La Repregunta. Jeremy Mcdermott: “Bajo todo punto de vista, la guerra contra el narco ha fracasado”
El investigador británico asegura que es inútil abordar el problema solo desde una perspectiva represiva y local; explica la necesidad de implementar, también, estrategias a nivel transnacional
“La respuesta represiva al narcotráfico, sola y aislada, no ha funcionado en ningún escenario”, sostiene. “Si se toman indicadores como kilos de cocaína incautados, señores del narcotráfico capturados o número de hectáreas de cultivo erradicadas, la conclusión es que la guerra contra el narcotráfico ha sido un fracaso total”, afirma. “Colombia está produciendo hoy más cocaína que nunca en la historia después de millones de dólares de inversión de Estados Unidos para combatir la droga”, subraya. “Hay que cambiar el chip. Si no es posible acabar con el modelo de provisión, hay que apuntar a la reducción del daño en términos de homicidios, abuso de derechos humanos y violencia del narco”, dice. “Reducir el impacto de la violencia narco es una mejor manera de medir el éxito antes que por hectáreas erradicadas o kilos incautados o capturas. Éste es el debate que se está dando en este momento en Colombia”, precisa. “En Rosario, con problemas de crimen organizado y problemas sociales y económicos, la represión sola no va a resolver las raíces del problema del narcotráfico”, deja claro. “La dimensión transnacional del tráfico de drogas no es algo que la Argentina aisladamente, o Rosario sola puede resolver; eso está fuera de sus manos”, subraya. “Ahora, y hace rato, la Argentina es un puerto buscado por el narco”, alerta.
“La Argentina es uno de los puntos de salida de un nuevo mercado, Australia, donde un kilo de cocaína vale más de 100 mil dólares: el precio más alto en el mundo en este momento”, advierte. “El caso de Rosario es muy único para la Argentina pero refleja patrones que hemos visto en otras partes de América Latina y el Caribe”, compara. “En Medellín, muy golpeada por el narcotráfico, hay un cambio impresionante y se la toma como ejemplo de la manera en que una comunidad puede enfrentar al crimen organizado”, plantea. “Mientras que la violencia en Medellín ha disminuido mucho, el crimen organizado, particularmente el narcotráfico, sigue vigente. La mera baja en la cantidad de homicidios no es una indicación de que se está ganando la guerra contra el narcotráfico”, sostiene. “Hoy más que nunca en el mundo hay más droga, más producción y más diversificación de mercados”, alerta. “Argentina es uno de los puntos de salida hacia Europa, Asia y a un nuevo mercado, Australia, donde un kilo de cocaína vale más de 100 mil dólares: ése es el precio más alto en el mundo en este momento”, advierte.
“El presidente Gustavo Petro anunció que Colombia ya no va a participar en la guerra contra la droga”, cuenta y agrega: “Con su Plan de Paz Total, busca llegar a la raíz de los problemas de la violencia en Colombia con una inversión en las comunidades que en este momento siembran coca, en los grupos involucrados en el narcotráfico y en la violencia”. “Petro ha mencionado la posibilidad de cambiar el modelo de prohibición y descriminalizar el consumo de cocaína”, desarrolla. “Paraguay es el principal productor de marihuana en América del Sur”, describe. “Hoy los brasileños están exportando cocaína desde Brasil hacia Europa y otras partes del mundo”, explica. “Los narcotraficantes ya están estableciendo infraestructura criminal para contaminar contenedores en puertos que no atraigan la atención, como Argentina, Chile o Uruguay”, destaca. “En este momento y hace rato, la Argentina es uno de estos puertos buscados por el narco”, sintetiza. “Chile está enfrentado otra dinámica no solo relacionada con el narcotráfico sino también con el crimen organizado venezolano del Tren de Aragua”, dice. “Muchos de los grupos más poderosos del crimen organizado tienen sus raíces, además de sus jefes, dentro de las cárceles”, . “Las cárceles son como la Escuela de Crimen Organizado: los contactos construidos en las cárceles se convierten en alianzas criminales transnacionales”, sintetiza.
“Miembros del Cartel de Medellín y del Cartel de Cali fueron capturados en España, estuvieron un tiempo en la cárcel española y terminaron haciendo una alianza con la mafia de Galicia que abrió el narcotráfico hacia Europa. En este momento, lo mismo está pasando en todas partes en América Latina”, analiza. “Estados Unidos ha construido cárceles modelos conocidas como “súpermax” en Colombia que han ayudado a aislar a los líderes de estos grupos de sus ejércitos fuera de la cárcel. Pero desafortunadamente son costosas”, afirma. “La corrupción y la falta de recursos son los grandes enemigos a la hora de mejorar la situación en las cárceles”, asegura. “En algunos sentidos, la exportación de cocaína es más fácil que la importación de las ganancias y el lavado de estas ganancias y muchas veces las estructuras están completamente separadas”, opina. “La gente que lavó plata para Pablo Escobar hace 40 años estableció empresas que, hoy en día, son parte del panorama legal de esta ciudad”, asevera. “Para el Estado, distinguir la plata sucia de la plata limpia es casi imposible”, cuestiona.
El cofundador y codirector del respetado think tank Insight Crime, Jeremy McDermott, estuvo en La Repregunta. Hace 25 años que Insight Crime, con sede en Medellín, se dedica a investigar el crimen organizado en América Latina. McDermott conoce como pocos la situación del crimen transnacional en la región, donde estuvo dos décadas reportando para la BBC y The Economist. Este ex oficial del ejército británico asignado a Bosnia e Irlanda del Norte fue, además, corresponsal de guerra en Bosnia y en Beirut.
Guerra contra el narco con las Fuerzas Armadas involucradas, mano dura y la solución Bukele, ¿es el camino a seguir en Rosario? McDermott hizo su análisis. Aquí, la entrevista completa.
De la guerra al narco y su fracaso al control de daños
-En la Argentina se ha recalentado la discusión en torno a la inacción del Estado para contener el tráfico de droga. Hay un pedido de distintos sectores de la oposición e, inclusive, de sectores del oficialismo, de hacer algo. Ese “hacer algo” se enfoca en una demanda de intervención de las Fuerzas Armadas, del envío de más oficiales, gendarmería, fuerzas federales a Rosario, esta ciudad puerto tan importante para el paso de mercaderías de la Argentina hacia el exterior, asolada por el narco ya hace más de una década. ¿Cómo es el mapa del narcotráfico? ¿Qué lugar tiene la Argentina en ese mapa?
-El caso de Rosario es muy único para la Argentina pero refleja patrones que hemos visto en otras partes de América Latina y el Caribe. Es una ciudad importante en términos de infraestructura, de exportaciones que circulan por un río que es una de las principales rutas del narcotráfico desde Paraguay hacia la Argentina y para la exportación hacia el resto del mundo. Obviamente se convierte en un territorio muy estratégico para el crimen organizado y de exportación de drogas. En la Argentina están Los Monos, uno de los grupos más sofisticados dentro del panel de crimen organizado en el país. Pero insisto: los problemas que están enfrentando en este momento no son muy diferentes de los problemas del resto de ciudades en América Latina con esas mismas dinámicas. Usted mencionó la mano dura y las respuestas varias que hemos visto en otras partes del mundo. Yo estoy sentado aquí, en Medellín, Colombia, una de las ciudades que realmente ha sufrido mucho por el narcotráfico y el crimen organizado. En Medellín, hemos visto un cambio impresionante y se la toma como ejemplo de la manera en que una comunidad puede enfrentar al crimen organizado. ¿Qué ha pasado aquí en Medellín? El crimen organizado todavía está presente pero es mucho más clandestino. Los grupos de crimen organizado más sofisticados han aprendido, citando esta frase de Pablo Escobar, que el dinero es mucho más eficaz que el plomo porque la violencia atrae la atención. Mientras que la violencia en Medellín ha disminuido mucho, el crimen organizado, particularmente el narcotráfico, sigue vigente. La mera baja en la cantidad de homicidios no es una indicación de que se está ganando la guerra contra el narcotráfico. En El Salvador, Bukele construyó una cárcel con capacidad para 40 mil prisioneros, la cárcel más grande del mundo. “Mano dura” no es una invención de Bukele. En El Salvador, ha habido varias campañas de mano dura y súper mano dura antes de esta ofensiva de Bukele y, desafortunadamente, eso solo ha fortalecido a las maras del Barrio 18 y de Salvatrucha, que tienen sus raíces en las cárceles. Si alguien va a la cárcel y no es miembro de una banda, se convierte en su víctima: eso ha ayudado con el reclutamiento de las maras Salvatrucha y Barrio 18. En ese sentido, habrá que esperar para ver qué efecto tendrá esta mano dura de Bukele en el mediano y largo plazo y para ver cuál es el costo en términos de abuso y de derechos humanos.
-Es muy llamativo lo que usted describe del caso de Medellín. Usted plantea que en términos de la violencia y de la tasa de homicidios hay una baja, y hay una mejora en la vida de la gente, porque la vida cotidiana suele verse muy impactada por la violencia del narcotráfico. Sin embargo, eso no quiere decir necesariamente que se erradicó el narcotráfico sino que se volvió más sofisticado y silencioso. México intentó combatir esa violencia narco de manera muy agresiva y no tuvo buenos resultados después de décadas. Entonces, ¿el ejemplo de Medellín es que la solución más al alcance de la mano es lograr que ese narcotráfico se sofistique y que, al menos, no se vuelva tan violento?
-Parte del problema es cómo se mide el éxito en esta guerra sin fin contra el narcotráfico. Tradicionalmente, las medidas han sido kilos de cocaína incautados, señores del narcotráfico capturados o, en el caso de Colombia, Bolivia y Perú, número de hectáreas de cultivo erradicadas. Si se toman esos indicadores, la conclusión es que la guerra contra el narcotráfico ha sido un fracaso total. Colombia está produciendo hoy más cocaína que nunca en la historia después de millones de dólares de inversión por parte de Estados Unidos. Es necesario cambiar el chip. Si no es posible acabar con el modelo de provisión, hay que apuntar tal vez en la reducción del daño en términos de homicidios, de abuso de derechos humanos, de violencia sexual y de desplazamiento por causa del narcotráfico. Todo eso es el daño colateral del narcotráfico en toda América Latina y al Caribe.
-Para entender bien su planteo: es necesario un cambio en los indicadores del éxito, ¿entonces la reducción del daño en términos de vidas humanas, homicidios, o de violación de diversos derechos es el indicador que hay que tener en cuenta antes que la cantidad de hectáreas cultivadas o la cantidad de kilos traficado o la cantidad de incautaciones?
-Sí, exactamente. Porque desde cualquier punto de vista, la guerra contra la droga ha fracasado. Hoy más que nunca hay más droga, más producción y más diversificación de mercados. Por ejemplo, Argentina es uno de los puntos de salida pero no hacia Estados Unidos sino hacia Europa, Asia y un nuevo mercado, que es Australia, donde un kilo de cocaína vale más de 100 mil dólares: ése es el precio más alto en el mundo en este momento. Y el narcotráfico, obviamente, está apuntando sus esfuerzos hacia este mercado.
-Esta manera de concebir la situación implica aceptar que la realidad del narcotráfico va a continuar por distintas modalidades, encontrando nuevos mercados, generando nuevas ofertas: si no es cocaína, serán los opioides. En ese marco, ¿el objetivo de mínima a alcanzar por los Estados es, al menos, intentar reducir el impacto violento sobre la población general?
-Sí, en Insight Crime creemos que ésa es una mejor manera de medir el éxito antes que por hectáreas erradicadas o kilos incautados o capturas. Éste es el debate que se está dando en este momento en Colombia. El presidente Gustavo Petro anunció que Colombia ya no va a participar en la guerra contra la droga. Para Petro, el petróleo es mucho más dañino para el pueblo. Con su Plan de Paz Total, está intentando llegar a la raíz de los problemas de la violencia en Colombia con una inversión en las comunidades que en este momento siembran coca, en los grupos involucrados en el narcotráfico y en la violencia, en los actores del conflicto civil como el Ejército de Liberación Nacional. La idea es buenísima si uno estuviera hablando de un presupuesto como el de Suecia, con un presupuesto de 20 billones de dólares: ésa sería la manera de atacar la raíz de los problemas de violencia y de narcotráfico. Pero desafortunadamente no es esa la situación de América Latina.
El narco y la estrategia para controlarlo
-La solución Petro es buenísima, según usted afirma, para atacar las raíces del problema del narcotráfico. ¿Cuáles son esas raíces?
-Petro ha mencionado la posibilidad de cambiar el modelo de prohibición, con la idea de descriminalizar el consumo de cocaína como ha pasado con la marihuana en Estados Unidos.
-Es decir que para Petro, la existencia de una demanda ilegal es la causa de la oferta.
-Es una de las causas porque las ganancias no son tan increíbles aún en un país relativamente pobre como Colombia, con una presión de conflicto civil que ha sido como la gasolina para el fuego de violencia en Colombia. Petro está intentando cambiar totalmente la idea que está detrás de cómo se enfrentan estos fenómenos de violencia y narcotráfico. Reconoce que no se lo puede hacer de una manera aislada porque el narcotráfico es un fenómeno transnacional: no se puede empezar sólo en Colombia; esto tiene que ser algo acordado por la comunidad mundial.
-Hay una declaración del presidente Petro que generó mucha repercusión. Es de agosto 2022 y decía esto: “Es hora de una nueva convención internacional que acepte que la guerra contra las drogas ha fracasado”. Esa es la conclusión de lo sucedido en Colombia, después de años de un combate cuerpo a cuerpo entre las fuerzas colombianas y los cárteles de la droga y las fuerzas federales de lucha contra el narcotráfico con apoyo de Estados Unidos. En la Argentina, el ministro de Seguridad nacional, Aníbal Fernández, sostuvo la semana pasada que, en Rosario, “ganaron los narcos”. Ahora, hay una diferencia entre lo que sucede en Rosario y lo que ha venido sucediendo en Colombia: en Rosario nunca se dio una contención del narco con el Estado usando los métodos de violencia legítima. El salto a otro tipo de solución como la que plantea Petro, ¿demanda primero una solución más militarizada o con fuerzas de seguridad federal para dar señales a los narcotraficantes? ¿O, con los aprendizajes que se tienen hoy respecto de la lucha contra el narcotráfico, lo conveniente es pasar a otro tipo de solución? En Rosario hubo un tiroteo a mansalva a cinco niños hace una semana: fue asesinado un niño de 12 años y dos adolescentes de 13 años y una niña de 2 años terminaron heridos de gravedad e internados. El homicidio de niños, de adolescentes y de jóvenes en Rosario se ha convertido en una cuestión corriente. En ese contexto, parece complicado pensar que el Estado primero va a intervenir y apoyar a esas comunidades y luego, recién, viene la cuestión de la seguridad de vida.
-No soy experto en Rosario. He visitado la Argentina varias veces pero no he hecho investigación de campo en Rosario. Pero estamos hablando de dos dinámicas mezcladas pero separadas en términos de respuesta. Una tiene que ver con los retos de seguridad ciudadana dentro de Rosario. Históricamente, Rosario ha tenido un alto nivel de drogadicción y problemas de crimen organizado; tiene problemas sociales y económicos. En ese contexto, la represión sola no va a resolver las raíces de los problemas de Rosario en términos de lo social, económico y de seguridad ciudadana. El elemento número dos es el crimen transnacional, la droga que pasa por Rosario. Eso está fuera de las manos de las autoridades argentinas aisladamente. Obviamente, puede mejorar la intervención de las fuerzas de seguridad en el río, puede mejorar su inteligencia sobre los vínculos transnacionales entre Rosario y los compradores internacionales y los proveedores de Paraguay y Bolivia. En ese sentido es que uno llega a la conclusión de que la respuesta del “law enforcement”, de la policía, es más pertinente con respecto al crimen transnacional que el asunto de seguridad ciudadana dentro de Rosario.
-Es decir, sólo con represión sobre el narcomenudeo de Rosario y el tráfico de drogas local no alcanza si no se atacan las raíces sociales que alimentan el problema: la pobreza, la falta de empleo. Ahora, ¿con ayuda social sola alcanza para encarar el problema local de una ciudad asolada por el tráfico? ¿O se necesitan los dos abordajes, el social y el represivo?
-Sí, en muchas partes del mundo ahora el narcomenudeo y el consumo de droga están vistos, primero, como un problema de salud y segundo, de policía. La idea es ofrecer programas de educación, programas para tratar gente que haya caído en la adicción y que no los criminalice. Poner a todos los drogadictos en la cárcel, como hemos visto en tantas partes del mundo, no ha ayudado con el problema del consumo de droga en ningún país. Esa es una de las preguntas en El Salvador en este momento: encarcelar un porcentaje alto de sus jóvenes varones, ¿se va a atacar la raíz de los problemas sociales y económicos que están alimentando el fenómeno de las maras? Porque las maras no están involucradas en el tráfico de la cocaína o en el narcotráfico internacional. Ese es un problema de seguridad ciudadana dentro de El Salvador.
-Rosario, ese puerto donde pasan mercancías que vienen de distintos puntos de Argentina, está muy cerca de la frontera con el Paraguay, asolada por el Comando Vermelho y por el Primer Comando Capital (PCC) que avanza desde Brasil hacia la Triple Frontera. Es decir que Rosario tiene un triple problema: el tema social, el tema del narco local y además, el tema de su ubicación en ese sistema internacional de tráfico ilegal, además de legal. En un caso así, ¿la respuesta debe ser triple: social, represiva en lo local para contener la violencia y los asesinatos y además, la inteligencia internacional?
-Sí. La dimensión transnacional no es algo que Rosario sola puede resolver, eso está fuera de sus manos. Ciudad del Este, la triple frontera con Brasil, presencia del PCC y los brasileños es algo fuera del control aislado de las autoridades de la Argentina y, particularmente, de Rosario. Obviamente eso está alimentando la dinámica de violencia y criminalidad en Rosario pero vale la pena dividir estos problemas porque la respuesta para cada uno es diferente. Y la represión sola no ha funcionado en ninguno de estos escenarios.
De narcos a exportación de crimen organizado venezolano
-Volviendo a esta cuestión de la ubicación tan crítica de Rosario, desde hace muchos años se ha sostenido insistentemente con que la Argentina es un país de paso de la droga hacia Europa, o Asia o Australia, como señala usted. ¿Eso sigue siendo así con la droga que ingresa por la Triple Frontera, por ejemplo, o ya hay producción local?
-No en el caso de la producción de cocaína. Respecto de la marihuana, Paraguay es el principal productor de marihuana en América del Sur. Inicialmente, los brasileños estuvieron interesados en el Paraguay para su mercado de marihuana dentro de Brasil. Cuando aumentó el consumo de cocaína dentro de Brasil, empezó su participación en el narcotráfico de cocaína. Hoy en día, los brasileños están exportando cocaína desde Brasil hacia Europa y otras partes del puerto. El puerto de Santos, por ejemplo, es el caso más famoso. El problema para la Argentina, Chile y Uruguay y otros países que no han sufrido tanto el narcotráfico hasta ahora es que cualquier contenedor que sale de Santos en Brasil o de Cartagena o Buenaventura, en Colombia, es registrado automáticamente por las autoridades: su procedencia es una bandera roja para cualquier autoridad y cualquier puerto en el mundo. Si hoy un contenedor de fruta llega desde Colombia a cualquier puerto, automáticamente es revisado por las autoridades. En cambio, las mercancías que salen de Argentina, de Chile o de Uruguay no se revisan automáticamente. Por eso, los narcotraficantes ya están estableciendo infraestructura criminal para contaminar contenedores en puertos que no atraigan la atención. En este momento y hace rato, la Argentina es uno de estos puertos buscados por el narco.
-La Argentina, Uruguay o Chile no parecían países en los que podía escalar el tema del narcotráfico. Usted está señalando que ahora esa posibilidad se vuelve más realista. Según Insight Crime, en abril del año pasado un colectivo que cruzaba de Argentina hacia Chile fue detenido con un cargamento de once armas. Y ese mismo mes, fue detenido un camión cruzando de Mendoza hacia Chile con un cargamento de balas, pistolas y un kit para transformar armas en rifles automáticos. ¿Ese tráfico de armas que se empieza a detectar y preocupa al ministerio del Interior de Chile está conectado con el crimen organizado transnacional y con el tráfico de drogas que está adquiriendo otra dinámica en estos países?
-En relación a un caso como el de Chile, hay que tener cuidado con generalizar. Chile, como Perú y Ecuador, está enfrentado otra dinámica no relacionada con el narcotráfico. Tiene que ver, en cambio, con el crimen organizado venezolano y el Tren de Aragua, un grupo que está siguiendo la ruta de los migrantes venezolanos. Desde 2015, cerca de 7 millones de venezolanos han huido de su país buscando oportunidades económicas. El 99 por ciento es gente buena en busca de oportunidades para sus familias. Pero hay un problema: son sumamente vulnerables a la explotación y el reclutamiento por parte del crimen organizado. El Tren de Aragua, siguiendo y explotando a los migrantes venezolanos, ha establecido infraestructura dentro de Chile. Ahora no sólo explotan y cobran a los migrantes venezolanos dentro de Chile. También imponen impuestos o extorsionan a los trabajadores sexuales y a negocios legales, pequeños. Es decir, parte de la dinámica criminal en Chile en este momento no está solamente vinculado con el narcotráfico. El panorama es desafortunadamente muy complejo.
-¿Hay un salto corto desde el negocio del crimen en Chile, con eje en el tráfico humano, hacia el narcotráfico? ¿O no necesariamente?
-Hasta el momento no hemos visto un vínculo entre el Tren de Aragua, la migración de venezolanos y el narcotráfico. Sí vemos un vínculo con el narcomenudeo. El Tren de Aragua empezó extorsionando a los migrantes, cobrándoles un peaje para cruzar la frontera Venezuela a Colombia, después Colombia a Ecuador y después, Perú a Chile. Y también han diversificado sus portafolios criminales: ya venden drogas no sólo a los migrantes sino también a las comunidades locales. Involucran sicariato y extorsión. Pero hasta el momento, todo esto no tiene nada que ver con participar del narcotráfico transnacional. Pero en el futuro, como parte de su evolución criminal, podrían empezar a involucrarse.
Cárceles y plata
-Uno de los grandes temas de debate en la Argentina gira en torno a que los jefes narco son detenidos y van a la cárcel pero siguen operando desde ahí. ¿El problema del narco operando desde las cárceles es un modus operandi generalizado en América Latina?
-Pues sí. Y es más: muchos de los grupos más poderosos del crimen organizado tienen sus raíces, además de sus jefes, dentro de las cárceles. El PCC y el Comando Vermelho en Brasil nacieron en las cárceles. Y las maras en Centroamérica nacieron en cárceles de Estados Unidos y de El Salvador. Las cárceles son como la Escuela de Crimen Organizado: muchas veces, los contactos construidos en las cárceles se convierten en alianzas criminales transnacionales. Un ejemplo es el de uno de los Ochoa, del Cartel de Medellín, y uno de los Rodríguez Orejuela, del Cartel de Cali: fueron capturados en España, estuvieron un tiempo en la cárcel española y terminaron haciendo una alianza con la mafia de Galicia. Esto abrió el narcotráfico hacia Europa. En este momento, lo mismo está pasando en todas partes en América Latina.
-Es decir, para combatir el narcotráfico local no alcanza sólo con la represión local, no alcanza sólo con el apoyo del Estado en los temas sociales, y no alcanza solo con atender a la inteligencia transnacional: también hay que atender a las cárceles.
-Sí. Eso es un problema en muchas partes de América Latina. En algunos países como Venezuela y Brasil, los que manejan las cárceles son los propios prisioneros, no el Estado. Estados Unidos ha construido cárceles modelos conocidas como “supermax” en Colombia, por ejemplo. Han ayudado a aislar a los líderes de estos grupos de sus ejércitos fuera de la cárcel. Es una política que ha tenido éxito pero desafortunadamente son costosas. Estas cárceles necesitan muchos guardias, mucha tecnología, sofisticación. La corrupción y la falta de recursos son los grandes enemigos a la hora de mejorar la situación en las cárceles.
-Y la última cuestión que se está instalando también en la discusión argentina: el combate contra el narco no sólo tiene que atacar todas estas dimensiones sino también la cuestión financiera. Cómo circula el dinero, cómo se lava dinero y cómo eso pasa de largo en los países. ¿El costado financiero del problema del narco también es importante?
-Sí. En algunos sentidos, la exportación de cocaína es más fácil que la importación de las ganancias y el lavado de estas ganancias y muchas veces las estructuras están completamente separadas. Medellín es el ejemplo perfecto. La gente que lavó plata para Pablo Escobar hace 40 años estableció empresas que, hoy en día, son parte del panorama legal de esta ciudad. Dividir la plata sucia de la plata limpia es casi imposible.
-¿Es imposible para el Estado discriminar los negocios legales de los ilegales?
-Sí. Cada país, incluso la Argentina, tiene su unidad de inteligencia financiera, unidades especializadas en el lavado de activos. El problema es que muchas veces son unidades muy pequeñas, con muy poca financiamiento, enfrentando un problema gigantesco no sólo nacional sino también transnacional. Ahí vemos fallas muy grandes y espacios donde el crimen organizado se puede mover sin ser molestado.
De Gran Bretaña a América Latina
▪ Formación. Estudió en la Universidad de Edimburgo y en el Ampleforth College de York.
▪ Trayectoria. Fue corresponsal de la BBC y The Economist. Exoficial del ejército británico, estuvo asignado a Bosnia e Irlanda del Norte.
▪ Actividad actual. Cofundador y codirector de Insight Crime, think tank con sede en Medellín que investiga el crimen organizado.