La reinserción argentina en una globalización regionalizada
Las tendencias presentes auguran futuros posibles de estancamiento y retracción en el proceso globalizador; se abre una oportunidad para el país
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En Momentos estelares de la humanidad, Stefan Zweig rescata hechos especiales inesperados y hasta subestimados en las páginas grandes de la historia universal. Hechos cuya ocurrencia produjo un punto de inflexión en el curso de los acontecimientos históricos. Destaca entre varios momentos estelares la toma de Constantinopla por los turcos en 1453. Ya el país había caído en poder de los otomanos, pero la actual Estambul, entonces Bizancio, resistía amurallada. La resiliencia de los bizantinos se vuelve heroica esperando la ayuda de Europa que nunca llega, sin embargo, el sultán turco no puede penetrar las murallas y tomar la ciudad. Dispuesto el gran embate, los bizantinos resisten a una fuerza que los supera varias veces en número y armamento, y logran contener y desgastar al invasor, hasta que unos soldados que se han infiltrado por la grieta abierta en la muralla exterior encuentran una puerta en la muralla interior que por descuido había quedado abierta. La puerta conduce al corazón de la ciudad. Por ella penetra el ejército otomano y saquea la capital del llamado Imperio Romano de Oriente. ¿Qué habría sido del curso de la historia si esa llamada Kerkaporta olvidada hubiera estado cerrada y, finalmente, los turcos hubieran desistido del sitio a Constantinopla?
Guy Sorman, en El mundo es mi tribu, analiza el asesinato que desencadenó la Gran Guerra con una técnica similar a la de Zweig. El heredero de la corona austrohúngara, el archiduque Francisco Fernando y su esposa visitan la ciudad de Sarajevo (28-06-14) donde los aguarda un complot para asesinarlos. Le arrojan una granada que no explota a tiempo, y que luego hiere a la custodia. Pero le dan una nueva oportunidad al asesino cuando más tarde los príncipes deciden visitar a los heridos del fallido intento en el hospital y el auto oficial desvía su trayectoria. Esta vez los disparos acaban con la vida de ambos. ¿Qué habría sucedido con el curso de la historia europea y mundial, si el atentado hubiese fracasado? ¿Habría podido el mundo evitar la Primera Guerra Mundial y la pesadilla histórica del surgimiento de los totalitarismos fascistas, nazis y comunistas?
Rosendo Fraga en el libro ¿Qué hubiera pasado si...? Historia argentina contrafáctica avanza en el desarrollo hipotético de acontecimientos relevantes en el pasado argentino, planteando escenarios alternativos que modifican el devenir de la historia en cuestión.
El análisis del hecho imprevisto y de su posible contrafáctico recobró actualidad con el intento de asesinato al expresidente Donald Trump. El candidato republicano hacía campaña en un pequeño pueblo de Pensilvania. Giró su cabeza para mostrar en una gran pantalla un gráfico que daba cuenta de las cifras de inmigración en Estados Unidos. Cuando volvió a entornar su cabeza para focalizarla en la audiencia una bala rozó su oreja y lo ensangrentó. De haber girado su cabeza un centímetro más, hoy estaríamos recordando un nuevo magnicidio en la historia política del país del Norte con las implicancias que ello supone. ¿Azar o Providencia?
¿Cómo lidiar con la incertidumbre que domina el futuro, si, por un lado, lo asumimos abierto, y, por otro, tenemos evidencia de su exposición a hechos imprevistos que pueden ser disruptivos del curso histórico? ¿Cómo desenvolvernos con la incertidumbre que domina el porvenir, en un país como la Argentina, trastornado por décadas de cortoplacismo populista y bajo presión del instante posmoderno?
El tantas veces citado, Bertrand de Jouvenelle, primero nos aconsejaría evitar los determinismos históricos, tan propios de nuestra idiosincrasia. Ni “condenados al éxito” ni resignados al fracaso fatal. En un futuro que está abierto a distintos futuros posibles (“futuribles”) el pasado es aleccionador, las tendencias dominantes en el presente sirven de guía, y es posible trabajar para convertir un futuro posible en futuro deseable. Todo a partir de una inserción estratégica exitosa en el devenir de las relaciones internacionales.
En 1846 se produce un fenómeno trascendente en la economía mundial. Gran Bretaña suprime la conocida como Ley de granos (Corn laws) que establecía aranceles para la importación de cereales a Inglaterra. David Ricardo había argumentado contra esa ley restrictiva que regía desde 1815, defendiendo la especialización inglesa en base a las ventajas comparadas relativas, y desarrollando la teoría de la renta agropecuaria. La derogación de esa ley promovió la primera globalización del comercio y las finanzas y significó un reacomodo en el orden económico internacional. Entre 1852 y 1930 la Argentina tuvo una inserción estratégica exitosa en el orden mundial que coincidió con su apogeo. Desde la posguerra y la crisis del 30 hasta el presente nuestra inserción ha sido, por el contrario, errática y vacilante. Carlos Escudé, sostenía con razón que con Inglaterra éramos complementarios en la división internacional del trabajo; en cambio, con Estados Unidos fuimos competidores, con transitorios acercamientos, porque la nueva división del trabajo de la posguerra dificultaba la complementación con ellos. Pero, debemos agregar, también hubo lecturas sesgadas del pasado, y análisis ideologizados de tendencias presentes que prefiguraron “futuribles” equivocados. Por ejemplo, cuando se proyectó un escenario de una tercera conflagración mundial, que agravó el encerramiento y la orientación productiva al mercado interno. En la historia contrafáctica citada, Rosendo Fraga analiza: ¿qué habría sucedido si hubiera fracasado la revolución del 30? He ahí un hito que marcó el curso de nuestra historia y nos encaminó a una inserción estratégica deambulante y fallida. El Mercosur constituyó un planteo estratégico de cambio para dotar al mercado doméstico de una nueva escala regional, y transformarlo en una plataforma para proyectarse a los mercados internacionales, con complementación intraindustrial; pero la unión arancelaria imperfecta sucumbió a las tensiones corporativas y a los intereses políticos coyunturales y terminó operando como zona ampliada para sustituir importaciones. Así no va.
A partir de la invasión de Rusia a Ucrania, el conflicto en Medio Oriente, la creciente competencia entre China y Estados Unidos (geopolítica y geoeconómica), y la manifiesta dificultad para avanzar en acuerdos globales, en un orden mundial con crecientes cuestionamientos y desafíos a las reglas que rigen las relaciones entre Estados, las tendencias presentes auguran futuros posibles de estancamiento y retracción en el proceso globalizador. Empieza a estar más comprometida la seguridad de los océanos, con un consiguiente encarecimiento de los costos del transporte, una demografía adversa se hace dominante en muchas regiones del mundo (menos ahorro, menos inversión, tasas reales de interés más altas) y una escalada de potenciales conflictos (con foco en el “Mar de China”) preanuncia potenciales nuevos enfrentamientos. La reversión del proceso globalizador va a ser relativa, pero está llevando a una rearticulación de las cadenas de valor globales, convertidas en algunos años en cadenas de valor relocalizadas con mucha más interacción regional. Un reacomodamiento del orden mundial donde los intereses geopolíticos preceden a los puramente económicos. Narendra Modi, primer ministro de la India, previendo el nuevo orden expresó: “Las cadenas globales de valor ahora no sólo deben basarse en costos, deberían basarse también en la confianza”. Del just in time en un mundo con cadenas globales, al friendshoring o nearshoring en un nuevo orden con cadenas regionales de valor. El replanteo, que no dejará de ser traumático, es una oportunidad para la Argentina y la región. Pueden ofrecer al mundo seguridad energética y seguridad alimentaria, ambas en el tope de la nueva agenda mundial. Razones de más para dar vida al tratado Mercosur-Unión Europea.
Doctor en Economía y en Derecho