La política exterior de defensa como política de Estado
El gobierno de Cambiemos asume la defensa nacional como una política de Estado. Esto requiere dos condiciones básicas: perdurabilidad en el tiempo y sólido respaldo popular en cada momento ¿Cómo construir, entonces, una política que trascienda los periodos electorales, a la vez que también se ratifique periódicamente, según el ritmo del calendario cuatrienal que renueva al propio comandante en jefe? ¿Cómo hacer coincidir, entonces, estas dos temporalidades en un mismo diseño?
Enfrentar este dilema nos lleva a revisar la doctrina recibida, concebida en exceso sobre patrones ideológicos. Desde ya que cada gobierno tiene su ideología, bajo cuyo prisma informa sus actos. Pero sujetar los intereses de largo plazo de nuestro país, como también sus condicionalidades geográficas, demográficas, económicas y culturales a un clima de época y a los vaivenes de opinión, nos condena a un voluntarismo inconducente y a la larga vulnerable. Tanto como pretender que la Nación sea una entidad atemporal, con intereses superiores sólo accesibles a una élite esclarecida que se asume como más patriota que el resto. Populismo y dictadura se han mirado en esos dos espejos.
Nuestra política exterior de Defensa no se debe escribir, entonces, sobre la arena movediza de los humores de época, ni sobre el mármol atemporal de los mausoleos.
Comenzará por reconocer, por ejemplo, que la geografía no cambia cada cuatro años. Y entonces considerará a Bolivia -por mencionar un caso donde las afinidades ideológicas bilaterales no son idénticas hoy como lo fueron en el anterior periodo- como un Estado cuya estabilidad es prioritaria para Argentina. Es vecino, hay una importantísima comunidad de argentinos de origen boliviano viviendo en nuestro país y tenemos una condicionalidad geopolítica clara a través del gas que importamos, por citar solo algunos hechos. No es Bolivia, entonces, una variable posible de definir desde lo ideológico, más allá del grado de afinidad de quienes gobiernen en ambos países. No ofrece un grado de libertad para nuestro diseño geopolítico, sino que se establece como una referencia inter temporal ineludible.
Nuestra política exterior de Defensa no se debe escribir, entonces, sobre la arena movediza de los humores de época, ni sobre el mármol atemporal de los mausoleos.
Igualmente impacta en cualquier diseño geopolítico nuestra cercanía a la Antártida ; nuestra posición estratégica entre dos océanos (podemos ser el "Gibraltar" entre el Atlántico y el Pacifico) o el acceso privilegiado, por las infraestructuras terrestres disponibles, al cielo austral, por citar otras referencias intertemporales. Del mismo modo, la demografía no cambia cada cuatro años, y allí debemos considerar el particular vínculo de cercanía que generan nuestra herencia española, italiana y nativa, junto con las vibrantes comunidades sirio libanesas, judías o armenias que conforman nuestro crisol nacional y proyectan nuestro "mapa" de interés de la defensa hacia aquellos países de origen.
Los flujos inversores y el comercio son bastante estables, y sólo cambian incrementalmente cada cuatro años. Más allá de los gobiernos, entonces, merece retenerse en ese alto nivel la relación central con Brasil, Estados Unidos y China. Justamente, por enviar gran parte de nuestra cosecha a puertos del Pacifico, es de interés para nuestro país controlar la piratería que asola aquellos mares distantes. Su accionar eleva los costos de seguros y fletes que deben afrontar nuestros productores rurales, por lo que tiene sentido abrir una agregaduría militar en Indonesia, como estamos haciendo, para sumarnos a los esfuerzos de la región contra ese flagelo. Y claramente, para nuestros intereses, no toda piratería (que la hay en diversos mares) tiene el mismo significado.
Definidos también otros factores relacionados con líneas de aprovisionamiento logístico confiable, relaciones bilaterales afianzadas y aun, vínculos asentados en firmes tradiciones; lo que resta es de libre opción. Allí pesará más la ideología que nutre a los gobiernos que cada cuatro años determinan las elecciones democráticas, y el consenso del que sepan rodearse. ¿Deberemos profundizar la alianza extra OTAN con Estados Unidos o mantenerla stand by? ¿Deberemos promover más actividad de defensa regional a través de la OEA o de la Unasur ? Esas son opciones abiertas, para las que nuestro gobierno ha dado respuestas, pero que son -y bienvenido que así sean- materia de debate y discusión. La idea que tengamos de Argentina y del mundo y nuestros propios valores (la ideología que conforma nuestros puntos de vista) estará inevitablemente presente en este tramo del debate, que incluye pero también excede lo técnico. Es apasionante y legítimo que no lo posterguemos. Se trata de debatir sobre la Defensa de la Patria, con la ineludible condición de estar informados; porque nadie es más argentino que nadie para participar.
* El autor es subsecretario de Asuntos Internacionales de la Defensa. Responsable de la Comisión de Defensa Nacional e Inteligencia. Fundación Alem (UCR)
José Luis Vila