La privatización populista de la ESMA
Imagine que los socialdemócratas alemanes, hartos de la disciplina fiscal, organizaran una muestra en Auschwitz comparando a Merkel con los nazis. Eso es lo que ha hecho recientemente el secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla. La exhibición “Neoliberalismo Nunca Más”, montada en la ex-ESMA, alerta sobre los supuestos retrocesos de los derechos humanos durante gobiernos “neoliberales”, trazando continuidades entre Videla, Menem y Macri. Ni el Presidente ni ninguno de los “moderados” que lo acompañan tuvo nada para decir.
Como todo acto de propaganda, la “muestra” abreva en la mentira, usando el pasado como instrumento de poder. Por más intenciones reformistas que tuviera, Macri pudo hacer muy poco y es ridículo acusarlo de neoliberal cuando fue el propio peronismo el que le impidió implementar su agenda.
Pero más allá de la satanización del otro, propia del populismo, la “exhibición” es una muestra de un profundo desconocimiento de la doctrina internacional: los derechos humanos excluyen el autoritarismo político, pero no condenan ni requieren ningún sistema económico en particular. La Declaración Universal está libre de dogmatismos; lo único relevante desde su perspectiva es que las personas gocen de acceso seguro a la sustancia de sus derechos, sin importar los medios, servicios universales, asistencia focalizada, transacciones de mercado, etc.
Es cierto que el Estado de Bienestar parece prima facie el mejor modo de garantizar los derechos económicos y sociales. Sin embargo, también es cierto que muchas sociedades alcanzaron altos niveles de desarrollo humano con otras recetas. Estados Unidos, Corea del Sur y Japón son buenos ejemplos. También lo es la Argentina: antes del golpe de Estado filo-fascista de 1943, teníamos pleno empleo y la pobreza era inferior al 5%, con un salario medio superior al de Italia y Francia.
Si a Pietragalla y a las organizaciones que “privatizaron” la ESMA les importaran los derechos humanos, tendrían bien claro que el mayor peligro para su causa no proviene del capitalismo ni del libre mercado, sino de las autocracias que ellos celebran, incluidas las de Putin, Maduro y Ortega. Y también tendrían bien claro que los excesos del peronismo nunca debieron silenciarse: la participación recurrente en golpes de Estado, el alineamiento con los nazis, el asilo de criminales de guerra como Eichmann y Mengele, el uso de la picana y la persecución de opositores y homosexuales por parte de Perón, el ominoso decreto de exterminio, la Triple A, el pacto de impunidad con la Junta y el apoyo a la ley de auto-amnistía, la cooperación con criminales de lesa humanidad como Maduro, la reivindicación de una “juventud maravillosa” de asesinos despiadados que soñaban con una dictadura a la cubana. Ninguno de estos actos merece olvido ni perdón. Esperemos que el próximo gobierno tenga el coraje de recuperar la memoria, la verdad y los derechos humanos para todos los argentinos.
M.A. en derechos humanos, PhD en teoría política y autor del libro Human Rights as Human Independence (U Penn Press). Premio Konex a las humanidades y miembro del Consejo Académico de Cadal