La Repregunta. “Martín Rapetti: “El desafío del próximo gobierno va a ser mostrar resultados rápidos; la política económica tendrá que ser de shock”
El economista, que fue director ejecutivo de Cippec, considera que la crisis inflacionaria solo se podrá superar a través de medidas estructurales y un gran acuerdo entre distintos sectores, capaz de impulsar tanto el equilibrio macroeconómico como el social
“Los planes de estabilización para bajar la inflación requieren poder político y este gobierno está en una situación de debilidad”, afirma. “El error económico del gobierno de Macri fue no haber ampliado la coalición hacia el centro”, plantea. “El Estado hace años que pelea con el tema de la grieta que es el principal obstáculo del desarrollo económico de la Argentina. Cuando un inversor o una empresa quiere desarrollar un plan en Argentina y hundir recursos, necesita tener un horizonte. Ese horizonte te lo da no la certeza pero sí la firme convicción de que las pautas de esta economía se van a mantener durante un tiempo”, argumenta. “El control de precios no es la nave insignia de la lucha contra la inflación. Para bajar la inflación se necesita un plan de estabilización”, sostiene. “El próximo gobierno va a tener el desafío de mostrar resultados rápido”, dice. “Macri ganó 2017 habiendo subido las tarifas. Y Cristina Kirchner perdió en 2015 pisando tarifas. Sin duda hay un costo social y político asociado a subir tarifas. Electoralmente no es redituable. Ahora, no tengo tan claro que no podés subir tarifas porque sea inviable electoralmente”, analiza. “El gran dilema de la Argentina es que no tiene la productividad suficiente para financiar las demandas sociales”, reflexiona.
El economista Martín Rapetti estuvo en La Repregunta. Rapetti es economista por la UBA y doctor en Economía por la Universidad de Massachusetts. Es director ejecutivo y cofundador, junto con su colega Diego Bossio, ex director de la Anses, y otros economistas, de la consultora Equilibra. Ha sido director de Desarrollo Económico de Cippec.
Aquí, la entrevista completa.
-Un informe económico de su consultora de principios de marzo planteaba este análisis: “El acuerdo con el FMI busca maximizar la corrección de los desequilibrios macroeconómicos ajustándose a las restricciones que impone la resistencia política de una porción de la coalición gobernante. Sin embargo, se basa en un contexto global que ya no existe, la invasión rusa a Ucrania lo trastocó todo”. El título del informe era “¿Un programa que nace muerto?”. Si la respuesta es que sí, que nació muerto, ¿es por las condiciones externas o, en realidad, por las condiciones de la interna del Frente de Todos, tal como se manifestaron en el Congreso, con la oposición al acuerdo?
-El acuerdo tal como se hizo nació moderado en sus ambiciones producto de estas internas. Hay un conjunto importante de economistas y de la sociedad en general que vemos que Argentina necesita cambios estructurales en muchas esferas. Argentina necesita cambios sustantivos. El programa se acordó con modestia, con la idea de ordenar un poco las variables macro, ir a un sendero muy suave de correcciones y no tocar nada sustantivo de lo estructural porque la resistencia política sería todavía mayor. Hay diferencias muy importantes dentro del gobierno. La fracción más vinculada a Cristina Kirchner, que tiene una dosis de poder visiblemente más amplia que la del presidente, se opone a cambios importantes. Más aún, se opone a toda la idea de que el FMI esté metido en la vida económica de la Argentina. Eso es lo que limitó la posibilidad de hacer algo un poco más ambicioso.
El acuerdo con el FMI. Entre la crisis política y la guerra
-Eso se agravó. Porque el informe es previo al acuerdo y al modo en que se explicitó esa interna con el voto negativo, no ya abstención, de trece Senadores del Frente de Todos.
-La limitación política lo hizo modesto. El contexto internacional lo mató. Es el asesino del programa en el sentido de que la invasión rusa a Ucrania generó un shock estanflacionario. Significa que hay un conjunto de cosas cuyo precio aumenta, alimentos y energía. Cuando pasa eso, nuestro ingreso cae; todos nos volvemos más pobres, salvo el que produce alimentos y energía. Todos los demás tenemos que restringir una parte de nuestro gasto para seguir pagando algo que ahora sale más caro. El shock de precios, hace subir los precios, es inflacionario y lo que estanca, lo que debilita la demanda es que tenés menos plata para gastar en lo otro, entonces eso contrae. Esto le pasa a todo el mundo y le pasó a la Argentina. Pero en la Argentina ese proceso se monta sobre otro elemento estanflacionario que es el acuerdo con el FMI. El acuerdo dice que hay que ajustar las tarifas, entre otras cosas, muy suavemente pero hay que ajustarlas. También, algo del tipo del cambio y algo de gasto. Ahí tenés otro elemento que también aceleraría la inflación: el tipo de cambio y las tarifas se van a mover más rápido que el año pasado, va a haber un aceleramiento de la inflación. Ahí está esa conjunción de dos elementos estanflacionarios.
-Está claro que el precio de los commodities impacta directamente pero además pareciera que la motivación política de la vicepresidenta es sumar más obstáculos, por ejemplo, con esa idea de crear un fondo a partir de una recaudación impositiva sobre activos no declarados en el exterior: como si se resistiera a avanzar con la meta del equilibrio macroeconómico y prefiere apostar a la imposición sobre los ricos que fugan el dinero, según la matriz conceptual del kirchnerismo. Porque si hubiera un gobierno que, a pesar de este contexto internacional, se plantea corregir los equilibrios macroeconómicos, sería otra cosa.
-Eso me parece que es más bien fuego de artificios para la discusión política. Mostrar que quieren hacer una cosa alternativa para lidiar con el problema de la deuda con el fondo. Para que esa iniciativa prospere, EE.UU. debería ceder un montón de información de secreto bancario de quienes tienen depositado dinero o recursos en EE.UU., cosa que no veo que EE.UU. de ningún modo esté dispuesto a hacer. Es una propuesta que no va a despegar pero sí tiene una significación política: mostrar una alternativa para que paguen otros el costo de la deuda. Tiene una significación política, no una viabilidad concreta. Por otra parte, hay un tema que es importante que tengamos todos en la cabeza: ciertamente lo que señalás de las tarifas tiene una dimensión fiscal. Cuando uno retrasa las tarifas, alguien pone la plata y ese es el Estado.
-Los famosos subsidios.
-Exacto. Eso ocurre pero también hay un problema de eficiencia del servicio, de la inversión. Se daña la capacidad de expansión y de inversión en un sector que es clave en cualquier economía.
La matriz económica del kirchnerismo. ¿El callejón sin salida?
-Dentro de su consultora, uno de sus principales socios es Diego Bossio, que estuvo al frente del Anses entre 2008 y 2015. Es un hombre que conoce al justicialismo y al kirchnerismo.
-Se define como justicialista.
-Se define como justicialista y ha estado en un puesto clave, en una de las cajas centrales del Estado durante el kirchnerismo. Entiendo que el hecho de trabajar juntos le permite a usted una mejor comprensión de los argumentos del kirchnerismo. Porque surge una pregunta en torno a la matriz conceptual económica que maneja el kirchnerismo, que plantea controles de precios, que insiste una multicausalidad de la inflación pero no se preocupa por la emisión como la principal causa sino que cree en los controles de precio, en que hay especuladores que serían capaces de subir los precios hasta llegar a una inflación del 50 y pico por ciento. Además, el control de las exportaciones, las retenciones, el cepo a ciertas exportaciones. Una matriz conceptual como ésa, ¿puede sacar a la Argentina de la crisis?
-Vos lo trajiste a Diego…
-Se lo planteo porque los economistas pueden estar muy en la vereda de enfrente de la lógica del gobierno pero en su caso, en su trabajo diario, usted tiene la oportunidad de conversar con alguien que conoce el kirchnerismo desde adentro. ¿Esa matriz conceptual se plantea como una salida verdadera o es todo fulbito para la tribuna, como usted planteaba en relación al fondo de los activos no declarados por los más ricos?
-No quiero hablar por Diego.
-No es la idea.
-El es una persona muy valiosa para entrevistar. Más allá de eso, me gustaría hablar más del cristinismo que del kirchnerismo porque no creo que muchos de los funcionarios económicos del gobierno, como el ministro de Economía Martín Guzman, o Matías Kulfas o Cecilia Todesca o mucha otra gente que está ahí piense de esta manera. Me parece que piensan de manera completamente distinta. Pero este gobierno y esta coalición tiene un problema de origen: que es que quien tiene que ejercer la primera magistratura no es quien lidera ese espacio. En realidad no hay liderazgo. Ciertamente la vicepresidenta tiene mayor poder pero no tiene liderazgo para decir vamos por acá. Lo que sí parecería tener es capacidad de veto.
-O de obstaculizar.
-Me planteás una pregunta complicadísima. ¿Cuál es la racionalidad que se esconde detrás de esto? Y la verdad yo veo, producto de esta configuración política, poder fragmentado, decisiones que se van haciendo de forma espasmódica y desarticulada y que no tiene una mirada. ¿Es la política o la economía? Es la política, estúpido, de acá a la China pero también hay que reconocer que a este gobierno y cualquier gobierno contemporaneo le ha tocado lidear con dos situaicones muy complejas, el Covid y la guerra. Es una situación muy compleja a la que se suma este gran problema de origen político.
Alberto Fernández, ¿desperdició el legado de Cambiemos? ¿Qué legado?
-Hay una lectura que viene desde el lado de algunos sectores de Juntos por el Cambio, que dice que el gobierno de Cambiemos le dejó a esta gestión una serie de correcciones muy importantes como un Banco Central con reservas, tarifas ya corregidas, entre otras variables. Y que el gobierno de Alberto Fernández las desaprovechó. ¿Coincide en eso, que más allá de la pandemia y de la guerra, hubo un desaprovechamiento cayendo en la emisión monetaria, por ejemplo?
-Coincido en que la crisis de dos años que tuvo Macri y que le limitó la posibilidad de reelegirse licuó mucho de los desequilibrios que tenía la macroeconomía con Macri, que a su vez venía también del gobierno de Cristina Kirchner que terminó en 2015. Esos desequilibrios en buena medida se corrigieron. Si me entrevistabas a principios de 2020, te habría dicho mirá, la verdad que la veo bien.
-Había una buena plataforma de despegue.
-Y el gobierno de Alberto Fernández había tomado medidas que potencialmente podían ser impopulares. Acá viene a escena el dictum de Guillermo Calvo, el famoso economista argentino, que dice que es mucho más fácil para el peronismo hacer ajustes que para otros gobiernos. Y efectivamente, el gobierno de Alberto Fernández, de una forma que no tuvo resistencia política, hizo una serie de correcciones antipáticas.
-¿Cuáles?
-Por ejemplo, cristalizó la pérdida de ingresos reales de los jubilados. Entonces, a principios de 2020, yo te habría dicho que veía chances de que la economía argentina despegue, aunque tenía que corregir algunos problemas como el tema de la deuda con los privados y luego con el FMI. Pero ahí hubo dos elementos, la pandemia que trastoca todo y un retardo en resolver el tema de la deuda. El problema de la deuda con el Fondo y con los privados se debería haber resuelto en el primer semestre de 2020. No se hizo.
La economía kirchnerista. ¿Cómo frenar la inflación?
-Usted plantea que no aplica a todo el kirchnerismo pero sí el cristinismo una matriz conceptual económica complicada para sacar a la Argentina de la crisis. ¿Podrías describir por qué un economista de su racionalidad ve complicada esa matriz?
-Primero, Schumpeter, un economista austríaco famoso, habla de visión. Los economistas transmiten una visión, una gran visión o grandes lineamientos de cómo funciona una economía. La matriz del cristinismo le da un peso mayor al Estado y eso condiciona expectativas de los agentes que tienen que tomar decisiones de inversión que de alguna manera los mal predispone. El mercado, los que tienen billeteras para invertir, no ven con ojos apetecibles la política económica. Tienen cierta renuencia a invertir en un país con gobiernos con esa mirada tan estatista.
-Pero “estatista” puede tener otros sentidos. Los países escandinavos tienen una fuerte presencia del Estado o un país como Canadá pero el sector privado es un sector muy desarrollado. En el caso del cristinismo, ¿se trata de un Estado que piensa más en su supervivencia que en generar un entorno de desarrollo económico?
-Yo soy de los economistas que cree en que el Estado cumple un rol muy importante en el desarrollo económico. Hay un montón de problemas, lo que los economistas llamamos “fallas del mercado”, que hace que se necesite la intervención del Estado. Cumple un rol muy importante como socio o agente que ayuda al sector privado a tomar decisiones que son más riesgosas, que requieren mayor certidumbre que el Estado, con muchas herramientas, es capaz de proveer. En la matriz cristinista, pero es una interpretación al ver cómo los colegas escriben o qué dicen, creen que el Estado tiene que tener un rol más activo en la producción directamente. Por ejemplo, si hay un problema con la provisión de alimentos, entonces se plantean poner una empresa de alimentos justo en Argentina donde el sector privado es buenísimo produciendo alimentos y donde menos veo la necesidad de que aparezca una empresa testigo. En cada problema, la solución es que aparezca una intervención muy fuerte del Estado como corriendo al sector privado de esa decisión.
-Ya no regulando la cancha en el momento que se necesita…
-Sino poniendo jugadores.
-Sin el expertise o la solvencia necesaria para jugar en esos roles.
-Y después te diría cosas más concretas: inflación. Los economistas a veces queremos demostrar que manejamos una disciplina de consenso. Pero es muy disputada la teoría económica. Entonces, hay mucha gente que tiene diferentes miradas sobre el tema inflación. Hay gente que pone mucho el énfasis sobre el Banco Central, la emisión monetaria. El control monetario juega un rol muy importante en el proceso inflacionario pero no es claramente el único elemento que hay que mirar. Definitivamente, en lo que sí hay bastante acuerdo entre los economistas, aún en esta tierra de disensos, es que, en el mejor de los casos, los controles de precios sólo son un elemento coadyuvante de un gran programa de estabilización. Un elemento secundario: cumple un rol, ayuda pero definitivamente no es la nave insignia de la lucha contra la inflación. De ningún modo.
-¿La nave insignia sería sí la independencia del Banco Central?
-La nave insignia es un plan de estabilización. Es lo que necesitamos para bajar la inflación. Un plan de estabilización coordina un montón de elementos, la política monetaria, fiscal, la cambiaria y también sirven mucho las políticas de ingresos donde aparecen los acuerdos de precios y salarios, que juegan un rol, ayudan a coordinar. En Argentina todos estamos acostumbrados o adoptados a que la inflación es más o menos la que viene siendo. Entonces, lo central para bajar la inflación hay que quebrar fuertemente esa inercia. Y para eso tenés que tener un plan muy articulado y transmitirlo a todas las personas que tienen capacidad de poner un precio, como nosotros por ejemplo cuando discutimos el salario con nuestros empleadores, que el pasado no va a ser más la guía de lo que viene. Es un cambio estructural.
-Es decir, no tenemos que indexar todo en función del arrastre del pasado.
-Exacto. Y además de un elemento de coordinación, ahí aparece un elemento de disciplinamiento. En cualquier plan de estabilización siempre hay un elemento de disciplinamiento. Por ejemplo, en los famosos planes de estabilización de Reagan y Thatcher en EE.UU. e Inglaterra a principios de los años 80s, ¿cuál fue el elemento disciplinador? El desempleo. La recesión hace que los sindicatos y los trabajadores moderen las expectativas porque si no las moderan, ahí está el desempleo. La amenaza del desempleo modera las demandas. En planes de estabilización de economías más periféricas como las nuestras, el dólar juega como un elemento central estabilizador porque todos estamos viendo ese precio. Ése es el precio que tienen que parar; lo que llamamos el “ancla”. Si uno ve que el dólar para, el resto amortigua. Hay otro elemento de disciplina y lo vimos en la Convertibilidad, en el Plan Real y en varios planes de la región, que es fijar el tipo de cambio y abrir la economía. Entonces, el precio de lo internacional, el precio de lo importado le pone un techo al precio del que compite domésticamente. Si se pasa de ese precio, queda fuera de la cancha.
-Entonces, ahí el productor argentino no juega a subir tanto los precios.
-O queda fuera de la cancha, que es el lado dramático de los planes de estabilización.
-La Convertibilidad, por ejemplo, que impactó en el sector textil.
-El Plan de Martínez de Hoz y varios planes de estabilización en la región muestran que el sector transable, que es el que compite con los importados, se achicó producto de estos procesos. Es muy dilemático.
-Es muy delicado el ejercicio de ese disciplinamiento.
-Por eso es muy útil la coordinación de precios y salarios con acuerdos: es decir “vamos en esta dirección; cooperemos porque si no cooperas, está el elemento disciplinatorio. Y a veces la cooperación es difícil porque es muy difícil coordinarla. También es difícil porque cuántas veces se anunciaron planes de estabilización, se dice el viejo empresario, que entonces sube por las dudas porque además sus costos vienen subiendo. Por eso se necesita un plan muy integral. Eso, desde la parte técnica de la economía. Después viene la política.
El plan económico 2023. ¿Gradualismo o shock?
-¿Un plan integral es gradual o a esta altura de la Argentina, que está en una situación muy crítica, es un shock?
-Es una pregunta dificilísima la que me hacés. Me la hago todos los días y no tengo una respuesta. Voy a ensayar en vivo mis tribulaciones.
-2023, nuevo gobierno. ¿Cómo arranca: gradualismo o shock?
-En este año, no veo a este gobierno con capacidad de hacerlo. Este gobierno no puede encarar esto. Además creo que este año se va a acelerar la inflación por lo que hablábamos al comienzo. Si pensamos en 2023, vayamos a un clásico: ¿qué le decía Maquiavelo al Príncipe? “Haz el bien de a poco y el mal, de golpe”. Traduzcámoslo al presente: todos estos programas de política económica, si se extienden mucho en el tiempo sin mostrar resultados, generan fatiga. No tenés una ventana política larga.
-El gradualismo es un espejismo, en realidad.
-El gradualismo sirve si mientras vas corrigiendo, te acompaña los resultados económicos: la inflación por ahí baja un poco, el empleo y la actividad crecen. Vas corrigiendo los desequilibrios gradualmente. Macri tenía esa ventana. Mi crítica a la política económica de Macri no es tanto sobre la política fiscal, para la que creo que era correcto el gradualismo, sino sobre la política monetaria y financiera, es decir, cómo financiar ese déficit. El próximo gobierno no tiene la misma ventana y la misma condición que el gobierno de Macri.
-Porque la sociedad ya no se la da.
-Porque venimos de casi 12 años de estancamiento y de pérdida del poder adquisitivo, con una sociedad muy fatigada según lo muestran todas las encuestas. El desafío del próximo gobierno va a ser mostrar resultados rápidos. En ese sentido, en algunos elementos la política económica tiene que ser de shock. ¿En qué? No necesariamente en las medidas pero sí en mostrar rápido el camino, con sus secuencias y una dirección correcta. Hay que mostrar rápido ese camino. La otra cosa que sí el próximo gobierno va a tener que hacer es darle un golpe fuerte a la inflación. La inflación de Macri, 20 y pico, 30, 30 y pico %, la que heredaba, era una inflación que se podía bajar gradualmente. Ya con 60%, se puede, lleva mucho tiempo. Tenés que moverla con un golpazo a 25 o 30 % y de ahí, gradual. Tenés que mostrar un resultado rápido de inflación.
-¿Cómo se hace eso?
-Eso requiere un programa de estabilización que es muy complejo.
-Es decir, no hay otra vuelta que un programa de estabilización.
-No. Y además, como decía mi maestro Roberto Frenkel, la inflación no se baja en secreto. El Plan de Convertibilidad, el Plan Austral son planes que llaman la atención a la gente: se anuncia claramente que vamos a bajar la inflación.
-Se crea otra nueva realidad, otro contexto.
-Las chances de fallar son altas pero definitivamente no podés hacerlo en secreto. Implica dejar claro: vamos a hacer esto, está articulado de esta manera; dejamos de emitir por esto; el déficit fiscal lo vamos a ajustar de esta manera para no necesitar emisión monetaria; el tipo de cambio lo vamos a estabilizar de esta manera; tenemos las reservas; va a venir financiamiento. Eso es clave. Hay que enhebrar un programa muy complejo, convencer a los economistas. Uno lee la historia y ve el Plan de Convertibilidad pero en 1993 no era que todo el mundo decía ya está, ya está todo estabilizado. Es ganar una batalla. Pero definitivamente tiene que ser anunciado de golpe.
-Es fundacional.
-Hay un elemento fundacional, sí. Y algo parecido hay que hacer con el cepo. No digo eliminarlo de cuajo pero definitivamente no podés tener un plan que diga que va a eliminar el cepo en seis años.
-¿Es una mala señal para los inversores que se necesitan para mover la económica?
-Una economía con dos precios para un activo clave como el dólar no puede funcionar bien. Los controles, el cepo tienen razón de ser, funcionan en situaciones muy específicas como las grandes crisis en donde hay un gran pánico entonces la gente huye hacia el dólar y entonces el gobierno plantea, no, esperen, tranquilos: se pone un cepo para generar tranquilidad, orden y después, liberalizamos. Lo hizo el gobierno de Duhalde en la crisis. Hubo controles cambiarios. Se logró estabilizar y se fueron eliminando gradualmente.
-Hay mucha coincidencia entre los economistas que no están en el gobierno en la necesidad de un plan integral de contención de la inflación. ¿Es decir que lo que el gobierno está ensayando en el presente, buscando especuladores y control de precio no nos acerca ni ahí a esa meta?
-Muchos de mis colegas que están en el gobierno, si estuvieran acá, dirían lo mismo.
-¿Dirían que las políticas del gobierno no nos acercan?
-Lo que pasa es que hay restricciones políticas. Primero, esos economistas no tienen el joystick. Segundo, dadas las limitaciones políticas, dada esta situación de obstaculización permanente donde nada se puede resolver, el gobierno tiene que mostrar algo frente al problema inflacionaria que está entre las preocupaciones de la sociedad. ¿Qué tiene a mano?
-Son balas de fogueo en medio de una guerra.
-Sí, medidas transitorias. Vas al supermercado y el Precio Cuidado está pero no detiene la inflación. Desde Moreno hasta hoy venimos usando controles de precio y la inflación se ha acelerado. Definitivamente, si hay alguno que piensa que esa es la estrategia para combatir y erradicar la inflación, apuesto mi título profesional a que eso no va a ocurrir, a que eso no ocurre. Porque los planes de estabilización requieren poder político y este gobierno está en una situación de debilidad política.
El problema económico argentino, ¿la grieta?
-En relación al empleo, la promesa del Plan Argentina Productiva 2030 que lanzó esta semana el ministerio de Producción es que habrá 2 millones de nuevos empleos privados llegada esa fecha. ¿Cómo se sale de la lógica de creación del empleo público y se va hacia la lógica de creación del empleo privado porque no estaría sucediendo eso por el momento? ¿Un plan integral de estabilización implica una reforma laboral que flexibilice las relaciones sin desproteger a los asalariados?
-Lo primero que te diría, volviendo a “es la política, estúpido”, es lo siguiente: el Estado hace años pelea con el tema de la grieta, que es el pricnipal obstáculo del desarrollo económico de la Argentina. ¿Por qué creo eso? Sí, me gustan los consensos, soy una persona no conflictiva. Pero no es esa la razón. Cuando un inversor o cualquier empresa quiere desarrollar un plan en Argentina y hundir recursos, necesita tener un horizonte. Ese horizonte te lo da no la certeza pero sí la firme convicción de que las pautas de esta economía se van a mantener durante un tiempo.
-Políticas de Estado.
-Políticas de Estado, reglas de juego, de comportamiento de la economía, de las instituciones. ¿Por qué creo que es central que en la Argentina se salga de este péndulo de grieta? Porque se necesita crear un horizonte para la economía. Es un tema necesariamente político porque el que está en la posición de tomar esa decisión no puede garantizar esa estabilidad pero genera credibilidad. Eso es lo principal. Los 2 millones de trabajo privado se podrían crear. Argentina tiene un montón de potencial productivo, talento, recursos, capacidades. Argentina está enormemente subvaluada. Argentina es una gran oportunidad de inversión con lo barata que está siempre. Es central desde lo político mostrar que Argentina necesita evitar estos péndulos y coordinar. ¿Cómo se hace eso? Puede ser con políticas de Estado, grandes acuerdos o una gran coalición de centro que evite los polos y que, con musculatura política, plantee que estará en condiciones de gobernar y de mostrar este escenario político para la inversión. Ese es el gran desafío político de la Argentina.
Juntos por el Cambio, ¿racionalidad económica o no tanto?
-Es decir que en el panorama político hay una visión política cristinista que está más alejada de esa racionalidad económica de crecimiento sustentable y virtuoso para todos. Después, hay un centro y más allá, otro polo, el de Juntos por el Cambio. ¿Juntos parece estar más del lado de la racionalidad económica?
-Sí pero te diría que del otro lado también hay un elemento no que disputa la racionalidad económica, no tiene ideas locas en materia económica, pero sí menosprecia un elemento que históricamente el peronismo ha sabido interpretar bien. En un artículo con Pablo Gerchunoff lo llamamos el “equilibrio social”: es esta idea de que Argentina es un país, por los motivos que fuese y te guste o no, que tiene una noción de equidad que no tienen otros países semejantes. El error económico del gobierno de Macfri fue justamente no haber ampliado la coalición hacia el centro. No haberle hecho caso a Monzó, esto de decir se requiere una musculatura más grande; representamos una fracción que no es mayoritaria y necesitamos, para llevar a cabo las transformaciones que necesita Argentina, más volumen político.
-Como crítica, usted plantea un componente político. Me tomó por sorpresa porque pensé que me iba a hablar de la corrección de tarifas que fue contundente en el gobierno de Macri, que quizás haya repercutido en los sectores populares y que ese impacto no fue contemplado al menos retóricamente.
-Es difícil testear eso. Todos nos basamos en alguna evidencia a mano. Macri ganó 2017 habiendo subido las tarifas. Y Cristina Kirchner perdió en 2015 pisando tarifas. Sin duda hay un costo social y político asociado a subir tarifas. Electoralmente no es redituable. Ahora, no tengo tan claro que no podés subir tarifas porque sea inviable electoralmente. Sí creo que Argentina tiene un elemento culturalmente vinculado con cierta tradición peronista. El peronismo es parte de la solución más que el problema. No asociará peronismo con kirchnerismo o cristinismo. Obviamente hay diferencias. En otro artículo con Pablo Gerchunoff, decimos que hay una fuerza política que se ha reposado más en el equilibrio macroeconómico, que en el presente representa Juntos por el Cambio, y otra más preocupada por el equilibrio social, que es el peronismo. Para que esto salga tiene que ser económicamente sostenible y viable y socialmente sostenible. Necesitas un elemento político que cobije esta demanda argentina. Históricamente, otros países de la región no han tenido el peso de las clases populares en las decisiones.
-Les ha ido mejor. Pienso en Uruguay y Chile. Chile, más allá del estigma del “neoliberalismo”, redujo la pobreza y la brecha entre los más ricos y los más pobres.
-Absolutamente. Pero no es un tema de gustos sobre si está el peronismo adentro. En la fuerza mayoritaria, tiene que haber una representación política que cobije a esta demanda. Porque eso le da viabilidad política y social al proceso económico que tenes que llevar adelante.
Derechos y productividad. ¿Quién ha visto un dólar?
-La famosa restricción externa que dice que la Argentina no tiene dólares, no los puede imprimir, tiene que exportar para eso se toma casi como Biblia. Sin embargo hay otra lectura que dice que no hay dólares porque los argentinos no quieren traerlos por las reglas del juego hiper controladas tan irracionalmente por el Estado que ha estado en general en manos del peronismo. ¿Es un problema de que no hay dolares o es un tema político?
-Hay un elemento técnico que es qué significa restricción externa. Ciertamente la economía argentina ha tenido interrupciones de crecimiento siempre cuando hubo faltante de dólares y eso está en las estadísticas. Eso puede ser porque no lo genera vía el comercio internacional o porque no hay financiamiento externo.
-O porque los locales no ponen sus dólares a producir.
-Está bien, pero son dólares del financiamiento no aparecen. En cualquier caso, lo que es inevitable es que para que se pueda tener dólares de manera sostenida, las exportaciones tienen que crecer. Porque el financiamiento externo, esa entrada de dólares, va a venir pero siempre y cuando los inversores crean que después van a poder retirar dólares del rendimiento de sus inversiones. Entonces, los dólares se tienen que generar y la única forma sostenible es a través de las exportaciones.
-Pero para que aquellos que tienen ahorros en dólares en la Argentina quieran ponerlos a producir, ¿no se trata de las reglas de juego?
-Sí, por supuesto pero indefectiblemente un problema central de la economía argentina es haber sido incapaz de tener una tasa de crecimiento sostenible de las exportaciones. Acá se combinan miles de problemas.. La inestabilidad macroeconómica. La carencia de una política productiva de largo plazo. Reglas de juego. La política. Todas las que hemos mencionado.
-Y los dólares que están en la Argentina no tienen que ver con una restricción externa sino interna, por las reglas que no funcionan.
-No es una restricción tecnológica en el sentido de que el funcionamiento de la economía es tal que demanda más dólares que los que produce. No, hay política económica más o menos promotora de la generación de dólares. Ahí aparece el clásico problema del equilibrio económico y social. Los sectores populares o las políticas más pro sector popular buscan atrasar el tipo de cambio para elevar el poder de compra de los salarios. Entonces, eso genera más gastos en dólares y desincentivos exportadores.
-Si se le baja los impuestos a los sectores exportadores, ¿mejora la cuestión?
-Por supuesto pero después tenés que ver cómo financiar las demandas sociales porque acá nadie quiere dejar de tener educación ni salud públicas. Son demandas que la sociedad no está dispuesta a ceder. Entonces ahí se da una tensión entre las demandas de bienestar material del grueso de la sociedad, que son muy altas, y la capacidad productiva de la economía argentina. Ese es el gran dilema: no tenemos la productividad suficiente para satisfacer estas demandas. Tenemos que encontrar una solución para satisfacerlas en el largo plazo pero que sean viables en esa transición.
Un economista con mirada política
Formación. Licenciado en Economía por la UBA; doctorado en la Universidad de Massachusetts.
Vida académica. Investigador del Conicet e investigador asociado del Centro de Estudios de Estado y Sociedad.
Otras actividades. Fue asesor del directorio del Banco Provincia de Buenos Aires e integró el Cippec. Hoy dirige la consultora Equilibra.