hecho el corralito. Si bien es más complejo porque en ese mismo momento López Murphy hizo una gran elección y Menem también, pero en trazos gruesos la crisis iba por ahí. Nadie que estaba en una asamblea barrial en Parque Centenario pensó seguramente que eso iba a terminar en un gobernador de Santa Cruz convertido en presidente dos años después. La astucia y la inteligencia política de Kirchner fue capturar eso para un proyecto peronista. El kirchnerismo tendió a verse a sí mismo como anti establishment, nunca queriendo ser el establishment con esa idea de que el poder siempre está en otro lado, como hoy sostiene Cristin: “el poder no somos nosotros; es el FMI, es Clarín”.
La astucia y la inteligencia política de Kirchner fue capturar eso para un proyecto peronista. El kirchnerismo tendió a verse a sí mismo como anti establishment, nunca queriendo ser el establishment con esa idea de que el poder siempre está en otro lado, como hoy sostiene Cristin: “el poder no somos nosotros; es el FMI, es Clarín
-No sólo el poder en relación a esa Argentina neoliberal que va por otro signo sino el poder en relación al peronismo. El kirchnerismo no se terminaba de identificar con el peronismo histórico.
-Eso es algo muy inteligente a sabiendas de que se venía una crisis de representación formidable y la idea es no ponerse en el lugar del establishment. El macrismo un poco intentó eso y hoy sigue intentando sostener que no es político. Hoy nadie quiere ser el poder. En la década del ´90, Menem no tenía ningún problema en decir que “yo soy el poder”, siempre decía “nosotros en la política”. Ni hablar de Alfonsín. La idea era: nosotros los políticos reclamamos y hacemos uso de lo que somos. En los últimos 20 años no es tan así. Lo que termina pasando es un proceso de envejecimiento natural, a pesar del mismo kirchnerismo e incluso si hubiera salido todo bien, que no fue así en términos económicos. Hay dos o tres generaciones políticas en la Argentina reciente: el 2001, que es la mía, los cuarentones, los que vimos derrumbarse el estado nacional y recrearse dos fuerzas políticas, sobre todo el kirchnerismo en los años 2000, con el boom de los commodities; la de 2008, la del conflicto con el campo, que es la generación grieta grieta.
-Cuando el macrismo aflora.
-Ahí nace.
-Porque usted lo describió antes como emergente de 2001 pero 2008 se consolida.
-Macri gana en 2007 pero en 2008 nace el macrismo callejero, nace el que después va a ser el votante de Cambiemos.
-La matriz macrista que puede definir a una parte de la opinión pública.
-Y mucha de la generación que entró, que sería los que hoy tienen treinta, a la política en esa movilización. Y hoy la pregunta es: y el 2020, ¿qué? ¿Qué pasó con la generación de 2001, que es la Generación Cámpora? Obviamente entra en un proceso de envejecimiento. No es posible reclamarse ser anti establishment para siempre; hay un momento en que eso se termina, incluso si hubiese salido bien.
-Es decir La Cámpora es el poder hoy.
-Exactamente. Es un poder.
De Cristina a Alberto: la crisis del kirchnerismo
-Un poder consolidado. Y una fuerza renovadora que se pretenda anti establishment debería hoy cuestionar a La Cámpora, por ejemplo.
-Es lo que, creemos, está empezando a suceder. Porque lo que pasa es que, veinte años después, ¿Cristina es anti establishment o es el centro de este sistema político?
-¿Cuál es su respuesta?
-Yo creo que es el centro. Cristina es el corazón del sistema.
-Es el centro del establishment.
-Del sistema político argentino hoy como tal, sí. Porque incluso más allá de su ideología, de lo que pueden ser sus posiciones políticas públicas, todo el sistema rota en torno a su figura, hasta la oposición, hasta los canales de televisión, la prensa, están todos “Cristina, Cristina, Cristina”. Como no hubo un nuevo sistema solar… Yo no digo que no sea problemático para ella, no digo que sea solamente bueno. Digo que por default es así.
-¿Diría que es el centro de la crisis de la credibilidad política?
-La figura de Cristina conserva, como se sabe, los pisos, los techos, una fuerte primera minoría. Pero sí, es verdad que ella no se puede ir del sistema político porque ella es el sistema político, hoy en día lo es. Entonces esta especie de oscilación con (Alberto) Fernández para mí es una metáfora de eso: no se puede terminar de ir pero tampoco funciona.
-¿Pero Fernández es el sistema político?
-Es más insider que nadie. De hecho, la apuesta por Fernández presidente tenía un sentido: “Bueno, a nosotros, los kirchneristas, nos dicen siempre que estamos a punto de romper el sistema político, bolivariano, todas esas observaciones que se hacen sobre el kirchnerismo. Bueno, listo, traemos otra cosa”. Cristina lo dijo en una de sus cartas de Facebook: “traje el que les gusta a ustedes, traje el presentable, el que va a TN. ¿Qué, ahora no les gusta?” Había una idea sobre Alberto de que, justamente, por ser tan insider, podía coser todas las piezas sueltas que el kirchnerismo en su radicalización de 2012 había dejado sueltas en el kirchnerismo y también afuera. En octubre de 2019, Alberto se encontró con (Héctor) Magnetto y dijo “Héctor no me deja mentir”.
-Fue en el Malba, en un evento organizado por el Grupo Clarín.
-En ese momento, la idea era que Alberto era capaz de ir por fuera de las fronteras del kirchnerismo a juntar lo que se había ido.
-Es decir la idea de Cristina Fernández cuando lo unge presidente es pensar en un “presidente operador”. Si los talentos de Alberto Fernández se consolidaron como operador político en las sombras del poder, pretendió apelar a ese perfil. ¿Por qué finalmente no sucede eso?
-Es la gran pregunta. ¿Hay un factor de la personalidad? Yo creo que sí. Hay una parte personal de cuánto uno se cree o no el rol que le ha sido asignado o el rol que le asignó el pueblo en tanto que la votación es a presidente, no a operador político. No sé si eso se da en el caso de Alberto. Tal vez sí en una primera etapa de la pandemia hasta Vicentín. Parte del conflicto en el Frente de Todos es que esto no termina siendo funcional mucho a nadie. Porque tampoco es que el kirchnerismo está feliz con los resultados del gobierno de Alberto tanto en clave de la agenda más solapada, que es la judicial, como también en clave de la agenda pública. Hay algo ahí que no terminó de ensamblar. Tal vez lo que fue funcional en la campaña, el eje ordenador que era la candidatura de Fernández, después no se reveló tan eficaz en el gobierno.
Tampoco es que el kirchnerismo está feliz con los resultados del gobierno de Alberto tanto en clave de la agenda más solapada, que es la judicial, como también en clave de la agenda pública. Hay algo ahí que no terminó de ensamblar. Tal vez lo que fue funcional en la campaña, el eje ordenador que era la candidatura de Fernández, después no se reveló tan eficaz en el gobierno.
-Usted plantea que más allá de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner, al kirchnerismo le pasa lo que le pasa a cualquier fuerza política que está tantos años en el poder, que es que se convierte en el poder a ser resistido.
-Sí.
-Entonces, por un lado, al kirchnerismo le pasa lo que a cualquier fuerza política que está mucho tiempo en el poder, que es que se convierte en el poder a ser resistido. Por otro lado, su estudio de opinión pública plantea también que ese progresismo de 2001 hoy está desafiado por otro sentido común que se ve en esta credibilidad mayor que tiene el empresariado, tal como lo muestra su encuesta. ¿Cómo describiría ese péndulo que se está dando en este desplazamiento de una ideología por otra?
-Si la crisis de 2001 fue una reacción contra la década del ‘90 ampliada... es un poco raro eso porque los dos años de la Alianza para mí están subestimados, hay otro gobierno ahí. Pero asumamos eso, el consenso de Washington y el giro a la izquierda en América Latina. Ahora llegamos a 2021 y la pregunta es contra qué va a ser la rebelión si las últimas dos décadas las marcó el kirchnerismo: va a ser contra eso. Es normal que sea “más derechista”. Ni el mundo evangélico ni los anti cuarentena ni los anti vacunas ni el fenómeno de los libertarios, nada de eso es procesable en la clave en que está acostumbrada a procesar la cultura progresista. No lo puede meter en su sistema. ¿Por qué es así? Porque es al revés. Uno podría decir si yo agarro el nombre del partido de Zamora, Autodeterminación y Libertad y se lo pongo a Milei, funcionaría porque tal vez sea más importante su característica anti establishment que su ideología salvo que contra la década del ‘90 la reacción fue más de izquierda y contra la década ganada o contra los últimos veinte años, es normal que procese por otro lugar. Algunas partes de la grieta misma ha quedado cuarentona: la grieta es de cuarentones ya, incluso algunas de las temáticas más históricas como hablar de la década del setenta. Hay un montón de cosas que se cree que quedan para siempre pero no quedan para siempre.
CABA, ¿el nuevo modelo de país kirchnerista?
-En este movimiento tectónico, como usted define el proceso que atraviesan las creencias de los argentinos, de acuerdo con su encuesta, la CABA y Córdoba se convierten en la utopía a alcanzar, el modelo de país. Para el 47% de los argentinos, Argentina tiene que parecerse a la CABA y para el 33%, a Córdoba. ¿Eso ratifica este movimiento pendular de las creencias pero por otro motivo, no necesariamente porque el kirchnerismo se gastó en el poder, sino porque la Argentina de crisis en crisis muestra que hay resultados que suceden con cierta matriz económica productiva y no con otra?
-Fue como preguntar dónde te gustaría vivir en el fondo. No te pregunto qué vas a votar sino dónde te gustaría vivir. Hace poco Cristina dijo “a mí me gusta Nueva York”. Uno podría hacer la geopolítica de los gustos personales, dividir el voto del kirchnerismo en Ciudad de vivir en la Provincia de Buenos Aires (PBA) o en la tercera sección electoral. Tomemos la PBA. ¿Hace cuánto la gobiernan porteños? Eso dice que hay una especie de crítica implícita del votante de la provincia a su propia clase política. (Carlos) Ruckauf, candidato también del PJ capital; Felipe Solá es de la provincia pero es una mezcla entre Tandil y Recoleta, se saltea la tercera sección electoral. Vidal, Scioli, también del Abasto, Kicillof. Ahí hay una crítica implícita en el sentido de que el votante de la tercera sección no quiere uno de la tercera sección como gobernador. ¿Sino porqué los intendentes de La Matanza no pasan a gobernadores?
-Pero las conclusiones son nacionales. En esta encuesta representativa a nivel nacional, hay un 47% que dice que la CABA sería el modelo ideal de Argentina en el que le gustaría vivir. Lo están diciendo bonaerenses o gente del sur o del norte. Entonces está diciendo algo más que una crítica de los bonaerenses a quiénes los gobiernan.
-En el fondo es la ventaja comparativa que siempre tuvo el macrismo. Por más antiporteñismo que pueda existir en el interior, había una idea de que eso estaba bien. Las cifras de (Horacio Rodríguez) Larreta en la elección municipal, en el contexto de la caída de Macri, revela que no solamente para los porteños, la visión de la Ciudad siempre fue un asset para el pueblo no peronista. El pueblo no peronista desde que cayó Ibarra nunca más accedió al poder en la Ciudad. Tampoco ninguna forma de peronismo o progresismo, porque el ibarrismo era una especie de híbrido. De ahí en más, nunca más. En cambio, la PBA es más escorable: el no peronismo ganó en PBA. Claramente la Ciudad es como un bastión hacia adentro y en la percepción de los demás, históricamente fue siempre un lugar para vivir.
-Sí, la Metrópolis a la que hay que llegar. Ahora, en términos de esa Argentina amarilla que queda definida en las elecciones presidenciales, Córdoba, La Pampa, Ciudad de Buenos Aires, algo del interior de PBA, algo del litoral, esa Argentina productiva que exporta servicios o commodities, es la que, según su encuesta, es el país que se quiere para el futuro.
-Depende quién concreta ese modelo después. El fracaso gubernamental del macrismo en el poder no implica necesariamente que parte de las energías que en su momento trajo o fue expresión no existan más.
-El 41% de Macri en medio de la debacle de 2019 muestra que hubo una penetración más cultural.
-El voto a Alberto, no el voto kirchnerista a Alberto sino el diferencial, el independiente, el que hizo que tuviera 80 puntos de popularidad en la pandemia, es una especie de expresión peronista de ese ideal. De hecho la moderación de Alberto era la que iba a dialogar con los empresarios, el sector productivo de Santa Fe, Perotti, todo eso que el peronismo armó en 2019 con la idea de no regalárselo al macrismo como diciendo “acá nadie lo tiene escriturado”. Si pensamos que tiene que haber una coalición exportadora para que la Argentina salga de su impasse, o de esta decadencia, parte de la idea novedosa de 2019 es que el peronismo también puede hacerlo. El peronismo se caracterizaba antes por tener ofertas para la demanda.
-Para la clase media también.
-Exactamente. Incluso una oferta también para la cosmovisión que gira hacia la derecha. ¿Qué sería eso? ¿(Sergio) Berni sería la expresión de alguien que puede hablar con ese sector? Un poco sí y un poco no: hay una parte donde Berni es más cristinista entonces no. Pero de los temas que toca, tienen eco en algunos de esos sectores pero es así chiquito. En la medida en que el peronismo se hizo un partido más kirchnerista y sobre todo en la última etapa, perdió esa plasticidad capaz de generar oferta para la demanda. La pregunta política es quién va a capturar esas energías. Es poco probable que Milei sea presidente.
-Pero que Milei haya entrado en juego en lugar de Zamora…
-Rota la agenda para otro sector, para otro lado.
-¿Por qué el gasto público que parece un concepto tan árido empieza a jugar en términos de preocupación de mayorías en una encuesta de opinión pública?
-Porque el gasto público está asociado a la política. Es como si fuese la caja de la política. Para muchos de los encuestados es una problemática central.
-Está entre las principales preocupaciones.
-Mucho más de lo que surgiría si uno lo asocia solamente al liberalismo. El tema del gasto público ya no es un nicho del liberalismo porque se asocia a gasto político y la política empieza a estar cuestionada en tanto tal. No se refiere a gasto social. Es una expresión de la crisis de la política como corporación. También se puede endilgar a cierta crisis de la presidencia de Fernández, que es también la corporación política. Milei ataca a Larreta porque lo quiere asociar a Alberto como diciendo “es parte de este círculo rojo que nos gobierna”. Lo quiere llevar a ese lugar.
El kirchnerismo, ¿ya no interpreta al pueblo?
-En medio de la crisis gravísima que tiene la Argentina, con indicadores problemáticos en pobreza, economía, salud, más de 111 mil muertos, la política instaló temas para atraer al voto joven. La polémica en torno a Victoria Tolosa Paz, el peronismo, el sexo. ¿Eso es un efecto del desgaste de la élite política o es un efecto de ese desgaste en su relación con el electorado, en este caso el 20% del padrón que son los jóvenes?
-Es las dos cosas. Todo este episodio del goce y del garche parece resultado de alguien que va a un focus para que le cuenten qué piensan los jóvenes y le salen tres o cuatro palabras, “goce”, “buen vivir”, va y lo pone a circular. Cuando uno necesita que le intermedien tanto una relación es porque no la tiene solo. Se daba con el macrismo cuando se lo criticaba con razón y decían “están tan obsesionados por el focus porque no tienen ellos mismos la escucha”. Porque cuando uno está más alejado sociológicamente hablando del sector al que quiere hablarle, necesita un intérprete. Que el peronismo necesite todos esos intérpretes como los necesitó el macrismo, habla de una calcificación de una escucha social más pronunciada. Creo que el kirchnerismo tiene más escucha de los jóvenes de hecho, mucho más que otros sectores del peronismo. Hasta hace poco Ofelia (Fernández) había sido la última representante. Y el movimiento feminista, terminó abrevando más en el kirchnerismo. Eso no fue hace tanto tiempo.
-¿La pandemia lastimó esa escucha desde el poder de Alberto Fernández y la vicepresidenta de vastos sectores de la población, incluyendo a los jóvenes?
-Sí por el encapsulamiento que produce toda esta situación sumado a no saber si en cada departamento no se está gestando una crisis social. ¿Qué está pasando? Esto pasa a nivel mundial. Es como una olla a presión: una vez que se liberan las restricciones, acá y en otros lados del mundo vemos muchas más protestas, más expresión callejera que no podían pasar en 2020. En relación a Argentina, en general los politòlogos solemos sobreponderar algunas variables del sistema entonces se escucha “el sistema político argentino está estable, está polarizado”. Es cierto pero el sistema político está estable pero el país, no, lo cual es un problema: si el sistema político está perfecto pero la Argentina está chocada, lo que implica es que quizás haya una relación de necesariedad.
-Una necesariedad entre la política que conserva el poder de una manera civilizada y una Argentina en realidad está rota. ¿El poder necesita una Argentina rota?
-Creo que no pero se puede colegir que hay una relación de complementariedad entre los dos fenómenos. No sé si de causalidad pero en todo caso, va junto. El problema de cierta irresponsabilidad de ciertos sectores políticos con la grieta o de instalar la polarización es que les resuelve rápido su agenda. Les resuelve rápido no tener agenda para el país. Unos dicen “Venezuela”, “Formosa”; los otros dicen “los sectores concentrados”, “Clarìn” y así van zafando sin tener ninguna agenda nacional. Ahora el tema es que no los empiecen a polarirzar a todos: tanto polarizan que la gente termina polarizando contra los políticos como un conjunto.
-Política versus antipolítica.
-Uno sabe cuándo empieza la polarización pero no sabe cómo termina. No digo que eso esté pasando ya ahora en el sentido masivo pero por ahí empieza a cristalizar una idea más general de la grieta sobre el sistema político.
-En ese sentido, ¿creé que en las elecciones que ya ha habido en algunas provincias -Misiones, Corrientes, Salta-, ¿la baja participación electoral es un síntoma de esto?
-Sí, totalmente. A días de votar y el debate más alto es sobre el garche. Las elecciones intermedias nunca son de grandes temas programáticos pero sí hay una visión. Hay una especie de gran paritaria de la oposición donde entra también, no en el sentido partidario pero sí ideológico, los libertarios. Hay que ver para dónde va eso, si es más moderado, paloma, halcón, toda esa nomenclatura que se pone a sí mismo ese espacio. Y en el Frente de Todos, como todo partido que gobierna y en este contexto, las apuestas son mayores.
-En ese recambio que el Frente de Todos quizás tenga que enfrentar porque cada crisis trae una renovación del peronismo, ¿Cristina Kirchner y Máximo Kirchner quedarían jubilados de alguna manera?
-No, no lo sé. Tal vez queden jubilados los sectores más moderados del Frente de Todo aún si el kirchnerismo no es lo que representa hoy a la población sus opinniones. Quiero decir, como sistema político, hoy existe muchísimo más el kirchnerismo que el otro peronismo. El problema no es sólo Alberto sino toda la expresión del peronismo federal: ¿dónde está todo eso en términos de poner a alguien en el sillón de Rivadavia? El liderazgo de Cristina es un poco por default en el peronismo hoy. Si Cristina mañana se toma un avión y se va al Calafate, ¿quién queda?
-Podría empezar un proceso de interna.
-Por ahí sí pero por ahí no; no lo sé.
Un sutil analista del contexto político
▪ Formación. Licenciado en Ciencias Políticas por la UBA. Cursó estudios internacionales en la Universidad Torcuato Di Tella.
▪ Intervención pública. Ensayista y consultor, fundó y codirige Panamá Revista, publicación digital de política y cultura .
▪ Libros. Coautor, con Martín Rodríguez de ¿Qué hacemos con Menem? y La grieta desnuda. El macrismo y su época.