La Repregunta. Denis Mizne: “En Brasil, el sector empresario invierte en educación 800 millones de dólares”
El CEO de la Fundación Lemann, creada por el empresario brasileño Jorge Lemann, uno de los hombres más ricos del mundo asegura que apoyar al sistema educativo público es la mejor manera de aportar al desarrollo del país
“El aporte del sector empresario brasileño a la educación equivale al 4% del presupuesto del Ministerio de Educación de Brasil”, detalla. “No hay incentivos impositivos para que dones a una causa educativa que pueda mejorar el país. Hacerlo o no depende de la voluntad individual”, explica. “Apoyar al sistema público es la gran manera de aportar al desarrollo de Brasil”, plantea y agrega: “El gran factor de reducción de la desigualdad es garantizar que todos tengan acceso a una educación de alta calidad en la educación básica”. “Un país en el que el 94% de los alumnos con 18 años no aprendió lo suficiente en la escuela nunca va poder crecer de manera sostenible”, reflexiona.
“En Brasil, llegada la edad de 7 u 8 años, no se logra que el 50% de los niños esté alfabetizado. Es un problema muy grave: hay alumnos que hace 2 o 5 años que están en la escuela y todavía no están alfabetizados”, advierte. “El problema ya no es más de acceso sino que, cuando están en la escuela, los alumnos aprendan. Éste es el enfoque de la Fundación Lemann”, sostiene. “La educación es siempre para la transformación, para el pensamiento crítico. Pero no vamos a llegar a ese objetivo si los alumnos no aprenden a leer”, cuestiona. “Necesitamos más políticas de Estado y no políticas de gobierno. El rol de la sociedad civil puede ser el de ofrecer más estabilidad ante tanta incertidumbre política”, plantea. “Muchas veces, desde las empresas y desde las familias ricas, hay una visión de que la educación no funciona porque la gente no intenta mejorar, porque el gobierno no es serio, porque los sindicatos lo impiden. Todo eso no es verdad.
Lo cierto es que es muy difícil transformar la educación”, analiza. “En educación, el rol del sector empresario es tener una visión de más largo plazo, de colaboración y de mayor comprensión”, reflexiona. “Es muy importante que la sociedad civil no quiera tomar atajos, eso de decir “tengo poder, voy a hablar con el presidente, voy a hablar con el gobernador”. Al contrario, tiene que contribuir a la construcción de consensos sociales para que estas políticas puedan llegar a tener éxito”, propone. “
En cuatro años, la provincia de Ceará llevó el porcentaje de niños alfabetizados del 30% al 70, 80%. Pasaron de ser la municipalidad que estaba en la posición 1500 y pico en el ranking de escuela en Brasil a ser la municipalidad número uno”, comenta y desarrolla: “Fue el resultado de la colaboración entre la provincia y los gobiernos locales y se basaron en una combinación de formación, materiales educativos, evaluación, accountability, premiación y una política de impuestos: los impuestos que las ciudades mandan a la provincia vuelve a ellas si logran mostrar progresos en alfabetización”. “Nuestra visión es que hay que hacer todo lo que se pueda para no dejar a ningún niño sin aprender a leer y escribir. Tomar una decisión de no hacerlo basándose en una ideología nos parece equivocado”, alerta. “El examen nacional de secundaria ayudó a abrir la oportunidad para que los jóvenes de todo el país tengan acceso a cualquier universidad. Permitió una movilidad social mucho más rápida”, enfatiza. “Conocer los datos de las evaluaciones de aprendizaje permite, en un país federal, descubrir dónde hay casos de éxito como el de Sobral”, destaca.
El brasileño Denis Mizne, abogado por la Universidad de San Pablo, pasó por La Repregunta. Mizne es CEO de la Fundación Lemann, una de las fundaciones con foco educativo más poderosas e influyentes de Brasil. Fue creada por el empresario Jorge Paulo Lemann y su familia. Lemann, dueño de una fortuna calculada en 24 mil millones de dólares, es el hombre más rico de Brasil y uno de los más ricos del mundo. Rey del fast food y de las cervezas, controla InBev, la corporación cervecera más grande del mundo, además de Heinz y Kraft, entre otras empresas globales.
Mizne es el hombre de confianza del empresario en su fundación educativa desde hace 11 años. Es profesor visitante del Centro de Estudios de Derechos Humanos en la Universidad de Columbia y en la Escuela de Gobierno Blavatnik de la Universidad de Oxford y miembro del Consejo de Asuntos Internacionales de la Universidad de Yale. Creó la campaña “Soy por la paz” que buscó reducir la violencia armada entre jóvenes en Brasil y fue clave para la consagración del Estatuto del Desarme, que logró bajar la tasa de homicidios de Brasil.
La mejora educativa y el peso de la plata que sale de los empresarios. El sector empresario y su relación con los gobiernos a la hora de contribuir a la educación. La educación pública, el foco de los esfuerzos empresariales. La alfabetización, ¿la primera política a financiar? El mundo educativo, las guerras ideológicas y los consensos. La clase dirigente empresaria y su rol en el tema educativo, ¿mucho más que plata? Sobre estos temas reflexionó Denis Mizne.
En Brasil, el número más reciente del aporte empresario en educación es de 4 mil millones de reales, es decir, 800 millones de dólares. Es equivalente a un 3 o 4% del presupuesto del Ministerio de Educación de Brasil. Es poco comparado con Estados Unidos y con países de gran tradición, pero es suficiente.
Aquí, la entrevista completa.
-El empresariado argentino suele reclamarle al Estado, a los docentes y a los sindicatos una mejora de la educación. En ese debate, también se discute cuánto aporta el sector empresario a esa mejora. De acuerdo con el Grupo de Fundaciones y Empresas (GDFE), la inversión social privada del 85% de un grupo de 58 empresas y fundaciones, algunas muy destacadas, fue de 4.050 millones de pesos en 2021, equivalente al 1% de la inversión del Estado nacional en educación. La mayor parte de esa inversión fue a educación. ¿Cuál es el aporte económico del empresariado brasileño a educación?
-En Brasil, el número más reciente es de 4 mil millones de reales, es decir, 800 millones de dólares. Es equivalente a un 3 o 4% del presupuesto del Ministerio de Educación de Brasil. Es poco comparado con Estados Unidos y con países de gran tradición, pero es suficiente.
-¿Cómo es esa cifra en EEUU?
-Es una inversión social 100 veces mayor que la de nuestros países. En EEUU, eso se da en un contexto donde pesan dos factores. Por un lado, la cultura de donación, que es parte de la vida cotidiana. Toda la gente participa; da plata a la escuela en la que estudió o participa del consejo del barrio. En Brasil, esa cultura no es tan fuerte. Por otro lado, hay otro factor que son los impuestos: en Brasil, el Estado no hace diferencia entre el dinero que le quieres dejar a tus hijos y el que quieres donar a una causa. En términos de la carga impositiva, es lo mismo y, en los dos casos, muy baja. No hay incentivos para que dones a una causa que pueda mejorar el país. Hacerlo o no depende de la voluntad individual.
-¿Por qué un empresario de la importancia y del peso específico de Lemann y de su familia, que no se ha formado en la escuela pública, decide mirar el mundo de la escuela pública en Brasil y ponerle tanto foco a la educación? El presupuesto de la Fundación Lemann aplicado a la educación no se publica. ¿Por qué motivo esa decisión?
-No lo publicamos porque a la familia Lemman le parece que si lo hacemos, toda la gente va a hablar de ese número y no de lo que hacemos. Como no tenemos ningún tipo de incentivo fiscal y todo sale del bolsillo de la familia, a la Fundación no le parece central. Lo central es lo que estamos logrando, cuáles son los objetivos y resultados de este trabajo.
Brasil y sus deudas educativas: alfabetización, ¿el objetivo clave?
-¿Y por qué pusieron el foco en la educación pública básica?
-En primer lugar, hay una creencia muy fuerte en este sentido: para que un país sea desarrollado y más justo, que es lo que la Fundación y la familia Lemann deseamos, el punto central es el potencial de la gente. ¿Cómo hacemos como país para que cada brasileño y cada brasileña pueda alcanzar su máximo potencial? Esto pasa por la educación. El gran factor de reducción de la desigualdad es garantizar que todos tengan acceso a una educación de alta calidad en la educación básica. Si se quiere colaborar con la educación de un país, hay muchas formas de hacerlo. En nuestra visión, que piensa en todos los niños de Brasil, no hay un país que tenga éxito si no trabaja para lograr una educación pública de muy alta calidad. Ayudar al sistema público para que funcione es la gran manera de aportar al desarrollo de Brasil para que sea, finalmente, el país del futuro del que la gente siempre escucha hablar.
-¿Cómo es el mapa de la educación en Brasil hoy en cuanto a la cantidad de estudiantes del sistema educativo, cuántos chicos entran al sistema, cuántos se reciben y con qué nivel de aprendizajes?
-En Brasil, hay 40 millones de alumnos en el sistema de educación pública. De ese total, todos están en la escuela a partir de los 6 años. Desde los 4 años, el 85% está en la escuela pública. En términos de cobertura, Brasil está bien, hay espacio para todos los alumnos aunque perdimos muchos por la pandemia. Pero en términos de aprendizaje, enfrentamos un problema: llegada la edad de 7 u 8 años, no se logra que el 50% de los niños esté alfabetizado. Es un problema muy grave: hay alumnos que hace 2 o 5 años que están en la escuela y todavía no están alfabetizados. Se los vuelve a evaluar a nivel nacional en el quinto año de la escolaridad y también ahí vemos que poco más de la mitad sabe portugués en el nivel adecuado y que el 40% sabe matemática en el nivel adecuado. Y al final de la escuela secundaria, encontramos que sólo 10% de los alumnos termina el secundario con el nivel de aprendizaje esperado. Es decir, aunque el 90% restante logra terminar los 12 años de escolaridad, esos alumnos no aprendieron suficiente matemática como para ir a la universidad y tener una carrera exitosa o para ir a la enseñanza técnica. El problema en Brasil ya no es más un problema de acceso o de dificultades para garantizar que los niños vayan a la escuela. El problema es garantizar que, cuando están en la escuela, los alumnos aprendan. Éste es el enfoque de la Fundación Lemann.
-Ese 10% de alumnos, un porcentaje tan acotado, que egresa de la escuela secundaria con los aprendizajes de calidad, está calculado en relación a un total que fue perdiendo alumnos.
-Es así. Como el 40% abandona la escuela antes del fin de la secundaria, los que egresan con aprendizajes son un 6% de los chicos de esa edad en la población general. En todo el ciclo electoral en Brasil, y me parece que en la Argentina también sucede, hay mucho debate de política económica, sobre qué vamos a hacer con las pensiones, con la reforma fiscal, con la reforma laboral. Pero al final del día, un país en el que el 94% de los niños con 18 años no aprendió lo suficiente en la escuela, nunca va crecer de manera sostenible y por muchos años. La primera transformación a encarar debería ser garantizar que ya no 6% sino 10, 20, 30, 40, 50, 70% termine la escuela con buen nivel de aprendizaje, hasta lograr que todos los niños egresen en esas condiciones. Esa es una potencia casi imposible de parar: un país donde la educación sea realidad para millones de jóvenes.
-En las pruebas PISA, Brasil fue mejorando sus niveles de aprendizaje a lo largo de los años, al menos comparado con la Argentina.
-Sí, poco pero sí.
-Entre los países de la región, en las últimas pruebas PISA, Chile sale mejor parado, como suele suceder: en el orden 43 del total de países evaluados. Argentina estaba en la posición 63 y Brasil, en la 57. Más allá de la mejora de Brasil en PISA, usted muestra una situación crítica de la educación en Brasil. ¿Cómo se relacionan esos datos?
-Empezamos de muy lejos. Si pensamos la educación básica de Brasil como una película, es una película más feliz. Pero es una película muy lenta; no es una película de acción que termina bien. Mejoramos un poco; algunas medidas fueron importantes. Si miramos el dato del fin del quinto año de la escuela, en 10 años duplicamos el número de alumnos que llegan al nivel esperado. Hay lugares en Brasil donde todos los niños aprenden y están alfabetizados, terminan la secundaria y pueden ir a la universidad. Brasil tiene un poco de todo. Hay una frase que me gusta mucho que es: el futuro ya existe pero está mal distribuido. Hay lugares en Brasil donde todos tienen educación pública de calidad pero no es la realidad del país. La cuestión es distribuirla mejor y que Brasil no esté más en los 57 sino entre los 40 o 30 países con mejores aprendizajes en PISA.
La clase dirigente empresarial
-Quiero detenerme un poco más en la mirada empresaria sobre el fenómeno educativo. En la Argentina, hay empresas que destinan recursos y hay organizaciones empresariales que suelen plantear esos temas en coloquios y encuentros. Sin embargo, no logran incidir de manera significativa. Una fundación como la que usted dirige, que se basa en la fortuna empresarial de una familia, ¿esa voluntad de mayor influencia tiene que ver con una cultura empresarial de Brasil, con una alta burguesía que apuesta a la educación pensando en el desarrollo económico, también por una cuestión interesada, generar mercados y generar recursos humanos para desarrollar esos mercados? ¿O se debe a que esa clase empresarial tiene una tradición de involucrarse como clase dirigente en las cuestiones del país? ¿Cuál es la cultura empresarial como para que esté tan atenta a ese foco educativo y se decida a poner plata a ese nivel, el equivalente al 4% del presupuesto educativo nacional de Brasil?
-Hay que comprender dos cosas: que es muy difícil transformar la educación y que hacerlo es muy importante. Hay bastante consenso sobre lo importante que es pero no hay mucho consenso acerca de lo difícil que es. Muchas veces, desde las empresas y desde las familias ricas, hay una visión de que la educación no funciona porque la gente no intenta mejorar, porque el gobierno no es serio, porque los sindicatos lo impiden. Todo eso no es verdad. Lo cierto es que es muy difícil transformar la educación. Es raro encontrar países del tamaño de nuestros países que tengan éxito en la transformación de un sistema de educación pública para darle la oportunidad a todos los niño o niña de entrar y egresar de la escuela con niveles de aprendizaje comunes, independientemente de sus padres y de sus ingresos. Es muy raro que esto pase. Entonces, el primer paso es comprender que para abordar un problema complejo, se necesita un trabajo articulado. No lo va a resolver una fundación sola o un solo empresario. Es diálogo con la sociedad, con el gobierno. Es comprender que el gobierno tiene la legitimidad y la responsabilidad y el presupuesto para hacer una diferencia. Es entender cómo es posible colaborar y sostener en el tiempo políticas probadas, capaces de ayudar a nuestros países a caminar más rápido. El rol del sector empresario es tener una visión de más largo plazo, de colaboración y de mayor comprensión. Hay que entender que no es una competencia entre el sector privado y el gobierno sino un espacio de colaboración. Eso no siempre es fácil en nuestros países por la inestabilidad política.
-En las últimas décadas, Brasil ha estado gobernado por la izquierda y la derecha, cada una corrida por momentos hacia sus polos más extremos. ¿Cuál ha sido el vínculo de una fundación como Fundación Lemann con esos gobiernos de distinto signo ideológico?
-Siempre intentamos trabajar con los gobiernos. No tenemos ninguna filiación política. Al contrario, intentamos promover espacios de debate y de construcción colectiva en los que se puedan discutir y trabajar diferentes visiones de mundo, no importa quién esté en el gobierno. Brasil, como Argentina, es una federación. Está el gobierno nacional pero también todas las provincias que tienen autoridad sobre la educación. Además, en el caso de Brasil, incluso las ciudades tienen autoridad sobre el sistema educativo. Siempre hay espacios para encontrar gente que quiera una transformación y que esté abierta a trabajar juntos. Siempre es posible pero es más fácil cuando existen gobiernos más abiertos a la sociedad civil y al diálogo.
-¿Cuáles son esos gobiernos? ¿Es un gobierno como el de Lula en el pasado o un gobierno como el de Bolsonaro, que podría tener un diálogo mejor con el empresariado?
-En educación básica, se trabajó más fácilmente con los gobiernos de derecha y de izquierda de Cardoso, de Lula y de Dilma (Rousseff). Fue un poco más fácil que con Bolsonaro porque tenía una visión de que el gobierno federal no debería involucrarse en la educación básica. Bolsonaro decía: “menos Brasilia y más Brasil”. Le daba un rol menor al Estado nacional, lo que le da más espacio a las provincias y a los municipios. Mucho del trabajo de la sociedad civil pasó a hacerse con provincias y con ciudades y no con el gobierno federal. Con 5.560 municipalidades, es muy difícil ese trabajo. La inmensa mayoría de estas municipalidades no tiene capacidad técnica para gerenciar su propia educación. Una mayor colaboración con el gobierno federal facilita esto, como lo era con Cardoso y con Lula.
-La acción de una fundación como la suya, que ya lleva 20 años, es más estable que la que ofrece las alternancias políticas y la inestabilidad política. ¿Esa diferencia de ritmos entre el sector privado y los gobiernos es un problema para el aporte en educación o representa un valor agregado para la mejora educativa por parte de las fundaciones?
-Puede resultar un valor agregado. No hay sistema educativo que sea capaz de tener resueltos todos sus problemas en cuatro años, que es el tiempo de un mandato. Se necesitan dos, tres, cuatro mandatos para lograr impacto. Necesitamos más políticas de Estado y no políticas de gobierno. En países con mucha disputa política y cambio, donde la tradición es frenar todo lo que se venía haciendo antes y empezar de nuevo, es muy difícil sostener buenas políticas a través del tiempo. El rol de la sociedad civil puede ser el de ofrecer un poco más de estabilidad. Pero para eso, es muy importante que la sociedad civil no quiera tomar atajos, eso de decir “tengo poder, voy a hablar con el presidente, voy a hablar con el gobernador”. Al contrario, tiene que contribuir a la construcción de consensos sociales para que estas políticas puedan llegar a tener éxito. Muchas veces, o el sector privado no quiere trabajar con el gobierno porque le parece muy delicado, difícil o complicado políticamente o quiere decirle al gobierno lo que tiene que hacer. Ninguna de esas dos opciones son buenas. Aunque toma más tiempo, lo mejor es trabajar para tratar de construir consensos sociales con los diversos actores, desde la academia, el gobierno, los funcionarios, la sociedad civil para que pueda haber un poco más de estabilidad aunque cambien los partidos políticos en el poder.
El Caso Ceará
-La Fundación tiene varias líneas de acción. Una de ellas es el plan de alfabetización dado la situación preocupante que usted describía. Está el ejemplo del Estado de Ceará, con el municipio de Sobral liderando una mejora educativa que se replicó en otras provincias brasileñas y que la Fundación Lemann miró muy atentamente. ¿Podría contar esa experiencia y cómo impactó en el porcentaje de chicos alfabetizados en tiempo y forma?
-Ceará es una provincia pobre en el nordeste de Brasil.
-Su capital es Fortaleza, que los argentinos conocemos bien por sus playas.
-Y Sobral es una ciudad en el interior. No es pequeña: tiene 200 mil habitantes. Tenía un resultado muy malo en educación. Hace 15 años, hubo un alcalde que decidió enfrentar este problema e hizo las cosas más tradicionales en educación: construyó escuelas y la infraestructura necesaria y compró cosas pero, además, en el último año de su mandato, decidió hacer una evaluación de los aprendizajes de los niños y descubrió que nadie o muy pocos sabían leer. Se quedó muy decepcionado y prometió que, si fuera reelegido, iba a dedicar su trabajo a garantizar que los niños aprendieran a leer y a escribir en la edad correcta.
-Es decir, se planteó un objetivo de política educativa muy puntual; no una enunciación general.
-Un objetivo muy puntual, exacto. No era una enunciación general como podría ser “la educación es mi prioridad”. Era algo preciso: garantizar en Ceará que, a los seis años de edad, los niños van a saber leer y escribir. Puso una evaluación, formación para los docentes y accountability, un sistema de responsabilidades. Los directores de escuela tenían que mostrarle los resultados. Si no sabían los datos o si no mejoraban, los removía de las escuelas pero, al mismo tiempo, daba soporte, todos los métodos, todo lo que había para ayudar a los maestros a garantizar la alfabetización. En cuatro años, llevó el porcentaje de niños alfabetizados del 30% al 70, 80%. Su sucesor era del mismo grupo político entonces se plantearon qué iban a hacer con los primeros cinco años de escuela y después, con la educación hasta el noveno años. Hicieron toda esa política con tiempo. Pasaron de ser la municipalidad que estaba en la posición 1500 y pico en el ranking de escuela en Brasil a ser la municipalidad número uno. Este grupo político ganó en la provincia de Ceará e hizo lo mismo con la educación a nivel provincial. Hoy en día, en Ceará, el 92% de los niños está alfabetizado mientras que en Brasil el 50% de los niños está alfabetizado. Fue el resultado de la colaboración entre la provincia y los gobiernos locales y se basaron en una combinación de formación, materiales educativos, evaluación, accountability y premiación. Los mejores son apoyados y celebrados. Y, por último, una política de impuestos: una parte de los impuestos que las ciudades mandan a la provincia vuelve a ellas si logran mostrar progresos en alfabetización. Es un programa muy completo y complejo pero aquí funciona. Llevamos este programa a 11 de las 27 provincias de Brasil. Esperamos llevarlo a todo el país porque es algo sencillo que funciona, que viene de Brasil y que, en pocos años, puede lograr que los alumnos aprendan a leer y escribir en la edad correspondiente, lo que permite que puedan seguir en la escuela y seguir aprendiendo.
-Cuando usted dice que quiere llevar ese programa a todo Brasil, ¿lo hace la Fundación Lemann en contacto con las autoridades educativas de cada provincia y de cada municipio? ¿Cómo funciona eso? ¿O es que ustedes llegan con sus docentes y tienen un centro de alfabetización?
-Sistematizamos esta experiencia de Ceará. Hay un equipo de Ceará que creó una organización con el objetivo de llevar la experiencia a otras provincias y nosotros la apoyamos. En primer lugar, para hablar con los gobernadores que quieren llevar este programa. Y luego, apoyamos sus equipos con formación, ayudamos en las leyes que son necesarias cambiar, colaboramos en las evaluaciones de fluidez, por ejemplo, que se hacen dos veces por año.
-Se refiere a un alumno de primer grado leyendo un texto para ver cómo lo hace en un tiempo determinado.
-Exacto. Ayudamos con las formaciones iniciales, con la parte técnica, para que los equipos de las provincias sean autónomos a la hora de implementar el programa. El gobierno provincial hace un acuerdo, que en Brasil se llama “acuerdo de régimen de colaboración”, entre la provincia y las municipalidades. Todos están de acuerdo en que si reciben este apoyo de la provincia, van a participar de la evaluación y van a hacer los mejores esfuerzos para priorizar la alfabetización. Nosotros llevamos tecnología y apoyo pero la decisión, la legitimidad para hacerlo y la operación siempre es del poder público. Trabajamos con quien quiera trabajar. El programa ya está en marcha en casi la mitad del país y con buenos resultados. Estoy seguro de que mucha más gente se va a interesar, gente de derecha, de izquierda, no importa.
La cultura de la evaluación, cuando divulgar datos conviene
-En todo este caso que usted cuenta, fue clave la evidencia, el resultado que se obtuvo en los niveles de alfabetización aplicando toda esta visión. Brasil tiene rankings muy claros con el Ideb (Indicador de Desarrollo de Educación Básica), que se hace público: la sociedad conoce el ranking, se discute, se genera polémica. Esa cultura de la evaluación y de la divulgación de datos, ¿es clave para convencer a políticos de izquierda a derecha a la hora de decidirse a implementar un programa como éste de alfabetización?
-Es totalmente clave. Es esencial. Si a la gente en la Argentina le preocupa cómo mejorar la calidad de la educación, si quieren ver a la Argentina con mejores resultados en las pruebas PISA, el primer paso, si tiene que elegir hacer una cosa, es tener más claridad acerca de dónde está en términos educativos. Un sistema nacional de evaluación no es simplemente para evaluar si la educación mejora. Mucha gente dice que no basta pesar a la gente; además, hay que darle comida. No es que con pesar a la gente cada año, van a ganar peso. Pero la verdad es que una vez que se hace un sistema de evaluación en el que la gente cree y tiene continuidad en el tiempo como en Brasil, donde el sistema de evaluación lleva 17 años, conocer estos datos permite, en un país federal, descubrir dónde hay casos de éxito como el de Sobral. ¿Dónde está el Ceará de la Argentina? ¿Cuál es la municipalidad que está haciendo un trabajo bien hecho? Se puede dar visibilidad a esto para que otros aprendan. Y cuando cambia el gobierno, si el que se va es un gobierno que está haciendo buenas cosas y muestra buenos índices, hay un interés mayor en pensar en la continuidad, en dar más tiempo para que las políticas funcionen. Y si le está yendo mal, hay que cambiar. Saber dónde estamos es muy importante para poder identificar lo que funciona y lo que no funciona. Hay que empezar a ver la educación como política de Estado, con datos claros, con la que la gente puede trabajar por muchos años.
La mejora educativa, ¿víctima de guerras ideológicas?
-En parte del mundo pedagógico y académico, hay una resistencia a ciertas decisiones, por ejemplo, la evaluación a través de las pruebas PISA o la implementación de un proceso de alfabetización con el método fonológico, que supone también una guerra ideológica. ¿Esos debates se dan en Brasil? ¿Se da la lectura sesgada que vemos en la Argentina por parte de quienes resisten la evaluación o el método fonológico, que hacen una relación entre la influencia del empresariado con objetivos “capitalistas " y una cultura de la evaluación o un tipo de método de alfabetización?
-Muchas veces, cuando las organizaciones privadas entran al campo de la educación, tienen una visión de que con gestión se resuelve todo. Que no importa el conocimiento, los maestros, la formación, que basta con que pongan evaluación y bonificación para los maestros. Que con que se pueda echar a los maestros que no son buenos, ya está. Y no es verdad. No hay evidencia en el mundo que muestre simplemente que con gestión se resuelven los problemas. Hay que comprender la escuela, el contexto, la pedagogía como se hace en medicina, como se hace en ingeniería. La educación es una ciencia y tenemos que respetarla. Esto no significa que no podamos respetar la complejidad de la educación, trabajar con la gente, entender los contextos y también saber para dónde estamos yendo. Es muy cruel, especialmente con los niños más pobres, impedir que mejoren por no tener gestión en nombre de una ideología. Los que más sufren no son los ricos sino los más pobres. Hay que lograr una combinación: por un lado, comprender la realidad y trabajar con la gente que está en la escuela, que tiene conocimiento, pero, también, aprovechar cosas buenas de gestión como, por ejemplo, saber qué es lo que funciona y lo que no funciona. Y en términos de metodología de alfabetización, es lo mismo. Hay una ciencia que evolucionó mucho: la neurociencia hoy comprende mucho mejor qué pasa en el cerebro de los niños cuando están aprendiendo a leer y escribir. Podemos escuchar más a estos expertos como escuchamos a los expertos durante la pandemia. Hay mucha información preciosa sobre cómo acelerar el proceso de alfabetización. Pero no podemos detenernos en la alfabetización: la educación es siempre para la transformación, para el pensamiento crítico. Pero no vamos a llegar a ese objetivo si los alumnos no aprenden a leer.
-¿La decisión que han tomado es basarse en la evidencia que señala al método fonológico como el más efectivo a la hora de la alfabetización?
-En Brasil como acá, hay una guerra total en este tema. Hay muchas cosas del método fonológico que son importantes y que no pueden ser ignoradas, pero no es suficiente. Al mismo tiempo, no utilizarlo hace que muchos de los niños más pobres, que no tienen libros en casa o cuyos padres no están alfabetizados, no logren ir hacia la alfabetización. Entonces, nuestra visión es que hay que hacer todo lo que se pueda para no dejar a ningún niño sin aprender a leer y escribir. Tomar una decisión de no hacerlo basándose en una ideología nos parece equivocado.
-Cuando los alumnos terminan el secundario, Brasil tiene una prueba de nivel de sus aprendizajes para ingresar a la universidad. Eso no existe en la Argentina. ¿Cree que esa institución del examen y de la evaluación de los saberes una vez que se termina la secundaria para ganarse un lugar en la universidad, en la medida en que hay cupo en las universidades públicas brasileñas, es también un elemento crítico para consolidar una cultura de la mejora educativa?
-En Brasil, el examen nacional de secundaria ayudó a abrir la oportunidad para que los jóvenes de todo el país tengan acceso a cualquier universidad. Antes, necesitabas participar de un proceso de selección en cada universidad. Si querías ingresar a la Universidad de San Pablo, tenías que hacer una evaluación. Si querías ir a la de Río de Janeiro, otra. Con el examen nacional, con el mismo sistema, se abre el espacio en todas las universidades de Brasil. Eso permitió una movilidad social mucho más rápida. También permite saber cómo fue la enseñanza secundaria y, como las otras pruebas, permite saber qué funciona, qué no funciona y qué necesitamos mejorar.
Al mando de una fundación influyente
▪ Estudios. Abogado por la Universidad de San Pablo.
▪ Trayectoria. Es profesor visitante del Centro de Estudios de Derechos Humanos en la Universidad de Columbia y creador de la campaña “Soy por la paz”, que buscó reducir la violencia armada entre jóvenes en Brasil.
▪ Desafíos. Espera extender el programa educativo a los 27 estados de Brasil. Ya lo llevaron a 11.