La Repregunta. Juan Carlos Hallak: “Ensamblar partes no es malo, pero no es el desarrollo”
Tras el discurso presidencial durante la apertura de sesiones, el economista analiza la visión del Gobierno frente al sector exportador y señala que la sustitución de exportaciones es útil solo en el corto plazo, mientras que el gran objetivo debe ser la estabilidad macro
“Se puede sustituir algunas cosas con producción nacional, lo que se llama ‘sustitución de importaciones’. Hay un margen para hacer eso y el Gobierno lo ha explotado. Ese margen podría ser positivo en un sentido, es fácil generar empleo, pero es de corto plazo”, explica. “En una empresa que sólo mira el mercado interno y su objetivo es que la dejen subir un 10% un precio controlado, toda su energía va a estar puesta en eso, en lobbyar al funcionario, en conseguir que le destraben una importación, que le autoricen un aumento de precio”, describe. “Para ir hacia el camino exportador, lo más importante e inmediato es la estabilidad macro. Hoy la variable clave son las tarifas de los servicios por el déficit”, plantea.
El economista Juan Carlos Hallak, especialista en comercio exterior y desarrollo productivo, estuvo en La Repregunta para analizar los obstáculos en el destino exportador de la Argentina. Hallak es doctor en Economía por la Universidad de Harvard e investigador del Conicet con sede en la UBA. Fue subsecretario de Inserción Internacional y presidente de la Comisión Nacional de Comercio Exterior durante la gestión de Cambiemos.
A continuación, los principales pasajes de la entrevista.
–En su discurso en el Congreso, el presidente Alberto Fernández sostuvo un concepto clave: “No se trata de exportar a costa del mercado interno”. Otra vez sobre la mesa la dicotomía mercado interno vs. mercado externo. ¿Cómo se forma la idea de que un desarrollo económico que apunte al mercado externo puede dañar al mercado interno?
–Es verdad que, en un momento de crisis de balanza de pagos, al reducirse el consumo interno, lo que termina pasando es que hay más saldos exportables de trigo, de maíz, productos que consumen mercado interno. En los ciclos económicos argentinos, donde hay mucha expansión-recesión, hay márgenes para que en una expansión se consuma un poco más y en una recesión, un poco menos: eso puede liberar saldo exportable. El desafío del crecimiento o el desarrollo no pasa por ese margen, que es chico. Ese margen del que hablamos son los commodities. Cuando hay más consumo interno, más pan, más harina, se exportará un poco menos de trigo. Pero el desafío no es exportar más o menos trigo, sino exportar productos mucho más sofisticados, con más valor agregado.
El desafío no es exportar más o menos trigo, sino exportar productos mucho más sofisticados, con más valor agregado
–Si el mercado interno estuviera en su mejor momento y la Argentina no estuviera en crisis, ¿alcanzaría para que la economía se sostuviera sólidamente?
–Lo plantearía de esta forma: una economía que crece, es más productiva y logra exportar más genera los dólares para comprar lo que quieras. Es lo que hacen los países ricos: producen máquinas y lo que no producen, lo compran. El tema de si lo produzco yo es secundario. No hay que producir todo. Vendemos leche en polvo: el desafío es convertirlo en otro producto para vender. Eso es desarrollo.
–En la visión kirchnerista, funciona la idea de que si se alienta demasiado las exportaciones en un momento de recesión, el pan va a ser más caro porque se está exportando harina. ¿Es así?
–Uno de los problemas que tenemos es la restricción externa, la falta de dólares. Cuando no hay dólares, el mercado se ajusta solo. Es lo que pasó en 2018 y 20 mil veces en la Argentina. Ahora no hay suficiente dólares. ¿Cómo hacés para consumir? El consumo necesita dólares. Podés sustituir algunas cosas con producción nacional, lo que se llama “sustitución de importaciones”. Hay un margen para hacer eso y el Gobierno lo ha explotado: traba las exportaciones textiles, se producen más productos textiles; traba las importaciones de calzado, se produce más calzado.
–Pero se encaren muchísimo.
–Por un lado se encarecen. Pero ese margen podría ser positivo en un sentido: es fácil generar empleo en el corto plazo.
–Es decir, más producción nacional, con empleados nacionales, con insumos nacionales.
–Con insumos nacionales, no sé. Por ejemplo, volvés a hacer zapatillas deportivas: comprás las partes y las pegás. La producción nacional es pegar las dos partes. En el caso de las motos, en muchos casos es ensamblar. No es que sea malo, pero es un paliativo de corto plazo. Es lo que llaman el límite de la sustitución de exportaciones: hay un margen que podés explotar en el corto plazo pero se te acaba.
–El Presidente dijo esto en su discurso: “En el mediano plazo, podemos duplicar las exportaciones de la Argentina. Necesitamos aumentar las exportaciones por la vía de una mayor producción, no con menos consumo interno. Producir para exportar, no saldos exportables”.
–Totalmente de acuerdo. No puedo estar más de acuerdo con esa afirmación.
–¿Esta afirmación es completamente distinta a sostener “exportar sin impactar en el mercado interno”?
–Nadie plantea aumentar las exportaciones a costa del mercado interno. Ningún economista plantearía eso. A la fuerza, cuando hay una crisis, es decir, cuando no hay más dólares, consumís menos y te sobran más cosas. Si consumís menos productos plásticos, te sobra más polietileno que podés exportar. Lo mismo con el agro: si consumís menos, te sobra algo que podés exportar. Es lo que decía al principio: hay un margen cuando hay una crisis.
–Pero un camino realmente de desarrollo y de progreso basado en las exportaciones no se come al mercado interno.
–Lo supera y el mercado interno crece también. Es el mundo virtuoso. La causalidad va al revés. La capacidad de venderle más al mundo permite después consumir más. Por eso está bien lo que dice Alberto Fernández: ése es el objetivo hacia donde hay que ir.
–¿Cómo se va hacia ese objetivo? Otra de las cuestiones que planteó el presidente en su discurso es un no rotundo a la reforma laboral, a la reforma previsional. Tampoco un ajuste, ni tarifazo. ¿Cómo se va hacia una Argentina exportadora en serio si no se tocan variables clave?
–De las cosas que mencionás, lo más importante e inmediato es la estabilidad macro. Podemos discutir reforma laboral o previsional, pero en el largo plazo. El debate de fondo es qué haces para salir: el manejo macro.
–¿Qué es el manejo macro?
–Hoy la variable clave son las tarifas de los servicios por el déficit.
–¿Cómo influye el déficit en las exportaciones?
–Influye generando inestabilidad macro, inflación. Trae un clima de incertidumbre malo para las exportaciones. Trae apreciación cambiaria. El año pasado tuvimos un 20% de apreciación real del tipo de cambio. El dólar se atrasó. ¿Por qué se atrasa? ¿No les encantaría que el dólar esté más alto y la Argentina sea más competitiva? Sí, pero eso alimenta la inflación. Cuando la inflación sube y no la podés controlar, emitís porque tenés déficit fiscal y apelás a otras anclas inflacionarias. El dólar es el ancla clave. Otra de las consecuencias de la inestabilidad macro es una tendencia a que se aprecie el tipo de cambio. Y eso es malo para las exportaciones, les saca rentabilidad. No sólo eso: cuando exportás y sabés que en negro cobrás el doble porque el dólar oficial vale la mitad, hay incentivos para subdeclarar. Eso es incertidumbre, mientras que la exportación es apostar al largo plazo. En ese aspecto, es lo contrario al funcionamiento del saldo exportable: un año consumís menos, exportás; alcanza con llamar a un operador y decir “tengo una tonelada para exportar”. En cambio, exportar es un trabajo: conseguir un mercado, adaptar tus productos a cada mercado.
En una empresa que sólo mira el mercado interno y su objetivo es que la dejen subir un 10% un precio controlado, toda la energía va a estar puesta en eso, en conseguir que le destraben una importación, en lobbyar al funcionario. Ese contexto se come gran parte de la energía del empresario, cuando debería estar trabajando en proyectos de productividad que tienen que ver con largo plazo
–Con regulaciones laborales como las actuales, ¿se puede ir a esa mayor productividad?
–Creo que lo dificulta. Hay distintas formas de conseguirlo. Seguramente las regulaciones laborales tienen que ser reformadas, los convenios colectivos son viejos e innecesariamente rígidos. Hay formas de superarlas y hay formas que benefician al trabajador y a la empresa. El problema es que muchas veces, a través de las reformas laborales algunos sectores buscan desprotección laboral. Toyota es el ejemplo de una empresa que ha logrado ser más competitiva teniendo una buena relación con los sindicatos, trabajando con los trabajadores. Se puede hacer eso.
–Es decir, no sólo es un tema macro sino micro, el funcionamiento de la vida económica de las empresas.
–Sí. Eso se alimenta mucho cuando las empresas miran el afuera. Hay condiciones que hacen que las empresas miren la posibilidad de exportar. A partir de ahí, hay mil cosas que cambian en una empresa. Ven la oportunidad y cambian la calidad, el producto, la relación con el trabajo, con la tecnología. Hay organizaciones viejas que controlan a los trabajadores, algo poco estimulante. Y hay otras donde no es una cuestión de control: se necesita creatividad, que la gente ponga ideas. Para exportar, una empresa necesita que los trabajadores aporten, vean qué está fallando. En una empresa que sólo mira el mercado interno y su objetivo es que la dejen subir un 10% un precio controlado, toda la energía va a estar puesta en eso, en conseguir que le destraben una importación, en lobbyar al funcionario. Ese contexto se come gran parte de la energía del empresario, cuando debería estar trabajando en proyectos de productividad que tienen que ver con largo plazo.
–¿Por qué ese empresario no mira el horizonte de la exportación y mete la cabeza en el mercado interno? ¿Es porque la inestabilidad de la macro lo condiciona?
–En gran medida, sí. Aunque hay heterogeneidad, hay muchas empresas que exportan.
–En la Argentina, ¿cuántas empresas se dedican al mercado exportador?
–Las empresas exportadoras son 10 mil por año. Pocas. Hay entre 60 mil y 70 mil empresas manufactureras. Sumales las del agro, aunque es difícil porque hay mil establecimientos que producen pero hay una gran comercializadora, que deben llegar a 100 mil. Chile exporta más. Perú y Colombia tienen economías más abiertas. El Presidente dijo que las exportaciones estaban en el nivel más alto. Están en un nivel muy alto porque los precios están muy altos, no por las cantidades sino por los precios. Hay un indicador muy bueno que es la cantidad de empresas exportadoras: están bastante estancadas desde 2015. El tope fue en 2006, 2007, cuando llegaron a 15 mil, pero están hace años en 10 mil. El Presidente arenga a las empresas a exportar y da muestras de cómo las acompaña en ese desafío exportador. Sin embargo, podemos analizar el ejemplo de las limitaciones a la carne. Mucha de la exportación de carne es commodity pero mucha no. La señal de, de pronto, prohibirle exportar, implica que la exportación no le importa tanto al Gobierno. Las decisiones de la empresa dependen también de esas señales.
Mucha de la exportación de carne es commodity pero mucha no. La señal de, de pronto, prohibirle exportar, implica que la exportación no le importa tanto al Gobierno. Las decisiones de la empresa dependen también de esas señales
–¿Las retenciones son un problema en el mundo de las empresas exportadoras?
–Quiero hacer una distinción. El Gobierno ha sacado o bajado las retenciones a productos más elaborados, agroindustriales, manufacturados. Eso es bueno. Pero en un contexto macro inestable, no sé si mañana me van a poner retenciones. A partir de este año, bajan las retenciones del 5% a cero en la exportación de todos los servicios. Eso es positivo. La macro sí afecta a las retenciones a los commodities. Es otro tema, otra discusión. En un contexto de tanta inestabilidad, hasta que no se ordene la macro, yo dejaría las retenciones. Me gustaría sacarlas en el largo plazo, pero peor es la inestabilidad.
–¿Es una señal negativa para los exportadores que un gobierno insista en poner sobre la mesa relaciones de inversión o de cercanía con Rusia?
–En sí no creo que influya. Influye como parte de este todo en el que no hay señales del Gobierno de que vamos hacia un país que se va a insertar más en el mundo. Tuve funciones en el gobierno anterior y tenía mucho trato con empresas en temas de competitividad. El momento en donde las vi más interesadas fue cuando se firmó el acuerdo con la Unión Europea. En un mundo inestable donde las reglas están cambiando todo el tiempo, las empresas piensan en eso.
–Con una educación como la argentina, con el 70 % de los chicos de quinto año que no sabe matemática, ¿se puede pensar en aumentar la productividad?
–Sí, se puede aumentar pero va a poner un límite. El problema no es sólo la matemática. Estudié en la Universidad de Michigan. Cuando volví, una de las cosas que más notaba en organizaciones más sofisticadas acá es la dificultad de precisión en la comunicación. En una organización, para hacer o vender productos complejos, tenés que poder seguir instrucciones, acordar cosas, distribuir responsabilidades; todo eso necesita saber expresarse, coordinación, acciones. Y se dificulta si no traés de la escuela la capacidad de leer y entender, de comunicar algo.
El crecimiento, su objeto de estudio
▪ Formación. Licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires, doctor en Economía de la Universidad de Harvard.
▪ Docencia. Trabajó en la Universidad de Michigan: hoy es profesor en la Universidad de San Andrés.
▪ Otras actividades. Es editor asociado del Journal of Development Economics y miembro del miembro del International Growth Centre.