La Repregunta. Brian Winter: “Hubo política en la condena de Lula y hubo política en su liberación”
El editor en jefe de Americas Quaterly dice que hubo “un esfuerzo coordinado” del establishment brasileño para sacar a Lula y, luego, una “decisión política” de la Corte Suprema para favorecerlo ante el peligro institucional encarnado por Bolsonaro
“Es posible que el esquema de corrupción durante la presidencia del Partido de los Trabajadores haya sido peor que en otros gobiernos porque los recursos eran mayores por el boom de los commodities de los años 2000″, analiza. “Hubo un esfuerzo coordinado del establishment brasileño para sacarlo a Lula de la política”, reconoce. “Con los cambios de viento político, hubo una decisión política por parte de la Corte Suprema en Brasil de cambiar su jurisprudencia para favorecer a Lula”, plantea. “En la actualidad, ha habido un esfuerzo casi conjunto por parte de la clase política brasileña para reescribir la historia como si el Lava Jato hubiese sido un sueño colectivo, una mentira, una invención de un grupo de fiscales y un juez”, cuestiona. “La narrativa política es una cosa pero Lava Jato muestra claramente que fue un caso real, con culpables establecidos”, afirma. “Es imposible no reconocer los errores y abusos que hubo por parte del Poder Judicial con el caso Lula”, aclara. “La motivación del equipo judicial del juez Moro no fue una posición anti petisa o anti izquierda”, clarifica. “La Corte Suprema de Brasil cambió nuevamente toda la jurisprudencia del país para favorecer a una persona, Lula”, sostiene. “Hay millones de personas en Brasil que creen que Lula cometió algún acto ilícito y, al mismo tiempo, lo votó como presidente”, subraya. “Bolsonaro nace del antipetismo, del sentimiento contra el PT y con razón porque Brasil había vivido la peor recesión en su historia en los años finales del PT”, argumenta. “A partir de 2019, el establishment en el sentido más amplio, que incluye a la Corte Suprema y a la clase judicial, comienza a comprender el peligro institucional que representaba Bolsonaro y empieza a haber cambios jurídicos para liberar a Lula”, dice. “La gran novedad de Lava Jato no fue el esquema en sí sino el hecho de que fue detectado y castigado”, precisa y agrega: “Eso sucedió gracias a los avances en la independencia de la justicia brasileña a partir de la Constitución de 1988. La justicia mejoró”, analiza.
El periodista estadounidense Brian Winter, reconocido analista con foco en Brasil y en América Latina, estuvo en La Repregunta. Winter es editor en jefe de Americas Quarterly, una influyente publicación estadounidense dedicada a la política y la economía latinoamericana. Corresponsal de la agencia Reuters en asuntos de América Latina por más de una década, es un conocedor en profundidad de temas de corrupción en la región y, especialmente, del Lava Jato.
Es autor de cuatro libros, entre ellos, El presidente accidental de Brasil, escrito junto a Fernando Henrique Cardoso. Suele publicar sus análisis políticos en Folha de Sao Paulo, Wall Street Journal y el New York Times.
¿Cristina Kirchner es Lula? Luego de la condena en la Causa Vialidad, el kirchnerismo insiste con la interpretación de una Cristina Kirchner víctima de la persecución política, con la proscripción electoral y con la influencia del “Partido Judicial”. Lula, sus avatares judiciales, su prisión, liberación y su reelección sirven al oficialismo como espejo de la suerte judicial de Cristina Kirchner. ¿Pero es tan así?
A días de la asunción de Lula y cuando Fernández de Kirchner ya anunció su autoexclusión electoral, Winter da precisiones sobre el caso Lula para comprender mejor la relación entre política y justicia.
Todas las opiniones aquí vertidas representan los puntos de vista personales de Winter y no son las posiciones oficiales de las organizaciones a las que pertenece. Aquí, la entrevista completa.
-Hay numerosas comparaciones entre Cristina Kirchner y Lula instaladas desde el oficialismo. Analicemos esas comparaciones. En el caso de Lula, las causas tuvieron foco en el triplex de Guarujá o en la casa de su amigo en Atibaia, una escala muy distinta comparada con la cantidad de propiedades y activos que están en juego en los caso judiciales donde se investiga a la vicepresidenta Cristina Kirchner y su familia. En cuanto al volumen de lo denunciado, ¿cómo evalúa las causas de corrupción que afrontó Lula?
-Hacer comparaciones entre la Argentina y Brasil es complejo. Esta historia en Brasil es tremendamente complicada. Hay un dicho en Brasil: que Brasil no es para principiantes. Y una prueba de eso es el caso Lava Jato, la participación de Lula en ese caso y las repercusiones judiciales y políticas a lo largo de los últimos años. En la actualidad, ha habido un esfuerzo casi conjunto por parte de la clase política brasileña para reescribir la historia como si el Lava Jato hubiese sido un sueño colectivo, una mentira, una invención de un grupo de fiscales y un juez, que ellos ven como corrupto, o una invención, según dicen algunos, del Departamento de Justicia de los Estados Unidos para desestabilizar la izquierda en Brasil y en toda América Latina. Obviamente, esto no es así. Más que un caso judicial, el Lava Jato fue un gran esquema de corrupción que tuvo sucursales no solamente en Brasil sino en varios países de América Latina, con dos expresidentes peruanos que acabaron presos, con casi 100 políticos implicados dentro de Brasil, con muchas empresas que reconocieron que el esquema fue real y que pagaron multas millonarias. La narrativa política es una cosa pero Lava Jato muestra claramente que fue un caso real, con culpables establecidos. Más de 10 años después de la primera aparición de este caso, todavía estamos tratando de entender exactamente quién es quién en el Lava Jato.
Lula, ¿entre el Lava Jato y el “Partido Judicial”?
-Está claro que el Lava Jato es un caso real, con delitos efectivamente cometidos. El tema es qué grado de responsabilidad y de participación activa tuvo el entonces presidente Lula da Silva. En relación a la imputación con foco en el triplex con el que Lula se habría beneficiado a partir del desvío de dinero de una empresa contratada por la estatal Petrobras, parece poco comparativamente con el volumen de la corrupción investigada en la Argentina. De todas formas, ¿pudo comprobarse ese hecho?
-El caso Lava Jato claramente no fue un sueño colectivo, fue real. Al mismo tiempo, es imposible no reconocer los errores y abusos que hubo por parte del Poder Judicial con el caso Lula. Lula fue procesado y estuvo preso por 580 días en parte por el caso del triplex, el departamento de la costa cerca de San Pablo, en Guarujá. Fue un fallo del juez federal Sergio Moro, que lo hizo famoso no solo en Brasil sino en todo el mundo. Después, ese fallo fue confirmado por un tribunal de tres jueces regionales y, en aspectos más procesales, también fue confirmado por la Corte Suprema. Más adelante, a partir de mensajes de textos entre el juez Moro y sus fiscales, se vio que hubo un comportamiento abusivo en el equipo judicial, lo que llevó a la anulación del caso. Como alguien que conoce la política brasileña, es imposible no reconocer que esos mensajes revelan un cierto sesgo por parte del juez y también, como sostuvo después la Corte Suprema, una parcialidad por parte del juez Moro. Como alguien que estudió el caso Lava Jato por más de 10 años y cree en sus méritos, reconozco que la realidad es compleja. No podemos cerrar los ojos e ignorar los abusos judiciales que hubo con el caso específico de Lula: por eso fue liberado y todos los casos en su contra fueron anulados. Lula logró la restauración de sus derechos políticos y, en un par de días, será nuevamente el presidente de Brasil.
“El caso Lava Jato claramente no fue un sueño colectivo, fue real. Al mismo tiempo, es imposible no reconocer los errores y abusos que hubo por parte del Poder Judicial con el caso Lula”
¿Culpable o inocente?
-Una observación que se hace mucho en la Argentina es que Lula es culpable pero salió libre por un tecnicismo. Hay varias decisiones judiciales polémicas a lo largo del recorrido de la causa y de la condena inicial en la causa del triplex dictaminada por Sergio Moro. Por un lado, en 2019, el Supremo Tribunal Federal de Brasil (STF), la Corte Suprema brasileña, determinó que no se puede encarcelar a alguien con la confirmación de segunda instancia, que no se puede hacer efectiva la prisión si la causa no ha atravesado todas las instancias de apelación. ¿Ése es el primer tecnicismo que pesa en la discusión?
-A mi juicio, hubo una decisión política por parte de la Corte Suprema en Brasil de cambiar su jurisprudencia sobre la prisión de segunda instancia para favorecer a Lula. Acabó favoreciendo a más de 5 mil presos en todo el territorio nacional. Fue un cambio de una jurisprudencia que la misma Corte Suprema había establecido tres años antes: en 2016, había decidido que un preso tenía que permanecer en la cárcel mientras aguardaba el segundo fallo de la llamada “segunda instancia”. Pero, en 2019, los vientos políticos habían cambiado y la Corte Suprema cambió nuevamente toda la jurisprudencia del país para favorecer a una persona, Lula.
-Es decir, la justicia falla porque se sesga en contra de un procesado, como demostraron las imputaciones de parcialidad en contra del juez Moro y del fiscal, o se sesga a favor de un procesado, como lo que usted está planteando. El segundo tecnicismo que se cuestiona es ése al que apela, en marzo de 2021, el juez del STF, Luiz Edson Fachin, que dictamina que Curitiba y el juzgado de Moro no eran competentes para intervenir en esa causa y que debía tramitarse en Brasilia. Cuando la causa llegó a Brasilia, el delito ya había prescripto. ¿Esta incompetencia declarada muy tardíamente, que beneficia a la anulación, es también otro de los motivos por los cuales se considera que Lula es culpable pero un tecnicismo lo salvó?
-Yo veo elementos políticos en ese fallo. Encontraron un modo de poder liberar a Lula y restaurar sus derechos políticos. ¿Por qué digo esto? Porque la cuestión de la jurisdicción, del lugar donde había que hacer el juicio, que acabó siendo Curitiba, fue verificado más de 30 veces por diversas Cortes en Brasil hasta que, de repente, llegó esa decisión del juez Fachin que cambia de idea sobre esa cuestión. Seguramente hubo un elemento judicial sobre el que se basó para tomar esa decisión pero, desde mi perspectiva, como observador profesional de Brasil, es imposible no ver elementos políticos en su decisión. Los vientos políticos en Brasil ya habían cambiado. Bolsonaro estaba en el poder. El establishment estaba en contra de Bolsonaro. Por otro lado, como subtexto, insisto con que hay que reconocer que había problemas reales con el caso específico de Lula. Por eso digo que es un caso complicado para quien quiere encontrar a alguien que haya estado siempre en el lugar correcto: no se puede.
Los cambios de vientos políticos y Lula: de la cárcel a la liberación
-En junio del año pasado, llegó otro fallo del STF, esta vez ya no en relación a un tecnicismo sino a una cuestión más de fondo. Esa decisión se vincula con el Vaza Jato, esta filtración de mensajes de Telegram que mostraban conversaciones muy cuestionables entre el juez Moro y el Ministerio Público Fiscal, con un Moro sesgado, aportando pruebas para tratar de forzar la investigación y condenar a Lula. El STF planteó la parcialidad del juez. ¿Esa parcialidad es efectivamente un dato más de fondo para todo este panorama judicial de Lula o es considerada también un dato técnico que no absuelve y no significa necesariamente la inocencia de Lula?
-Es una buena pregunta y es una pregunta que se hacen muchos brasileños. Después de haber leído todo el contenido del llamado “Vaza Jato”, los mensajes de texto que fueron publicados por Glenn Greenwald, el periodista americano que tuvo acceso, uno ve indicios claros de que el juez Moro fue parcial en su manejo del caso. No es una opinión mía; es la opinión de la Corte Suprema de Brasil que tuvo un efecto jurídico y político. Pero la pregunta abierta es si Lula fue culpable o no. Es una pregunta que siempre me hacen. No me corresponde contestarla porque la Justicia existe para algo y creo que tenemos que creer en los fallos de la Justicia. Al mismo tiempo, las encuestas en Brasil muestran que una mayoría de los brasileños cree que Lula sí cometió algún acto de corrupción y que efectivamente fue culpable. Ahora, en la última elección presidencial, un porcentaje parecido de brasileños acabó votando a Lula. Eso te dice que hay una parte importante, millones de personas en Brasil, que cree que Lula cometió algún acto ilícito y, al mismo tiempo, lo votó como presidente porque tenían buenos recuerdos de los años 2000, de su primera presidencia, porque creía que era una mejor opción que Jair Bolsonaro. Se pueden creer las dos cosas al mismo tiempo y eso refleja la realidad política en Brasil: por un lado, hay un presidente electo que no fue “inocentado”, no fue absuelto pero, al mismo tiempo, no hay ningún caso activo contra él y, por otro lado, hay un electorado que ha decidido que, a pesar de cualquier pecado que tal vez haya cometido Lula en el pasado, nada de eso tiene la gravedad o la firmeza suficiente como para sostener el fallo de eliminarlo como candidato.
-Para analizar los cambios de criterios de la Corte Suprema, usted lo asocia con un cambio en los vientos políticos. ¿A qué se debió ese cambio de los vientos políticos? ¿La llegada de Bolsonaro inquietó particularmente a la clase política? Pienso en el apoyo político que le dio Fernando Henrique Cardoso a la candidatura de Lula a lo largo de este año, un apoyo manifiesto que fue sorpresivo. ¿Tuvo que ver con una preocupación en torno al sesgo de Bolsonaro y su valoración de la democracia que hacía que conviniera perdonar a Lula?
-Te doy nuevamente una respuesta más política a esa pregunta. Una respuesta que tiene que ver con el proceso que ha vivido todo Brasil en los últimos 7 u 8 años. Bolsonaro nace del antipetismo, del sentimiento contra el Partido de los Trabajadores que en su momento, un momento tan reciente como la elección de 2018. Ese sentimiento era la gran fuerza en Brasil y con razón porque Brasil había vivido la peor recesión en su historia en los años finales del Partido de los Trabajadores en 2014, 2015 y 2016, cuando sucedió el impeachment contra Dilma Rousseff. También pesaba el Caso Lava Jato que, reitero, fue real, con consecuencias concretas: resultó en la quiebra de varias empresas brasileñas y contribuyó sin lugar a dudas a esa recesión que el país sufrió. Entonces, Bolsonaro surfea esa onda y entra en la presidencia pero rápidamente, a partir de 2019, un porcentaje mayor de la clase política, el establishment en el sentido más amplio, que incluye a la Corte Suprema y a la clase judicial, comienza, tardíamente a mi entender, a comprender el peligro institucional que representaba Bolsonaro. Ahí empieza a haber cambios jurídicos para liberar a Lula, con el efecto que vemos hoy.
¿Robar para la corona o para el partido?
-Hay otra lectura en relación al PT a partir de la figura de José Dirceu (NdelE: cofundador del PT y jefe de Gabinete en la primera presidencia de Lula. Investigado por la justicia en los casos Mensalao y Lavajato. Fue condenado a 32 años y 1 mes de prisión y liberado por el STF cuando prohibió los arrestos en segunda instancia) y el proyecto de consolidación de su influencia política que apuntaba a una hegemonía por 50 años a través de elecciones. Eso implicaba una ramificación territorial del PT que requería financiamiento político. Según este análisis, Lula no necesariamente se enriqueció excesivamente en términos personales, comparado con los estándares de la corrupción en la Argentina, pero sí había en su presidencia una estructura de corrupción para el financiamiento político. ¿Le parece razonable esta interpretación, aplica a Brasil efectivamente?
-Otra buena pregunta. A mí, francamente, no me queda claro que el esquema de corrupción que existió bajo el PT durante sus trece años en el poder haya sido peor que el esquema que existió en otros gobiernos en la historia brasileña. Es posible que sí porque los recursos eran mayores por el boom de los commodities de los años 2000 y por el crecimiento de la economía brasileña. Todos recordamos el boom de esa época, la gloria brasileña de ese período. Pero hay varias obras periodísticas y también anécdotas particulares que sugieren que hubo esquemas parecidos en décadas anteriores, inclusive con el gobierno militar, la dictadura que presidió a Brasil durante los años ‘60, ‘70 y hasta el ‘85. Hay un libro importante escrito por la periodista brasileña Malú Gaspar (NdelE: La organización. Odebrecht y el esquema de corrupción que conmocionó al mundo) que documenta claramente que el esquema que usaba Odebrecht, que fue uno de los ejes centrales del esquema del Lava Jato, existía ya en los años ‘70: era el modelo de negocios. La gran novedad de Lava Jato no fue el esquema en sí sino el hecho de que fue detectado y castigado. Eso sucedió gracias a los avances en la independencia de la justicia brasileña a partir de la Constitución de 1988. La justicia mejoró y empezó a contar con herramientas nuevas como los llamados “plea bargain” (NdelE: acuerdos de culpabilidad) que comienzan a usarse recién en 2016, después de un proyecto de ley aprobado por Dilma Russeff. Eso permitió a los jueces llevar adelante negociaciones para poder usar testimonios de arrepentidos. Al año siguiente, aparece el Lava Jato. La gran ironía es que el Lava Jato nace y prospera en parte por cambios permitidos, entre comillas, por Lula y su sucesora, Rousseff. El error que cometieron fue no cambiar las viejas prácticas de corrupción que siempre habían existido en Brasil. Permitieron un avance en la calidad y la independencia de la Justicia, o por lo menos no la obstaculizaron, pero no fueron capaces de cambiar el funcionamiento básico de la política. Esa incapacidad de resolver, de cambiar el status quo, fue en parte lo que los llevó al desastre.
Cristina Kichner vs Lula
-A partir de la condena de Cristina Kirchner en la Causa Vialidad, con la inhibición para ejercer cargos públicos de por vida, el oficialismo plantea que hay proscripción política. ¿La política brasileña efectivamente buscó proscribir a Lula a través de la justicia cuando lo empieza a ver como responsable de una institucionalidad muy defectuosa por las denuncias de corrupción que había?
-¿Te referís ya a partir de 2016, cuando llegaron los fallos en su contra? Es otra pregunta difícil. Efectivamente, hubo un esfuerzo coordinado del establishment brasileño para sacarlo a Lula de la política y para que no fuese candidato en 2018 pero esa respuesta viene con matices. A pesar de los errores y abusos por parte del equipo judicial de Lava Jato, no creo que haya habido una motivación personal del juez Sergio Moro ni de los fiscales en el caso de Lula. Yo veo una lógica más judicial, casi policial: ellos creían que Lula era el capo del esquema e hicieron todo lo posible para meterlo preso. En ese proceso, cometieron, según dice la Corte Suprema, abusos que, en el largo plazo, acabaron con el caso. Pero no creo que la motivación del equipo judicial haya sido un posicionamiento anti peté o anti izquierda. Se movían con una lógica más de la policía cuando realmente quiere mandar a alguien a prisión aunque tal vez no tenían las pruebas para hacerlo. Pero sí, en el establishment brasileño, hubo un deseo de manipular el sistema para meterlo preso a Lula. Después, cuando el establishment cambia su comprensión del momento y del cambio de los vientos políticos, ese esfuerzo se deshace y Lula acaba siendo liberado. Se puede sintetizar todo este proceso con una frase sencilla, tal vez demasiado sencilla pero que tiene un elemento de verdad, que es la siguiente: hubo política en la condena de Lula y también hubo política en la liberación.
-Hace unos días, la vicepresidenta Fernández de Kirchner sostuvo que tanto en Brasil como en Ecuador y Bolivia, la Justicia intenta “proteger a los que verdaderamente roban el país”. La Justicia como una especie de “Partido Judicial”. En la síntesis que usted plantea, ese “Partido Judicial” en algunos casos es funcional a quienes llegan al poder y a veces, los perjudica. Es funcional en contra y, en otras ocasiones, a favor.
-En el caso brasileño, hubo algo menos ideológico y más relacionado a la crisis política e institucional que Brasil vivió a partir de 2014 con la recesión, con los efectos del Lava Jato, que fueron reales. El objetivo era castigar ese esquema y forzar un cambio. El problema es que ese cambio no produjo efectos positivos ni en la economía ni en la política. De hecho, muchos concluyeron después que llegó algo peor que Lula, que fue Bolsonaro, y por eso volvió a cambiar todo un par de años después.
Con el foco en américa latina
▪ Formación. Es analista politico y periodista; dirige la revista Americas Quaterly y fue corresponsal de la agencia Reuters en asuntos de América Latina.
▪ Presencia mediática. Suele participar en medios como CNN en español, Folha de Sao Paulo o The Wall Street Jounal.
▪ Libros. Entre otros, escribió The accidental president of Brazil, en coautoría con Fernando Henrique Cardoso.