La Repregunta. Claudia Hilb: “El embargo a Cuba sirve hoy para los que buscan defender un régimen indefendible”
La investigadora, que hace rato reflexiona sobre los modos de construcción de la memoria, dice que ciertos sectores del progresismo reaccionan ante el caso cubano desde un pensamiento “anquilosado”, que les impide reconocer el carácter autoritario del régimen
- 18 minutos de lectura'
“El embargo a Cuba sirve hoy de argumento para aquellos que buscan defender un régimen que desde hace mucho tiempo es indefendible”, afirma. “Cuando cayó la Unión Soviética, la crisis en la que entró Cuba fue extraordinaria porque el modelo de desarrollo era en sí inviable en términos propios”, analiza. “El proceso de igualación de condiciones que llevó adelante Cuba, aún si lo tomáramos en sus mejores aspectos, es indisociable del proceso de concentración autocrática del poder, de dominación total que se fue gestando en la década del ’60”, postula.
La investigadora Claudia Hilb, intelectual clave a la hora de desmontar las posturas maniqueas de las izquierdas y los progresismos, los uso interesados del pasado y los discursos dominantes sobre los derechos humanos, pasó por La Repregunta justo cuando la protesta social vuelve a poner a Cuba en el centro del debate global.
Militante de la izquierda en su juventud, debió exiliarse en Francia durante la última dictadura; autora de Silencio Cuba. La izquierda democrática frente al régimen de la Revolución Cubana, publicado en 2010: por biografía y por sus intereses académicos, Hilb es la intelectual indicada para analizar las contradicciones y limitaciones del progresismo y la izquierda a la hora de pensar críticamente la Revolución Cubana y el régimen surgido en la isla.
Hilb es Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), socióloga por la Universidad de París VIII. Es profesora de Teoría Política también en la UBA e investigadora principal del Conicet. Es autora también de Por qué no pasan los ’70. No hay verdades sencillas para pasados complejos y de Usos del pasado. Qué hacemos hoy con los setenta, entre otros títulos.
Aquí, la entrevista completa.
-Dentro de los argumentos escuchados en la última semana a partir de la explosión de protestas en Cuba está el que sostiene que porque existe un bloqueo, que en realidad es un embargo, Cuba no ha podido desplegar las bondades de ese modelo. Lula da Silva lo sintetizó bien: “Si Cuba no tuviera un bloqueo, podría ser Holanda”. ¿Qué piensa de esa tesis?
-Como tesis, me parece insostenible desde el punto de vista fáctico. El embargo y el bloqueo a Cuba deberían haber cesado hace muchísimo tiempo. En realidad, hoy la función más eficaz que cumple, mayor que la eficacia desde cualquier otro punto de vista, es darle un argumento a los defensores del régimen. Pero incluso si tuviera eficacia en otro aspecto, no sé si es un tipo de medida que yo sostendría ni me parecería interesante. De todos modos, está claro y es sabido que el embargo no cubre alimentos y medicamentos de los Estados Unidos. Y hay muchísimos países que comercian con Cuba. Si bien el tema del embargo me parece un tema importante e interesante a pensar en la historia de la Revolución Cubana, claramente no es lo central. Hoy sirve sobre todo de argumento para quienes buscan defender a un régimen que desde hace mucho tiempo es indefendible. La utilidad mayor que tiene hoy el bloqueo es darle un argumento a los defensores del régimen que sinceramente tienen pocos argumentos.
Como tesis, me parece insostenible desde el punto de vista fáctico. El embargo y el bloqueo a Cuba deberían haber cesado hace muchísimo tiempo. En realidad, hoy la función más eficaz que cumple, mayor que la eficacia desde cualquier otro punto de vista, es darle un argumento a los defensores del régimen.
El modelo cubano: ¿condicionado por el embargo?
-La idea de que hay un bloqueo que le impide a Cuba ser la mejor Cuba posible, de igualdad plena y de calidad de vida distribuida equitativamente entre todos ciudadanos, plantea la pregunta inversa. Si no hubiera habido bloqueo o embargo, a partir de la Revolución que se instaura en 1959, ¿Cuba pudo haber logrado esa igualdad plena y es ciudadanía satisfecha de una calidad de vida envidiable?
-Hay dos maneras de encarar esa pregunta. Por un lado, desde mediados o fines de los años ’70s hasta la caída de la Unión Soviética, Cuba gozó de una ayuda de la Unión Soviética de un monto extraordinario. Por eso cuando cayó la Unión Soviética, la crisis en la que entró Cuba fue extraordinaria porque el modelo de desarrollo era en sí inviable en términos propios. Después esa ayuda se suplió mal con la ayuda de Venezuela. Y hoy vuelve a suceder: con la crisis actual por la pandemia y la crisis mundial, pero sobre todo por la pandemia y la política del régimen, se han cortado las dos fuentes principales de ingresos de divisas que tenía Cuba, el turismo, que es totalmente efecto de la pandemia, y las remesas que en buena medida tiene que ver con la política del régimen. Por supuesto, la presidencia de Donald Trump tampoco facilitó la llegada de las remesas a Cuba. Por un lado, la ayuda soviética durante varias décadas palió la cuestión de los efectos eventuales del embargo. Pero no me parece que el argumento principal a pensar respecto de Cuba es qué habría pasado desde el punto de vista del desarrollo económico si no hubiera habido embargo. El argumento que desarrollé en mi libro hace ya 11 años es de qué manera se dieron dos procesos simultáneamente en Cuba. Por un lado, una igualación extraordinaria de condiciones durante los años ’60s sobre todo, que después deja de ser tal, y por el otro, un proceso extraordinario de concentración de poder. Esos dos procesos van juntos y tienen que ver. Más allá de si Fidel Castro era un sediento de poder o un revolucionario convencido, esos dos procesos simultáneos deben obligarnos a pensar qué tipo de régimen resulta de un proceso en el cual una cúpula dirigente cree poder organizar una sociedad a imagen y semejanza de una idea. Aún cuando esa idea es la idea de una igualación de condiciones con la que los espíritus progresistas como el mío pueden simpatizar, cuando esa idea es indisociable de la idea de que corresponde a una persona o a un grupo pequeño de personas organizar la sociedad, eliminando cualquier voz disidente, cualquier otra alternativa que pueda proponerse a esa concentración absoluta del poder, que es el escenario de las revoluciones del siglo XX, eso es lo que tenemos que poner en cuestión radicalmente.
El modelo cubano: ¿con o sin legitimidad en el origen?
-¿Es decir que dentro de ese modelo y ese sueño de la Revolución Cubana estaba el germen de todos sus problemas?
-Sí, yo diría que sí. No sólo es el modelo de la Revolución Cubana; también es el modelo de todas las revoluciones del siglo XX. Pero la Revolución Cubana para América Latina significa algo muy especial, lo mismo que significó luego, y este es otro tema no menor, la Revolución Nicaragüense.
-Claro, sobre todo por el presente que atraviesa Nicaragua. Otro argumento escuchado esta semana es que la Revolución Cubana tiene una legitimidad de origen que sostiene la legitimidad del régimen, para quienes no quieren llamarlo dictadura, hasta el presente. De acuerdo con su análisis, ¿en ese origen ya hay un problema de legitimidad?
-No sé si hay un problema de legitimidad en ese sentido porque efectivamente puede haber personas, cubanos o no cubanos, que no ponen en cuestión la legitimidad de un régimen porque la igualación de condiciones suponga un proceso de concentración de poder extraordinario. Eso no pone en cuestión la legitimidad por sí mismo. Pueden pensar que ese régimen es legítimo en tanto se sostiene sobre la afirmación de otros principios que no son los principios de un régimen pluralista y democrático. La legitimidad sí está puesta en cuestión desde hace mucho tiempo porque el régimen no logró sostener ninguna de sus promesas ni siquiera en los propios términos de quienes podrían defender ese dibujo.
Igualdad con concentración absoluta del poder
-Una de las promesas que se enuncia todo el tiempo como cumplida es haber alcanzado una educación y una salud de calidad e igual para todos. ¿Eso fue cierto en algún momento? Y si lo es, ¿tiene como contracara la concentración de poder?
-Si querés defender un régimen de dominación total sobre la base de que ha logrado la igualación de condiciones, podés defenderlo. Pero yo no voy a estar de acuerdo: no voy a estar de acuerdo con que se defienda un régimen de igualación de condiciones sobre la base de la dominación total de todos los resortes de poder y de libertad. Eso por un lado. Por otro lado, el régimen logró grandes avances en la igualación de condiciones durante los años ’60s en educación y salud, con muchos problemas porque emigraron muchos médicos; la salud se universalizó pero también bajó en calidad en un primer momento. Lo mismo pasó con la educación con esa extraordinaria campaña de alfabetización: no es lo mismo que te alfabetice una persona con una formación alfabetizadora importante que un chico de 13 o 14 años con una formación de dos meses, rápida, para una campaña de alfabetización. Esos son los grandes momentos épicos de la Revolución Cubana en sus primeros años, que son acompañados rápidamente por un proceso de concentración del poder pero que tienen un efecto real de disminución de las desigualdades y de disminución de las desigualdades entre el campo y la ciudad. Ahora bien, incluso eso luego fracasó de una manera estrepitosa. A partir sobre todo de los años ’90, el sistema de salud cubano se convirtió de una manera muy evidente en un sistema a dos velocidades: por un lado, un sistema para extranjeros que pueden pagarlo o militares o jerarquía del partido, es decir un sistema para privilegiados y por otro lado, un sistema para la población en general, con falta de insumos y problemas de atención médica muy importantes. Pero insisto, no pasa por ahí el centro de discusión en torno a la cuestión cubana. El centro de discusión pasa porque ese proceso de igualación de condiciones, aún si lo tomáramos en sus mejores aspectos, es indisociable del proceso de concentración autocrática del poder, de dominación total que se fue gestando en la década del ’60.
El centro de discusión pasa porque ese proceso de igualación de condiciones, aún si lo tomáramos en sus mejores aspectos, es indisociable del proceso de concentración autocrática del poder, de dominación total que se fue gestando en la década del ’60.
-El concepto de “dictadura”, ¿es el concepto que mejor describe políticamente al régimen que gobierna Cuba desde el triunfo de la Revolución hasta hoy?
-Para mí no por razones casi técnicas. El concepto de dictadura tal como se usa es más una calificación moral tal como se usa que un concepto político conveniente para este tipo de régimen. Uno podría hablar de dictadura de partido único. Si uno entra en las clasificaciones más tradicionales de la ciencia política sería un régimen autoritario de partido único. Me parece mucho más interesante pensarlo en la senda de las definiciones de los regímenes totalitarios. Yo siempre digo “régimen de dominación total” para escapar a las clasificaciones más técnicas de la ciencia política. El concepto de dictadura da la idea de un grupito que se apropia del poder. El proceso de la Revolución Cubana es un proceso bastante más complejo e impone una nueva forma de régimen, cosa que no hace una dictadura. Una dictadura sigue gobernando a través de la concentración del poder militar y del poder político sobre una población que es más o menos la misma desde el punto de vista de sus creencias y de sus conductas que la que era antes y que la que va a ser después.
¿Por qué al progresismo le cuesta condenar al régimen cubano?
-La dificultad del progresismo argentino y de América Latina, y también de otros puntos del mundo, para llamar régimen autoritario de control total, la noción más sofisticada, o dictadura en la simplificación que se hace en la discusión del día a día, ¿tiene que ver con esas aspiraciones igualitarias que en algún momento logra Cuba de manera imperfecta que opaca y oscurece la violación de los otros derechos y de las libertades?
-En buena medida, sí. En buena medida se ha quedado anquilosado ese pensamiento que sigue reaccionando automáticamente a las creencias en las que pensó por primera vez hace 50 años y que después se conformó con ellas y no volvió a pensarlas. Hay un efecto duradero de división del mundo y de Guerra Fría que así como funcionó o funciona también con regímenes autoritarios o de dominación total de derecha, que muchas veces suscitan una especie de simpatía inmediata de sectores de derecha antes de que se pongan a pensar lo que realmente está pasando en esos regímenes, hay una especie de alineamiento automático de muchas conciencias, de muchas organizaciones que no estuvieron dispuestos a revisar aquello que pensaron en un momento a partir de las cosas que estaban efectivamente sucediendo. Hace muchos años cuando estaba exiliada en París hablaba con gente entrañable que me enseñó mucho, entre ellos Marco Aurelio García, que luego fue un asesor importantísimo de Lula, sobre el problema de que al quedar la crítica de los regímenes de Europa del Este y de la Unión Soviética en manos de la derecha, el pensamiento de izquierda había entregado algo que no debía entregar de ninguna manera, que era la posibilidad de pensar esos regímenes, de defender la libertad, de defender valores que eran propios del pensamiento de izquierda. Acá sucede lo mismo y entonces esa alineación que se da automática, es una repetición de aquello que sucedió en los años ’50, ’60 respecto de los países del este que fue absolutamente lesivo para el pensamiento de izquierda.
-¿Es decir que dado que la crítica venía desde la derecha, la izquierda se puso a la defensiva y suspendió las críticas?
-Exactamente. En el caso de Cuba, con el progresismo y la izquierda latinoamericanos, sucede algo muy similar a partir de lo que significó la Revolución Cubana para esa izquierda. Lo interesante es que respecto de la Unión Soviética y de los países del Europa del Este, esa izquierda, incluso la izquierda latinoamericana, cambió su discurso en buena medida ya hace mucho. Pero con Cuba no lo logran. Lo interesante es que con Nicaragua parece lograrlo más.
-La idea del embargo termina poniendo la responsabilidad en Estados Unidos. Según ese argumento, los cubanos que protestan contra el régimen cubano deberían estar protestando contra EEUU. ¿Esa también es una manera de bloquear el pensamiento crítico sobre Cuba, eso de echarle la culpa a Estados Unidos?
-Por supuesto. Es lo que te decía antes: a lo que más sirve el bloqueo norteamericano es a darle un argumento a aquellos que no están dispuestos a pensar nada.
¿Desapareció la libertad del pensamiento de izquierda?
-Dijiste algo muy interesante: que la libertad como un valor también de la izquierda. Sin embargo, lo que aparece siempre en primer plano es la igualdad. ¿Ese es el problema, que se minimiza el impacto del régimen cubano sobre los derechos humanos como el derecho a la protesta, como está sucediendo claramente ahora, porque la libertad ha perdido espacio en el pensamiento de izquierda como un valor clave?
-La libertad pierde lugar en el pensamiento de izquierda como un valor clave cuando se trata de regímenes que ha decidido a priori defender y ante los cuales cierra los ojos. Si no, no desaparece en el pensamiento como un valor clave.
-¿La desaparición de la idea de libertad no puede ser una consecuencia del modelo que representó la Revolución Cubana desde su origen y hacia delante en el sentido de que si se buscaba la igualdad absoluta, la única manera era que fuera de la mano del control absoluto de las libertades?
-Eso es algo que sucedió pero de ningún modo creo que eso estuviera en el ADN del pensamiento de izquierda. El ADN del pensamiento de izquierda es un máximo de igualdad con un máximo de libertad. Ahora, yo no conozco a nadie que desde una posición de izquierda vaya a justificar el abandono de las libertades sino lo que te va a decir es que se trata de libertades burguesas o del neoliberalismo o del individualismo liberal.
-Pero hoy la defensa de la dictadura de Cuba por parte de ciertos sectores del progresismo está poniendo entre paréntesis la vulneración de las libertades.
-Está poniendo entre paréntesis. De todos modos, esto no va a ser gratuito para el pensamiento de izquierda, quiero creer que no va a ser gratuito para el pensamiento de izquierda porque me parece que en este caso es muy difícil tapar el sol con la mano. Es muy difícil negar la envergadura de las movilizaciones que han tenido lugar en esta semana. Es muy difícil atribuirle a la propaganda imperialista la acción de jóvenes, artistas de las barriadas marginales que han creado movimientos de contestación extraordinarios. Tengo la esperanza, tal vez ilusoria, de que dentro de Cuba esté pasando algo que va a ser que muchos que tuvieron un discurso totalmente negador, que se han negado a ver las características de este régimen, empiecen a ver que pasan cosas que no quisieron ver. Como sucedió también en algún momento con los países del Este. Tal vez mi mirada es demasiado optimista. Pero yo tengo la impresión de que si lo que pasó en Cuba hace unos días fue que mucha gente le perdió el miedo al régimen y salió a la calle, lo interesante es que una de las consignas era “No tenemos miedo”, el miedo que articuló de una manera muy fuerte el silencio, la aceptación y la adaptabilidad de muchos cubanos a la situación que estaban viviendo, si eso empieza a resquebrajarse, si la gente empieza a salir a la calle, empieza a perder el miedo, eso va a hacer también que la masividad de ese movimiento haga que mucha gente de afuera empiece a hacerse preguntas que no estuvo dispuesta a hacerse durante muchas décadas.
Pero yo tengo la impresión de que si lo que pasó en Cuba hace unos días fue que mucha gente le perdió el miedo al régimen y salió a la calle, lo interesante es que una de las consignas era “No tenemos miedo”
Democracias liberales y sus deudas versus el igualitarismo cubano
-Entiendo, el miedo es una pieza clave de ese engranaje de control total que usted describe. Usted se refirió a la valoración de la libertad desde la izquierda, interpretada casi como un prurito pequeño burgués…
-Yo no dije eso. Dije que, por el contrario, la defensa de la libertad ha sido siempre un valor que la izquierda ha reivindicado pero cuando esto sucede en regímenes que la izquierda defiende a priori, califica las demandas de libertad que hay en esos regímenes como demandas de libertades individuales, neoliberales, que quieren consumo.
-Y en ese sentido también se descalifica a la democracia liberal republicana porque no logra representar a todos los sectores, privilegia algunos y la representación popular no logro concretarse, según esa mirada, y no conduce a la igualdad. ¿Cómo juega la democracia y su respeto a la libertad con los agujeros que tiene en el cumplimiento del alcance de la igualad en muchos aspectos?
-Los problemas de las democracias contemporáneas para sostener el desafío de una máxima libertad y una máxima igualdad son enormes y varían según los países. Ése es un problema que las conciencias liberal, democrática, de izquierda republicana, con todos los etcéteras que les queramos poner, es un desafío que tenemos que levantar en el pensamiento. Ahora, esto de ningún modo pone un freno a lo que debemos decir respecto del tipo de régimen surgido con la Revolución Cubana. Las dificultades, los problemas, los déficits enormes de los regímenes democráticos liberales contemporáneos son gravísimos. También el pensamiento político intelectual tiene muchísimo por pensar en este sentido pero eso no es oponible como un argumento para defender un régimen que no sólo fracasó económicamente hace muchas décadas sino que además es un régimen de dominación total.
Democracia liberal, ¿un régimen con superioridad moral?
-A la democracia liberal republicana, ¿se le puede atribuir a ese sistema político una superioridad moral en el sentido de que a pesar de todas sus torpezas, puntos ciegos y de los desafíos enormes que usted señalaba, sigue siendo el régimen que abre mayores posibilidades de corrección de esos problemas?
-Yo no quiero pensarlo en términos morales…
-¿Y una superioridad política?
-El privilegio político que le doy al régimen de la democracia liberal es que no le pone freno a aquello que dentro de ese régimen puede transformarse. Si observamos los regímenes democráticos liberales, con estos dos componentes de tradiciones distintas que además vienen asociados al capitalismo como forma de acumulación económica, y si vemos la extensión de derechos que se ha producido en dos siglos y medio bajo esta forma de régimen, vemos que son formas de régimen que por la manera en que instituyen el poder, por la manera en que instituyen la relación entre la ley, la legitimidad y los alcances de aquello que puede cambiar dentro de esa legitimidad, han dado lugar a una extensión de derechos extraordinaria. Nosotros la vivimos día a día. La extensión de derechos en nuestro país los últimos 10 o 15 años respecto del matrimonio igualitario, de la interrupción voluntaria del embarazo y de una cantidad de derechos, tiene que ver con una dinámica propiamente democrática que hace que no haya nada que esté fijado de manera definitiva. En ese sentido, como mujer nacida en un régimen de este tipo, creo que es el tipo de régimen que mejor me permite sostener la posibilidad de llevar adelante cambios fuera de una definición última de lo que es lo bueno y lo malo determinado por alguien se sustrae al debate público.
Una mirada crítica desde la izquierda
▪ Trayectoria. Doctora en Ciencias Sociales por la UBA, es e investigadora independiente del Conicet.
▪ Investigación. Entre otros, dirigió el proyecto “Verdad, justicia, autoridad: interrogantes teóricos y desafíos políticos de la institución legítima de un orden político”.
▪ Publicaciones. Escribió Usos del pasado ¿Qué hacemos hoy con los setenta? y Leo Strauss: el Arte de Leer.