La re-reelección como desaconsejable tema de debate
En la estupenda entrevista a Ernesto Laclau del domingo, en LA NACION , se aprecia en toda su completa dimensión al académico argentino que, según se insiste desde hace tiempo, sería "el intelectual de referencia de la Casa Rosada".
Cierto o no, lo que es indudable es que Laclau representa un modo de pensar la Argentina contemporánea que merece respeto y consideración, tanto por su obra ensayística como por sus siempre agudos análisis de las coyunturas nacionales, por lo menos desde hace tres décadas.
La entrevista realizada por Hugo Alconada Mon lo muestra como un hombre de ideas poderosas, que, se compartan o no, importan por su trascendencia: Laclau es un intelectual leído y escuchado por muchos jóvenes kirchneristas, a la vez que es discutido por muchos intelectuales de la vereda opuesta.
Personalmente, comparto buena parte de sus puntos de vista y así lo he testimoniado en mi reciente, último libro "Cartas a Cristina". Pero más allá de mi sintonía con muchas de sus ideas, prefiero detenerme ahora en un punto para mí esencial de esa entrevista: la pregunta de Laclau que se escogió como título del reportaje: "¿Por qué tiene que haber límites a la reelección?"
Más allá de que bien pudo elegirse otra frase o interrogante para titular una entrevista tan rica en ideas, ésta trata de un aspecto que en mi opinión merece una contrapropuesta, dado que Laclau defiende la posibilidad de eventuales re-reelecciones, y no sólo en la Argentina.
Toda democracia debe forzosamente establecer límites. Y es que la democracia en sí misma es un límite a todo exceso
Esto es interesante, porque si bien es verdad que los sistemas democráticos en América Latina "son muy distintos de los europeos, donde el parlamentarismo es una respuesta al hecho de que la fuerza social de cambio se ha opuesto históricamente al autoritarismo de la realeza", también lo es, me parece, que si nuestros sistemas presidencialistas son más fuertes "y los procesos de voluntad de cambio se cristalizan alrededor de ciertas figuras", como dice el maestro Laclau, no por eso el resultado necesario ha de ser "un desequilibrio político".
A la pregunta "¿Por qué tiene que haber un límite?" se puede responder de muchas, diversas maneras, y una de las más poderosas, en mi opinión, es que toda democracia debe forzosamente establecer límites. Y es que la democracia en sí misma es un límite a todo exceso, y una reelección indefinida -o ilimitada, como propone Laclau- significaría por lo menos un contrasentido.
En esta entrevista Laclau parecería compartir la idea, que atribuye al Juez Zaffaroni, de un régimen parlamentario con presidentes ceremoniales y primeros ministros reelegibles ad-aeternum. Por mi parte, no creo que los parlamentos sean una panacea, y aunque es cierto lo que sostiene el maestro Laclau en el sentido de que "los parlamentos en América latina siempre han sido la forma en que el poder conservador ha tratado de organizarse", ello no quita que las Constituciones más sabias han sido y son las que limitan, precisamente, la posibilidad de reelecciones reiteradas sin fin.
El caso de nuestra Constitución Nacional es bien interesante: desde 1853 permitía una única reelección aunque alternada, cuando el gobierno se ejercía durante seis años. De donde una figura política podía alcanzar la primera magistratura dos veces en su vida (doce años) en un período de dieciocho o más. Fue el caso de Roca y debió ser el de Yrigoyen.
La Constitución reformada en 1949 permitió la reelección sexenal, pero su vigencia fue abortada por el golpe militar de 1955. Y la Constitución de 1994, hoy vigente, impuso el sistema norteamericano: cuatro años de gobierno con una única reelección inmediata posible, hasta sumar ocho años.
Por cierto, en la convención constituyente santafesina hubo quienes apoyaron un sistema parlamentario de tipo europeo y con reelección indefinida. Y puede pensarse que a Laclau los años de vivir en Europa lo hayan convencido de las virtudes de esa hipótesis. Sin embargo, en Santa Fe se impuso la tesis -en mi opinión más afortunada-de un sistema presidencialista a la norteamericana y con reelección limitada.
Lo ilimitado, en cualquier orden, es mucho más probable que conduzca al conflicto social y no a garantizar la paz colectiva
Cada uno/a podrá preferir un sistema u otro, pero los límites sí son necesarios. Siempre, y en todos los órdenes de la vida, los límites resultan indispensables. Lo ilimitado, en cualquier orden, es mucho más probable que conduzca al conflicto social y no a garantizar la paz colectiva. Sobran ejemplos en el mundo, y en el Siglo XX basta con recordar la Revolución Mexicana (1910-1920) cuyo fuego inicial fue la consigna "Sufragio Efectivo. No Reelección" luego de que Porfirio Díaz gobernara ese país durante más de 30 años.
Personalmente, no creo que una figura política relevante -y sin dudas nuestra Presidenta lo es- deba convertirse en cadáver político cuando todavía está en plenitud de sus facultades. Para casos así, la Constitución del 94 se diferencia en esto de la norteamericana al ofrecer una tercera oportunidad, aunque después de un período de alternancia. En el caso de la Doctora Fernández de Kirchner, luego de retirarse en 2015 podría volver a presentarse para el período 2019-2023.
La noche del 23 de Octubre pasado, cuando más de medio país celebraba la reelección de la Presidenta, escribí en mi columna de LA NACION : "La re-reelección como tema quedó felizmente desautorizado. La Presidenta dio a entender que no aspira más: 'qué más puedo querer', dijo con sinceridad evidente y sin ironía alguna".
Por eso en una de las últimas cartas a la Presidenta, en mi libro, le recordé ese"límite que la Constitución pone, sabiamente" y me permití sugerirle que no haga caso de quienes le propongan ideas reeleccionistas.
Ojalá el Doctor Laclau repiense este punto, porque su voz es escuchada y su autoridad es mucha. La Argentina no necesita re-reelecciones, ni la sociedad desgastarse nuevamente, como hace unos años cuando Carlos Menem y sus secuaces desesperaron por una re-re que al final no fue. Afortunadamente.