La realidad desplazada de Marcelo Cohen
No es fácil que todas las semanas aparezca un buen libro. Pero los buenos libros se las arreglan para reaparecer, aunque sea en nuevos formatos. Como la colección Relatos Reunidos de Alfaguara, que viene publicando narraciones de, entre otros, Nabokov, Castillo, Faulkner, Tizón, Cortázar, Uhart y Onetti en gruesos volúmenes; ahora presenta cuentos de Marcelo Cohen .
La obra de Cohen es tan imaginativa como dilucidadora. En esta ocasión, son cuentos que provienen de distintos libros publicados en los últimos treinta años, ahora agrupados en dos partes: "Cuentos de este mundo" y "Cuentos del Delta Panorámico".
Decir "este mundo" en Cohen implica una infinidad de posibilidades. Su "fantástico realismo", como lo llama Guillermo Saavedra en el prólogo, disloca lo real en mil pedazos. La realidad fragmentada propone una variedad de sensaciones, marcadas justamente por la imposibilidad de juntar las partes. Así el lector vive, pues, la intensidad de cada fragmento, con la posibilidad de desplazarse mientras sigue a los distintos personajes.
El libro comienza con el cuento "Tristezas de una tarde de sábado", ciencia ficción en el mismísimo barrio de Once, donde "una soberana nube cuelga a baja altura sobre la fronda del Parque Arcádico". En ese parque, sin sendas ni canteros, canta un sinsonte. El narrador de este cuento, que es sociólogo, tiene en el parque "una cabina de asistencia anímica" donde sirve té helado con limón para calmar a los que acarrean conflictos. En el cuento "El fin de lo mismo" se hace referencia a "la guarangada ésta que llaman vida urbana", que se complementa con "el sistema de la noche" del relato "Aspectos de la vida de Enzatti", cuyo protagonista tiene que lidiar con un grito en el cráneo. Le siguen otros relatos sobre mujeres misteriosas: Olga, maravillosa guardiana de la inestabilidad; Lydia en el canal o Lina en el aeropuerto.
El mar está siempre presente, como la "Panconciencia" (otro invento literario de Cohen, especie de red de conciencias, anticipo de Internet). "El mar es una ilusión de continuidad que a cada instante se pulveriza en violencias", se describe en un cuento. Y así llegamos a la segunda parte del libro: el Delta Panorámico. Los relatos aquí incluidos suceden en el territorio ficcional que creó Cohen, archipiélago del fin del mundo o de una actualidad en cadena perpetua. Hay humor en el uso del idioma, que formula distintas alternativas de realidad. Así como Burroughs decía que "el lenguaje es un virus que viene del espacio", en Cohen parece que viniera del cuerpo o de lo sumergido. Juega con esto en "El fin de la palabrística", cuando los ajanios (ciudadanos de Ajania) realizan una palabra con sus cuerpos, montándose unos a los otros, para lograr la figura de la palabra AHÍ.
Hay cuentos inéditos al final del libro, que se suman al archipiélago narrativo de Cohen, como "Según pasan los cuñados" o "La gran bola de pelusa". Nuevos encuentros cercanos con la realidad adyacente.
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