La rebelión de las cosas: claves para entender la obra de Eugenia Calvo
La artista rosarina exhibe una obra de sitio específico en sala de la Universidad Torcuato Di Tella, mientras prepara una muestra en la galería Hache para noviembre
Se escribió mucho sobre la relación misteriosa entre personas y cosas. Ensayos y tratados filosóficos abordaron esa “afectación mutua” entre ambas esferas y, desde la Antigüedad, leyendas de distintos pueblos fantasean con una rebelión de las cosas. Entre otros narradores, Juan José Arreola, Silvina Ocampo y Felisberto Hernández imaginaron modos en que las posesiones cobraban autonomía. El escritor francés Georges Perec dedicó su novela Las cosas, protagonizada por una pareja que sueña con una vida plena de fortuna material y objetos lujosos, al papel que puede asumir lo inanimado.
Desde el comienzo, el trabajo de la artista rosarina Eugenia Calvo (1976) reflexiona sobre ese vínculo entre cosas y gente. En todas sus obras hay objetos: muebles, artefactos eléctricos, herramientas; platos con imágenes bucólicas sobre los que avanzan, como lava, puré o carne asada. Ceniceros decorados con escenas urbanas o pastoriles aparecen cubiertos por nubes de ceniza de cigarrillos. En Supervivencia y reproducción (de 2010), colchones maniatados o convertidos en parapetos se agazapaban en ambientes de una casa burguesa.
Una indagación sobre la violencia, contenida o no tanto, se formula de manera insistente, ligeramente desvariada y siempre austera en los trabajos de Calvo. La propia artista lleva adelante performances con sierras eléctricas, hierro y pólvora. Fue ella la que, como hizo en Caída libre, se arrojó desde un primer piso luego de tirar, literalmente, la casa de sus padres por la ventana.
En El dominio del mundo, el espacio doméstico (habitual en trabajos anteriores) es reemplazado por la sala de exposiciones de una universidad porteña que pertenece a una de las familias más conspicuas del siglo XX argentino. En la sala de exposiciones de la Universidad Torcuato Di Tella, las cosas están aferradas por un listón de hierro negro que recorre los bordes de escritorios de madera, sillones y sillas de diseño, una cama de dos plazas y varios artefactos eléctricos, entre los que se reconoce una heladera y un lavarropas Siam Di Tella. La elección de muebles y artefactos de industria nacional no es inocente y opera como una crítica a la política actual de apertura indiscriminada de importaciones.
La muestra, que estuvo al cuidado de Lara Marmor, contó con la colaboración de varios estudiantes de la UTDT, que se ocuparon de rastrear algunos objetos de la exposición y que incluso escribieron breves ensayos interpretativos de la obra de Calvo.
Combate de fuerzas antagónicas
En el enorme espacio de exhibición, similar a una escena teatral o una arena de combate, se desarrolla un drama de doble faz. De un lado, arrinconadas contra la pared, están las cosas. De frente a los espectadores, "posan" a la fuerza y parecen esperar el momento oportuno para hacer una revelación. Enfrente, protegidos (así como también separados) por una valla de hierro negro, circulan los visitantes de la muestra.
Entre ambos, se despliega un vacío espectral. “El vacío, como centro de la acción, se transforma en un terreno de enlace y a la vez de desconexión entre objetos y sujetos”, escribe Marmor en uno de los textos que acompañan la experiencia que, sin ser paranormal, es innegablemente física.
Es verdad que se desarrolla una acción, sobre todo introspectiva, que guía la mirada durante el recorrido. “Estamos solos ante las cosas y ante nosotros mismos”, sugiere Calvo, que viajará desde Rosario hasta Buenos Aires varias veces hasta que la muestra concluya.
La sala de la UTDT tiene dos puertas: se entra por la de la derecha y se sale por la de la izquierda. El diseño del pasillo de 90 centímetros de ancho crea una pasarela ambigua. Si bien se la puede sortear con facilidad, los visitantes permanecen de pie, perplejos e incómodos, ante las cosas mudas a cierta distancia. ¿Quién domina el mundo?
“Hubo objetos que quedaron afuera –cuenta Calvo-, objetos que había elegido e incluso llevado hasta Buenos Aires desde Rosario, que después no funcionaban en la totalidad. La altura de la estructura de hierro fue organizada por los muebles. Y la luz, que siempre se pensó como si iluminara el vacío, decidiendo algo más mortecino, una luz que crea un clima.”
El ojo se acostumbra a esa atmósfera tenue y los objetos, que están a una distancia de diez metros, en un principio no se reconocen del todo. “Esa decisión de la luz tenía que ver con eso, con que no deja ver todo; así, se toma consciencia de la distancia”, destaca la artista.
El trabajo latente de la obra
El vacío está cruzado por dos fuerzas antagónicas. Del lado de las cosas, un ventilador en funcionamiento empuja el aire, produce un rumor persistente y refresca un espacio ya bastante helado. A su lado, un espejo de pie que Calvo trajo desde Rosario permite que el espectador “salte la valla”: la imagen en el espejo pasa al otro lado y el visitante se agrupa entre las cosas.
Artista de dos galerías, Diego Obligado (Rosario) y Hache (Buenos Aires), Calvo trasciende fronteras domésticas, estéticas e ideológicas e intenta derribar algunos presupuestos de la escena artística para reemplazarlos por una actitud de desamparo y desnudez ante el trabajo silencioso del mundo. La galería 713, antes del cierre, publicó un refinado libro de artista, que se puede conseguir en las galerías que actualmente la representan.
Este año se pueden ver obras de Calvo en distintas ciudades. Una instalación conmovedora en el Espacio de Arte Contemporáneo de Montevideo, en el marco de la primera Bienalsur, recrea un espacio velado de la ex cárcel de Miguelete. En el primer piso del Museo Castagnino, en la ciudad natal de la artista, se exhiben imágenes de la serie El método tradicional.
Su obra de sitio específico en la UTDT permanecerá abierta hasta el 10 de noviembre. El 27 de octubre a las 19, la bióloga Cecilia Calero, el terapeuta y artista Bernardo Zabalaga y el físico y filósofo Christian de Ronde participarán junto con Calvo de un encuentro para debatir el poder intrínseco de los objetos. La entrada es libre y gratuita, con DNI.
A partir del 14 del mes próximo, Calvo presentará además La marcha de las funciones en la galería Hache. Se trata de un conjunto de “partituras” de obras, suerte de catálogo de trabajos latentes. “Mientras proyecto trabajos que tal vez no pueda realizar, me quito las ganas de hacerlos mediante instructivos”, bromea la artista. Es una serie de obras gráficas, con algunos ingredientes verbales que sugieren que las obras podrían hacerse solas.