La propagación de mensajes alarmantes sobre el Covid-19
Por Solana Ini y Néstor Pérez Baliño
Aunque la sociedad gradualmente intenta retornar a la normalidad, aún continúan circulando con intensidad los mensajes apocalípticos sobre el Covid-19. Se transmite la idea de que los nuevos sospechosos de los que hay que preservarse en exceso este año son los pre-sintomáticos o asintomáticos; se escucha la inminente amenaza de la llegada de la segunda ola y se siguen consolidando restricciones que no se fundamentan en ciencia.
Este año se ha intentado, por todos los medios, convencer a los habitantes de todo el mundo de la necesidad de imponer el aislamiento para personas sanas -recurso que históricamente fue utilizado para los enfermos-. Este convencimiento profundo se ha logrado al poner en duda el estado de salud de la población mundial, tras incluir la prueba diagnóstica en el período preclínico de la infección a nivel masivo por primera vez e instaurar el miedo a los "asintomáticos". Hoy se considera -erróneamente- a cada persona saludable, como persona "sospechosa de portar un virus". Esa sensación generalizada de sospecha del otro roza la paranoia colectiva.
Deberíamos recuperar el criterio e impedir que se adopten reglas con poca o nula base científica. El cierre de escuelas, por ejemplo. No existe ninguna evidencia científica de que las escuelas abiertas aumenten los contagios. El niño necesita tanto de lo social y de la contención que brinda la escuela, como el adulto necesita del trabajo.
El exagerado rol de los asintomáticos. Un estudio publicado el 20/11 por la revista científica Nature no sólo deja al descubierto que los asintomáticos no son transmisores de la enfermedad, sino que también expone el alto grado de falsos positivos que arroja el test PCR. "Se rastrearon 1174 contactos cercanos de los casos positivos asintomáticos, y todos dieron negativo para el Covid-19. Todos los casos positivos asintomáticos y sus contactos cercanos se aislaron durante al menos 2 semanas hasta que los resultados de las pruebas de ácido nucleico fueron negativos. Ninguno de los casos positivos detectados o sus contactos cercanos se volvieron sintomáticos o se confirmaron recientemente con Covid-19 durante el período de aislamiento."
Ya en 2017, en un paper publicado por Kristine M. Wylie, "El viroma del aparato respiratorio", se detectó que, "encontrar virus en las vías respiratorias de personas asintomáticas es frecuente".
Históricamente, se han administrado tests luego de la aparición de los síntomas, salvo en estudios científicos controlados. La afirmación recurrente que circula acerca de que los asintomáticos representan una amenaza de contagio es instaurar un temor más en la sociedad con escasa evidencia científica hasta el momento.
Argentina: ¿alta mortalidad por millón de habitantes? Aquí surge, sin embargo, un interrogante: si los números de mortalidad por Covid-19 son similares a los de las infecciones respiratorias de otros años, ¿por qué la Argentina se ubica entre los países de mayor incidencia de mortalidad por millón de habitantes? La explicación es tan sencilla como entender que la baja mortalidad que se produjo en abril, mayo, junio y julio se fue acumulando en los meses posteriores. Otro aspecto a tener en cuenta es que en hemisferio Norte el conteo de casos y muertes se dio una vez iniciado el invierno, cuando las curvas de infecciones respiratorias ya estaban cerca de su pico. En el hemisferio Sur, en cambio, el conteo de casos y muertes comenzó antes del inicio del otoño, apenas cuando la curva estaba en sus inicios (esto significa que se suman ambas "laderas" completas de la "montaña" de casos).
El miedo a la segunda ola. Todos los años, la Argentina sufre epidemias de infecciones respiratorias que son causadas por una variedad de virus y bacterias.
Las personas sin formación en epidemiología se alarman con el anuncio de la llegada de la segunda ola, cuando históricamente, en julio y agosto tenemos picos de infecciones respiratorias que sólo son observados por quienes tienen acceso a los boletines epidemiológicos. Este abrupto incremento de casos genera un estrés en el sistema sanitario anualmente. Dicha "ola" de casos comienza a ascender históricamente durante la primer semana de marzo. Este año no sólo se registra minuciosamente por primera vez a cada persona con el mínimo síntoma que da positivo al virus, sino que también se replican y difunden esas cifras. Dichos mensajes sólo contribuyen a incrementar el miedo en personas sin conocimientos de epidemiología. Es esperable que los casos comiencen a ascender nuevamente durante el mes de marzo, ya que ese patrón se repite históricamente con todos los microorganismos. Según los informes epidemiológicos de la Argentina, el ser humano es más vulnerable a contraer infecciones de marzo a septiembre, siendo julio y agosto los meses en los cuales se registra mayor cantidad de casos. Esto estaría estrechamente vinculado a la menor exposición solar que hay durante esos meses y a la deficiencia de vitamina D.
El manejo de la información sin el adecuado conocimiento médico puede provocar efectos indeseables en la población. Una parte importante del diagnóstico médico se basa en un análisis probabilístico bayesiano (teorema de Bayes). ¿Qué efecto produciría en la sociedad que estas discusiones casi herméticas con utilización de palabras cuyo significado profundo está atado al conocimiento específico, se hicieran públicas? ¿Que pasaría si informáramos cada día sobre los mil fallecidos de las distintas patologías más prevalentes, de las cuales 300 son debido a causas cardiovasculares?
La pandemia de Covid-19 y las estrategias para controlarla se instalaron en la esfera del debate político y periodístico. Se ha presentado información específica, de modo parcial y repetitivo, y el receptor del mensaje no ha tenido la oportunidad de comprender o analizar dicha información para otorgarle un significado adecuado.
Se ha omitido el debate científico y multidisciplinario, pasando por alto la definición de salud ("un estado de completo bienestar físico, mental y social").
Asumir la responsabilidad individual es más efectivo que vivir con miedo permanente al contagio. Algunas recomendaciones: además de las medidas ya conocidas, como adoptar el distanciamiento físico, lavarse las manos, no permanecer en ambientes cerrados con alta densidad de personas por m2; cuidar a pacientes de riesgo o añosos, hay otras medidas, no tan difundidas, para preservar la salud. Estas son:
1- Evitar leer sobre estudios que intentan alarmar o asustar. Las publicaciones sobre posibles secuelas del Covid-19 no son útiles sino llevan una explicación médica sobre su incidencia real. Por ejemplo, se publicaron, fuera de la lectura científica, artículos sobre afecciones cardíacas por miocarditis provocadas por el Covid-19. Muchas virosis con las que convivimos generan esta patología, su incidencia es baja y su diagnóstico y tratamiento está dentro de la esfera médica y no debe ser una nueva preocupación para la sociedad. En ocasiones, se observan publicaciones cuyos métodos de investigación carecen de solidez o sus muestras de casos son insuficientes o sesgadas. No todo estudio que sale publicado tiene validez científica o estadística y sus resultados deben ser tomados con pinzas. Son hipótesis que podrían ser refutadas en 24 horas por otro estudio que muestre lo opuesto. Si las políticas sanitarias se decidieran en base a cada estudio que sale publicado, se les prohibiría a las personas hasta la ingesta de gaseosas light -por la cantidad de estudios publicados acerca de los riesgos del aspartamo- https://usrtk.org/es/edulcorantes/aspartame_health_risks/.
2- Acudir al médico para tratar o prevenir enfermedades graves (las no transmisibles). Especialmente las más prevalentes, como la cardiovascular, oncológicas y respiratorias.
3- Cuidarse sin miedo. Un virus es necesario pero no suficiente para el desarrollo de una infección. No toda persona que entra en contacto con un virus enferma, la gran mayoría no lo hace.
Licenciada en Psicología, productora y analista de investigación
Exsecretario de Salud de la Nación