La reforma institucional necesaria
La trágica muerte del fiscal Nisman ha sido señalada por muchos como la línea divisoria entre un antes y un después. Los reclamos de la sociedad se centran en esclarecer la verdad sobre los terribles atentados contra la AMIA y la embajada de Israel, y la propia muerte del fiscal. Todo esto es crucial: no es fácil construir un futuro sólido y promisorio sobre un pasado brumoso e indescifrable.
Mientras se esclarece ese pasado hay, de todas maneras, tareas hacia adelante que todas las fuerzas políticas, gobierno y oposición, y la sociedad civil en su conjunto deberían encarar: un programa de reforma institucional completo que incluya leyes, reorganizaciones institucionales, actores nuevos y pautas mejores de conducta en relación con algunos temas cruciales.
Entre ellos, una reforma de los servicios de inteligencia que genere efectivos controles parlamentarios y judiciales. Una reforma de los sistemas policiales y de seguridad nacional. Una reforma del sistema judicial para mantener su independencia, asegurar la probidad personal y capacidad técnica de su personal y promover un pronto tratamiento de las causas.
Se necesitan el libre acceso a la información pública y la obligatoriedad de informar al ciudadano, incluyendo aspectos presupuestarios y las agendas de audiencias de los funcionarios.
También es necesario mejorar la ley de medios, adecuarla a la realidad de Internet y de las redes sociales; asegurar la existencia de una amplia gama de perspectivas, incluyendo el espacio de control a las autoridades de turno.
Es imprescindible fortalecer los marcos jurídicos e institucionales para el control de la corrupción y el lavado de dinero. También, reformar el sistema de financiamiento de partidos, con controles y castigos reales.
Se necesita también una sustancial mejora del sistema de licitaciones públicas, compras y gastos del Estado, y del manejo de fondos fiduciarios. También una efectiva implementación del marco legal de ética en la función pública.
Esta enumeración no es exhaustiva. Los puntos mencionados tampoco cubren la variedad de otras tareas que nos debemos. Pero en todo caso el programa institucional mencionado más arriba tiene que ser visto como una totalidad y no ser diseñado e implementado por partes.
Diferentes universidades, centros de estudios y organismos de la sociedad civil han avanzado en distintos aspectos de estas reformas. Se requiere un diálogo nacional sin exclusiones para armar un programa coherente de reformas institucionales. La desazón acerca de los eventos recientes no debe llevarnos a la anomia.
La imperiosa necesidad de encontrar la verdad sobre lo que pasó requiere también que sigamos trabajando en la construcción de nuestro futuro.
El autor es economista
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