La puerta giratoria de la política
En diciembre de 2015 el kirchnerismo organizaba las "plazas de la resistencia". Se recuerda el día en que Kicillof se presentó en Parque Centenario mientras los militantes cantaban "vamos a volver". A pocos metros de ahí, los dinosaurios del museo se burlaban: "Nosotros cantábamos lo mismo". Pero el milagro ocurrió. Hoy Kicillof está a un paso de gobernar la provincia más grande de la Argentina. ¿Por qué? Porque lo único extinguido en nuestro país es la certeza. Frases o palabras como "no vuelven más", "siempre" o "nunca" deberían suprimirse del diccionario. Pero hubo especialmente una certeza que, al derrumbarse, torció la suerte de Cambiemos: "Macri nunca empeoraría los indicadores económicos que dejaba el kirchnerismo". Y ocurrió. Como el cerebro tiende a simplificar escenarios de modo binario (bueno-malo), aquel 27 por ciento de inflación de Cristina y que la economía estuviera parada durante los últimos 4 años de su gobierno –todo eso tan intolerable en aquel entonces– pasó a ser recordado con menos irritación frente al 55 por ciento de inflación esperada para este año y la recesión actual. Mediante una operación mental engañosa pero práctica, buena parte de la población –no toda– hizo un reseteo de sus umbrales de tolerancia y está dispuesta a darle al kirchnerismo otra oportunidad. Ya nos enseñó el psicólogo americano Abraham Maslow con su pirámide de las necesidades humanas que la dimensión moral, la ética y la institucionalidad son importantes, siempre que antes estén cubiertas otras necesidades más básicas: alimentación (garantizar estabilidad en los precios) y seguridad (no perder el empleo). Moraleja: no hay que enojarse con el familiar o amigo que cambió el voto. Es la economía cerebral, estúpido.
La segunda moraleja es que en la Argentina los cementerios políticos tienen puerta giratoria. Hoy estás en el panteón y mañana en el palco. Ayer Sergio Massa parecía en el panteón ("volver al kirchnerismo fue un suicidio político"). Y mañana estará en el palco (presidiría diputados, ya anunció Alberto). El propio Alberto estuvo en el panteón (viudo político de Néstor que no se podía volver a casar) y ahora heredó el reino que, como diría Goethe, deberá conquistar para hacerlo suyo. Por eso Cambiemos tiene dos desafíos: 1- no velarse por anticipado o, en todo caso, si hay muerte, hacer duelo corto y pergeñar la resurrección; 2- tener claro que Macri puede no seguir, pero el bipartidismo sí debe hacerlo. Cambiemos es un medio cuyo fin es devolverle a la Argentina el bipartidismo estallado en 2001. Pro, el radicalismo y la Coalición Cívica deben conservar todas las bancas que puedan en el Congreso para impedir la tentación hegemónica del peronismo. ¿Cómo lo explica la ciencia? A partir de lo "biopsicosocial": el peronismo tiene un gen autoritario y expansivo. Si el "ambiente" es favorecedor, el gen despierta.
¿Y qué se puede hacer para que no despierte? En principio, no repetir lo que hizo un importante empresario, creador y dueño de una de las compañías más valiosas de la Argentina. Este talentoso empresario integra con papel protagónico un grupo de WhatsApp llamado "nuestra voz", que reúne a 250 empresarios que decidieron asumir un papel institucional y hacerse oír para que no se repita lo que les pasó durante el kirchnerismo. A pesar de haber apoyado abiertamente a Macri, a tres días de las PASO le fue a tocar el timbre a Alberto. ¿No podría haber esperado? ¿Lo consultó con otros integrantes del grupo? Si él es uno de los más fuertes y va antes de que lo llamen, ¿qué le queda al resto de los empresarios? Por miedo a la vuelta de una hipotética versión rencorosa del kirchnerismo, muchos actores sociales muy poderosos rinden prematura pleitesía a un candidato que todavía no ganó y que aún no les exigió nada.
Para fabricar un sádico solo se necesita un sumiso. No contribuyamos a su fabricación.