La pregunta correcta ante la depredación de la riqueza en nuestro mar
En pleno año 2021 ya no es una novedad ver una flota de más de 500 barcos pescando de manera no regulada y no reglamentada en la milla 201 frente a las costas del golfo San Jorge, al sur de Chubut y al norte de Santa Cruz. Incluso una gran parte de esta flota, compuesta en su mayoría por barcos de bandera china, coreana, taiwanesa y española, ingresan a nuestra Zona Económica Exclusiva (ZEE), depredando ilegalmente especies marinas y destruyendo este ecosistema tan valioso.
Si bien los números son desorbitantes y las imágenes de estas ciudades flotantes aún más impactantes, del otro lado de la línea imaginaria que determina la ZEE y que separa a “ellos” de “nosotros”, un porcentaje de las 346 embarcaciones de la Flota Nacional Argentina pesca con voracidad el calamar y la merluza en una competencia desmesurada por pescarlo todo: “Si no lo pescamos nosotros, lo pescan ellos”.
Si nos dejamos encandilar por las luces de los poteros solo estaremos prestando atención al color de bandera con la que se depreda el mar, pero si alejamos la vista vamos a poder ver con más claridad el denominador común de esta problemática. Y justamente no tiene que ver con banderas ni nacionalidades, sino con la depredación sistemática de la fauna marina en el océano Atlántico. No importa de qué lado del límite económico exclusivo nos paremos, el escenario es el mismo: una carrera desmesurada por pescar hasta el último pez.
De acuerdo al dirigente de la Cámara de Armadores Poteros en la Argentina, en lo que va del año las capturas estimadas de la flota extranjera sobre la milla 201 llegan a unas 250 mil toneladas. En Malvinas, unas 100 mil aproximadamente, un volumen similar a lo que lleva pescada la flota potera nacional. A este ritmo es imposible que la pesquería del calamar, entre otras, resista de este incansable saqueo, en algún momento va a colapsar. Y no solamente va a colapsar una pesquería, sino que se van a ver afectadas todas las especies que dependen de esta cadena trófica tan delicadamente interconectada. Es que esta zona, conocida como el Agujero Azul, se distingue como el único sector de la plataforma continental que se extiende más allá de las 200 millas marinas y por lo tanto sus aguas están fuera de la ZEE Argentina. En el borde de la plataforma se ubica un importante frente oceánico llamado el Frente del Talud, donde dos masas de agua chocan entre sí: la corriente fría de Malvinas y las aguas de la plataforma continental. El área es considerada como el mayor frente productivo del Mar Argentino; es ruta migratoria del calamar argentino Illex argentinus y es área de alimentación de predadores tope como tiburones, aves y mamíferos marinos.
En esta área, principalmente de enero a junio, se concentra la flota extranjera en busca del Illex argentinus, merluza, abadejo, vieiras y en menor medida rayas y tiburones. Insisto, esto no es una novedad, aunque esta flota ha crecido de manera exponencial a lo largo de los años. A mediados de la década de los 90 se estimó que la flota extranjera estaba conformada por un total de 100 embarcaciones aproximadamente y 25 años más tarde esta cifra se ha cuadriplicado.
Como bien explica Milko Swhartzman, especialista en conservación marina, del total de la flota extranjera, el 40% corresponde a la flota china y opera con barcos poteros, una técnica de pesca selectiva que hace foco en la pesca del calamar. La flota surcoreana recurre al mismo método potero que los chinos, en cuanto a los taiwaneses pescan con barcos palangreros, considerada una de las pescas más destructivas, donde este tipo de aparejo de pesca atrae pingüinos, albatros, tortugas marinas y distintas variedades de peces. En cuanto a la flota española, opera con redes de arrastre depredando múltiples especies a su paso, dejando desiertos en el mar. En el caso de la flota argentina que pesca en el área, la gran mayoría está compuesta por embarcaciones poteras y en menor medida barcos que operan con pesca de arrastre.
Esta zona, que mantiene en vilo a los argentinos, está posicionada como la cuarta región de mayor pesca ilegal (el sexto negocio más lucrativo del mundo) y de concentración de barcos que operan de manera no regulada y no reglamentada en el planeta. El hecho que se pesque de manera no regulada y no reglamenta implica que nadie sabe qué capturan ni en qué cantidades.
Frente a este escenario de sobreexplotación y la imposibilidad del gobierno argentino de contar con los recursos náuticos para frenar el avance de la flota extranjera (durante 2020 solamente se capturaron dos barcos pescando ilegalmente en aguas argentinas) no queda otra opción que buscar apoyo internacional. La firma de un nuevo tratado de altamar, en el ámbito de la Organización de las Naciones Unidas, podría significar un poco de luz al final del túnel. Este nuevo tratado busca establecer un marco global para la conservación y gestión de la biodiversidad en la zona de alta mar, que entre otras cosas, establece la posibilidad de crear áreas marinas protegidas en estas latitudes. La realidad es que este tratado aún no ha sido firmado.
¿Cómo motivar a la comunidad internacional para proteger el Agujero Azul, si nosotros mismos como país no demostramos interés por preservar este ecosistema tan valioso? Soy de las que creen que el “ejemplo empieza por casa”. El 36% de nuestro territorio es mar y tenemos una de las plataformas continentales más extensas del planeta sin embargo menos del 10% del mar territorial argentino está resguardado bajo alguna categoría de protección. Es necesario crear áreas marinas protegidas que prohíben la pesca y generen espacios en el mar donde los peces y los suelos marinos puedan recuperarse. Áreas marinas protegidas que resguarden la ruta del calamar y sirvan como insignia de una batalla que queremos dar como argentinos y como ciudadanos de este planeta, el único que tenemos. Necesitamos poner foco en la verdadera pregunta que enmarca esta problemática y comprender que no se trata de qué bandera está pescando, ni de qué lado de la línea imaginaria el barco está. Esa pregunta no va a frenar ni revertir la depredación masiva de las especies, simplemente nos distrae del problema a resolver más urgente. La pregunta que todos los argentinos deberíamos hacernos es: ¿cómo evitamos el colapso de este ecosistema único antes de que sea demasiado tarde?
Coordinadora del Programa Marino/Fundación Rewilding Argentina