La posada griega de Axel Kicillof
Al igual que Procusto,el ministro pretende que la realidad se adecue a sus preconceptos. Algo que muy difícilmente ocurra
La extensa entrevista al ministro Axel Kicillof en Página 12 del domingo pasado tiene la virtud de revelar el pensamiento de quien está a cargo de la política económica. En ese sentido, contiene varios pasajes significativos a la hora de entender lo que está pasando y lo que puede llegar a ocurrir. Entre varias definiciones altisonantes hay también algunas frases menores que corren el riesgo de pasar desapercibidas. Por ejemplo, al describir cómo funcionaría la flexibilización del cepo, Kicillof sostuvo: "El mecanismo tendrá un sesgo hacia los que menos tienen. Por sus objetivos y las circunstancias en las que se toma, la medida va a impedir que los dólares se los lleven quienes más tienen. El criterio pretende beneficiar a los de abajo."
Más allá de la peculiar identificación de los más pobres con ingresos personales mínimos de 7200 pesos mensuales, la cita parece revelar que el Ministro sospecha que hacerse de dólares oficiales puede ser un buen negocio. Si no, permitir que los de menor poder adquisitivo adquieran proporcionalmente más no podría equipararse nunca a otorgarles una ventaja. Por lo tanto, si un plazo fijo rinde hoy 22% o más, entonces, para privilegiarlos verdaderamente Kicillof tiene que estar imaginando un dólar oficial superior a 10 Pesos a fin de año (cifra que sería de 12 pesos para quien no pudiera utilizar el adelanto de ganancias, e.g. un monotributista) .
Generar tanto ruido y expectativa para que casi nada cambie de fondo muestra que la medida adelantada el viernes fue sólo una repentización frente a los acontecimientos de los días anteriores
Desafortunadamente, de seguir por esta vía ese número se alcanzará. Ya sea antes o después. Porque mientras el Gobierno carezca de una verdadera política antiinflacionaria (reconocer el verdadero ritmo de subas de los precios, comprometerse con objetivos explícitos y paulatinamente descendentes de inflación, y desarmar el monumental malgasto financiado con inflación) y de un enfoque riguroso acerca de cómo obtener dinero del exterior, el valor de la moneda estadounidense seguirá su recorrido alcista. Las idas y venidas con anuncios que no atiendan seriamente esos frentes sólo podrán lograr alivios temporarios, en el mejor de los casos.
Eso es precisamente lo que ocurre con la mentada liberalización de las restricciones a la compra de dólares para atesoramiento. Se supone que a partir de ayer se puede adquirir legal y directamente el billete verde en cualquier banco. Si no hubiera más límites que la demostración del poder adquisitivo, a 8 Pesos –que es el valor que el Ministro definió como "adecuado"- el Banco Central perdería reservas más rápidamente de lo que lo está haciendo (evidentemente no sólo Kicillof intuye que comprar representa una buena oportunidad). Para evitar esa sangría, el Banco Central se vería obligado a acotar la provisión de divisas al sistema financiero (tal como ocurrió el miércoles y el jueves pasados), en cuyo caso tendríamos aún más devaluación del tipo de cambio oficial. Finalmente, las autoridades optaron por una pseudo-apertura que hará que continuemos con el problema de la brecha cambiaria –durante un tiempo quizás de menor magnitud- y el vals del blue .
Generar tanto ruido y expectativa para que casi nada cambie de fondo (salvo la significativa suba de la tasa de interés, detalle no menor y no pretendido por el Ministro que erróneamente la definió como transitoria) muestra que la medida adelantada el viernes fue sólo una repentización frente a los acontecimientos de los días anteriores. No se trata de un abordaje integral sino que, al igual que en circunstancias previas, es difícil encontrar detrás del anuncio un plan o hilo conductor. Esto se hace aún más evidente al examinar las múltiples marchas y contramarchas que tienen lugar (como la definición acerca del porcentaje de recargo para las operaciones relacionadas con el turismo).
En la mitología griega, Procusto era un posadero que ofrecía a los viajantes agotados comida y una cama donde descansar.
Pero las declaraciones de ayer de Kicillof cotienen contradicciones más severas que esas idas y vueltas. De acuerdo a su concepción, "la mayoría de los precios en la Argentina no dependen de la cotización del dólar y en los casos en que eso sucede es en una medida muy pequeña. Los precios no están atados al dólar" . Y refuerza desafiando: " Si alguien me quiere explicar el mecanismo que hace que un cambio en el valor del dólar afecte de manera inmediata, directa y proporcional a todas las variables económicas que también me explique por qué la Argentina no es Estados Unidos" . Por ese motivo es que, según su particular visión, la devaluación de 6 a 8 pesos (suba del 33%) no tendrá efecto inflacionario alguno. En cambio, según él, si pasara del valor actual a 13 pesos (aumento del 62%), "habría un efecto devastador sobre la producción, el empleo, los salarios... (una) catástrofe".
Aún suponiendo que existiera un número de devaluación mágico o límite por encima del cual se desatara la calamidad y que el mismo estuviera entre 33% y 62%, la pregunta persiste: si hasta 8 pesos por dólar no había consecuencia alguna, ¿por qué no se permitió antes una suba del tipo de cambio oficial en lugar de imponer cepos de todo tipo a la economía y perder 18.000 millones de reservas?
En la mitología griega, Procusto era un posadero que ofrecía a los viajantes agotados comida y una cama donde descansar. Pero en sus preparaciones incluía poderosos somníferos que, sin advertirlo, ingería su ocasional huésped. Luego, si éste era más corto que el lecho, lo estiraba hasta que diera con la dimensión justa; y si era más largo, sencillamente le cortaba lo sobrante. A este personaje se lo suele usar como metáfora para aquéllos que tienen una visión dogmática que se resisten a abandonar, y a la que forzosamente ajustan cualquier dato que surja. Al igual que Procusto, Kicillof pretende que la realidad se adecue a sus preconceptos. Algo que muy difícilmente ocurra.
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