La Repregunta. Aníbal Pérez Liñán: “El doble estándar de la elite política es un problema particular para el peronismo”
El politólogo argentino, radicado en Estados Unidos, considera que las democracias en América Latina fueron incapaces de dar respuesta a los grandes problemas sociales, analiza el papel de las elites gobernantes y critica el capitalismo de amigos
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“Si las elites políticas están desconectadas de la población, es muy difícil pedirle a la población nuevos sacrificios impositivos o sanitarios”, plantea. “En todos lados, cuando la economía es próspera y va bien, cuando la gente está contenta, la gente es muy permisiva con los escándalos. Pero cuando la economía está mal y la gente está muy enojada, cualquier chispa de escándalo dispara la insurrección. Y éstas son épocas muy difíciles”, reflexiona. “Hay una afinidad natural entre derecho de propiedad privada y democracia”, explica. “Desde el punto de vista de la democracia, el tema de la carga impositiva es en qué medida el gobierno es capaz de generar confianza en que esos recursos son utilizados para el bien común”, desarrolla. “El gran desafío para el capitalismo hoy no es el socialismo sino el capitalismo de amigos”, afirma. “Las democracias son mucho más frágiles de lo que pensábamos, incluso democracias establecidas como EEUU”, alerta.
Desde Estados Unidos, Aníbal Pérez Liñán, uno de los politólogos más respetados a la hora de analizar la calidad democrática de las naciones, estuvo en La Repregunta. Pérez Liñán es Doctor en Ciencia Política y Asuntos Internacionales por la Universidad de Notre Dame, en Estados Unidos, donde también es profesor e investigador. Es autor de Juicio político al presidente y nueva inestabilidad política en América Latina.
Argentina, América Latina y las elites políticas cuestionadas. El kirchnerismo y el Olivos-Gate. Los límites de las democracias y el capitalismo de amigos. La carga impositiva y su impacto institucional. El derecho de propiedad privada y la calidad democrática. La Argentina y el futuro de su democracia. De todo eso habló Pérez Liñán. Aquí, la entrevista completa.
-El Olivos-Gate y el vacunatorio VIP ponen en escena el tema de las elites gobernantes en la Argentina y en América Latina. ¿Los fracasos o las fallas de la democracia son sobre todo hoy en día una falla de las elites políticas?
-Este punto es crucial. Lo que hemos visto en los últimos años es que existe una desconfianza creciente respecto de las elites políticas. En muchos países en muchos contextos, las elites políticas siempre tuvieron un doble estándar pero hoy esto es más visible y la pandemia ha acelerado de este problema, y de otros. Esta desconfianza respecto de las elites políticas existía antes y ahora se ha transformado en un problema más agudo. En parte por eso es que hemos visto todas estas olas de protesta en toda América Latina.
Elitismo y privilegio: ¿un problema del peronismo o de la Argentina?
-¿Es un problema mayor todavía dentro de un oficialismo como el del Frente de Todos, el del kirchnerismo y el peronismo, derivado del ejercicio continuo del poder?
-Es un problema particular para la legitimidad histórica del peronismo porque su bandera siempre ha sido la igualdad y la integración. Tener una elite que se separa del resto de la población de esa manera afecta su principio de credibilidad básica. El peronismo nunca hizo política con un discurso liberal sino con un discurso político de igualdad e integración y esto afecta y ataca directamente el corazón de esa política. Ahora, el problema es más genérico: es esta creciente desconfianza hacia las elites políticas que se agudiza también como resultado de la polarización. Lo estamos viendo no sólo en América Latina sino en el resto del mundo. Hay sectores de la sociedad que desconfían completamente de lo que dicen las elites no importa de dónde venga la información y si la información es confiable.
-En un sistema político como el británico, hubo una sanción al ministro de Salud, Matt Hancock, por romper una regla que el mismo gobierno impuso, la cuarentena, para ver a su amante: Hancock debió renunciar. Y por otro lado, está el caso del gobernador de Nueva York en Estados Unidos, Andrew Cuomo, que renunció en medio de las denuncias por abuso y acoso sexual en su contra. No lo apoya el Partido Demócrata ni el Presidente Joe Biden. La sanción política y la sanción social es un contrapeso importante. ¿Cómo funciona en la región y en la Argentina?
-Son muy buenos ejemplos. Pensemos en el caso de Cuomo. Hace algunos meses era un héroe que había logrado enfrentar la pandemia en Nueva York, un Estado muy impactado. Después, terminó envuelto en este escándalo de acoso sexual. Voces dentro de su mismo partido pidieron su renuncia. La investigación la hace una fiscal demócrata. Ahora, imaginate ese mismo escenario en la era Trump con un gobernador del Partido Republicano: ese modelo de elite también existe en muchas democracias, un modelo en el que se construye una realidad alternativa, se niega cualquier evidencia comprometedora y se la minimiza como un ataque político, se niega cualquier investigación judicial como lawfare y se bloquea cualquier propuesta de cambio político. Esto consolida la base política y refuerza la lealtad de los leales pero aliena a los sectores de votantes menos leales. Esto le está pasando al Partido Republicano y a muchos partidos en América Latina cuando buscan esa estrategia de radicalización.
No creo que la Argentina sea particularmente permisiva con su elite política. En todos lados, cuando la economía es próspera y va bien, cuando la gente está contenta, la gente es muy permisiva con los escándalos
-Ahora, en un país como la Argentina donde hay una polarización extrema entre el oficialismo y Juntos por el Cambio, el centro independiente, ese 40% que mueve el péndulo del resultado electoral, ¿tiene un oído fino para este tipo de escándalos o la Argentina se rige por otra matriz cultural a la hora de votar y es más permisiva con su elite política?
-No creo que la Argentina sea particularmente permisiva con su elite política. En todos lados, cuando la economía es próspera y va bien, cuando la gente está contenta, la gente es muy permisiva con los escándalos. Pero cuando la economía está mal y la gente está muy enojada, cualquier chispa de escándalo dispara la insurrección. Y éstas son épocas muy difíciles. La crisis del Covid ha agudizado problemas de desigualdad, de pobreza, las economías están en problemas entonces estamos en momentos de alta sensibilidad en la población. La estrategia de negar la realidad y polarizar a los votantes es una estrategia efectiva en contextos de prosperidad porque se puede polarizar a la sociedad apostando al todo o nada. En general, en ese caso, la mayoría queda de tu lado porque a la economía le está yendo bien. La estrategia de polarizar en tiempos de crisis no es muy eficaz porque hay un núcleo duro que te sigue a cualquier costa pero hay una gran parte de la sociedad que no termina de estar convencida. Volviendo al ejemplo de EE.UU., es lo que le está pasando a Trump. Tiene un gran control sobre una minoría del Partido Republicano pero no consigue formar mayorías. Así como lo vemos en EE.UU., lo hemos visto en la Argentina y lo hemos visto en muchos países. Es un problema estructural de esta dinámica polarizada que vivimos hoy en día.
De EE.UU. a la Argentina: la elite política y el castigo social
-Pero la sanción social y política en el caso de este líder demócrata de un Estado tan fundamental como el de Nueva York, aún cuando fue un héroe de la pandemia y aún cuando la economía está beneficiando al partido en el poder que en este momento es el Demócrata, indica que la sociedad no tiene margen para perdonarlo. La justicia se ejerce igual; no pareciera que eso funciona igual en la Argentina. Aún en la prosperidad, EEUU sanciona a aquel político que rompe reglas. En la Argentina, ni la prosperidad ni la crisis llevan a una sanción contundente.
-Tampoco tenemos que ser tan optimistas con EEUU ni tan pesimistas con Argentina. EEUU es un país en donde un Presidente ordenó a sus seguidores que invadieran el Congreso porque no quería perder la elección y hasta ahora, hay personas individuales que han sido juzgadas pero las mentes que idearon eso no han sufrido ninguna consecuencia mayor. En el caso de EEUU, el Partido Demócrata tiene una estrategia de capturar de ese centro moderado que es el que le quita la mayoría al Partido Republicano, por eso esto de castigar a quienes se desvían, a quienes son un lastre político. Es una estrategia que tiene como objetivo formar esta coalición amplia. La radicalización te permite anclar un grupo de seguidores muy leal pero no necesariamente te garantiza una mayoría.
De EEUU a la Argentina: ¿hay democracia sin propiedad privada?
-La mención de EE.UU. es particularmente interesante para instalar sobre la mesa de esta entrevista el tema del derecho a la propiedad privada. ¿Qué función institucional cumple en la consolidación y el desarrollo de la democracia? Porque es un derecho cuestionado por quienes sostienen que la preocupación por la pobreza y la falta de equidad pasa por el modo en que se ejerce ese derecho en América Latina pero también es un derecho muy crítico en términos de la calidad democrática. ¿Cómo podrías explicarnos esas consecuencias?
-Esta es una de las grandes preguntas que tiene que ver con el funcionamiento de la democracia. Mi hipótesis sobre esto es que hay una afinidad natural entre derecho de propiedad y democracia por una razón muy clara: en la práctica, el derecho de propiedad significa la descentralización de decisiones sobre el uso de activos de producción o capital y decisiones sobre contrataciones, etc. La alternativa a eso es centralizar esas decisiones: un sistema político en el cual estas decisiones están centralizadas y sigue habiendo gerentes que toman ese tipo de decisiones pero siempre tienen que justificarlas en función de una voluntad superior que es la voluntad del partido, la planificación centralizada.
-Un régimen político completamente basado en el poder del Estado que impregna toda la sociedad contra un régimen donde el Estado tiene un rol pero no es absoluto. ¿Esas serían las dos posibilidades que señala?
-Sí, exacto. Estamos hablando de dos extremos, de dos tipos ideales pero el modelo que concebimos de propiedad privada es un modelo en el cual el Estado regula estos sectores económicos pero estos sectores tienen un montón de autonomía para tomar decisiones sobre cómo organizar la producción. En un modelo idealmente centralizado, hay un montón de actores que toman decisiones sobre cómo organizar la producción pero la justificación de esas decisiones siempre tiene que estar en función de una autoridad superior, el partido o algún tipo de instancia superior y esas decisiones no son necesariamente en función de la producción; pueden ser decisiones políticas; en general son muy ineficientes. Ahora, el problema es que una vez que el estado descentraliza esas decisiones sobre la producción, ese sistema es más democrático en el sentido de que el poder está más distribuido pero esas decisiones individualmente, dentro de cada organización, pueden ser muy autoritarias. En ese sentido, lo que hemos visto son procesos en los cuales los trabajadores tienen menos seguridad laboral y la distribución del ingreso desde los años 70s se ha vuelto mucho más desigual. Esto remarca la importancia de la regulación del estado de esas relaciones de producción: si están completamente desreguladas, también es un problema.
-De alguna manera el respeto y la creencia en la propiedad privada como institución democrática supone que lo que se genera como consecuencia es un mundo empresarial laboral que se convierte en un actor más de ese orden político, es decir, una sociedad civil. ¿Es esa es la conclusión?
-Una sociedad civil que está en relación con la vida de una República por lo tanto tiene alguna forma de regulación. La creencia ciega en el funcionamiento del mercado genera un sistema de alta desigualdad y autoritarismo descentralizado.
Impuestos y calidad de la democracia: ¿cómo se relacionan?
-La discusión eterna que se da en Argentina sobre la carga impositiva, que vuelve ahora al debate de la mano de algunos candidatos del kirchnerismo que hablan de crear nuevos impuestos y de subirlos, es otra manera de concebir el tema de la propiedad privada y cuánto tiene que intervenir el Estado. ¿El tema impositivo y el gasto público también son temas institucionales y de calidad democrática? Porque a veces se ven sólo como temas exclusivamente económicos.
-El tema de la carga impositiva siempre es importante obviamente por el impacto que tiene en el funcionamiento de la economía pero cuando hablamos de la carga impositiva, la cuestión principal es cuál es la confianza que la población tiene en cómo el Estado utiliza los recursos. El tema de la carga impositiva no es simplemente cuál es el impacto sobre la tasa de ahorro o sobre el empleo; el problema fundamental desde el punto de vista de la democracia es en qué medida el Estado, en qué medida el gobierno es capaz de generar confianza en que esos recursos son realmente utilizados para proveer bienes públicos y generar bien común. En la medida en que los gobiernos no son capaces de generar confianza y en la medida en que las elites políticas aparecen desconectadas de la población, es muy difícil pedirle a la población nuevos sacrificios tanto en temas de carga impositiva como en términos de medidas sanitarias, o cualquier tema.
El gran desafío para el capitalismo hoy no es el socialismo sino el capitalismo de amigos. En todo el mundo se ve el surgimiento de oligarquías que son construidas desde el Estado; no son oligarquías que capturan al Estado como normalmente las pensamos sino que son oligarquías construidas desde el Estado a partir de favores políticos.
-El cruce entre la calidad institucional y la matriz económica ha sido un tema desde Francis Fukuyama y el Fin de la historia, con esa idea de la democracia liberal como el valor universal al que había que aspirar, que se cruzaba con la idea de que democracia y capitalismo iban de la mano. Sin embargo, China mostró que no necesariamente es así. ¿Cómo está pesando hoy en la discusión sobre la calidad de las democracias en el mundo el rol del capitalismo y los tipos de capitalismo?
-El gran desafío para el capitalismo hoy no es el socialismo sino el capitalismo de amigos. En todo el mundo se ve el surgimiento de oligarquías que son construidas desde el Estado; no son oligarquías que capturan al Estado como normalmente las pensamos sino que son oligarquías construidas desde el Estado a partir de favores políticos. Esto no es nuevo, ha existido siempre pero hoy en día se hace particularmente visible en países que consideramos democracias bien establecidas como Hungría, por ejemplo. Este es un problema clave.
El capitalismo de amigos, el problema
-¿Por qué distingue al capitalismo de amigos que captura el Estado del que opera desde el Estado?
-Porque normalmente pensamos en una oligarquía como el grupo de familias acaudalas que capturan la estructura del Estado. Éste ha sido un problema histórico en América Latina y en muchos lugares del mundo. Las Repúblicas en general y las democracias en particular tienen una tendencia oligárquica interna muy compleja.
-¿Es lo que se llamó en Argentina en alguna época “la patria contratista”?
-La patria contratista es algo más complejo porque es un acuerdo entre el aparato del Estado y ciertos conglomerados para hacer negocios. En ese sentido, hay un elemento de captura pero también hay un elemento de capitalismo de amigos al que me refería antes. El capitalismo de amigos se caracteriza porque es el Estado, es el poder político el que genera los negocios o el que autoriza los negocios y no son las familias ricas las que capturan al Estado. La dinámica es la inversa. Eso también crea una oligarquía pero una oligarquía muy diferente.
-Uno de los señalamientos que se hace hoy en día del panorama argentino y de otros países de la región es que América Latina no estalló, que algunos sistemas democráticos lograron deglutir las crisis y le dieron un cauce electoral. En la Argentina hay un funcionamiento muy aceitado de la democracia electoral aunque enormes deudas de la democracia real. ¿La falla de estas democracias no es tanto una falla de la democracia sino del capitalismo en su versión capitalismo de amigos?
-Las democracias latinoamericanas han sido incapaces en la mayor parte de los casos de dar respuesta a los grandes problemas sociales de América Latina como la desigualdad, la informalidad en el empleo, el acceso a bienes básicos. Se han intentado resolver de diferentes maneras pero la respuesta no termina de generar satisfacción plena en la sociedad. Hay un modelo de capitalismo de amigos que sabemos que no resuelve ese problema, lo agudiza. Pero también el modelo chileno que por muchos años pareció exitoso desde el punto de vista económico y político porque Chile aparecía siempre entre las tres democracias mejor posicionadas de América Latina en términos de calidad institucional, a partir de 2019 con las protestas, mostró muy claramente que la base social de esa democracia chilena es muy frágil. La flexibilidad institucional que tuvo la democracia chilena fue poder canalizar ese malestar y esa protesta hacia una Asamblea Constituyente mientras que otros países como Colombia o como Cuba simplemente han reprimido. La democracia chilena tuvo la flexibilidad para canalizar todo ese desencanto pero el desencanto estaba ahí.
La involución de las democracias
-Si uno mira el mapa de la región y la discusión global, lo que parecía ser antes esta aspiración de máxima de la democracia liberal, es decir elecciones y división de poderes como el paraguas bajo el cual se podían resolver los problemas, ha generado nuevas deudas o ha profundizado las deudas históricas. Al mismo tiempo, EEUU, cuya democracia liberal también muestra problemas, y China y Rusia están disputando una legitimidad discursiva en torno a sus regímenes. ¿Es un problema para la democracia esta disputa de legitimidad? ¿Es un signo de su posibilidad de desaparición en el marco de la pregunta en torno a cómo mueren las democracias o es un contexto de corrección de las democracias republicanas liberales?
-Esa pregunta es clave. Estamos en un momento histórico de cambio y se dan las dos cosas. Las democracias son mucho más frágiles de lo que pensábamos, incluso democracias establecidas como EE.UU., y estamos en un contexto en el cual hay un gran desencanto como resultado de la desigualdad histórica, como resultado de la pandemia, como resultado del agotamiento de una cierta generación política. Hay un gran desencanto con estas democracias que ha sido capitalizado por voces populistas o más que populistas en general, por modelos muy personalistas de gobierno muchas veces desde la extrema derecha, no solamente desde la izquierda. Hemos visto una radicalización de la derecha también. A partir de este proceso, algunas democracias que son muy frágiles posiblemente van a involucionar hacia un modelo que va a pretender ser más democrático pero en la práctica va a ser una especie de neo monarquía. Y muchas democracias se van a fortalecer porque van a tener la capacidad para transformarse. Ese es el gran desafío de los próximos 20 años.
Las democracias son mucho más frágiles de lo que pensábamos, incluso democracias establecidas como EE.UU., y estamos en un contexto en el cual hay un gran desencanto como resultado de la desigualdad histórica, como resultado de la pandemia, como resultado del agotamiento de una cierta generación política.
-La Argentina está catalogada en distintos rankings de calidad democrática, el de V-Dem de la Universidad de Gotemburgo o el de la Unidad de Inteligencia de The Economist, como una democracia electoral pero con problemas para convertirse en una democracia plena. ¿Cuál es el destino que le espera en términos de las posibilidades que usted señala?
-Sé que viviendo en la Argentina a veces es difícil ser optimista pero mi lectura de la Argentina siempre es muy optimista. Argentina pasó por esta crisis en 2001 y salió con una democracia fortalecida que sigue siendo insatisfactoria para la población, que sigue necesitando una reforma profunda pero al mismo tiempo, mostró que la Argentina tiene capacidad de renovarse y de forjar una competencia política vibrante. Esa es la clave para que la democracia se renueve y Argentina tiene esa capacidad.
Existe la posibilidad de alternancia en el poder. Y existe más renovación dentro de los partidos, que es el otro factor clave. Muchas veces las democracias colapsan porque los partidos no son capaces de renovarse. En Argentina, la renovación sí existe
-¿No le preocupa el peso que está teniendo esta autonomización de las elites políticas en el poder continuo como es el kirchnerismo, que produce estos casos de vacunatorio VIP o ruptura de la cuarentena?
-Sí pero lo que esto está mostrando son vicios de la elite política que siempre existieron. Ahora la población es mucho más consciente de eso y esto va a jugar en la competencia entre grupos políticos. En Argentina hay una competencia política real. Existe la posibilidad de alternancia en el poder. Y existe más renovación dentro de los partidos, que es el otro factor clave. Muchas veces las democracias colapsan porque los partidos no son capaces de renovarse. En Argentina, la renovación sí existe.
Especialista en América Latina
▪ Formación. Se doctoró en Ciencia Política en la Universidad de Notre Dame, en Indiana.
▪ Trayectoria. Es profesor en la Universidad de Notre Dame y editor de Latin American Research Review, la revista de la Asociación de Estudios Latinoamericanos.
▪ Libros. Entre otros, Democracias y dictaduras en América Latina y ¿Puede sobrevivir nuestra democracia? Liderazgo y agencia política en América Lati