Reseña: La parte enferma, de Cecilia Ferreiroa
Una mujer empecinada en implantarse los óvulos congelados de su hija muerta, las mañas de una anciana, una pareja que viaja y deja su casa en manos del deterioro. Los cuentos de La parte enferma, de Cecilia Ferreiroa (1972), son de una sórdida melancolía, pero también de una gran potencia: la que les inyecta la testarudez de sus personajes, esa pulsión que los lleva a ir para adelante a pesar de todo.
El libro se construye al margen de la estética de lo extraño, de lo sutilmente fantástico que caracteriza la producción de muchas cuentistas recientes. Hay algo distinto en cómo la autora focaliza en "la parte enferma" de cada personaje, en la disfuncionalidad de cada familia. No lo hace como quien marca un defecto sino como quien sabe que cada uno tiene una piedra en el zapato con la que está obligado a caminar, una parte enferma que no puede ser sanada.
Las tramas son sencillas, pero difíciles de olvidar. Vaya como ejemplo la de "Virgo": Carolina Soto, la protagonista, tiene anotado en su DNI una fecha de nacimiento que difiere de la real. Su padre, muerto cuando ella tenía dos años, la anotó un año después. Eran los años 70 y él un militante de izquierda, según se deduce del relato. Este desfase entre la realidad y la fecha anotada, le acarrea a la protagonista un sinfín de problemas que no solo tienen que ver con su identidad sino también con la búsqueda de trabajo y las respuestas que la vida práctica le pide. No hay lugares comunes: cuando Carolina observa la única fotografía en la que está con su padre muerto, lo que ve no es una generación perdida sino un hombre enojado que no le devuelve la mirada de amor que ella, de niña, le dispensa. Por más que el lector comprende que la muerte tiene más que ver con el telón de fondo de la dictadura o con tensiones internas al grupo en el que militaba que con "la enfermedad que lo mató de manera fulminante", el compromiso político no termina de salvarlo frente a la hija. El final del cuento está muy bien logrado.
No hay en estos relatos nada calculado, ni la frialdad que muchas veces se esconde tras la perfección de cuentos que funcionan como máquinas efectistas. La autora se deja llevar por la morosidad de determinadas escenas –dos, tres conversaciones por Skype con la hija que viaja por el mundo– porque lo que va horadando la vida se da a lo largo del tiempo. Fiel a sus personajes, Ferreiroa no los juzga, ni los expone: simplemente los deja actuar, como hacía Chejov.
LA PARTE ENFERMA
Cecilia Ferreiroa
Obloshka
134 páginas
$ 550