La reelección y después
Todo el país sabía que iba a pasar lo que pasó. Y estuvo bueno, quizás eso indica que la Argentina está entrando, finalmente, en la previsibilidad. Igual que en las primarias de agosto, el frente político de la Presidenta triunfó porque el electorado piensa que el rumbo general de su gobierno garantiza cierta estabilidad. Ese preciado oro que los argentinos han desconocido, por generaciones. Anoche no hubo ninguna sorpresa y sobró alegría en los partidarios de casi todos los candidatos. Y el plato fuerte fue el discurso de la Presidenta, como debe ser. Y discurso que, para mí, invita a dos lecturas: la del plano personal y la del plano político.
El frente político de la Presidenta triunfó porque el electorado piensa que el rumbo general de su gobierno garantiza cierta estabilidad
Empiezo por la segunda, que es más trascendente: pienso que quizá esta noche la sociedad argentina, muy mayoritariamente, se pronunció de manera de darle a la Presidenta una legitimación definitiva y contundente. Tantos cuestionamientos al respecto, tantas especulaciones sobre supuestos dobles comandos y demás (en esencia, reparos machistas) ahora quedan todos desautorizados. Ningún jefe de Estado argentino, desde Juan Perón, recibió un respaldo de legitimidad como éste.
Otra cosa importante es que esta elección demuestra que todo un aparato mediático, de radio y televisión y prensa escrita, hoy ya no puede torcer la voluntad popular. Lo hicieron durante muchísimo tiempo. Hoy se demostró que perdieron ese poder.
Mi tercera apreciación es que se acabó el mundo exterior ficcional que inventaron tantos dirigentes políticos y corearon periodistas. Se habló con exceso de un mundo que le daba la espalda a la Argentina, y eso acabó anoche: quedarán más aislados los corresponsales que postulan, como ayer mismo en El País, de Madrid, que salir de la crisis exige más ajuste.
Ningún jefe de Estado argentino, desde Juan Perón, recibió un respaldo de legitimidad como éste
La cuarta es que la re-reelección como tema quedó felizmente desautorizado. La Presidenta dio a entender que no aspira más: "qué más puedo querer", dijo con sinceridad evidente y sin ironía alguna. Y además, ¿no es ridículo exigirle un pronunciamiento al respecto desde antes de ser reelecta, y seguir insistiendo la misma noche en que ella triunfa con más de la mitad de los votos de todo el país? Personalmente estoy en contra de toda re-reelección y sólo quiero que se cumplan los mandatos constitucionales. Y si pudiera, y por si acaso ella lee esta nota, le diría: "Señora, no les responda y ordene a sus funcionarios que no hablen del tema. Haga como hizo antes de elegir a
como compañero de fórmula: ni una palabra. Manténgase así lo más que pueda, hasta el último momento. Entonces diga simplemente que no irá por la re-reelección".
En cuanto a la otra, primera lectura, digo que me agradó ese discurso lleno de idealismo, sensibilidad y sentido común. Pero sobre todo me gustó su idealismo cuando, segura de sí, convencida y buscando convencer, dejó sentado que en su segunda gestión no habrá más de lo mismo, sino más de lo mejor.
Me gustó también su referencia respetuosa a los candidatos de la oposición, y su imposición de respeto a los señores Binner, Macri, Alfonsín y los demás, haciendo callar a los desaforados de la tribuna. Esa es la Presidenta que uno desea tener.
Luego, en la inevitable, lógica alusión a Néstor Kirchner dijo también algo que me pareció muy fuerte: "No hablo como su viuda, sino como su compañera. No hablo de él como marido, sino como militante política. Que nadie se equivoque". Eso me pareció admirable: era una mujer de excepción la que hablaba, dejando de lado a la oradora de barricada para mostrarse adolorida pero serena. Y digo excepcional, además, porque recordé todo lo que la han criticado no por presidenta, ni antes por primera dama o por senadora; recordé todo lo que la rebajaron como mujer. No sólo los machos de la política, y los machos argentinos en general, sino también tantas mujeres. Hay que tener el cuero excepcionalmente duro para bancar eso. Una gran presencia anímica, propia de una estructura fuerte pero a la vez sensible.
La evocación-confesión de que ante la derrota electoral de 2009 en la Provincia de Buenos Aires fue Néstor el que "fue al frente y puso todo y más", me pareció conmovedora. Y cuando dijo "no me la creo" yo le creí. Y por un segundo me quebré, como cualquier ciudadano que ve cómo están cambiando su país, con claroscuros pero para mejor.
Pensé, entonces, que no faltarán los que creen que finge o sobreactúa. Allá ellos, me dije. Y me fui a dormir
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