La profundidad del mensaje de Francisco a los empresarios
El mensaje que nos regaló Francisco a hombres y mujeres cristianos de empresa en ocasión de nuestro encuentro anual fue objeto de amplio debate la semana que pasó. El contenido de sus palabras, lejos de enfocarse en la crítica a los paraísos fiscales, tuvo como eje un pasaje de la Biblia, que en palabras del sumo pontífice, nos decía que “la mirada cristiana de la economía y de la sociedad nace de las Bienaventuranzas y de Mateo 25”
El capítulo 25 del Evangelio según San Mateo describe tres parábolas: la de las diez Vírgenes, la de los Talentos y el Juicio de las Naciones. Nada mejor que revisarlas como una manera de profundizar en lo que Francisco nos dijo.
En la parábola de las diez Vírgenes, cinco de ellas son precavidas y guardan el aceite de sus lámparas para honrar la llegada de un esposo a su boda, mientras que las otras cinco, a quien el texto llama insensatas, lo malgastan. El esposo repudia a estas últimas y ni siquiera las deja entrar a su boda, mientras las primeras cinco entran con él. En la de los Talentos, un señor antes de irse de viaje deja a sus tres servidores una determinada cantidad de oro a cada uno para que fuera cuidado y multiplicado por ellos. Al volver premia a los dos primeros, por haber generado una ganancia para su señor y los hace aumentar sus responsabilidades. Al último, quien había solo escondido el dinero enterrándolo, lo despide “a las tinieblas, allí donde solo habrá llanto y rechinar de dientes”.
En su parte final, Mateo 25 habla del juicio al que somete Jesús en su segunda venida a las naciones de la tierra, basándose en su solidaridad con el prójimo. Allí divide a su rebaño entre ovejas y cabras, y a las ovejas las acepta en el paraíso porque “cuando tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, tuve frío y me vestiste, estuve preso o enfermo y me visitaste [...] Cada vez que lo hiciste con el más pequeño de tus hermanos lo hiciste también conmigo”. Mientras tanto, a las cabras, que no hicieron nada de esto, las destina al infierno.
Si el papa Francisco nos habla de una economía que está toda esbozada en este capítulo, podríamos inferir que lo que nos está proponiendo a los empresarios es que tengamos la planificación y la responsabilidad de las Vírgenes, la audacia y tenacidad de los servidores que generan riqueza, y la solidaridad de las ovejas que cuidaron de sus hermanos.
El mundo post-Covid se enfrenta a tres grandes desafíos: terminar con la pandemia evitando la aparición de nuevas cepas que la hagan endógena e ingobernable, la amenaza latente del cambio climático por el calentamiento global y el crecimiento exponencial de la tecnología y la inteligencia artificial reemplazando trabajos de seres humanos. En los tres, el rol de los empresarios para buscar soluciones concretas es sumamente importante.
La solución de la pandemia por ahora solo ha venido de la mano de laboratorios privados que en tiempo récord han diseñado y elaborado vacunas que nos protegen. El trabajo que deben continuar haciendo los científicos no sería fructífero si no fueran acompañados por empresarios que, para que estos puedan investigar, organicen los recursos financieros, logísticos y comerciales que se necesitan para hacer llegar las preciadas dosis de vacunas a los habitantes del mundo entero. La planificación de las Virgenes será instrumental para poder lograrlo.
El cambio climático necesita de hombres y mujeres empresarias que apuesten con decisión al avance de nuevas tecnologías en el mundo de las energías renovables, para suplantar en las próximas dos décadas una matriz energética que ya ha generado enormes desequilibrios. No habrá inversión si estas iniciativas no tienen un retorno económico, ya que está demostrado que nadie está dispuesto a arriesgar su capital, por mucho o poco que este sea, en un emprendimiento que no dejará ganancias. Por lo expuesto, parecería que la propuesta del evangelio estaría orientada a que estos empresarios tengan la astucia de los servidores fieles que trabajaron buscando una ganancia para su Señor, usando para esto todos sus Talentos.
El avance de la tecnología es quizás el factor más disruptivo de todos. Se suele decir que el mundo ya pasó por esta circunstancia dos veces, con la revolución industrial a fines del siglo XIX y con la revolución informática a fines del siglo XX. También se dice que aunque muchos empleos son reemplazados por máquinas, el surgimiento de estas genera nuevos puestos de trabajo en otros sectores creando un beneficio neto en empleos. Para que esto se cumpla se debe contar con planes de educación y capacitación que adiestren a los empleados para insertarse en el nuevo mundo. La gran diferencia entre las revoluciones industriales e informáticas y la de la inteligencia artificial, es que aquellas fueron revoluciones lineales, mientras que esta es exponencial. Supimos ya dos veces entrenar y capacitar operarios a un ritmo lineal. Costureras que se transformaron en vendedoras o herreros que se transformaron en fabricantes de maquinarias. Pero todo a un ritmo lineal. La inteligencia artificial propone ahora un cambio a nivel exponencial que nuestros sistemas de educación todavía no pueden igualar. Esa brecha entre trabajo y empleabilidad va a tener que ser cubierta de alguna manera por la solidaridad que nos propone Cristo: ocuparnos de nuestros hermanos como las ovejas del juicio de las naciones en la última parte de Mateo 25.
ACDE propuso en su encuentro anual ir hacia un capitalismo más humano. Esto no quiere decir abandonar el capitalismo, único sistema económico que ha logrado reducir la pobreza. Pero tenemos que incorporar la visión humana que suele mencionar Francisco en sus discursos, porque nadie en esta tierra es descartable. Tenemos que encontrar la forma, trabajando unidos y sin divisiones, para mantener el nivel de inversiones que vamos a necesitar en las próximas décadas pero sin dejar a nadie en el camino. La dirigencia empresaria, política y sindical de nuestro país tiene la posibilidad de trabajar unida para crear estas condiciones.
El llamado de nuestro Papa fue también explícito en su convocatoria a la unidad de estos sectores para avanzar en el bien común. Y muy probablemente su pedido de no esconder la plata en los paraísos fiscales tiene como destinatarios no solo a los empresarios, sino también a los políticos y sindicalistas, ya que les cabe también a ellos la responsabilidad de crear las condiciones y las leyes en nuestro país para que este atraiga el capital sin necesidad de obligar o perseguir a nadie, como muy frecuentemente lo atraen los países desarrollados.
Empresario y Presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE)