La prepotencia también puede ser un fatal viaje al pasado
Prepotente es, según el diccionario de la Real Academia, aquel que es más poderoso que otros, o muy poderoso. Y en una segunda acepción, aquel que abusa de su poder o hace alarde de él. Juan Cabandié reunió todos los significados del término en un episodio lamentable y tuvo, además, la mala suerte de ser filmado. Su alarde quedó expuesto. El abuso de poder en privado es una miseria. Cuando se hace público es también una vergüenza. No hace falta aclarar que Cabandié no es el único poderoso prepotente en el país. Ojalá lo fuera.
La prepotencia es tan vieja como la política y el dinero. El "chapeo" es desde siempre un privilegio exclusivo del poder, una medida de la distancia que separa al poderoso del hombre común. En el medio hay un abismo: el que se abre entre aquel que puede aplicar un "correctivo" y el que no. Cabandié puede. No así la oficial de tránsito Belén Mosquera.
La escena que muestra el video es fatalmente incongruente. Pero esa incongruencia quizá sea el elemento más revelador de todo el episodio. Un legislador que es hijo de desaparecidos intenta explicarle a una agente de tránsito nacida en democracia y desinteresada de la historia personal del infractor que no tener el seguro vehicular correspondiente es una falta muy menor para alguien que, como él, encarna una de las mayores tragedias nacionales. Alguien que se bancó la dictadura.
"Yo estoy donde tengo que estar", le explica Cabandié a la joven agente, llevando la discusión a un plano que excede las posibilidades del momento. No hay caso: la oficial de tránsito sólo quiere ver el comprobante del seguro. Hablan el mismo idioma, pero no se entienden.
La incongruencia es insalvable. Si no fuera por el "chapeo" de Cabandié, que deja en evidencia la idea del legislador porteño de que el poder político lo coloca por encima del resto, podría suponerse que hablan desde espacios temporales distintos, sin punto de contacto, y desde dos Argentinas que no se entienden.
La tragedia del legislador es la tragedia de todo el país. No es un salvoconducto para un problema de tránsito o un permiso para "guapear" a una oficial de tránsito.
En su carta abierta a Cabandié, el nieto recuperado Matías Reggiardo Tolosa le hace notar el error: "Cuando le decís [a Belén Mosquera], «te hiciste la guapa, pero yo soy más guapo que vos», ésa es una expresión de los que andaban por la vida matoneando a todo el mundo con una soberbia inocultable, quienes se creían impunes, quienes se creían Dios".
Quizá Cabandié no está, como dijo, en el lugar donde debe estar. O quizás entendió mal lo que significa estar donde está, en una democracia, en su papel de dirigente político y -contradicción todavía mayor en alguien que transgredió una norma- de legislador.
La confusión, en todo caso, es toda suya. Graciela Fernández Meijide, que no olvida ni un solo día el horror de la dictadura, dijo que el episodio mostró a Cabandié como alguien que nunca creció y que necesita crecer. La idea sugiere, de nuevo, la enorme incongruencia y la tragedia de un joven atrapado en un pasado (¿en un país?) que ya no existe, y que reproduce como si fuera un derecho adquirido la prepotencia de los que se creían impunes.
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