La Repregunta. Matías Surt: “El régimen de protección de Tierra del Fuego es el más caro de la Argentina”
Economista de consulta obligada para la Coalición Cívica, el especialista defiende la necesidad de implementar medidas que tiendan a un mayor equilibrio entre los sectores productivos y permitan abaratar los precios tanto de computadoras como de vestimenta
“Desde fines de 2019 y hasta hoy, en el mundo, siguió cayendo el precio de la indumentaria en un 15% pero en Argentina se encarecieron hasta llegar a un 42 o 43% de suba hace unos meses”, detalla. “A mayor nivel de protección, mayor divergencia entre la evolución de los precios de la Argentina y la evolución de los precios en el mundo”, explica. “Entre 2016 y 2019, la indumentaria se abarató en términos relativos, en línea con la tendencia en el mundo”, desarrolla y agrega: “En ese período, en el mundo, el precio de la ropa cayó un 12% y en la Argentina cayó todavía más, un 20%”. “Eso se debe a decisiones de política económica que se tomaron en ese momento”, explica. “El quiebre en la tendencia de precios relativos de estos productos está muy asociado a las políticas comerciales, al nivel de protección que se le otorga a algunos sectores y, consecuentemente, al nivel de competencia”, plantea. “Chile y otros países como Perú, Colombia, Paraguay y Uruguay tienen una política comercial que acompaña la tendencia global y permite una reducción en el precio de indumentaria en los últimos años”, señala. “Está instalada la idea de que el proteccionismo tiene beneficios pero ningún costo asociado”, cuestiona. “Ése es el típico error que se comete cuando se analiza la economía con lo que economistas llamamos “equilibrios parciales”: evaluamos el impacto de una medida en un sector sin analizar el equilibrio general”, argumenta. “Los precios de la indumentaria tienen efecto directo sobre los consumidores”, afirma.
“Los beneficios a un sector también generan sobrecostos a otras empresas”, cuestiona. “La Argentina y Chile tienen, para sorpresa de muchos, un porcentaje de empleo industrial muy similar”, sostiene. “El análisis de equilibrios parciales y de beneficios particulares a algunos sectores no ve que, en esa interacción permanente, la economía va perdiendo productividad”, subraya y sigue: “Ese proteccionismo genera, en términos agregados, que el sistema productivo de la Argentina esté funcionando a la inversa de sus ventajas competitivas”.
“La Argentina tiene un sistema institucional de regulaciones y de incentivos que operan en contra de los sectores en los que podríamos ser competitivos”, plantea. “En el largo plazo, no hay forma de sostener salarios reales altos si no tenemos productividad creciente”, sintetiza. El rol de organizar la política económica, tanto en términos macroeconómicos como de incentivos sectoriales y regulatorio, es una responsabilidad casi exclusiva del Estado”, describe. “Por tendencia propia, los sectores van a tender a presionar para obtener un beneficio”, precisa. “El Estado tiene el rol de alcanzar el equilibrio o la maximización del bienestar social en términos agregados”, continúa. “En la práctica, esa autonomía no se ve. Lo que vemos, en cambio, es una penetración entre los intereses sectoriales y los intereses estatales”, advierte.
“Hay funcionarios que vienen directamente de esos sectores productivos pero no llegan con el objetivo de hacer lo mejor para que crezcan sino que asumen esa función para proteger incentivos específicos que benefician a un sector en particular”, critica. “Es cierto que existe un sobrecosto argentino ero eso afecta a todos los sectores por igual. Incluso diría que afecta más a otros sectores que al sector textil”, aclara. “Si el costo argentino es el problema del sector, ¿por qué, en cambio, los funcionarios que llegan desde el sector de indumentaria y textil se dedican a regular la competencia internacional y no apuntan a destrabar el verdadero problema que ellos identifican?”, se pregunta. “Hoy, en el agregado de las importaciones de la economía, tenemos importaciones superiores a las de 2019 pero las importaciones en el sector de indumentaria todavía estan 10 o 15 por ciento abajo, y eso que hay un nivel de actividad mayor”, puntualiza. “El 80 por ciento de ese régimen promoción industrial se da en el sector de electrónica”, aclara. “Ell régimen de promoción industrial, en términos fiscales, representa un 0,35% del PBI”, alerta. “La ciudadanía en general no está recibiendo beneficios por ese régimen; está recibiendo un costo que es el de la ineficiencia de ese sector que carga sobre los consumidores con precios más altos”, continúa.
“El Estado podría pagar toda la masa salarial de los trabajadores del régimen de Tierra del Fuego con menos del 20 por ciento del costo total que hoy le implica”, sintetiza. “Las relaciones entre ciertos empresarios y la política explica en cierta medida la perdurabilidad de este tipo de regímenes”, observa. “Más allá de esos vínculos, hay diferencias notables entre la forma en que cada gobierno, el kirchnerista y el de Mauricio Macri, atendió al sector de electrónica de Tierra del Fuego”, diferencia y agrega: “El gobierno de Macri generó un menor nivel de proteccionismo en Tierra del Fuego”. “La Coalición Cívica propone una revisión integral de todos los regímenes especiales”, dice. “Debemos ir hacia mayor economía de mercado y menos economía corporativista”, reflexiona. “Hay actividades que tienen un potencial enorme pero que están están sin explotar por lo sobrecostos que le implica este mecanismo de protección a otros sectores”, piensa. “Chile exporta hoy más de dos veces y media la cantidad de vinos que exporta la Argentina”, compara. “Sumando toda su exportación de frutas, desde cítricos, frutillas, ciruelas, peras, manzanas, la fruta que se te ocurra, la Argentina exporta menos que lo que Chile exporta con una sola fruta”, se alarma.
El economista Matías Surt estuvo en La Repregunta. Surt es director y economista Jefe de Invecq Consultora Económica. Es economista por la Universidad de Buenos Aires (UBA), donde es profesor de Crecimiento Económico, y Máster en Economía en la Universidad del CEMA, donde es profesor de Macroeconomía. Surt es una economista de consulta obligada para la Coalición Cívica.
¿Por qué en la Argentina el precio de la ropa no deja de subir desde fines de 2019 cuando en el resto de la región, no para de bajar? ¿Por qué las computadoras son más caras en la Argentina? Matriz productiva y “sustitución de importaciones”. ¿Protección industrial virtuosa o capitalismo de amigos? Surt analizó estos temas. Aquí, la entrevista completa.
¿Por qué en Chile y la región baja el precio de la ropa pero en la Argentina sube desde 2019?
-Comparado con cuarenta países, incluido algunos países de la región como Chile, el precio relativo de la indumentaria en la Argentina se disparó a fines de 2019 y no deja de crecer. En esos países, al contrario, los precios de la ropa paran de caer desde 2016. ¿Por qué se produce esto?
-Sí, efectivamente. Eso se comprueba cuando analizamos los cambios de precios relativos a partir de una serie larga de datos. Con cambios en los precios relativos nos referimos a algunos productos o servicios en particular cuya evolución de precios a lo largo del tiempo se desacopla respecto del promedio de los precios y, por ejemplo, sube por encima de ese promedio. También puede haber casos de precios relativos a la baja, es decir, precios que evolucionan a lo largo del tiempo por debajo del promedio porque, por ejemplo, están controlados.
-Las tarifas de energía, por ejemplo.
-Sí, es el caso de las tarifas. También puede haber precios relativos que caen por debajo del promedio por cuestiones puramente técnicas, por ejemplo, una evolución en la tecnología y en los costos de producción que abarata el precio, como sucede en términos internacionales con un montón de productos. En la Argentina, en general, no vemos el mismo comportamiento. En el caso de la indumentaria en nuestro país, hay dos períodos bien diferenciados. Entre 2016 y 2019, la indumentaria se abarató en términos relativos, en línea con lo que pasaba en el mundo. En ese período, en el mundo, el precio de la ropa cayó un 12% y en la Argentina cayó un 20%, incluso cayó un poco más que en el resto del mundo.
-Es decir que el precio promedio de la ropa cayó más en la Argentina que en el mundo: una caída del 20 por ciento entre 2016 y 2019.
-Sí. Eso se debe a decisiones que se tomaron en ese momento. La Argentina venía muy rezagada respecto de la tendencia mundial después de muchos años de intervención comercial, de proteccionismo, de altos aranceles y de desorden de precios relativos. Se tuvo que empezar a acomodar. Muchos precios atrasados se tuvieron que adelantar. Eso contribuyó a mayor abaratamiento respecto del resto de los precios. Ahora, a partir de fines de 2019 se da el otro período bien diferenciado. Coincide con un cambio importante en la política comercial de la Argentina. Se restablecieron las licencias no automáticas para muchas partidas arancelarias, o sea, volvieron los permisos de importación que hay que solicitar al ministerio de Producción o a la Secretaría de Comercio. Además, hay intervenciones directas sobre los mecanismos para poder importar como es el cepo cambiario o lo difícil que es acceder a las divisas. Se empezó a observar un cambio de tendencia: a través de una reducción de la competencia en algunos sectores, los precios de esos sectores, que habían venido cayendo en relación al promedio, se empezaron a encarecer. Desde fines de 2019 y hasta hoy, tenemos la situación inversa a la que se dio entre 2016 y 2019: en el mundo, se siguieron abaratando los precios de la indumentaria en un 15% más pero en Argentina se encarecieron hasta llegar a un 42 o 43% de suba hace unos meses. Hoy están un 40% más caros porque algo se corrigió en los últimos meses. El quiebre claro en la tendencia de precios relativos de estos productos está muy asociado a las políticas comerciales, al nivel de protección que se le otorga a algunos sectores y, consecuentemente, al nivel de competencia que los productores en la Argentina encuentran una vez que llegan al mercado.
El kirchnerismo y la sustitución de importaciones
-En el caso de Chile, un país con el que la Argentina se compara y el kirchnerismo suele condenar, ¿cómo es la política comercial de Chile en relación al sector indumentaria? ¿Qué datos interesantes surgen como para explicar que la caída de los precios de la indumentaria se venga sosteniendo históricamente?
-Más allá de Chile, esa situación es un factor común en la región y muy diferente comparado con la lógica de la Argentina. Chile es la comparación que siempre nos gusta hacer porque es uno de los países más abierto al comercio internacional, sino el más abierto en la región. Pero países como Perú, Colombia, Paraguay, Uruguay, aunque con una economía un poco más cerrada, comparten ese mismo factor. En cambio, la Argentina y Brasil son los dos países más cerrados de la región, y particularmente la Argentina, dependiendo de las métricas que usemos. Chile y esos otros países tienen una política comercial que permite el acoplamiento de los precios internos respecto de los precios internacionales. No hay demasiados instrumentos que generen esa especie de disociación entre lo que es la evolución de los precios relativos en la economía global respecto de lo que son los precios relativos en su propio país.
-¿Su planteo es que esa disociación se da cuando el Estado interviene y distorsiona los precios?
-Exactamente. ¿A través de qué mecanismos? De cualquier mecanismo que pueda reducir o limitar la competencia que sí existe en el resto del mundo pero que es reducida fronteras hacia adentro. Lo que observamos es que a mayor nivel de protección o de dificultad para relacionarse con el resto del mundo, mayor tendencia a esta divergencia entre la evolución de los precios del resto del mundo y la evolución de los precios en un país en particular. En Chile, hay reducción en el precio de indumentaria en los últimos años. También en Colombia, Uruguay y Paraguay y en casi todos los países del mundo. Si hacemos un análisis un poco más largo, la tendencia de la región en promedio es acompañar la tendencia global. Y no es lo que pasa en la Argentina.
-En la Argentina hay un debate muy sostenido por el kirchnerismo en torno a una concepción de la matriz productiva argentina: la sustitución de importaciones. Es decir, que toda la productividad argentina podría ganar en cantidad de empleos generados y en beneficios para los trabajadores si se producen los bienes aquí en lugar de importarlos. ¿Cómo el impacta en Chile en términos de empleo, por ejemplo, la decisión de no sustituir importaciones y de competir globalmente?
-Me parece un tema muy relevante porque está instalada la idea de que el proteccionismo tiene beneficios, aumentar el empleo, los niveles salariales internos, el bienestar…
-O aumentar la inversión y abrir más fábricas.
-Exactamente. La idea es que permite todo eso como si no tuviera ningún costo asociado. Ése es el típico error que se comete cuando se analiza la economía con lo que economistas llamamos “equilibrios parciales”: miramos un sector y evaluamos que una medida a este sector le permitió aumentar la producción, el empleo y los salarios o la inversión. Pero cuando uno analiza el equilibrio general, se da cuenta de que, obviamente, el sistema económico es un sistema de interrelaciones permanentes: lo que produce un sector es lo que va a consumir otro sector, ya sean consumidores finales o empresas como insumos. Los precios de la indumentaria tienen efecto directo sobre los consumidores. Hay otros casos de bienes de capital, de bienes intermedios y de insumos industriales muy difundidos para la industria alimenticia o para otros productos que le generan sobrecostos a otras empresas en ese intercambio permanente. Al analizar un sector solo, quizás no estemos viendo la foto completa: el empleo que estamos generando en este sector lo estamos sacando de otro sector que pasa a estar subdesarrollado respecto a lo sobredimensionado que está el primero. Cuando analizamos a la Argentina versus Chile, no encontramos que haya una diferencia significativa en el nivel de empleo industrial. La Argentina y Chile tienen, para sorpresa de muchos, un porcentaje de empleo industrial muy similar.
-Interesante: con dos lógicas completamente opuestas, una completamente abierta a la competencia global y otra muy proteccionista, el resultado es el mismo en empleo industrial.
-Exactamente.
-Ahora, ¿cuál política resulta más positiva? Por lo que usted señala, son similares en empleo generado pero mientras Chile, abierto al mundo, tiene mejores precios para los consumidores, la Argentina, cerrada y proteccionista, tiene peores precios.
-Sí porque el análisis de equilibrios parciales y de beneficios particulares a algunos sectores no ve que, en esa interacción permanente, la economía va perdiendo productividad: lo que es un beneficio para uno, es un sobrecosto para el otro. Cuando el análisis se hace en términos de la macroeconomía, todo el sistema que podemos llamar proteccionista o mercado internista, o como vos decías, de sustitución de importaciones…
-O capitalismo de amigos, en su peor versión.
-Ese proteccionismo genera, en términos agregados, que el sistema productivo de la Argentina esté funcionando a la inversa de sus ventajas competitivas.
-¿Cómo es eso?
-La Argentina tiene un sistema institucional de regulaciones y de incentivos que operan al revés de lo que, en términos más liberales, podríamos decir la naturaleza indica que nos debemos especializar. Con “la naturaleza” no me estoy refiriendo solo a dotación de recursos naturales. También me refiero a lo que ha ocurrido con el sistema educativo en los últimos años y con la capacidad del capital humano argentino. Somos buenos para producir A, B y C pero los incentivos nos dicen que tenemos que producir F y G. Ese choque entre, por un lado, lo que tenemos para dar, en lo que somos buenos y en lo que nos podemos especializar y donde podríamos ganar competitividad, y, por el otro lado, dónde están puestas las señales de inversión y de producción, hace que la Argentina tenga una caída persistente en su nivel de productividad en términos promedios. Asociado a eso, se da una caída en los niveles de ingreso per cápita o de salarios reales. En el largo plazo, no hay forma de sostener salarios reales altos si no tenemos productividad creciente.
El rol del Estado versus los intereses sectoriales
-Alguien del sector textil, sus trabajadores, sindicalistas o sus empresarios le dirían que lo entienden pero que ellos miran su sector y quieren que el Estado lo proteja para que crezca y se consolide. ¿En Chile, esa política aperturista y de competencia global ha impactado sobre el sector textil? ¿Está subdesarrollado?
-En ese punto, habría que hacer un análisis histórico de qué nivel de desarrollo ha llegado a tener cada tipo de sector en los distintos países. Si en un país hay un sector que nunca llegó a desarrollarse, seguramente va a enfrentar menos resistencia ante un movimiento de apertura comercial o de aumento de la competencia. En cambio, si ese sector, por haber vivido bajo un mecanismo de protección durante mucho tiempo, ha tomado una dimensión que hoy lo hace relevante y que por esa misma relevancia tiene capacidad de presión sobre la política pública mucho mayor, habrá más resistencia. Es entendible. No quiero que lo que digo parezca una una visión anti empresaria. El rol de organizar la política económica, tanto en términos macroeconómicos como de incentivos sectoriales y regulatorio, es una responsabilidad casi exclusiva del Estado. Por tendencia propia y natural, los sectores van a tender a presionar para obtener un beneficio; el que tiene que poner los límites y mantener la autonomía es el Estado.
-Lograr el balance que beneficie a todos es tarea del Estado.
-El Estado tiene el rol de alcanzar el equilibrio o la maximización del bienestar social en términos agregados. En la práctica, esa autonomía no se ve. Lo que vemos, en cambio, es una penetración entre los intereses sectoriales y los intereses estatales. Eso se da incluso con algunas decisiones de regulación de determinados sectores que son tomados por funcionarios que vienen directamente de esos sectores productivos. Llegan a esos cargos no porque tengan un buen conocimiento del sector y lleguen con el objetivo de hacer lo mejor para que crezca sino que asumen esa función, directamente, para cuidar y proteger algunos incentivos específicos que benefician a ese sector en particular. Una aclaración más: no digo que personas que han estado en el sector privado no puedan estar en el sector público. Al contrario, eso implica un enriquecimiento para el Estado porque muchas veces el sector público está alejado de la realidad de los sectores productivos, no conoce cómo funcionan las empresas, cómo funciona la economía. Pero hay una contradicción cuando uno escucha a los representantes de algunos sectores que plantean que sus problemas son las regulaciones laborales, la alta carga tributaria, lo que solemos resumir como “el costo argentino”.
-Esos son los argumentos que se escuchan desde el sector textil cuando se empezaron a conocer estas brechas tan particulares de la indumentaria comparado con alimentos en términos de inflación: en el sector de indumentaria hoy la inflación interanual es del 118 por ciento mientras que en alimentos es del 102 por ciento. El argumento del sector es que está más castigados en términos impositivos, por ejemplo, o en términos de costos laborales. ¿Esto no es así?
-No es así. En primer lugar, la carga tributaria y las regulaciones laborales son relativamente homogéneas para toda la economía. Es cierto que existe un sobrecosto argentino: toda esta interacción de intereses y de regulaciones hace que la Argentina sea un país con baja productividad y con mayores costos para producir. Pero eso afecta a todos los sectores por igual. Incluso te diría que afecta más a otros sectores que al sector textil, como los sectores exportadores del agro o de la energía. Esos sectores han sufrido, además de la presión tributaria típica de toda la economía, un nivel de retenciones, de derechos de exportación, que casi no existe en ningún otro país del mundo. Pero aún si ese fuera un argumento razonable respecto del sector de indumentaria, llama la atención que cuando el sector tiene la posibilidad de contar con un representante en el gobierno, ese representante se pone a tomar decisiones de qué ingresa y qué no ingresa del resto del mundo y no a trabajar en el ministerio de Economía para hacer una reforma tributaria y una reforma laboral. O sea, si esos son los problemas del sector, si el costo argentino es el problema del sector, ¿por qué, en cambio, se dedican a regular la competencia internacional y no apuntan a destrabar el verdadero problema que ellos identifican?
-¿Las importaciones cayeron significativamente solo en el sector de indumentaria? ¿Cómo fueron afectadas comparadas con la economía en general?
-Desde principios o mediados de 2018, con la crisis cambiaria, el sudden stop y la sequía, cuando la Argentina se quedó sin financiamiento, hubo un ajuste del tipo de cambio, del precio del dólar. En gran medida, todas la balanza comercial ajustó y se dio una reducción de las importaciones. Pero entre ese momento y fines de 2019, la caída de importación de indumentaria era vis a vis con la caída agregada de las importaciones.
-Todo caía por una cuestión macroeconómica, el tipo de cambio.
-Exactamente. En 2020, con la pandemia, se dio un problema para el comercio internacional en general. Pero si sacamos el efecto de ese momento y miramos hacia adelante, se ve que volvieron algunos incentivos para que las importaciones vuelvan a crecer: se empezó a atrasar el tipo de cambio importador de nuevo por el control de cambios y la devaluación, que está siempre por debajo de la inflación, y porque después de la pandemia, el nivel de la actividad económica rebotó fuertemente. Eso hizo que todas las importaciones empezaran a recuperarse. Pero en las importaciones de indumentaria, no pasó en la misma magnitud. Y esa brecha entre importaciones totales e importaciones de indumentaria que fue amplia entre 2011 y 2015, que se había cerrado entre 2016 y 2019, se vuelve a abrir a partir de mediados de 2020 y hasta la actualidad. Hoy, en el agregado de las importaciones de la economía, tenemos importaciones superiores a las de 2019 pero las importaciones en el sector de indumentaria todavía están 10 o 15 por ciento abajo, y eso que hay un nivel de actividad mayor.
-Eso es un indicador de que los precios van a subir porque no hay competencia y el perjudicado es el consumidor.
-Exactamente.
¿Por qué las computadoras son más caras en la Argentina? Tierra del Fuego, ¿sustitución de importaciones o capitalismo de amigos?
-Hay otro sector, el de las computadoras y las tablets, que dispara polémicas parecidas. Esta semana se fijaron nuevos aranceles a la importación de esos bienes tan centrales para la vida laboral y para la productividad de muchísimos argentinos. ¿La lógica de estos sectores protegidos en Tierra del Fuego es la misma lógica que condiciona los precios del sector de indumentaria? ¿Hay aranceles y, además, beneficios impositivos que estén recargando los precios de la producción nacional? Porque el primer efecto de los nuevos aranceles fue la suba del precios de computadoras y notebooks entre el 35 y el 80 por ciento, de acuerdo con información que publicó La Nación.
-En ese caso, hay varios temas superpuestos. En primer lugar, está el régimen de promoción industrial de Tierra del Fuego. El 80 por ciento de ese régimen promoción industrial se da en el sector de electrónica. En ese sector, se combinan dos cosas. Por un lado, la protección arancelaria, es decir, poner dificultades para importar, y por el otro, un régimen de desgravación impositiva y de subsidios directos a través de impuestos. Hoy es el régimen de promoción industrial más caro que tiene la Argentina: en términos fiscales, representa un 0,35% del PBI.
-¿Es por no percibir IVA y ganancias?
-Por IVA, ganancias, por tener una alícuota reducida de los impuestos internos que gravan a los importados respecto de los nacionales. Si ese régimen se comportase de forma normal respecto del resto de la economía, se estaría recaudando un 0,35% más por impuestos.
-La Argentina, el Estado, los ciudadanos estamos dejando de recibir el 0.35% del PBI por no cobrarle esos impuestos a ese sector protegido de electrónica en Tierra del Fuego. ¿Qué beneficios está recibiendo la ciudadanía en general y la Argentina por no cobrar esos impuestos?
-La ciudadanía en general no está recibiendo beneficios; está recibiendo un costo que es el de la ineficiencia de ese sector que, además de contar con todos esos beneficios, carga sobre los consumidores con precios más altos en relación a los precios vigentes en el resto del mundo.
-¿Pero hay más trabajadores y cobran mejor en ese sector?
-Sí, por supuesto. Por un lado, en términos generales, hay un costo para todos. Por el otro, si uno hace un análisis de equilibrio parcial, en Tierra del Fuego hay 10 mil personas que trabajan en el sector de electrónica.
-¿Ha crecido ese stock de empleados? ¿Aumentó el empleo en el sector?
-Creció desde inicios de los 2000 hasta 2012, 2013, cuando llegó un máximo de 15 mil puestos de trabajo según datos de la secretaría de Industria de la Provincia. Cuando se dio la reducción de aranceles para las notebooks en 2017, el empleo bajó de 15 mil a unos 8mil o 9mil y ahora está en 10 mil. Es decir, hubo un momento en que el sector creció mucho en términos de empleo, se redujo en el último tiempo, cuando se intentó abrir la competencia y empezar a reducir las distorsiones que ese sector generaba, y hoy, con la reversión de esas reformas, estamos volviendo a identificar un crecimiento en el empleo.
-¿Y los salarios son buenos?
-Sí, en términos generales, los salarios de Tierra del Fuego y de la Patagonia son más altos que el promedio nacional. Ahí hay un tema importante. Muchas veces se habla de los mayores costos que existen por vivir en zonas como la Patagonia. Ahora, cuando uno analiza la tasa de pobreza o la tasa de indigencia o distintos indicadores de desarrollo social y de ingresos per cápita, que implicar cruzar el costo de vivir ahí con los ingresos, encontramos que el propio mercado le encontró una solución a eso porque la tasa de pobreza en toda la Patagonia es menor que en el promedio nacional.
-¿Por que el mercado le puso otro precio al trabajo en esos lugares?
-Le puso otro precio al salario. Primero, porque hay un incentivo a atraer con mejores salarios a los trabajadores que escasean en ese territorio comprado con otras provincias de la Argentina. Entonces, en términos generales, los salarios en Tierra del Fuego son considerablemente más altos que en el promedio nacional. Pero hay un tema muy relevante: sostener este régimen le cuesta al Estado, en términos de recursos que no recibe, 0,35 puntos del PBI. Cuando uno analiza cuántos trabajadores se desempeñan en ese sector, cuál es el salario bruto promedio, con aguinaldos y todo, y miramos la masa salarial, lo que encontramos es que el Estado podría pagar toda la masa salarial de esos trabajadores con menos del 20 por ciento del costo total que hoy le implica, que es esa caída en la recaudación equivalente al 0,35 por ciento del PBI.
-No entiendo eso. ¿Cómo es el cálculo?
-Sostener el régimen nos cuesta 100.
-Que representa el 0,35 del PBI.
-La masa salarial de todos los trabajadores que se desempeñan en el sector es 20.
-Entiendo. El Estado está regalando 80 puntos a las empresas del régimen de Tierra del Fuego. Podría darle beneficios impositivos para cubrir 20, para salarios, pero por qué darle 80, que se lo llevan los empresarios.
-Exactamente. Se lo llevan en una mezcla de sobrecostos, de ineficiencias de fletes desde los puertos hasta Tierra del Fuego.
-Mientras se castiga a toda la ciudadanía con los precios de las computadoras.
-Exactamente. Y también hay beneficios a los empresarios, claramente, particularmente a dos empresas muy grandes.
-¿Cuáles son?
-Newsan y Mirgor.
-Mirgor, vinculada a Nicolás Caputo.
-Y (Rubén) Cherñajovsky con la otra empresa.
-Dos empresarios, uno cercano al kirchnerismo y otro, cercano al entonces presidente Mauricio Macri. ¿Esas cercanías dicen algo de la lógica de este proteccionismo industrial que genera tantos efectos colaterales muy emblemáticos para caracterizar la economía argentina e, incluso, negativos? En el sector textil y de indumentaria también hay empresarios muy cercanos al oficialismo actual, por ejemplo.
-Sí, si uno hiciera un análisis de economía política, no podría dejar de tener en cuenta este tipo de relaciones para explicar en cierta medida la perdurabilidad de este tipo de regímenes. Ahora, más allá de los vínculos que puedan tener algunos empresarios, la política hacia esos sectores no fue la misma durante los gobiernos del kirchnerismo y el gobierno de Mauricio Macri.
-¿Es decir que la cercanía de Macri con Caputo no benefició particularmente a ese sector?
-Al menos podríamos asegurar que tuvo menos incidencia. Hubo reducción de aranceles a notebooks que generaron caída en la producción de Tierra del Fuego. Hubo una reforma tributaria para ir hacia una convergencia gradual de los impuestos internos que se cobraban sobre un electrodoméstico ensamblado en territorio nacional respecto de un electrodoméstico importado. En términos generales, esas dos medidas en conjunto sumado al desarme de algunas licencias no automáticas y la facilitación general del comercio, generó un menor nivel de protección al régimen de Tierra del Fuego entre 2016 y 2019 comparado con la etapa previa y respecto de la etapa actual. Entonces, más allá de las cercanías, hay diferencias notables entre la forma en que cada gobierno atendió al sector.
¿Por qué Chile sólo con las cerezas duplica las exportaciones de todas las frutas argentinas?
-De aquí para adelante, es un tema delicado el terminar con esos regímenes especiales en distintas regiones del país, porque el de Tierra del Fuego no es el único, para lograr una lógica comercial racional, libre de licencias no automáticas que siempre implica negociaciones personales y discrecionales: hay investigaciones periodísticas que indican que podría haber pago indebidos para obtenerlas. ¿Cuál es el debate que se está dando dentro de Juntos por el Cambio y la postura de la Coalición Cívica en relación a la posibilidad de desmantelar o de volver a pensar esos regímenes?
-En términos generales, la Coalición Cívica está proponiendo, tanto como debate hacia hacia la agenda pública como hacia el interior de la de la coalición, una revisión integral de todos los regímenes especiales. La idea es que debemos ir hacia mayor economía de mercado y menos economía corporativista, de intereses particulares que penetran en las decisiones de regulación de determinados sectores, y que generan, como planteaba, ventajas para algunos pero desventajas para todos los consumidores y para otros sectores. En la Argentina, hay un tema persistente, con un concepto que casi no se menciona en otros países del mundo: la famosa restricción externa, el problema que tiene la Argentina para generar dólares, es decir, para poder exportar. Podemos debatir si el problema está en que no podemos generar dólares o si esos dólares se nos van por la inseguridad jurídica, por las tasas reales negativas, por la intervención del Estado, por un montón de cosas. Pero hay una realidad: si nos focalizamos únicamente en la capacidad exportadora de la Argentina y se analizan las cadenas de valor individualmente, encontramos actividades que tienen un potencial enorme pero que están están sin explotar por lo sobrecostos que le implica este mecanismo de protección a otros sectores. La Argentina podría estar exportando muchísimos más alimentos elaborados de los que exporta. Pero los productores de alimentos se topan con un precio monopólico para el envase de vidrio, de hojalata, de cartón tipo tetra brik. Chile exporta hoy más de dos veces y media la cantidad de vinos que exporta la Argentina. En el complejo frutícola, solo la exportación de cerezas de Chile es mayor que toda la exportación de todas las frutas de la Argentina. Sumando toda su exportación de frutas, desde cítricos, frutillas, ciruelas, peras, manzanas, la fruta que se te ocurra, la Argentina exporta menos que lo que Chile exporta con una sola fruta.
-En el sector de economía del conocimiento, el ministro Sergio Massa esperaba para este año exportaciones por 10 mil millones de dólares pero en realidad, el resultado neto representan solo unos 2 mil millones de dólares. ¿Esa diferencia tiene algo que ver con estas políticas restrictivas, por ejemplo, el precio de las computadoras?
-Si lo que se está analizando es únicamente la balanza comercial de servicios basados en el conocimiento, podríamos pensar es que encarecer los insumos para prestar servicios desde la Argentina va a contraer la exportación. No tiene tanto que ver con el balance general porque, dentro de los llamados “servicios basados en el conocimiento”, hay actividades muy diferentes. La Argentina puede especializarse, ser mejor y exportar en condiciones competitivas algún tipo específico de servicio basado en el conocimiento mientras que otros los vamos a seguir importando. Más allá de cómo se esté dando la balanza particular, las regulaciones inciden sobre la capacidad de ser competitivo en términos globales y de poder exportar al resto del mundo.
Una mirada integral a la economía
▪ Formación. Economista por la Universidad de Buenos Aires (UBA); máster en Economía por la Universidad del CEMA.
▪ Docencia. Profesor de Crecimiento Económico en la Universidad de Buenos Aires; profesor de Macroeconomía en la Universidad del CEMA.
▪ Carrera profesional. Actualmente trabaja como director y economista jefe de Invecq Consultora Económica.