La Repregunta. Gustavo Grobocopatel: “En Brasil, la producción del agro creció un 60% pero en la Argentina está estancada”
El fundador de Los Grobo sostiene que no hay contradicción entre aumentar la productividad del campo y cuidar los suelos, y desmiente la tesis que opone consumo interno y exportación
“En los últimos años, la producción del agro argentino aumentó apenas el 10%”, describe. “Brasil ha incorporado tecnología y ha aumentado la productividad cuando la productividad de Argentina siempre fue mayor que la de Brasil”, alerta. “Hoy la productividad del agro en Argentina está por debajo de la de Brasil. Eso se debe a la baja incorporación de tecnología, que está relacionado con las retenciones: las retenciones son un instrumento anti tecnología”, analiza. “Yo no soy un fundamentalista antiretenciones. En pequeñas dosis de 1, 2 o 3 %, pueden tener algún efecto positivo. Pero acá se lo ha aplicado de una forma absolutamente discrecional y negativa. Retenciones de 30 % o, incluso, de 10% son una barbaridad”, afirma. “Las retenciones se implementan muy fácilmente porque el sector agropecuario no tiene la capacidad de presionar con los votos ni con una política organizada”, sostiene. “Si el agro tuviera poder, no habría retenciones”, sintetiza.
“El sector minero y el sector petrolero, como son sectores más concentrados, tienen una capacidad de negociación mucho mayor que el campo”, desarrolla. “La productividad de Argentina en el agro siempre fue mayor que la de Brasil pero ahora Brasil superó a Argentina”, señala y agrega: “Eso se debe a la incorporación de tecnología, que está relacionado con las retenciones: las retenciones son un instrumento anti tecnología”. “Brasil se ha dado cuenta que hay una oportunidad no en las industrias tradicionales sino en las nuevas industrias que tienen que ver con los alimentos”, desarrolla. “En Brasil, la discusión ideológica y las dudas que puede haber sobre el capitalismo y sobre el desarrollo no detienen la economía. Acá, todas esas dudas nos hacen ir para atrás. Lula fue un tipo muy pro agroindustrial”, dice. “Se podría llegar a un aumento del 50 o 60% de la producción actual. Ese crecimiento no avanzaría sobre bosques o sobre áreas con altos servicios ambientales”, aclara.
“Hay que prohibir la deforestación en las zonas que son de altos servicios ambientales. El crecimiento del agro no necesita el desmonte”, afirma. “El incentivo que tiene el productor para usar de más es cero, nulo, negativo porque gasta más. Ningún productor pondría el doble de fertilizantes por las dudas. Somos conservacionistas no por ideología sino por interés. Nos interesa preservar el recurso suelo porque es de lo que vivimos”, analiza. “Las revoluciones de hace 20 años que sucedieron en el campo, de las cuales hoy vivimos, se hicieron con muy poca participación del Estado. Estuvieron a cargo de los productores. Hoy no nos estamos preparando para lo que va a venir dentro de los próximos 20 años”, advierte.
El fundador de Los Grobo, Gustavo Grobocopatel, ingeniero agrónomo por la UBA, estuvo en La Repregunta. El agro argentino sigue siendo una esperanza de salida sostenida de la crisis. ¿Qué condiciona su desarrollo, las políticas locales, el clima o las condiciones globales? ¿Cómo piensa el potencial del campo uno de los productores de soja más emblemáticos de la Argentina? Aquí, la entrevista completa.
-En el mundo de los hidrocarburos se habla de los riesgos de superficie, por ejemplo, regulaciones y políticas que determinan el desarrollo de ese sector. En la Argentina, en el agro, ¿pesan más ese tipo de riesgos de superficies o pesan más los riesgos climáticos a la hora de desarrollar el agro en su mayor potencial?
-En la Argentina, tenemos ejemplos de esos riesgo de superficie que no se dan en otros países o en casi ninguno de los otros países. En general, el agro tiene los riesgos climáticos y los riesgos precios y los productores hemos sido formados para convivir y gestionar esos riesgos. En Argentina, existen otros riesgos que tienen que ver con los cambios en las políticas, con restricciones que aparecen y desaparecen.
-Es decir que precios y condiciones climáticas serían algo así como los commodities de los problemas.
-Claro. Y para esos riesgos, ya tenemos muchas herramientas: diversificación de cultivos, coberturas en los mercados, tecnologías que reducen los riesgos climáticos.
El agro argentino. ¿Qué condiciona su despegue?
-Es muy curioso que los riesgos que están bajo control humano, como los riesgos políticos, pesen más que los riesgos climáticos que parecen muy librados al azar y más difíciles de controlar.
-En el caso de Argentina, es así.
-¿Cuál de esos riesgos que tienen que ver con políticas económicas y regulatorias para el agro vienen del pasado y cuáles son problemas nuevos? La discusión sobre las retenciones, por ejemplo, ya parece eterna en Argentina
-Es una discusión eterna porque se empezó a desarrollar soja y un ecosistema productivo de más de cien mil productores y otros proveedores de servicios y afines, un ecosistema muy complejo, y cuando se vio que éramos competitivo, que podíamos crecer y que podíamos tener recurso para reinvertir, ahí aparecen las retenciones que frenan ese camino de un momento para otro y que, además, cambian con el tiempo y resultan casi inesperadas.
“Yo no soy un fundamentalista antiretenciones. En pequeñas dosis de 1, 2 o 3 %, pueden tener algún efecto positivo. Pero acá se lo ha aplicado de una forma absolutamente discrecional y negativa. Retenciones de 30 % o, incluso, de 10% son una barbaridad”
-¿En qué época empiezan las retenciones?
-Es un instrumento que se usa desde hace mucho tiempo. Según algunos, desde la época de (Adalbert) Krieger Vasena (NdelE: ministro de Economía y Trabajo entre 1966 y 1969 en la presidencia de Juan Carlos Onganía). Las retenciones son un instrumento de política. Yo no soy un fundamentalista anti retenciones. En pequeñas dosis de 1, 2 o %, pueden tener algún efecto positivo. Pero acá se lo ha aplicado de una forma absolutamente discrecional y negativa. Retenciones de 30 % o, también, de 10% es una barbaridad. Terminó resultando una especie de instrumento de recaudación de los gobiernos que se implementa de forma muy fácil porque el sector agropecuario no tiene la capacidad de presionar con los votos ni con una política organizada.
-Hay quienes ven en el campo un poder corporativo que influye mucho en la política. Usted está planteando lo contrario.
-Sí, yo creo que es al contrario si no, no habría retenciones. Es tan absurdo ese instrumento que, con un pequeño poder político, se habrían eliminado. El otro tema que pesa son las imposibilidades de exportar o de importar. Esas restricciones hacen que desaparezcan mercados. Cuesta mucho conseguir el cliente que te compra, sobre todo en mercados de commodities. Lleva muchos años de crear certidumbre, de darle la certeza al cliente de que vas a ser un proveedor habitual, de que no va haber ningún tipo de sorpresa. Cuando se cortan las exportaciones, se generan esas incertidumbres. El cliente busca otras opciones y el productor se queda con un producto que puede vender. Una de las ventajas de la producción de granos es que uno sabe que se va a vender, no importa el precio. Cuando se cierran las exportaciones, se corta esa especie de proceso natural. Y ahora aparecen las restricciones a las importaciones que afectan a la compra de insumos, fundamentalmente agroquímicos, fertilizantes y otros insumos básicos como cubiertas y repuestos para las maquinarias, que suman otro factor de riesgo.
Argentina vs Brasil
-Usted planteó que el tema de precios y el clima son los problemas comunes al sector del agro en el mundo pero que en Argentina hay que lidiar con la política. Brasil también es un país donde hay inestabilidad política. ¿Ese contexto no tiene impacto en las políticas del agro?
-No. No solamente no tiene este problema sino que si ves los resultados, en los últimos 10 años, la producción de Brasil creció un 60 o 70%. En cambio, en los últimos años, la producción de la agricultura argentina está prácticamente estancada: tuvo, apenas, un aumento promedio en torno al 10%. Brasil, además, ha incorporado tecnología y ha aumentado la productividad cuando la productividad de Argentina siempre fue mayor que la de Brasil. Hoy la productividad de Argentina en agricultura está por debajo de la de Brasil.
-¿Cómo se mide la productividad?
-Kilos por hectárea.
“En los últimos años, la producción de la agricultura argentina está prácticamente estancada: tuvo, apenas, un aumento promedio en torno al 10%.”
-¿Cómo es la productividad de Brasil y cómo la de Argentina?
-Brasil siempre estuvo un 10% por debajo de Argentina. Si acá la soja daba daba 3000 kg promedio por hectárea, en Brasil daba 2700 kg. Ahora, en Argentina, la soja da un poquito más de 3200 kg por hectárea pero en Brasil subió a 3500 kg. Eso se debe a la incorporación de tecnología, que está relacionado con las retenciones: las retenciones son un instrumento anti tecnología.
-¿En qué sentido?
-Porque deteriora la relación insumo producto. Es decir, el producto vale menos en relación a un insumo que vale más. Entonces, el productor trata de usar la menor cantidad de insumo posible.
-Por ejemplo, fertilizantes, que es importante para aumentar la producción. ¿La retención acorta la rentabilidad y se hace más difícil ese uso?
-Uno pone fertilizante para tener más kilos pero como los kilos valen menos, no te conviene poner tanto fertilizante.
-Brasil, en cambio, aprovecha esa oportunidad.
-Totalmente. No solamente aprovecha esa oportunidad sino que la estimula. En la crisis con Rusia, Brasil no cortó la relación con Rusia y siguió importando fertilizantes de Rusia porque lo considera estratégico para el desarrollo productivo.
-¿Argentina frenó esa importación o no importaba de Rusia?
-Sí importamos de Rusia pero no fue tan proactivo como Brasil y estamos todavía afectados por ese insumo. Además, en Brasil se da algo interesante: en general, su economía prácticamente no crece desde hace muchos años. No crece más que el 1% o el 2%. Pero si la separás en dos, los agronegocios por un lado y por el otro, lo que no es agronegocios, los agronegocios crecen al 10% mientras que el resto de la economía decrece. Es decir, hay como dos Brasiles. La matriz productiva de Brasil está cambiando. Era un país industrialista como Argentina pero que se ha dado cuenta que hay una oportunidad no en las industrias tradicionales sino en las nuevas industrias que tienen que ver con los alimentos.
-Los Grobo tuvo operaciones importantes en Brasil. Usted conoce bien ese mercado y esa política. ¿Por qué la política brasileña tienen una mirada distinta sobre el sector del agro que le ha permitido está previsibilidad y este crecimiento?
-La discusión ideológica y las dudas que puede haber sobre el capitalismo y sobre el desarrollo no detienen la economía. Acá, todas esas dudas nos hacen ir para atrás. Lula fue un tipo muy pro agroindustrial. Los que vinieron antes y después también lo fueron. Hubo una continuidad. Hay una visión compartida. Inclusive, Brasil con Lula intentó llegar a lugares como África para transferir tecnología. Lula ha sido una persona muy de la agroindustria aunque se podría decir que ideológicamente podría estar lejos. En cambio, en la Argentina, la ideología contamina la acción. La ideología no te deja ver la realidad, no deja pensar de manera libre, y no sólo al sector sino en general. Contamina la realidad.
-En la Argentina, la discusión se moraliza, se construyen buenos y malos.
-La moraliza a partir de datos que no necesariamente son verdad.
Agro argentino y aumento de producción
-Vayamos a esos datos que se discuten tanto y que generan tanta resistencia y condicionan las miradas sobre el campo. Hay una idea de que en la Argentina, para aumentar la producción del agro, hay que expandir la frontera agropecuaria.
-No, no necesariamente. Argentina produce unas 32 o 33 millones de hectáreas. Podría llegar a producir 40 millones de hectáreas pero no podría crecer mucho más expandiendo la superficie. Sí puede crecer en productividad y también puede crecer en el procesamiento de esas materias primas agregando valor al proceso a través del uso intensivo de tecnologías de última generación que aumentan la productividad. Hay quienes calculan que Argentina puede producir 130 millones de toneladas; otros hablan de 160 millones de toneladas y quienes, como yo, hablamos de que podría producir 200 millones de toneladas. Eso implicaría un aumento del 50 o 60% de la producción actual. Si además se considera todo el agregado de valor de las industrias integradas en el ecosistema del agro, la cantidad de exportaciones, de mano de obra ocupada, de trabajo generado sobre todo en el interior sería enorme.
-La extensión de superficie cultivada, esa posibilidad de llegar hasta 40 millones de hectáreas, es cuestionada por el impacto sobre los bosques.
-Ese crecimiento no avanzaría sobre bosques o sobre áreas con altos servicios ambientales. Sería internamente en las zonas pampeanas, o expandiendo las fronteras hacia zonas un poco menos lluviosas.
-Usted no ve ahí un dilema entre la potenciación de la producción agropecuaria y el cuidado de estas zonas verdes.
-No. Además creo que hay que prohibir la deforestación en estas zonas que son de altos servicios ambientales. Ese crecimiento del agro tiene que ir acompañado de políticas públicas que prohíban el desmonte. No es necesario desmontar. En Argentina, esas áreas desmontadas son muy marginales y ocupan menos del 4 o 5% de la superficie. En cambio, en Brasil sí es un problema porque es alta la tentación de ir sobre el Amazonas. En ese caso, hay que restringir mucho más. El potencial de crecimiento de Brasil se hace sobre zonas lábiles. Los brasileños tienen un problema en ese aspecto.
-El presidente francés Emmanuel Macron está en esa tensión con Brasil precisamente por el cuidado del Amazonas y la producción del agro.
-Es una tensión ecológica pero también una tensión que nace del temor de los agricultores franceses al acuerdo con el Mercosur. Piensan estas medidas para arancelarias para evitar que sean invadidos por productos del Mercosur. Hay que tener cuidado con cómo se analiza ese tema.
Mitos sobre dólares y empleo
-Otro de los temas de debate en torno al agro plantea que el agro produce dólares pero no crea tanto trabajo. ¿Cómo ve ese análisis?
-Eso no es cierto. El agro no se reduce al productor en el campo, que efectivamente son cada vez menos porque la tecnología los va reemplazando, sino que es un ecosistema mucho más complejo. Gran parte de los camioneros de Argentina transportan granos. También están las cosechadoras o la fábrica de camiones y camionetas porque parte de la industria automotriz está vinculada con el agro. También parte de la industria siderúrgica: un porcentaje muy relevante de lo que produce Techint es chapa que va al campo, a silos, a maquinarias. Cuando se considera todo ese ecosistema, ocupa entre 30 y 40% de la mano de obra del país, según dicen quienes lo han calculado. Cuando se minimiza la ocupación que genera el agro, esa visión desarma todo un ecosistema que tiene que concebirse integrado. No se venderían más camiones si no hubiera más producción del agro o no habría más trabajo de camionero o de productores de software y de data science porque hoy el agro consume software y electrónica y parte de esas industrias son proveedores del agro.
-Fue muy interesante conocer el dato de que la empresa Satellogic, del argentino Emiliano Kargieman, que produce satélites que fotografían los campos minuto a minuto para servir al agro en el monitoreo de los cultivos, estaba presente con sus satélites también en Ucrania, para detectar los movimientos tácticos de la guerra.
-Hay muchos casos en el mundo que desmienten esta idea de que el campo no genera trabajo. También desmienten la división entre sector primario, secundario y terciario, algo muy antiguo, muy de la década del ‘50, ‘60, hasta los ´70. Llama la atención como los políticos e inclusive los académicos levantan esas teorías y se basan en ellas para hacer recomendaciones actuales. Esas ideas son como del Medieevo.
-Usted dialoga con el mundo académico, con el mundo de los negocios y con la política. A lo largo de todos estos años, ¿ha habido una sofisticación en la comprensión de este ecosistema del agro por parte de la política? ¿Se vio más en Cambiemos que en el kirchnerismo o es una idea falsa?
-En general sí, ha habido una evolución por supuesto lenta. Hay muchos académicos que entienden esta idea del ecosistema aunque hay otros que no y cuesta que cambien su perspectiva básicamente porque no se permiten pensar en que las cosas pueden verse de distinta manera. O no se atreven a pensar que estaban equivocados. En la política pasa más o menos lo mismo, hay gente que entiende y otra que no.
-¿Depende del signo ideológico?
-Esta cosa de aferrarse a ideas del pasado para justificarse a sí mismo el presente es una barrera
-¿A qué ideas del pasado, por ejemplo?
-A esta idea de que el campo no da, al doble estándar en la economía con un tipo de cambio para los que exportan, otros tipos de cambio para el consumo interno.
Agro argentino y renta inesperada
-¿Cómo ve la explicación que dice que el campo se queda con la renta en un momento de ganancias imprevistas como el actual?
-Mi punto de vista es que no hay problema con que la gente gane dinero. El problema es qué se hace con ese dinero que se gana. Si tuviéramos un mercado de capitales, oportunidades de inversión y confianza en el país, ese dinero se reinvertiría en industrializar la ruralidad y eso no ocurre justamente por el contexto argentino. Se declaman ideas como si fueran frases hechas como que hay que industrializar la ruralidad, hay que generar trabajo, hay que generar valor agregado pero se hacen las políticas opuestas y no logran el efecto buscado.
-¿Está tan poco industrializada la ruralidad? Porque hay una imagen de una biotecnología que avanza, de agronegocio con cosechadoras sofisticadas.
-Está industrializada pero debería estar muchísimo más. Argentina debería estar produciendo muchísima más cantidad de carne, de pollo, de lácteos para el consumo interno y para la exportación. El consumo interno no está peleado con la exportación. Son cosas que se conectan entre sí.
-Acá se plantean como opuestos, mercado interno versus mercado externo.
-Claro, entonces la opción es destruyamos todo. La consecuencia de esa mirada es destruir exportación pero también destruir mercado interno. Y no, hay que aumentar los dos. Y en todo caso, si hay que subsidiar a alguien que no tiene acceso, a medida que aumentan las exportaciones y se recauda más, el Estado va a tener más dinero para redistribuir. En cambio, estamos tratando de redistribuir una torta que se achica. Tenemos que redistribuir con una torta que se agranda. Si no hay crecimiento, no hay posibilidad de redistribución.
-En el mercado interno, por ejemplo la soja, ¿qué destino tiene?
-Es la base mundial de las proteínas que comemos los seres humanos, para quienes las proteínas son clave en su alimentación. La soja es un alimento fundamental para los animales. Todo el mundo lo ve como algo despectivo pero si te comés un camembert, un parmigiano o si te comés un jamón de Parma o un bife o un pollo o una hamburguesa, todo eso está hecho con soja. No podría hacerse sin soja.
-Con las vacas comiendo pastito no alcanza.
-Podría ser pero no alcanza. Habría menos producción, la carne sería más cara, habría menos gente que come carne o derivados lácteos.
Campo vs petróleo y minería
-Dentro de los preconceptos está la idea de que el campo es una corporación potente con capacidad de influencia. Otro hombre del sector de agronegocios, Roberto Urquía (de Aceitera General Deheza), que fue senador de la Nación por Córdoba por el Partido Justicialista, cercano a Alberto Fernández en 2019 pero que viene cuestionando políticas del gobierno, ha señalado que el gobierno presiona al campo con las retenciones pero ha hecho la vista gorda con el sector minero y de hidrocarburos que pagan pocas regalías en la Argentina. ¿Usted ve ese sesgo?
-No sé si es un sesgo. El sector minero y el sector petrolero, como son sectores más concentrados, tienen una capacidad de negociación mucho mayor que el campo, que está totalmente diseminado.
-¿Pero en qué contexto surge el concepto de “rey de la soja” que contrasta con lo que usted plantea, que el campo está diseminado en numerosos productores? El concepto de que hay un “rey” en un sector da la idea de que está muy concentrado.
-No, el campo no está concentrado. El campo tiene un nivel de concentración muchísimo menor que el que puede tener la actividad minera, la energética u otros integrantes de la cadena como el supermercadismo. Y eso es normal y lógico: no hay productor que pueda hacer un millón de hectáreas. Algunos lo intentamos y nos fue mal.
-Ahí está la cuestión: en el momento en que se instala la imagen del “rey de la soja”, ¿qué porcentaje de la producción tenía Los Grobo?
-Menos del medio por ciento de la producción argentina. Si hay 20 o 30 jugadores que pueden nuclear alrededor del 5 o 7 por ciento, Los Grobo es uno de ellos. Es un sector que es imposible concentrar porque no se puede gestionar el campo en gran escala. La frase “el ojo del amo engorda el ganado” tiene que ver con esa realidad. Quizás las tecnologías ayuden en un futuro. Pero algunos lo intentamos y no nos fue bien. De hecho, en la época de los pool de siembra, todo el mundo decía “se viene los pool de siembra, se quedan con todo”. Eso no pasó y hubo una especie de regresión a la dispersión propia del campo. Eso en la producción primaria. Después, hay sectores en la cadena que son más concentrados, como los exportadores, porque un exportador tiene que tener un volumen determinado. Es natural que ahí haya concentración.
El agro, la explotación del suelo y el impacto medioambiental
-Cuando usted ve un suelo potente de la pampa argentina, ¿qué ve? Alguna vez le hice una pregunta similar a Federico Trucco, CEO de Bioceres, en relación a una plantita de soja. Su respuesta fue que ve un laboratorio que transforma dióxido de carbono en moléculas orgánicas.
-El suelo es un ecosistema de microorganismos enorme. La mayor biodiversidad del planeta está en los suelos; después, en los mares. La gente confunde biodiversidad con lo que ve en la superficie pero en un puñadito de suelo está la biodiversidad. Ahí hay una cantidad enorme de bacterias, de nematodos, de insectos que conviven y que le dan al suelo una vida propia. El suelo no solamente sirve para sostener esa planta sino también para alimentarla. A través de la fertilización, ayudamos porque cuando uno cosecha, se lleva minerales que hay que restituir al suelo de alguna manera.
-La planta absorbe minerales.
-Claro, exporta los minerales y hay que restituirlos.
-La planta exporta suelo argentino.
-Exactamente. La planta es una máquina muy eficiente de transformar sol, oxígeno y agua en algo útil, como alimentos y también otros productos de lo que llamamos “bioeconomia”, la industria textil, la industria de la vivienda, enzimas, medicamentos.
-Los fertilizantes se convirtieron en un tema de conversación cotidiana también a partir de la invasión rusa a Ucrania, por una demanda que no podía ser satisfecha. El fertilizante químico le da al suelo nitrógeno. También hay una crítica que dice que, para aumentar la productividad, los productores contaminan los suelos, que es parte del cuestionamiento a los agroquímicos. ¿Cuál es la visión de un productor y hombre de negocios con un volumen tan importante de producción sobre el cuidado del suelo?
-El incentivo que tiene el productor para usar de más es cero, nulo, negativo porque gasta más. Nadie quiere gastar más guita de lo necesario. Los fertilizantes son caros. Ningún productor pondría el doble de fertilizantes por las dudas. Y además el uso está regulado. En general, estas recomendaciones apuntan a usar los mínimos, no los máximos. Es cierto que los agroquímicos son tóxicos pero se usan en un nivel de restricciones que hacen que si lo usás de la forma adecuada, son menos tóxicos o no hacen ningún tipo de daño. A los productores nos gustaría no usar agroquímicos porque no queremos gastar plata.
-¿Y porque tienen un capital que es el suelo?
-También. Si es algo que daña el suelo, también nos daña a nosotros. El padre de Federico Trucco, Víctor Trucco, siempre decía que nosotros somos conservacionistas no por ideología sino por interés. Nos interesa preservar el recurso suelo porque es de lo que vivimos. Por eso nadie gasta agroquímicos de más; usamos lo mínimo posible. Desde que soy ingeniero agrónomo, se subió la vara en el uso de agroquímicos. Creo que en pocos años más se van a usar más productos biológicos. Vamos a ir a una agricultura más biológica.
Argentina y el ránking de tierras más productiva
-Con Ucrania en el epicentro del mapa global, se empezó a subrayar su carácter de productor de granos. Así como hablamos de los Emiratos Árabes, de Venezuela, de Vaca Muerta en relación a los hidrocarburos en el mundo, ¿cuáles son las regiones productoras y con potencial productor en el sector del agro?
-Las regiones de mayor productividad agrícola son el cinturón maicero norteamericano, la Pampa Húmeda, algunas zonas de Brasil, Ucrania y una parte de Rusia y otra parte de Europa: Francia, Alemania, algo de Inglaterra. Después hay zonas con oportunidad de crecimiento pero con menos productividad, lo que significa mayores costos porque hay que usar más fertilizantes y correcciones. La productividad se mide en dólares por tonelada. Si producen menos toneladas por hectárea, aumenta el costo por tonelada. Esas zonas pueden ser Colombia, una parte de Venezuela, los cerrados de Brasil, que están activados. Hay zonas en África, las sabanas africanas. El resto está bastante ocupado: China no tiene posibilidades; la India, tampoco. Las otras zonas de Eurasia son de baja productividad porque hay poca agua. No hay muchas zonas. Ahora, subir la producción está bien, es necesario pero hay otras tareas para hacer, por ejemplo, cambiar los hábitos de consumo hacia consumos más eficientes. Un norteamericano consume alimentos, en términos energéticos, por el doble que un europeo porque cuando come una hamburguesa, viene con el paquetito, con el papel, el vaso de plástico y la hamburguesa es cara en términos energéticos porque es mucha grasa de los animales. Un europeo que consume pasta o una cosa más simple es más eficiente que un norteamericano. Ni hablar cuando considerás África. El otro tema muy relevante es el desperdicio: se desperdicia mucho alimento. Se habla del 30%.
-¿Por qué se desperdicia alimento?
-Porque se pudren los granos porque no hay buen almacenaje; porque cuando se cosecha, se tira o se moja; porque lo atacan insectos durante el almacenaje.
-En la Argentina eso adquiere una especificidad propia. La brecha en el tipo de cambio no incentiva la liquidación de cosechas: ¿eso puede conducir a desperdiciar alimento, es decir, granos?
-No porque gracias al dios silobolsa eso no pasa. Es una tecnología hecha para proteger los granos y disminuir esos riesgos. De hecho, estamos exportando silobolsas a la India y a otros lugares para el almacenamiento de granos. Si el producto está en buenas condiciones, se lo puede guardar un año o más. Si no está en buenas condiciones, puede durar 5 o 6 meses. Si no, hay riesgo de que se deteriore la calidad del grano.
El desarrollo del agro y el rol del Estado y los privados
-China es uno de los grandes compradores de granos argentinos. Le estamos mandando granos sin valor agregado. Al mismo tiempo, Argentina desarrolló la tecnología HB4 en soja y trigo que los hace resistentes a la sequía. ¿La posibilidad de vender valor agregado a mercados externos tiene que ver con biotecnología o con agronegocios industriales, como la fabricación de cosechadoras o alimentos procesados?
-Tiene que ver con todo. Hay que vender todo lo que se pueda. Y te corrijo: Argentina no vende tanto grano sino aceite y harina de soja. Estados Unidos y Brasil están más enfocados en vender más grano. Es decir que, en el caso de Argentina, hay una transformación inicial que le agrega más sofisticación. El tema no es solo vender los granos sino vender las tecnologías. Eso puede llegar a diversificar la matriz exportadora, algo que tanto necesitamos. Podemos exportar maquinaria o exportar know how, que es muy importante. Vender consultoría es abrir el interés de otras regiones del mundo a la tecnología argentina y a los productos de la tecnología argentina. La consultoría es el Caballo de Troya. Abrís ese camino y después se generan flujos para consumir distintos productos, no solamente la semilla. Obviamente que si la semilla es la semilla HB4, tiene muchísima valor agregado
-China, Australia y Brasil ya la aprobaron.
-La van a empezar a producir también. Van a comprar esa tecnología y van a ser más competitivos. Si Argentina se retrasa mucho, va a perder el momentum. En este negocio, la competitividad es llegar antes que el competidor. Hay que llegar dos o tres años antes que el competidor.
-¿Esas áreas productivas del mundo, Europa, Estados Unidos, son más productivas que Argentina? ¿Es más cara esa producción?
-Sí, son más productivas. Y sí, es más caro por el mayor uso de fertilizantes y agroquímicos. En Europa y EEUU, hay un clima mucho más favorable al trigo o, inclusive, al maíz porque requieren diferenciales térmicos. Brasil es mucho más importante para la soja pero no es bueno para el trigo. Y Argentina está en el medio, es un poco bueno para todo. No hay nieve durante el invierno. No necesitás estabular el ganado.
-Para aumentar la producción y acercarse a los niveles de producción europea, ¿hay que meterle más fertilizantes o qué habría que hacer?
-Es un sistema. Tiene que ver con el germoplasma, la genética de la semilla. Con el fertilizante. Tiene que ver con la tecnología. Pero, a veces, aunque se haga todo igual, no tenés la misma producción porque las temperaturas, las lluvias no son las mismas.
-¿Cuánta expectativa deposita el sector del agro en el Estado argentino para que el agro despegue?
-Hay cosas que el Estado tiene que hacer: una desregulación. Para aprobar un producto, Senasa tarda tres veces más de lo que debería tardar. El Estado también es muy importante para abrir mercados. Las revoluciones de hace 20 años que sucedieron en el campo, de las cuales hoy vivimos, se hicieron con muy poca participación del Estado. No nos estamos preparando para lo que va a venir dentro de los próximos 20 años. Estamos distraídos en los problemas cotidianos y es un grave problema.
-Pero está el caso del rol del Conicet y de la investigadora Raquel Chan en el desarrollo del trigo HB4.
-Sí, muy importante, pero eso es nuevo. Pero la siembra directa no fue impulsada por el Estado ni el Inta, siquiera. Fueron los mismos productores. También hay que sacarle el pie de la cabeza a la gente y dejarla innovar, crear, emprender. La Argentina que viene, las que queremos todo, la de la inmensa clase media, la del desarrollo, de la integración al mundo, del fin de la pobreza va a ser traccionada por los emprendedores. Hay que empoderarlos y facilitarles el camino. El rol más importante que el Estado debería tener es facilitarle el camino a los emprendedores.
-Juan Grabois cuestiona siempre el hecho de que Argentina produce alimentos para 400 millones de personas pero hay 40% de pobreza. ¿Por qué se da esa paradoja, de acuerdo con su perspectiva?
-Se da por un mal manejo de los recursos por parte del Estado. La recaudación es récord. El tamaño del Estado es casi el doble del que teníamos hace 20 años. No es un problema de falta de recursos. El problema es que se los consumen en cosas que no funcionan. Hay que ver los datos de la realidad. El tamaño del Estado es el doble. Se supone que el Estado distribuye esos recursos y lo hace mal porque hay más pobreza, menos empresas, menos integración al mundo. Cuando leo una Encíclica del Papa o lo que dicen Juan (Grabois) u otros dirigentes sociales, me llama la atención que nunca hablen de la responsabilidad del Estado. Hablan de los empresarios pero nunca hablan de la responsabilidad del Estado.
-O se confunde la responsabilidad del Estado con poner más impuestos.
-Claro, pero nunca hablan de la calidad de gestión del Estado. Eso siempre me llama poderosamente la atención y no he logrado que me lo expliquen.
Un referente de la producción rural
▪ Formación. Ingeniero agrónomo por la Universidad de Buenos Aires.
▪ Perfil empresarial. Presidente del grupo Los Grobo, miembro del directorio de Bioceres y de la comisión directiva de AEA.
▪ Galardones. Konex de platino al empresario rural, Premio América Economía al mejor empresario de la región, premio del Foro Ecuménico y Social al Emprendedor solidario.