La política: un gol en contra
Quien haya visto o siga atento a cada movimiento de Lionel Messi dentro de una cancha de fútbol, con cualquiera de las camisetas que ya ha vestido o luce hoy, puede coincidir con lo que él mismo afirmó hace pocos días: “Dios me eligió a mí”. Esos goles de tiro libre en el ángulo, sello inoxidable en el Barcelona, no pueden ser solo obra de un ser humano. Son celestiales. Vienen del más allá para que los disfrutemos los del más acá.
Dios indiscutido de la tercera estrella mundialista y de la Copa América, a sus 37 años es consciente de que el fin de su carrera deportiva está cerca, aunque sorprende por autopercibirse como un dotado de un talento sobrenatural, y le ha restado el esfuerzo de entrenarse cada día, de levantarse después de cada derrota, de celebrar con cada triunfo. “Dios me eligió a mí, no hice nada para ser el jugador que ya de chiquito era”, argumentó en una interesante entrevista con el colega Juan Pablo Varsky.
¿Y esto qué tendría que ver con la política y esta columna dominical que se dedica a diseccionar irónicamente los desvaríos que suelen plantear los dirigentes argentinos cada semana? Tiene mucho que ver, querido lector. Porque muchos dirigentes políticos están persuadidos de que, como a Messi, Dios los elige para hacer feliz al pueblo o salvar la república. Muchos transitaron y transitan sus trayectorias luciendo rosarios o cruces e invocando el imperativo celestial de la hora. Hasta el propio Francisco envió rosarios a un sinfín de dirigentes, sobre todo del kirchnerismo. Un gesto nada menor porque el Papa es el “Messi” entre Dios y los mortales.
Pero a diferencia de Messi, a quien Dios ha guiado quirúrgicamente para hacer feliz a los simpatizantes del fútbol más allá de la casaca circunstancial, los políticos argentinos –exhiban o no símbolos cristianos– también parecen creer que cumplen una misión divina, aunque no dan con los resultados celestiales que se espera de ellos. Coinciden, en muchos casos, con Messi en eso de que no han hecho nada para ser políticos, no se han preparado para los desafíos de gestión y han dejado un tendal de pecados que, mientras esperan a ser juzgados en el más allá, transitan con suerte dispar los tribunales del más acá. La gran diferencia entre Messi –el más joven de la “santísima trinidad futbolística” que integra con Maradona y Pelé– y la política argentina es que “la pulga celestial” siempre ha logrado ser el mejor en lo suyo y no para sí, sino para sus seguidores. Y, gracias a Dios, Messi nunca metió un gol en contra, acción en la que son expertos los dirigentes argentinos.