La Repregunta. Eduardo Levy Yeyati: “Sin reformas, la Argentina es inviable”
El economista, uno de los referentes de Gerardo Morales y Facundo Manes, dice que se necesita un plan integral de transformaciones para resolver el problema de la inflación
“Si no corregimos el desajuste fiscal, podemos tener un plan de estabilización que nos dé 6 meses de calma pero, después, volvemos a empezar con los problemas”, asegura. “La priorización de la político o la dominancia fiscal de la inflación que vemos muy seguido en la Argentina es parte de esta creencia de que una vez que la inflación baja, ya está, ya lo logramos”, advierte. “Necesitamos que la inflación baja sea un ordenador de una serie de reformas y de una forma distinta de pensar la política fiscal y, en general, la política económica”, plantea. “Sin reformas, el país es inviable”, afirma. “Si no bajamos la inflación, es muy difícil que el gobernante tenga espacio político para impulsar las reformas porque la inflación genera ansiedad y urgencia”, explica. “Una vez que llevamos la inflación a niveles que asusten menos durante 6 o 12 meses, hay que meter la reforma”, sostiene. “Es fundamental generar medidas e, incluso, pagar algún costo político anticipado para darle la señal al privado de que esta vez hay alguna posibilidad de que sea diferente que en el pasado”, analiza y agrega: “Acercarse al equilibrio fiscal en 2024, implica un ajuste, una reparación de las cuentas públicas de 3 a 4 puntos del PBI que no se ha dado nunca en la historia reciente”. “Vamos a tener que recuperar el carácter reformista en la palabra “reforma” en el sentido de cambiar algunas cosas más de raíz y menos en términos de parches, propone. “La formalización es fundamental en la economía y para eso, hay que hacer una reforma tributaria que la haga más fácil. Hoy se da todo lo contrario”, advierte. “Como radical, te voy a citar un radical. A la sociedad y al sector privado, al ciudadano, no le tenemos que hablar con el corazón. El sistema pide reacciones de bolsillo. Si hay una brecha del 100% acá y en cualquier país del mundo, porque ésta es una historia que se ha repetido en muchos países en desarrollo, vas a tener sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones”, describe. “La política cambiaria del gobierno contra la inflación generó incentivos perversos que hacen que nuestro superávit comercial se achique”, diagnostica. “Si mostrás que no va a haber un déficit de 4% en 2024, entonces las expectativas de emisión, inflación, descalabro financiero y presión cambiaria van a caer”, cree. “Las decisiones de política pública son decisiones políticas. La personalidad del presidente define”, asegura. “La diferencia fundamental es política más que económica. El extremo más de centroderecha o derecha tiene preferencias por políticas más disruptivas”, responde sobre los puntos del plan económico que generan más debate entre los economistas de Juntos por el Cambio y sigue: “No es un tema de shock o no. Estoy pensando más en la velocidad y sobre todo en el tiempo y la intensidad de negociación con los actores intervinientes. La discusión es qué tan rápido se quiere ir y qué tan lento se puede ir porque presionan las condiciones externas, la falta de financiamiento, la inflación, la demanda y la ansiedad social sobre la inflación”. “Uno puede ir hacia delante más o menos rápido, siempre anunciándolo como para generar previsibilidad. Ir para atrás es otra cosa, no es gradualismo”, aclara.
El economista Eduardo Levy Yeyati estuvo en La Repregunta. Levy Yeyati es uno de los economistas abocados al diseño de un plan económico dentro de Juntos por el Cambio, en su caso, por la UCR. Es uno de los referentes económicos de Gerardo Morales y Facundo Manes. En la presidencia de Cambiemos, fue el responsable del programa Argentina 2030 de jefatura de Gabinete.
Levy Yeyati es doctor en Economía por la Universidad de Pennsylvania. Es el decano de la escuela de gobierno de la Universidad Di Tella. Es investigador principal del Conicet y autor, entre otros títulos, de Porvenir. Caminos al desarrollo argentino.
Aquí, la entrevista completa.
-La semana pasada, la vicepresidenta dejó claro cuál es su marco conceptual y la cadena de causas y efectos a partir de los cuales concibe el problema económico en Argentina: minimiza el problema del déficit fiscal y de la emisión y pone el foco en la evasión, en el carácter bimonetario de la economía y en la “fiesta de importaciones”. ¿La inflación es el eje ordenador a la hora de pensar el problema económico en la Argentina? ¿Cuál es tu diagnóstico y cuánto pasa esa variable
-La inflación es un síntoma de muchos otros problemas. Estamos tan acostumbrados a vivir con inflación que nos olvidamos de que la bajamos varias veces. En la historia, hemos tenidos varios planes de estabilización que han sido efímeramente exitosos y algunos que han sido exitosos por mucho tiempo. El Plan Austral del ‘85, por ejemplo, bajó la inflación y de hecho ganó una elección, la primera elección legislativa. La Convertibilidad duró mucho y tuvimos casi inflación cero aunque explotó por otros lados. En 2002, también: en abril de 2002 la inflación era de 3%. La inflación es como la fiebre que nos va subiendo cuando hay un problema subyacente y muchos de esos programas de estabilización que sí fueron exitosos al inicio en poner un freno, cayeron porque muchas de las cosas que deberían hacerse para resolver los verdaderos problemas que causan la inflación no se hicieron, entre ellos, la consolidación fiscal, es decir, tener al menos un para de años de superávit. Esa es la causa fundamental de la crisis de deuda: nadie nos presta si no podemos pagar ni siquiera los intereses de la deuda. Y por el otro lado, la de la emisión de dinero que es necesaria para financiar el déficit cuando nadie te presta. Entonces, si no corregimos el desajuste fiscal, podemos tener un plan de estabilización que nos dé seis meses de calma pero después volvemos a empezar con los problemas. Yo invertiría la pregunta y diría: ¿cuáles son los problemas que hacen que, aún cuando los planes tengan éxito efímero, vuelven para alimentar la inflación como una fiebre que básicamente es señal de otro problema.
¿Cómo es el plan económico que se discute en JxC?
-¿Es decir que esos dos planes que fueron exitosos para frenar la fiebre de la inflación dejaron suelto la sostenibilidad de esa salida, que es el control del gasto público?
-Eso entre otras cosas. En el caso del Plan Austral fue muy claro. El Plan Austral era una ventana para hacer otro tipo de reformas, incluyendo las privatizaciones. Cuando uno estabiliza, lo que quiere es dar espacio político a un gobierno para hacer las reformas que luego aseguran que esa estabilización sea permanente. Bueno, lo que sucedió es que en vez de tener un déficit fiscal del 3%, tuvieron uno del 6% y una deuda muy difícil de pagar y una serie de problemas que dinamitaron el Plan. Y en el caso de la Convertibilidad, sí hubo reformas al inicio, independientemente de lo que uno piense esas reformas. Hubo un ajuste fiscal ayudado por un plan Brady que pateó los pagos de la deuda para fines de los ‘90. Pero la fragilidad de la dolarización, que era esencial a la Convertibilidad, y el hecho de que perdiéramos la disciplina fiscal porque nos convencimos de que íbamos a crecer a tasas chinas durante 10 años, hizo que 5 años después fuera un fracaso. Entonces, no le achaquemos la vuelta de la inflación a la estabilización.
-Pero la inflación se produce con una política y un contexto político determinado, por ejemplo, elecciones. Una de los análisis que se hace del fracaso de la Convertibilidad para volverse sustentable es que a finales de los ‘90, Menem estaba pensando en las elecciones y estaba transfiriendo dinero a las provincias, produciendo un desbalance fiscal. Entonces, ¿cuán sostenible es cualquier plan de estabilización cuando la política empuja en función de otros intereses?
-Por eso yo hago tanto hincapié en que no hay que confundir estabilización con estabilidad. En los ‘90, con la Convertibilidad, en algún momento el Gobierno creyó que ya había llegado y que podía comportarse como un país desarrollado, y abrió un déficit que, a la larga, era infinanciable. La complacencia de la política, o la priorización de la político o la dominancia fiscal de la inflación que vemos en el segundo menemismo y que vemos muy seguido en Argentina es parte de esta creencia de que una vez que la inflación baja, ya está, ya lo logramos. En realidad, necesitamos que esa inflación baja sea un ordenador de una serie de reformas y de una forma distinta de pensar la política fiscal y, en general, la política económica. El facilismo de pensar que la estabilización es el fin es lo que nos lleva después a soltar la rienda y que la estabilización se haga pedazos.
-Es decir que la estabilización, el modo de controlar todos los precios relativos de la economía para empezar a frenar la inflación, es apenas el punto de partida.
-Exacto. Es la ventana de oportunidad para hacer las reformas. Pensá en 2024: tenemos que hacer un cambio de régimen de políticas económicas en muchos aspectos, en el socio laboral, en la forma en que funciona el Estado, en una reforma tributaria. Si no bajamos la inflación, es muy difícil que el gobernante tenga espacio político para impulsar las reformas porque la inflación genera ansiedad y urgencia. Una vez que llevamos la inflación a niveles que asusten menos durante 6 o 12 meses, hay que meter la reforma.
El sector privado, ¿la clave para la estabilidad pos 2023?
-En términos de lo urgente, del primer paso a dar en 2024, ¿cuál es ese plan de Juntos por el Cambio? Porque hoy este Gobierno no está pudiendo frenar la inflación. El gobierno de Cambiemos tampoco pudo y terminó con una inflación del 54%, récord en 28 años. ¿Qué chances hay de que efectivamente una nueva presidencia, a partir de la alternancia en el poder, logre encontrar la llave que permita empezar a frenar la inflación?
-Depende mucho de la voluntad política, aparte de que el diseño técnico del plan de estabilización sea consistente.
-¿Cómo sería ese diseño técnico?
-Mirando un poco hacia las estabilizaciones del pasado, debería ser un “blend” de la Convertibilidad, del Plan Austral y, en parte, también de la estabilización de 2002 que se basó, en ese caso forzadamente, en una contracción monetaria y fiscal muy fuerte y en un traslado de riqueza, una apertura de oportunidad al sector privado: no te olvides que vamos a llegar a 2024 con el Estado quebrado. No hay impulso fiscal, no tenemos con qué impulsar la economía. Si no logramos que el sector privado responda, aunque sea tibiamente, con mayor inversión, con formalización de la economía, ampliando la base tributaria, es muy difícil que eso se sostenga. Y si no crecemos, la presión política hace que, luego, todos estos planes que los economistas armamos se vayan disolviendo
-¿Cómo se logra ese objetivo de que lo privado se reactive?
-Por lo pronto, a los privados hay que plantearles un mínimo de estabilidad continua. Que bajes la inflación o arregles los precios relativos como las tarifas y, sobre todo, el tipo de cambio durante un año no es suficiente para un sector privado, que somos todos nosotros, que estamos acostumbrados a la temporalidad de las políticas argentinas. Hago reformas, hago cambios, estabilizo 6 meses la economía y antes de invertir, el privado va a estar pensando cuánto dura esto y espera. Pero al esperar, demora el crecimiento y le pone presión al político para sostener la reforma: es como un círculo vicioso. Es fundamental generar medidas, anuncios e, incluso, pagar algún costo político anticipado para darle la señal al privado de que esta vez hay alguna posibilidad de que sea diferente que en el pasado.
A la conquista de la estabilidad: los costos políticos que hay que pagar
-En el plan que ustedes imaginan, ¿cuál sería una medida que puede llevar a pagar costos políticos?
-El costo político hoy es la imagen del Gobierno. Si hacés políticas que en lo inmediato, aunque sea en algunos sectores, son impopulares, es decir, si un Gobierno se banca el costo de mover las piezas de manera que haya ganadores y perdedores pero para que hacia el futuro haya mayor crecimiento y mayor empleo, si ves que el gobierno está dispuesto a pagar ese costo anticipadamente, capaz que ahí el privado piensa “esta gente ahora se está tomando las cosas en serio”.
-Entiendo ese punto. Pero en el plan que ustedes están diseñando, ¿cuál es esa medida que los preocupa porque es impopular pero es la señal que necesita el sector privado?
-Posiblemente haya que estar cerca del equilibrio fiscal en 2024. Implica un ajuste, una consolidación, una reparación de las cuentas públicas de 3 a 4 puntos del PBI que no se ha dado nunca en la historia reciente.
-¿Eso son tarifas? ¿Cuáles son las variables que pueden influir en esa baja del gasto?
-Eso son tarifas, mucho gasto público que no es esencial, algunos ajustes en las empresas públicas. En fin, hay que ir línea por línea. Tampoco es tan fácil en un contexto en el que la Argentina no crece. Por eso esas medidas son costosas. Ahora, no hay alternativa porque no tenés cómo financiar el déficit en 2020, salvo con emisión. Nadie te va a prestar para financiarlo: ya usamos todo el dinero de los organismos multilaterales; el mercado de pesos doméstico está hackeado: de hecho creo que vamos a tener que mantener el cepo aunque sea por un tiempo para tener al menos esa línea de vida doméstica. Todo eso no te da como para financiar un decidí de 2, 3, 4%. Hay que tener equilibrio fiscal: eso es costoso. Luego, hay que plantear reformas desde el inicio. No te olvides que en la Argentina, y en general en el mundo, lo que no se hace en el primer año de gobierno, muy difícilmente se pueda hacer en los otros años de gobierno.
-¿Es el primer año o los primeros meses con las urgencias que hay y la presión social que hay?
-En los primeros meses, se plantean las reformas que ya tienen que estar escritas y dialogadas con los actores esenciales, que son factores de bloqueo de la reforma. Muchas de estas reformas tienen que ir al Congreso, no podés gobernar por decreto. Pero desde el Día 1 hay que mostrarle al privado un plan consistente no solo en bajar la inflación sino en no regenerarla año siguiente.
Argentina y los prejuicios anti reformas
-Desde el menemismo, la palabra “reforma” tiene mala prensa por la privatización de las empresas públicas y los niveles de corrupción, o el nivel de desempleo que dejó, que pasó del 7% cuando termina Alfonsín al 14% cuando se va Menem. Más allá de lo político, desde lo técnico, ¿cómo plantea una reforma laboral, por ejemplo, que no tenga estas consecuencias que parte de la opinión pública teme y que no dispare la reacción del kirchnerismo, que las rechaza casi como un principio ideológico? “Reforma” suena a “neoliberalismo” en Argentina.
-“Reforma” suena a “reformismo”. El reformismo está asociado al centro o al centro izquierda, a diferencia de la izquierda.
-Hace mucho que no suena así en la Argentina.
-En la Argentina, las palabras suenan distinto. A algunas palabras, medio que las hemos dado de baja, como a “progresismo”. Pero hay que rescatar el reformismo. Sin reformas, el país es inviable. Tenés razón en lo que decís y si una persona plantea esto, le diría que hay que hacer las reformas. Alguna de las reformas del menemismo que en su momento critiqué constructivamente fueron las últimas reformas de la historia reciente en Argentina. Vamos a tener que tener de nuevo un carácter reformista en el sentido de cambiar algunas cosas más de raíz y menos en términos de parches. Ahora, la corrupción es independiente de las reformas. Cuando no hay reformas, igual hay corrupción: hay corrupción en la obra pública, que no es reforma per se. Algunas reformas necesarias son reformas tributarias, por ejemplo, la eliminación de impuestos, la reducción de la carga fiscal
-La vicepresidenta dice que Argentina tiene una carga impositiva baja comparado con otros países como Francia.
-Eso no es cierto si vos tomás toda la carga impositiva, incluyendo la de los gobiernos subnacionales, provincias y municipios. Pero aparte de la carga per se, que mucha gente no paga porque hay mucha informalidad, el sistema tributario es perverso porque hay muchísimos impuestos que complican el trámite impositivo, sobre todo en las empresas pequeñas y microempresas, donde se da la gran mayor parte de la informalidad. El sistema tributario genera informalidad, reduce la base sobre la que recaudar, fuerza los impuestos a ser más altos. La sociedad termina partida en informal y formal. La formalización es fundamental en la economía y para eso, hay que hacer una reforma tributaria que la haga más fácil. Hoy se da todo lo contrario. Y en términos de la carga, insisto, nuestra carga impositiva es alta, comparable con países que tienen un nivel de ingresos más alto y mucho mayor que nuestros compañeros latinoamericanos.
¿Cómo la política económica genera incentivos positivos y negativos?
-¿Es decir que la reforma tributaria es una manera, en realidad, de impulsar el acceso de los trabajadores informales a la economía formal?
-Y de las empresas informales. Muchos de los asalariados informales trabajan en una empresa informal. Si la empresa es informal, difícilmente pueda blanquear a su planta. Formalizando a las empresas micro y pequeñas, se formaliza a esos trabajadores. A partir de ahí, esas empresas pueden acceder al crédito, a ciertas tecnologías: se van a modernizar. Cuando se habla de modernizar el aparato productivo, también hay que pensar en esa gran masa de empresas. Argentina tiene enanización: hay muchas empresas enanas que hay que tratar de meter dentro del sistema para que vayan creciendo. La formalización no es solo en la frontera de las empresas grandes y tecnológicas; la modernización es también la formalización de esta economía B que vive a la vera del sistema tributario porque el sistema tributario es intratable.
-En ese traslado de la riqueza al sector privado para que se active, según planteaba, ¿qué rol tiene el sector privado? Porque una de las imputaciones que hace el kirchnerismo es que las grandes empresas evaden; se ha acuñado el concepto de “importaciones especulativas”, que aprovechan la brecha cambiaria.
-Como radical, te voy a citar un radical. A la sociedad y al sector privado, al ciudadano, no le tenemos que hablar con el corazón. El sistema pide reacciones de bolsillo. Si hay una brecha del 100% acá y en cualquier país del mundo, porque ésta es una historia que se ha repetido en muchos países en desarrollo, vas a tener sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones. Lo sabe cualquiera que haya estudiado economía.
-No es una cuestión moral; es una cuestión de reacción de los actores económicos.
-Si el dólar solidario está muy debajo del dólar MEP, del dólar paralelo, hay incentivos a viajar. Eso no es inmoral: se genera un sistema y el sistema, con sus incentivos, hace mover a la gente. Si como importador tenés la posibilidad de importar más mercadería anticipadamente o de pagar tus deudas con dólares oficiales más baratos, lo vas a hacer y la verdad, no es inmoral: una vez hecha la regla, si es legal, la moral pasa por otro lado. No descalifico la moral pero como hacedor de política, no podés confiar en la moral. No seamos ingenuos: hoy hay un sistema que es perverso y que genera conductas no cooperativas. También es un sistema en el que muchas empresas tienen protección por su relación directa con el gobierno. Es un sistema en el que la autoridad de la competencia, que se creó en los papeles hace 4 años, en el gobierno de Cambiemos, se metió en un cajón porque no se regula la competencia.
-Los monopolios, la concentración…
-Pero no sólo hacia los consumidores sino también dentro de las cadenas de valor. Hay muchas cosas que hay que arreglar. Pedirle a la gente “arréglenlo ustedes espontáneamente” es ingenuo. Hay que cambiar las reglas y hacerlas consistentes.
-Es decir que el modo de funcionamiento del sector privado es una consecuencia de la regla de política económica que se pone desde el Estado.
-Por supuesto, es una respuesta a las reglas del sistema, siempre dentro de las reglas. Después hay comportamientos delictivos que están penalizado por la ley; no hay comentario sobre eso, es ilegal. Pero hay muchos comportamientos que no son ilegales; podés llamarlos “oportunistas” o “especulativos” pero lo tenemos todos nosotros. Ves algo más barato y lo comprás porque está más barato.
Tema dólar: el problema de la brecha y los caminos para reducirla
-¿Entonces el tipo de cambio, el precio del dólar, va a ser clave para no incentivar este tipo de conductas?
-El precio del dólar y la brecha. La brecha genera incentivos perversos, entre ellos, la informalización del trabajo que se vende al exterior, ya no sólo empresas sino trabajadores que trabajan para el exterior porque perciben los dólares en billetes y no los perciben acá al tipo de cambio oficial. Cuando uno va al gobierno, el que hace política públicas, tiene que tomar las riendas de ese problema. No hay que estar pidiéndole al sector privado que se adapte a un sistema que es perverso.
-Claro, el plan económico no es un púlpito desde el cual se sancionan conductas de quienes están en la vida común sino para intentar conducirlas hacia otro lado.
-Quiero decir otra cosa. Tenemos que dejar de dialogar con la vicepresidenta cuando la vicepresidenta se pone en rol de comentarista. El gobierno es otro; en el Gobierno, el presidente y sus ministros no dicen eso que dice la vicepresidenta. La gente votó a un presidente y a un gobierno y un gabinete de ministros. No dialoguemos con un comentarista; dialoguemos y comentemos las políticas del gobierno. La política cambiaria del gobierno contra la inflación generó incentivos perversos que hacen que nuestro superávit comercial se achique.
-En este plan que ustedes están diseñando, ¿cómo se reduce la brecha?
-Hay que ajustar los precios porque están atrasados y, en particular, el tipo de cambio y las tarifas.
-¿Eso es devaluar?
-O depreciar. Hoy se está interviniendo el tipo de cambio. Hay que llevarlo a un nivel que sea más afín a las presiones cambiarias, sobre todo financiera. No sé si es competitivo o no el tipo de cambio. Posiblemente esté un poco atrasado por los impuestos a las exportaciones. Hay que llevarle un nivel en el que la presión cambiaria que se manifiesta en la brecha, porque cuanto mayor presión, aumenta la brecha, se reduzca. Que la brecha sea menor, que sea un factor disruptivo pero no determinante de las acciones
-Es decir, el dólar oficial se va a acercar al dólar blue.
-El dólar oficial debería subir a niveles más razonables en términos reales después de netear el impacto que va a tener eso en la inflación. Con eso solo, la brecha debería ir descendiendo siempre y cuando haya un programa consistente. Si mostrás que no va a haber un déficit de 4% en 2024, entonces las expectativas de emisión, inflación, descalabro financiero y presión cambiaria van a caer, pero tenés que tenerlo todo armado. Esto es como el “principio de Ana Karenina” de Jared Diamond: si algún ingredientes del programa falta, el programa no sirve en su totalidad.
Salario vs inflación. ¿Una carrera difícil de ganar?
-Un ingrediente central que afecta a la gente es el salario. Con un arrastre inflacionario, con la inercia inflacionaria, con esta corrección de precios relativos como el del dólar, que siempre impacta la inflación, ¿cómo lo van a manejar?
-El salario ya viene corriendo de atrás, lo sabemos, o sea que claramente hoy no debería ser una factor al cual adscribirle la inflación porque de hecho la está corriendo de atrás.
-¿Pero cómo se evita que el efecto de la corrección del precio del dólar, por ejemplo, se traslade a una demanda de corrección de salarios que recupere lo perdido y además se actualice en relación a la nueva inflación?
-Si se sube el dólar por arriba de la inflación, el salario puede subir con la inflación y el dólar sigue subiendo por arriba de la inflación. No pensemos los salarios en dólares sino en términos de IPC, de poder adquisitivo. Cuando vos hablás de devaluación real, estás hablando de un ajuste del tipo de cambio por arriba de la inflación. Todos los precios, incluyendo los salarios, van a gustar más o menos con la inflación. Que vos subas el dólar implica que caiga el salario real. El salario real se ajusta con inflación. La pregunta que me hacés es si bajo la inflación y el salario real tiene que juntar con la inflación pasada que es más alta que la inflación de hoy, ¿cómo me arreglo para que eso no impacte en los márgenes o en el gasto público, que también es pagar salarios? Es parte del problema, hay que resolverlo. Hay que tratar de hacer ese ajuste salarial de manera más gradual, pensando más en cuál va a ser la evolución de los precios a futuro. Eventualmente lo vas a tener que dar pero lo ideal sería que fuera cuando ya estás creciendo.
Crisis económicas: ¿por malos economistas o malos presidentes?
-Usted estuvo cerca de la gestión de Cambiemos liderando el programa Argentina 2030, dentro de jefatura de gabinete. Vio la gestión de cerca. Esa Argentina de Cambiemos, en la presidencia del expresidente Macri, en 2019, tuvo una inflación del 53,8% y un déficit de 0,5%. La gran discusión en Argentina es qué causa la inflación y la respuesta instalada es que es el déficit y la emisión. ¿Cómo pudo haber ese nivel de inflación en 2019 si hubo un déficit casi cero? ¿Hubo algo en ese razonamiento acerca del funcionamiento de la inflación que no lograron ver?
-Cuando dos cosas se mueven simultáneamente, no es claro cuál causa la otra. Es una lógica errada pensar que porque tuviste déficit cercano a cero en 2019 y subió la inflación, el déficit no impacta en inflación.
-Pero es una pregunta válida porque esa respuesta está muy instalada pero en este caso, surgen dudas de cómo juegan esas dos variables.
-También en 2018 y sobre todo en 2019, la emisión monetaria fue muy baja porque el Fondo Monetario imponía bajar la emisión. pero devaluaste. La inflación depende de muchas cosas, entre otras, del tipo de cambio, mira al tipo de cambio. En 2017, ee pensaba que se había bajado la inflación pero en gran medida era porque el tipo de cambio estaba atrasado. Cuando el tipo de cambio recuperó un nivel más normal e, incluso, se dio un overshooting, sobrereaccionó, la inflación subió con el tipo de cambio. El tipo de cambio es importante y por eso el manejo del tipo de cambio va a ser uno de los ingredientes de un plan de estabilización, cuándo devaluar y cuándo estabilizar para que sea un ancla adicional de una inflación muy inercial. La inflación de 2019 fue en parte la inflación que se había reprimido en 2017 atrasando el tipo de cambio.
-Hay un consenso teórico y académico acerca de cómo funciona la macroeconomía en la Argentina y en el mundo. Lo vemos en Estados Unidos, donde la inflación tiene que ver con las políticas de expansión fiscal que se llevaron adelante durante la pandemia, a lo que se suman las distorsiones que genera la guerra en Ucrania. Sin embargo, en el Gobierno, los economistas sostienen otras ideas. Usted dice que Guzmán piensa de otra manera pero está claro que Kicillof piensa la economía de forma distinta. La vicepresidenta está más alineada con ese ideario. ¿Argentina fracasa cíclicamente en su economía por cuestiones políticas, como la inclinación a expandir el gasto irresponsablemente en momentos electorales, o también por problemas en las cualidades técnicas de los cuadros económicos que tienen una visión muy particular, por lo que hemos visto en el kirchnerismo?
-Kicillof no es parte del gobierno. Si querés discutimos los pensamientos económicos de los ministros de economía de cada una de las provincias.
-Pero influye en la idea de controlar precios como una política económica, por ejemplo. Roberto Feletti llegó a la secretaría de Comercio como una especie de brazo armado controlador de precios de Cristina Kirchner, que en temas económicos escucha mucho a Kicillof.
-Durante el gobierno de Cambiemos también se intentó seguir con la práctica de orientar los precios aunque con menos convicción, obviamente, porque los economistas de Cambiemos no pensábamos que el control de precios sea un plan antiinflacionario. Hay muchas influencias dentro del gobierno y es cierto que ha habido gente, mencionabas a Feletti, que realmente pensaba que podía controlar la inflación con un plan de control de precios. Me parece que está errado y las pruebas están a la vista. El equipo económico de Guzmán piensa distinto. Ha tenido poco espacio y ahora ya es demasiado tarde porque uno de los ingredientes de un programa antiinflacionario es la credibilidad de tus medidas. Si movés las palancas, hacés anuncios, modificás algunas normas y el sector privado piensa que eso no va a durar 6 meses, ni responde.
-La credibilidad de las medidas tiene que ver con un plan consistente, como usted explicaba. También, con la autoridad presidencial. No se sabe cuál va a ser el candidato de Juntos por el Cambio. La gente va a elegir en las PASO pero entre candidatos que van a llegar con el mismo plan maestro a partir del cual activar el plan económico. ¿Es lo mismo que sea un candidato el que ponga en juego ese plan? ¿Da lo mismo que el presidente sea Macri, Manes, Morales o Larreta?
-No, no es lo mismo porque las decisiones económicas siempre son decisiones políticas. El plan económico es un perímetro dentro del cual hay diferentes opciones: se define el perímetro, no vayas por acá que esto es imposible, acá tenés posibles combinaciones. Y después el presidente va a decir esto no lo puedo hacer, no me animo hacer esto, esto me parece que está mal. La razón de ser de ese plan maestro no es convertirse en un libro blanco ni una planificación a largo plazo, algo imposible en Argentina. Sí es definir ese perímetro, cuáles son las opciones que tienen alguna chance de poder estabilizar de manera permanente. Después, la personalidad del presidente define. Las decisiones de política pública son decisiones políticas, más allá de que si salen mal, lo mandan al frente al economista o al técnico. Lo bueno en el caso de Juntos por el Cambio es que todos los candidatos entienden que lo primero que tienen que hacer es bajar la inflación, estabilizar y luego, lo segundo, casi simultáneo, implementar reformas con una suerte de cambio de régimen. Al menos, en los lineamientos hay una convergencia que los hace más creíbles.
-En función de ese plan, de ese perímetro, ¿cuáles son los puntos que generan más diferencias y más debate entre los economistas de Juntos por el Cambio que representan la mirada económica de los distintos socios de la coalición?
-A esta altura, es muy difícil precisar un programa cuando falta un año y medio de mucha incertidumbre, con un gobierno que está partido del medio. Realmente todavía no sabés los parámetros de partida.
-Pero en este presente ya están pensando cómo harían. ¿El cepo, por ejemplo, es un tema que divide?
-La diferencia fundamental es política más que económica. Hoy hay una discusión sobre si la posición tiene que ir por el centro, generando más volumen político en el centro, o tiene que moverse a un extremo, por ahí con menos volumen político.
-¿Cómo se traduce esa diferencia a la hora de diseñar un plan económico?
-El extremo más de centroderecha o derecha tiene preferencias por políticas más disruptivas.
-¿Un shock?
-No, shock es otra cosa. Se pueden hacer los anuncios el Día 1 y después puedo darme un tiempo. Estoy pensando más en la velocidad y sobre todo en el tiempo y la intensidad de negociación con los actores intervinientes. Hoy, aunque no es un punto en el que haya una discusión drástica, la discusión es qué tan rápido se quiere ir y qué tan lento se puede ir porque presionan las condiciones externas, la falta de financiamiento, la inflación, la demanda y la ansiedad social sobre la inflación.
-¿No es una discusión que se repite: la discusión en torno al gradualismo?
-No, a la palabra “gradualismo”, como a “progresismo”, hay que ponerlas en el tacho de las palabras que han sido bastardeadas. Gradualismo es, básicamente, decir desde el día 1: voy a reducir el déficit, voy a imponer estas reformas, voy a cambiar el sistema previsional a lo largo de este plan. En 2016, nosotros no hicimos ningún tipo de consolidación fiscal. Eso no fue gradualismo. De hecho, aumentamos el déficit con la Reparación Histórica casi permanentemente. Uno puede ir hacia delante más o menos rápido, siempre anunciándolo como para generar previsibilidad. Ir para atrás no es gradualismo.
Un economista con visión amplia
▪ Formación. Ingeniero civil por la UBA, doctor en Economía por la Universidad de Pensilvania.
▪ Gestión privada. Fue director de Estrategia de Mercados Emergentes y Jefe de Investigación para América Latina en el banco de inversión Barclays Capital.
▪ Gestión pública. Fue economista Jefe del Banco Central; director del Banco de Inversión y Comercio Internacional BICE.