La positiva mirada de Methol Ferré
Alver Metalli Para LA NACION
Con la muerte de Alberto Methol Ferré, América latina pierde uno de sus intelectuales más fecundos por su producción y más originales por su pensamiento. Y muchos pierden un amigo.
Por la habitación donde estaba internado Methol Ferré, durante las horas de la última despedida, han pasado amigos de vieja data y otros recientes, personas que compartieron antiguas militancias y otras que nunca las tuvieron. Las palabras que nos intercambiábamos en los corredores de la clínica daban testimonio de la riqueza de su herencia intelectual: de análisis, de pensamiento y de visión, pero también de su herencia humana. Uno de los presentes afirmó, ni más ni menos, que Methol Ferré le había salvado la vida. Después, explayándose, recordó un artículo que escribiera Methol Ferré en 1968 y que agitó las aguas en el Uruguay de entonces. Poco tiempo antes, Ernesto "Che" Guevara había sido asesinado en Bolivia (1967). Methol Ferré percibió con claridad el fracaso del proyecto revolucionario. La parábola del líder guerrillero y su final representaban, a sus ojos, el triunfo de una política de muerte y la muerte de toda política. Desarrolla entonces una crítica despiadada sobre la teoría del "foco" revolucionario, que confía a las páginas de la revista Víspera, con la cual poco tiempo antes había comenzado a colaborar. Muchos uruguayos, incluso muchos amigos suyos, fueron al encuentro de la muerte. Y otros se detuvieron al borde del desastre, tal como en estos días se detuvieron en el umbral de la habitación de un hospital.
Methol Ferré desarrolló una interpretación sistemática de la América latina moderna y contemporánea, hasta el nacimiento del Mercosur, uno de los temas privilegiados de su reflexión. La suya es una aproximación histórica al pasado, pero no historicista. No es casual que el ruso Nikolái Berdiáev haya sido una de sus fuentes de más reconocida influencia, como los españoles Ortega y Gasset y Unamuno y el alemán Scheler, al cual debe el encuentro con la gran tradición cristiana y sus palabras clave, hasta llegar, en su madurez intelectual, al filósofo italiano Augusto Del Noce.
Methol Ferré tenía la singular capacidad de reconocer los dinamismos profundos de la historia, esos movimientos que se producen en el subsuelo y que llegan a la superficie asumiendo formas no contingentes. Enfocaba la vicisitudes que sucesivamente quedaban bajo la luz de los reflectores de la actualidad despojándolas de los oropeles, de los aspectos decorativos, y captaba y desarrollaba, ya desde ese primer momento, sus núcleos generadores. En este sentido, Methol Ferré no pertenecía a la nutrida corte de repetidores, ni siquiera de los más agudos y cultos. Registraba y asimilaba una mole enorme de material para sintetizarlo y proponerlo en amplias visiones geopolíticas.
Las dos grandes pasiones de la vida de Methol Ferré fueron la Iglesia y la unidad de América latina. A la Iglesia la conoció en la edad adulta. Hablando de sí mismo él se definió "un converso de la última hora" y dijo que tal se sentía hasta el día de hoy. El "descubrimiento" del catolicismo se produjo hacia fines de los años cincuenta, con las obras de Gilbert G. Chesterton, autor con el cual relaciona su conversión propiamente dicha: "A través de él comprendí que la existencia es un don, como la salvación y la fe; que uno es cristiano por gratitud". Una gratitud que era la fuente del buen humor, de la alegría y de una mirada positiva sobre la vida. "Desde que descubrí que la Iglesia es una realidad de hombres gozosos, hace sesenta años, la vida me parece siempre una novedad sustancial", dijo una vez en una conversación informal entre amigos.
La pasión por la unidad, la otra de sus grandes pasiones, marcó la mayor parte de su vida pública. La integración, para Methol Ferré, también obedecía a una lógica profunda de la realidad latinoamericana, y los procesos que la frenaban o los momentos de involución no tenían la fuerza suficiente para desmentirla. Consideraba, con gran realismo, que la unificación de América latina podía responder a tres tipologías diferentes: la de un continente unificado a partir de los intereses de los Estados Unidos, de una hegemonía de Brasil o de un centro conformado por la equilibrada unificación de Brasil y la Argentina.
Hemos hecho referencia a la enorme mole de material de su autoría que circula en América latina. Es otro de los aspectos singulares de la personalidad de Methol Ferré. Los artículos una vez volcados al papel, las conferencias después de haber sido pronunciadas, los textos una vez entregados a quien los había encargado eran para él otras tantas botellas lanzadas al mar. Las confiaba a las aguas y allí se encuentran todavía, a merced del oleaje, zamarreadas a diestra y siniestra como hojas secas. Fiel a esta convicción, nunca preparó una recopilación, nunca se preocupó por la edición de sus textos; las reimpresiones quedaban completamente fuera de su atención. De la publicación de sus escritos –artículos, cuadernos e incluso libros– caía en la cuenta si alguien le hablaba de ello. Es decir, cuando la botella había llegado a algún puerto y el contenido había entrado en contacto con el aire de mar. En este momento, hay miles de botellas que flotan sobre las aguas. El llegó a puerto.