La Repregunta. Juan Pablo Nicolini: “Es un disparate pensar que hay que emitir para darle subsidios a los pobres”
El economista argentino, investigador senior en el Fed, considera que los controles de precios no solucionarán el problema de la inflación; desde su punto de vista, la fórmula a aplicar es política monetaria independiente, prudencia fiscal e impuestos a los ricos
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“Hoy la dolarización no sería una buena idea desde el punto de vista técnico. Si dolarizás, se pierde la política monetaria. Entonces necesitás que la política fiscal tenga mucho poder de respuesta. Y la política fiscal nuestra está destrozada. Vivimos con déficits crónicos. No tenemos la capacidad de hacer política fiscal”, plantea. “Mantener la inflación baja es el único regalo que nos pueden hacer los Bancos Centrales. Se inventaron para eso, para tener la inflación controlada”, sostiene. “Las peleas políticas en Perú son enormes y aún así, el Banco Central es totalmente confiable”, explica a raíz de inflación de 2% que tendrá Perú llegado fin de año a pesar del contexto de incertidumbre política en ese país. “Los países no necesitan emisión ni déficit fiscal para sanear la pobreza”, cuestiona.
El economista Juan Pablo Nicolini, uno de los especialistas en macroeconomía y teoría monetaria más respetados de la Argentina, estuvo en La Repregunta. Desde hace 12 años, Nicolini es investigador senior del Banco Central de la Reserva Federal de Estados Unidos en Minneapolis, una de las instituciones que integran el sistema de la Reserva Federal, el Fed. Nicolini es Doctor en Economía por la Universidad de Chicago. Es coautor del libro Una historia monetaria y fiscal de América Latina. 1960-2017, de pronta aparición.
Cuando la suba de la inflación preocupa cada vez más y en medio del fuerte rechazo al control de precios, Nicolini analizó el panorama inflacionario argentino. ¿Por qué Argentina no puede escapar a la inflación pero sí lo lograron Chile, Bolivia, Perú y Brasil? ¿Cómo terminar con la inflación? Incertidumbre política y estabilidad en el Banco Central, la clave. ¿Superávit fiscal sin independencia del Banco Central es posible? El menemismo, ¿fin de la inflación? Dolarización versus control de precio, ¿hay otras alternativas? Independencia del Banco Central: el fin de la emisión descontrolada. Argentina, ¿“adicta” al déficit? Ricos, pobres e impuestos, ¿la salida?
De todo esto habló Nicolini en La Repregunta. El hombre de la Fed aclaró que todos sus dichos expresan sus opiniones y no representan al Banco de la Reserva Federal de Minneapolis ni al sistema de bancos de la Fed. La entrevista se realizó el miércoles 20, previo al período de blackout exigido a los integrantes de la Fed cuando se están por tomar decisiones de política monetaria en EEUU.
Nicolini fue rector de la Universidad Di Tella y profesor en la Universidad de Chicago y en la London School of Economics. Aquí, la entrevista completa.
-¿Qué peculiaridad tiene la Argentina que no puede salir de la trampa de la inflación desde hace décadas?
-Argentina es parecida a varios de los otros países de América Latina en un sentido. En este libro, estudiamos a los 10 países más grandes de América del Sur y también México, 11 países, la Copa América con México de invitado. Hay varios países que pasaron historias parecidas a Argentina. Nuestra particularidad es que a pesar de haber podido derrotar la inflación allá por la década del ‘90, no hemos podido mantener la disciplina fiscal y monetaria necesaria para mantener la inflación baja. Brasil tuvo inflaciones muy altas y también Bolivia, Perú, Chile. Otros países tuvieron inflaciones no tan altas pero sí mucho más altas que la que tenemos nosotros ahora y todos han aprendido las lecciones, muchos de manera muy dura. La particularidad argentina es que vuelve a caer en los vicios que hemos tenido durante muchas décadas.
-La salida del ciclo inflacionario por parte de los otros países, ¿tuvo que ver con una decisión política de construcción de confianza o con una mirada distinta de la matriz económico productiva por parte de la clase política?
-Tuvo que ver con una decisión política, la misma decisión política que tuvo la Argentina para bajar la tasa de inflación a principios de la década del ‘90. Era una situación claramente límite que forzó al sistema político a tomar las decisiones duras que implican bajar la inflación. Esas decisiones son dos secretos, que conoce todo el mundo y en Argentina lo sabemos desde hace muchísimo tiempo: tener una política monetaria que sea independiente y una política fiscal que sea prudente, es decir, que no tenga déficit fiscales. Y que cuando tenga déficit fiscales, porque a veces hace falta tenerlos, use los mismos mecanismos que usa el resto de los países, el endeudamiento. Pero cuando uno hace default, no cuenta con endeudamiento. En ese caso, no puede tener esos déficit fiscales porque se terminan financiando con el Banco Central, que es lo que genera inflación. No hay mucho secreto desde el punto de vista económico de cómo hacer para bajar la inflación. De hecho la Argentina lo hizo y lo hizo de una manera rotundamente exitosa a principio de la década del ‘90. E insisto, lo hizo la Argentina; no lo hizo Menem ni Cavallo. Lo hizo la sociedad que, por el drama de los años que había vivido, estuvo dispuesta a aceptar en ese momento la disciplina fiscal que implicaba tener una inflación baja.-
-Cuando habla de independencia del Banco Central, ¿es una independencia respecto del poder político? ¿Para que no emita en función de las necesidades de la política?
-Absolutamente. La idea es que al Banco Central se le dé un mandato muy específico, que es mantener la inflación controlada. Para eso se inventaron los Bancos Centrales y la mayoría en el mundo lo hace de manera exitosa. Brasil, Perú y Chile han tenido hiperinflaciones como las nuestras pero han aprendido.
-Perú tiene un escenario de fragmentación política muy preocupante y un presidente elegido hace poco, Pedro Castillo, con una mirada económica muy de izquierda. Sin embargo la inflación se mantiene controlada y se calcula que a fin de año estará en torno al 2%. ¿Quiere decir que la inflación es mucho menos sensible al desbarajuste político de lo que pensamos en la medida en que el Banco Central sea independiente?
-Absolutamente. Acabás de dar quizás el mejor ejemplo que hay en el mundo. Si uno mira la política de Perú, ves que los ex presidentes están presos o muertos y muertos por suicidio cuando lo estaban por llevar preso (NdelE: Alan García); las peleas políticas han sido enormes; ha habido impeachment a presidentes que tuvieron que irse por casos de corrupción. Pero el Banco Central es totalmente confiable, al menos hasta ahora. El Banco de la Reserva del Perú lleva una política monetaria que permanece y no se puede distinguir cuando cambia un presidente. En Perú no hay ninguna señal todavía de que este gobierno, más allá de que tiene una matriz ideológica muy distinta a la de algunos gobiernos anteriores, no ha interferido con el Banco Central. Obviamente lo podría hacer pero no lo ha hecho hasta ahora.
-Se habla mucho de la importancia de la autoridad presidencial y de la percepción por parte de la sociedad y del peso de las instituciones. ¿La Argentina podría tener debilidad institucional en el Poder Ejecutivo, con cambios de ministros y una autoridad presidencial cuestionada pero si el Banco Central tuviera esa independencia transversal a los gobiernos, la economía no temblaría al menos en cuanto a los índices de inflación?
-No, no temblaría. Y quisiera enfatizar algo: tener la inflación baja no es de derecha ni de izquierda. Es ser razonable. Un caso muy interesante para mirar ahora es Chile, que está atravesando una transición política enorme pero tiene un Banco Central que hasta ahora se ha manejado de una manera absolutamente envidiable. Lo que sea que pase con Chile, desde subirle los impuestos a los ricos, cosa que yo haría, hasta, cosa que yo no haría, eliminar parte de los acuerdos comerciales que tienen y proteger más la industria, si mantienen la institucionalidad que tiene el Banco Central, es difícil imaginar que Chile vaya tener problema con la inflación. Si un país no tiene problema con la inflación, es muy difícil que le vaya muy mal económicamente salvo que haya una guerra civil, o alguna disrupción mayúscula de otro tipo. Pero con un Banco Central independiente, que funciona bien y que tiene la capacidad técnica para mantener la inflación baja, que es el único regalo que nos pueden hacer los Bancos Centrales, el juego es completamente diferente, el juego en Argentina sería completamente diferente.
-¿Qué sucedió en esos años ‘90 iniciales del menemismo para que fuera posible bajar la inflación y para que el Banco Central tuviera independencia del poder político? ¿O había un alineamiento de visiones?
-Voy a citar a un profesor mío en Tucumán, Víctor Elías. En un café cuando yo ya me estaba por recibir, era 1985, el Plan Austral estaba en sus pañales, estábamos algunos entusiasmados y algunos con algunas dudas y el profesor dijo: “Creo que a la inflación en Argentina no le vamos a ganar por abajo; le vamos a ganar por arriba”. Quería decir que hasta que no sea un escándalo, no vamos a hacer el tratamiento de rehabilitación que necesitamos como sociedad. Y uso el término “rehabilitación” a propósito: el problema del déficit en Argentina es que la Argentina es adicta al déficit. Nuestra sociedad es adicta al gasto y está horrorizada por cobrar impuestos. Cuando tenés ese problema de adicción, necesitás terapias duras. La convertibilidad era una terapia durísima, es un mal régimen. Pero cuando tenés un problema de adicción es la única solución. La convertibilidad fue eso para la Argentina. Después, desde 2002 y hasta 2008 o 2009 parecía que habíamos aprendido porque teníamos superávit fiscales. La Argentina tuvo superávit fiscales y superávit de comercio exterior a partir de se quebró la convertibilidad. Tuvimos una gran oportunidad con esos varios años de superávit fiscal y comercial, que se empezó a revertir en 2010.
-Ese superávit se dio en el contexto de la suba de los commodities y el viento de cola del gobierno de Néstor Kirchner, ¿pero se traducía en una creencia genuina en esa independencia del Banco Central y la baja de la inflación por no emisión?
-Es cierto que mi lectura de esa etapa es que ese gobierno no creía en la independencia del Banco Central. De hecho se anularon las leyes de independencia que había y hubo interferencia directa en el Banco Central. Pero en esos primeros años sí había una convicción de la ventaja de los superávits fiscales. Si se tienen mucho superávits fiscales, si tenés una disciplina fiscal enorme, la independencia del Banco Central no es tan importante. De hecho el Banco de la Reserva Federal no tiene un estatuto de independencia como tiene el Banco Central de Chile y la inflación en EEUU está muy bien controlada. Es justamente para resistir las expansiones de la política fiscal expansiva que uno quiere la independencia del Banco Central.
-¿La prueba de fuego a ese razonamiento sería: cuando los precios de los commodities no están altos y las exportaciones no traen divisas de manera tan fluida, ¿cuánto está dispuesto el oficialismo de turno a resistir la tentación de quebrar el balance fiscal? Cuando no hay plata, ¿quién está dispuesto a no emitir? Esa es la gran pregunta.
-Exactamente. Ahí es cuando importa la independencia del Banco Central más que nada como una institución que pone muy nerviosa a la gente si el Poder Ejecutivo la toca. Te voy a dar un caso distinto. En el año 2000, Ecuador fue a un paso mucho más brutal que la convertibilidad y dolarizó la economía. Ecuador ha tenido problemas macroeconómicos, de hecho ha negociado un default mucho más exitosamente que nosotros también el año pasado. Pero hoy a cualquier político ecuatoriano que se le ocurra remover la dolarización no lo vota nadie. La estabilidad que le dio el dólar al ecuatoriano promedio hace que sea una institución que nadie quiere tocar. Y es una institución muy rígida; le quitó a Ecuador el poder de hacer política monetaria que cuando se hace bien, ayuda. La independencia del Banco Central es una institución, la gente lo entiende de esa manera y está dispuesta a defenderlo con su voto. Ya no importa tanto si una ley la establece o no. Lo mismo pasaría en EEUU y es una discusión que dio en los últimos años del gobierno de Trump. Si un presidente decidiera remover al presidente de la Reserva Federal, cosa que constitucionalmente puede, sería un escándalo. Esa fuerza institucional hace que el Banco Central sea efectivamente independiente.
-En el caso de la década menemista, la dolarización tuvo muchos efectos colaterales en la tasa de desempleo, el nivel de pobreza, en ciertos sectores productivos que fueron seriamente impactados. ¿Hoy la dolarización es un camino o hay que buscar otra alternativa que no es la dolarización ni el control de precios?
-La dolarización no sería una buena idea desde el punto de vista técnico. Si dolarizás, se pierde la política monetaria. Entonces necesitás que la política fiscal tenga mucho poder de respuesta. Y la política fiscal nuestra está destrozada. Vivimos con déficits crónicos. No tenemos la capacidad de hacer política fiscal. Chile, en Brasil, todo el mundo hizo gasto durante la pandemia. Para eso está el gasto, para eso están los mercados de crédito. Los mercados de crédito para un individuo están cuando te quedaste sin trabajo, tenés un problema de salud y tenés que salir a pedir prestado. Para los países están cuando tienen una pandemia y se le cae la mitad de la economía y tenés que salir a auxiliar al 25% de la población que se quedó sin medios para vivir. Pero la Argentina lo tuvo que hacer emitiendo porque no tenía capacidad de pedir prestado. Entonces, no tenemos una política fiscal dura; no podemos ir a la dolarización porque matás la política monetaria que es la única que te queda. Imaginate si en la pandemia no hubiéramos tenido política monetaria. Tener 50% de inflación es malo pero que el 20% de la población se muera de hambre es peor.
-Usted planteó antes que el principal regalo que los Bancos Centrales le dan a la economía y la sociedad es el control de la inflación. Al mismo tiempo plantea que la dolarización deja a un gobierno sin el instrumento de la política monetaria. ¿Pero por qué se necesitaría una política monetaria en una economía dolarizada donde la inflación está bajo control?
-Porque el mejor regalo y el único verdaderamente importante que un Banco Central puede hacer es mantener los precios estables. Pero hay otro aporte de una política monetaria y es el poder hacer pequeños ajustes cuando la economía tiene shocks que la afectan. Por ejemplo, en la pandemia, el Banco de la Reserva Federal tenía la tasa de interés entre 2 y 2,5% y la bajó a 0. Tener una política monetaria permite responder aunque no hace diferencias fenomenales, no son beneficios enormes. Tener una política monetaria tiene varios beneficios. El mayor es una inflación baja pero hay otros. A veces hay problemas en los Bancos. Cuando cayó Lehman en el año 2008, el Fed reaccionó de manera inmediata asegurándole el apoyo a todos los bancos solventes. Y no cayeron más bancos. No es que cayeron después cuando el gobierno les sacó el apoyo. Entonces tener una política monetaria flexible ayuda para momentos en que puede haber tensiones en el mercado financiero. El hecho de que el Banco Central pueda colaborar en ese contexto hace que algunos problemas ni siquiera aparezcan.
-En EEUU, con esta inyección fiscal que se hizo para mover la economía, la demanda y mejorar la infraestructura, ¿hubo un alineamiento entre esa decisión de política fiscal agresiva y la política de la Reserva Federal?
-Sí, funcionó de una manera totalmente coordinada. Hay una primera parte importante que hizo el Banco de la Reserva Federal que fue bajar la tasa de 2,5 a cero que esencialmente ayuda a mejorar un poco los mercados de crédito.
-Es decir era más barato tomar un crédito y el que tenía plata, lo hacía circular porque la tasa de interés era baja.
-Exactamente. Eso es lo que se llama hacer política contra cíclica. Cuando hay una recesión pequeña, el Banco Central lo hace y la cosa mejora un poco. Con la pandemia, no fue lo más importante que sucedió. Sí lo fue el paquete fiscal. Y la otra manera en que colaboró el Fed es interviniendo, comprando deuda del Estado de largo plazo para bajar las tasas de interés de largo plazo y comprando deuda de empresas para tratar de apuntalarlas y que no le suba el costo financiero. La tarea del Fed fue asegurarse de que, desde el punto de vista financiero, no hubiera rebotes. Pero el efecto importante obviamente fue el de la política fiscal. Fueron miles de millones de dólares para la gente que se había quedado sin trabajo.
Control de precios, la excepcionalidad kirchnerista
-¿Hay algún país en este momento en el mundo, donde empieza a haber una cierta preocupación por la inflación, que esté pensando en controlar los precios?
-No que yo conozca. En el libro revisamos la historia de los últimos más de 50 años para estos 11 países de América Latina: no hay ni un solo caso que haya sido exitoso de la manera en que se está haciendo en Argentina. Hay algún tipo de control de precio que han tenido un rol importante. Voy recodar el desagio y los controles de precio que hubo justo después del Plan Austral, que fueron muy temporarios, pero que además se hicieron en el mismo momento en que se hizo un ajuste fiscal y un ajuste monetario. Eran más bien controles para acompañar las expectativas del plan fiscal y monetario que un instrumento aislado como el de ahora, que no lleva a ningún lado. Sí lleva a desabastecimiento y a inflaciones más altas para principios del año que viene. No tiene ninguna base ni teórica ni prácticos. Nuestro ministro (Martín) Guzmán es un economista con un doctorado en una buena universidad; él sabe exactamente esto. El control de precios actual no tiene que ver con la economía; si tiene algún rol, es político.
-¿La idea de presionar sobre los precios porque no queda otra herramienta hasta las elecciones?
-Sí y también darle la sensación a la gente de que el gobierno está detrás nuestro. El otro día veía una publicidad en televisión que decía algo así como que mientras vos estás haciendo las compras, el gobierno te cuida. Yo no necesito que el gobierno me cuide cuando hago las compras. En EEUU, el Estado no viene conmigo al supermercado; ni nadie quiere eso. Lo que uno quiere es que el Estado mantenga la inflación baja, que es su rol. Hay aquí un mensaje perverso, paternalista, de yo tengo que ir a cuidarte al supermercado. No, el Estado tiene que hacer una política monetaria razonable y dejar que yo, en el supermercado, elija lo más barato y lo que me conviene.
¿Es posible un mundo sin Bancos Centrales?
-La matriz conceptual del liberalismo se ha instalado por lo menos como debate en la conversación social. Hay una idea fogoneada por los candidatos liberal o libertaria, y basada en idea de Friedrich von Hayek, que plantea que mejor que no exista un Banco Central, que una economía libre y competitiva no lo necesita. ¿Cuál es su mirada?
-Hayek es un economista notable en algunos aspectos pero en temas monetarios tenía una visión muy antigua y claramente equivocada si uno mira la historia de los países de los últimos 50 años. Él partía de la visión de la moneda cuando se usaba el oro y la plata y eso en políticas monetarias acarrea un montón de restricciones. Siempre que haya un Banco Central que funcione bien, hay muchas ventajas de tener una política monetaria activa como la que hace el Fed. El Fed hace grandes cosas por la economía de EEUU. El manejo de la crisis de 2009, 2010 fue particularmente fenomenal; lo mismo hizo el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo. De hecho, una de las grandes hipótesis de porqué la Gran Depresión fue tan grande en EEUU tiene que ver con fallas en lo que podría haber hecho el Banco Central y no hizo. En cualquier esquema en el que hay monedas como el oro, no se tienen esas ventajas. Hayek es un economista muy bueno para otras cosas pero está completamente fuera de lo que es la realidad de la política monetaria de los últimos 50 años.
Para salir de la pobreza, ¿se necesita la emisión?
-En la Argentina hay un argumento que dice que en la medida en que hay tanta pobreza, Poder Ejecutivo tiene que tener a mano la posibilidad de emitir dinero para intentar paliar ese problema con políticas fiscales muy dirigidas. ¿Los países pobres necesitan emisión y déficit fiscal para poder sanear ese problema?
-No, no lo necesitan en absoluto, para nada, en ningún lugar y nunca salió bien. Quiero plantear dos puntos. Yo soy más bien zurdito: que pongan impuestos a los ricos para financiar la educación pública, un buen sistema de salud pero que sean buenos de verdad, no que después los hijos de los ricos vayan al hospital privado y a la escuela privada. Para eso están los impuestos. Y sobre impuestos, hay mucha más historias en el mundo, hay mucha más literatura sobre cómo poner impuestos para financiar el gasto antes que hacerlo a través del Banco Central. La inflación al final es un impuesto. La inflación lo que hace es que los billetes de 100 que teníamos en el año 99 valían 100 dólares, hoy valen 50 centavos de dólar. Es el peor impuesto de todos, el que le cobra mucho más a los pobres porque los pobres tiene mucho más dinero que los ricos como proporción de su riqueza. Hay un paper muy bonito que escribió Alfreco Canavese junto con Hildegart Ahumada y otros coautores, Muestra cuánto más pagan los pobres que los ricos. La inflación es un impuesto pero es el peor de todos. Si hay pobres, hay que hacer redistribución con impuestos. Además hay que darles educación y salud públicas y de buena calidad e incentivos para que los pobres se hagan ricos. Eso se está viendo en China; no hace falta siquiera democracia, aunque es lo que yo quiero: con buena educación y salud pública y oportunidades, los pobres se hacen ricos. Te lo demuestran todos los migrantes de Centroamérica incluido México que se van a EEUU y una generación después están financiado 20 personas de su familia en el país de origen. Es un disparate pensar que hay que emitir para darle subsidios a los pobres. Hay que poner impuestos genuinos para darle impuestos a los pobres. Si no tenemos empresarios, si no tenemos emprendedores, si no tenemos ricos, no tenemos a quién ponerle los impuestos. Si se van a Uruguay, le van a poner los impuestos ellos.
Un especialista en macroeconomía
▪ Vida académica. Fue rector de la UTDT entre 2001 y 2009 y enseñó en la Universidad de Chicago, la London School of Economics y Universitat Pompeu Fabra.
▪ Actividad actual, Es investigador senior en The Federal Reserve Bank of Minneapolis.
▪ Publicaciones. Escribió en Review of Economic Studies, Journal of Political Economy, American Economic Review y Journal of Monetary Economics.